Octorina
Zamora, líder wichí, pide por una beca indígena con garantías.
Por estos días
la reconocida dirigente indígena wichí, de la comunidad de Honhat Le Les de
Embarcación, Salta, Octorina Zamora, ha iniciado un reclamo frente al
anexo del congreso. Este reclamo tiene por fin exigir una beca para que una de
sus hijas pueda estudiar en la
Universidad de Buenos Aires.
Octorina ha
instalado una carpa frente al edificio y afirma que no se moverá de allí hasta
que le den una solución a su demanda. Ha pedido una beca para que su hija menor
pueda estudiar Odontología en la
UBA porque no tiene
recursos económicos para respaldarla ella. La universidad le pide un
certificado de indianidad para otorgarle tal “beneficio”. El hecho pone de
manifiesto una situación generalizada entre las comunidades indígenas y los
originarios que viven en la ciudad: somos pocos los que podemos acceder a una
formación profesional. Los indígenas sufrimos, a la par que los trabajadores y
campesinos más explotados del país y de latinoamérica, la creciente
pauperización con que se cobra el sistema capitalista sus deudas.
En este
sentido, no es, el reclamo de Octorina, un pedido “individual”, ni menor, el
acceso a la educación en todos sus niveles, debe tomar un lugar visible junto
con los tantos puntos que engrosan las listas de las legítimas demandas indígenas
en nuestro continente. Son necesarios, en este siglo 21, los profesionales
indígenas que acompañen con su conocimiento formal las luchas por la
conservación de los saberes ancestrales de los pueblos originarios. Son
necesarios los profesionales que puedan documentar el saber de los ancianos,
son necesarios los profesionales que hagan más visibles y viables las peleas
por las tierras. Son necesarios los profesionales que trabajen en la
conformación de otra educación intercultural bilingüe que no sea la impuesta
por el mismo sistema que excluye.
Octorina pone
el acento también en un estado de cosas que perjudica a un amplio sector del
estudiantado: las becas que la universidad otorga, son asistencialistas, no hay
becas con garantías. Las becas de 600 pesos son las más altas que se otorgan,
eso no alcanza para que un estudiante pueda asegurarse su educación. La
dirigente entonces, entre otras cosas, viene con la propuesta de que el estado
contribuya a la conformación de una casa para estudiantes indígenas en donde
puedan alojarse quienes provengan de las comunidades.
Pasa otro tanto
entre los estudiantes indígenas de las ciudades. Quienes adscriben a una
identidad indígena en la urbe, no pueden solicitar una beca que atienda a su
identidad porque no forman parte de una comunidad originaria con personería
jurídica. Aunque siguen multiplicándose los antropólogos foráneos que viven
gracias a los papers que escriben, con ayuda de las comunidades, sobre sus
saberes. No hay reciprocidad.
No solo la
situación de los originarios, sino de
todos los sectores empobrecidos que quieren acceder a la educación ha
sido y es discriminatoria y excluyente en Argentina, la educación es pública,
pero no gratuíta. Los sistemas de becas, siempre exageradamente burocratizados,
denotan los vericuetos del sistema para dejarnos afuera todo el tiempo. Quizás la
cuestión que plantea Octorina Zamora, puede verse como la punta del iceberg
para que nos sentemos a pensar en otro modelo de beca y en otros sistemas
facilitadores del acceso a la educación que no sean los de siempre.
Melina