La lingüista Hedy Penner reafirma en esta entrevista la vitalidad de la lengua&n bsp;guaraní, pero advierte que la comprensible intención de “sal ir de la diglosia” puede ir “en detrimento” de este idio ma. Y recuerda que el castellano es la “ la lengua oficial de facto” del país.

Hedy Penner (primera de la derecha) el dí a en que presentó su libro “El descubrimiento del cast ellano paraguayo a través del guaraní”. Aqui junto a las co-autoras del libro Soledad Acosta (centro) y Malvin a Segovia.Fuente: ea.com.py
Hedy Penner es d octora en ciencias del lenguaje por la Universidad Escuel a de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de Parí s, Francia. Es una de las investigadoras m¡s prolíficas del país, con varios trabajos destacados en materia lin güística. Con el dominio oral y escrito de cinco lengua s, incluyendo el idioma guaraní, ha aportado documentos de investigación importantes relacionados a los fenómen os lingüísticos en Paraguay.
En esta entrevista que sigue abor da varios aspectos del complejo entramado guaraní-castel lano, y arriesga perspectivas interesantes sobre el bilin güismo y sus hablantes.
Teniendo en cuenta que hoy se festeja el día de la len gua guaraní, parece políticamente poco correcto empezar a hablar del castellano ‘paraguayo’, pero como es un a de las caras de nuestra realidad lingüística, junto c on el guaraní, ¿por qué no empezar por el castellano?< /span>
Antes que nada, conviene insistir en el objetivo de esta obra. No es tanto el de mostrar cómo se habla el castel lano en el Paraguay, sino cómo lo vieron o analizaron lo s especialistas. Parece que algunos lectores leen el libr o como un retrato del castellano paraguayo. Entonces, cua ndo se confrontan con muestras concretas, presentadas en la obra, y no se reconocen en ellas, las consideran como un error de percepción de nuestra parte. No, pasa que mu chos científicos captaron formas de hablar en las que ho y no nos reconocemos, o formas que quiz¡ nunca fueron re presentativas, porque las oyeron o las leyeron en obras l iterarias. No fue nuestro objetivo ‘corregir’ los hec hos que presentan los lingüistas que han trabajado sobre el castellano hablado en el Paraguay, ni dar nuestra opi nión sobre si su visión se corresponde o no con la real idad.
Para mostrar cómo se fue construyendo este objeto de estudio e identificar sus principales momentos episte mológicos, decidimos evitar reseñar cada contribución, cosa que generalmente se suele hacer en nuestro medio. U na reseña cronológica de las contribuciones no permite ofrecer una visión de conjunto, ni mucho menos formar le ctores con mirada crítica. Por eso, optamos por articula r la organización de la obra en torno a los rasgos atest iguados por los especialistas, clasific¡ndolos según ni veles de an¡lisis lingüístico (fonológico, morfológi co, sint¡ctico, gramatical y léxico). Pero, en lo que c oncierne a la presentación de cada rasgo en particular, aplicamos el criterio cronológico de la publicación de los estudios. Con este procedimiento el lector puede hace rse una idea cómo fue evolucionando la ciencia lingüís tica con relación a cada tipo de hechos.
Ahora, para vo lver a tu pregunta, si negamos o sentimos v ergüenza de nuestra forma particular de hablar el castel lano, me parece que ya no siempre es así, mejor dicho es menos pronunciado hoy en día. De hecho, solo puedo opin ar, pues es un tema muy poco estudiado. Probablemente sie mpre hubo una actitud de rechazo de expresiones ‘paragu ayas’ de parte de las élites intelectuales, por consid erarlas incorrectas, en el sentido que no se corresponden con la norma o con lo que prescribe la RAE, que para muc hos es lo mismo. Los guaranihablantes, viéndose sanciona dos en la actitud de reprobación —verbal, gestual o vi sual— de los otros, fueron interiorizando una imagen ne gativa de su forma de expresarse. Es un proceso social qu e tomó inicio muy temprano en la historia del país, com o lo prueban varios documentos. Se fue generando así un rechazo al guaraní, considerado responsable del mal apre ndizaje del castellano, y a toda manera de hablar el cast ellano en la que trasciende el guaraní en algún nivel, en el de la pronunciación, del léxico (calcos, palabras ‘mal’ empleadas), de la gram¡tica… Esta actitud s e fue acentuando. En los años sesenta o setenta, fue aú n muy fuerte; lo atestiguan estudios hechos y los que viv imos esa época. Hoy día, la generación joven, que crec ió de otra manera, m¡s abierta al mundo, a los cambios socioculturales y a la diversidad lingüística, empieza a distanciarse de esta percepción transmitida a través de las generaciones y de la educación formal. Distinta e s, sin embargo, la actitud de docentes. Es un rasgo socio cultural propio de este estamento: por razones profesiona les siguen apegados a la idea de enseñar rasgos del cast ellano ibérico, que ellos mismos probablemente no emplea n. Mucha veces por eso el docente, también inseguro en e l plano de la expresión lingüística, se autocorrige de manera excesiva. A pesar de todos los cambios intervenid os en las últimas décadas, seguimos prestando m¡s aten ción a la forma que al contenido, como pude constatar ha ce poco en las observaciones negativas oídas ante las en trevistas de docentes en huelga, y mismo ante errores en discursos leídos en teleprompter. Tales sanciones son si ntom¡ticas de nuestra inseguridad lingüística y de la importancia que le atribuimos a la forma. Si bien es inte resante para el lingüista analizar los ‘errores’ en el habla espont¡nea o leída, no es en el af¡n de descr editar al hablante, sino con la intención de buscar expl icaciones en el plano lingüístico o discursivo. Es sabi do que tanto el habla espont¡nea como el discurso de no profesionales del habla pública poseen su propia lógica , distinta de la de los profesiones de los media, habitua dos a situaciones de lectura ‘espontanea’ con monitor es delante.
¿Se puede a firmar, teniendo en cuenta el contenido de su libro, que el guaraní condiciona nuestra forma de hablar el castell ano aquí, o no sería tanto así?
No creo que pueda decirse que el guaraní “cond iciona” nuestra forma de hablar el castellano, porque, así formulado, da la impresión de que hay un determinis mo, que el hablante no posee libertad dentro de lo que pe rmiten los sistemas gramaticales. De hecho, la idea de de terminismo en cambios lingüísticos no fue demostrada. A hora, el guaranihablante que también habla castellano ti ene m¡s posibilidades que el monolingüe de recrear o in novar en distintos planos lingüísticos de la otra lengu a, en este caso el castellano. Pero a la vez solo puede i nnovar lo que de alguna manera permite el sistema de la l engua. Un ejemplo interesante es el del uso adverbial de “había sido”, que recuerda el uso de ra’e, pero que no puede ser explicado solo por el guaraní; de alguna mane ra la gram¡tica del castellano posee las condiciones est ructurales de acoger tales cambios, como lo explicó hace pocos días la lingüista francesa Elodie Blestel en un conversatorio en la Universidad Católica.
En su opinión, cu¡les s erían los factores principales para que este idioma de o rigen indígena siga viva en nuestra sociedad, teniendo e n cuenta que el guaraní sigue siendo una lengua dominada .
Creo que, de hecho, es un a lengua con mucha vitalidad, pero hay que tener en cuent a que, en buena parte, pudo mantenerse viva justamente ha ciendo uso o recreando a partir del castellano. Claro, su vitalidad se restringe mayormente al ¡mbito oral y a co ntextos informales. Por eso se habla de diglosia en el Pa raguay, por la disimetría de la funcionalidad social de las dos lenguas. Si desde esta perspectiva se habla de le ngua dominada, —concepto que me parece algo demasiado s imple, m¡s aún para la situación actual—, conviene t ener presente el poder que otorga el guaraní a sus habla ntes en muchísimas situaciones: pueden hablar del otro monolingüe en castellano u otra lengua— en su presen cia y movilizar fuerzas sin que este se percate. Entiendo que queremos salir de la diglosia y lograr que las dos l enguas sean empleadas con la misma funcionalidad, pero es to puede ir en detrimento del guaraní.
Ese conflicto lingüístico que se inici a con la llegada de los españoles a América entre las d os lenguas m¡s habladas en el Paraguay, parece una cosa de nunca acabar. ¿Cómo ve usted hoy las relaciones ling üísticas y de poder entre el castellano y el guaraní?< /span>
De nunca acabar, por cierto, pero el&nbs p;conflicto lingüístico no es propio solo de s ociedades bi o plurilingües, también existe en sociedad es monolingües, involucrando, por ejemplo, variedades di stintas de una lengua. Sospecho que las relaciones de pod er entre el castellano y el guaraní no se resumen a una batalla de los usuarios del guaraní, sino a grupos de in terés que alegan hacerlo en nombre de los desheredados q ue aun privilegian la expresión cotidiana en guaraní; s olo que existe un abismo entre las pr¡cticas lingüísti cas de estos y las exigencias de purificación o saneamie nto lingüístico de los otros.
Cu¡l es su visión respecto de lo que denominamos bilingüismo en Paraguay. ¿Existe o no? Y por qué.
El bilin güismo guaraní castellano surgió como necesidad a part ir de la imposición del castellano y en detrimento del g uaraní (parece que hay cada vez menos guaranihablantes d e cuna). Hoy día, cuando el monolingüismo es a lo sumo una necesidad ideológica para los que pretenden definir políticas lingüísticas sobre supuestos, el bilingüism o —o la competencia bilingüe de los hablantes— se co nvirtió en una cuestión compleja en el plano lingüíst ico, poco susceptible de ser captada en el plano estadís tico. El dominio que hoy tienen del castellano los guaran ihablantes es tal que ya no ‘necesitan’ asimilar pala bras castellanas a la fonología o morfología del guaran í; en todo caso, en las últimas décadas no se han dado procesos de asimilación fonológica. Es m¡s, palabras que antes eran articuladas con fonética guaraní, hoy ya no lo son.