Asunto: | [mutantes] Impersonalidad (Indiferencia) | Fecha: | Lunes, 4 de Marzo, 2002 13:45:24 (EST) | Autor: | LiebeLicht <LiebeLicht @...com>
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Asunto: | Impersonalidad (Indiferencia) | Fecha: | Lunes, 4 de Marzo, 2002 13:43:15 (EST) | Autor: | LiebeLicht <LiebeLicht @...com>
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Por Jorge Carvajal Posada
Impersonalidad (Indiferenc
ia)
Más allá de la personalidad
no hay dolor,
no
hay sufrimiento
porque no hay resistencia espiritual
y la no resistencia espiritual
es lo que llamamos d
ivina indiferencia.
Nosotros somos un plan,
somos un
programa,
somos una pauta de evolución
y de creaci
ón.
En ese sentido nosotros somos un patrón,
ese
patrón espiritual
que vive en nosotros se refleja so
bre la materia.
La materia es como un espejo,
en el
cual se está reflejando nuestra realidad.
Nuestro
cuerpo,
nuestras emociones,
mente y personalidad,
n
o es sino el mundo de la apariencia,
es el espejo y e
l vehÃculo.
Ese vehÃculo es habitado por un ser es
piritual,
ese ser espiritual se caracteriza por la di
vina indiferencia;
porque ese ser espiritual
solamen
te resuena con el plan de la creación,
con el progra
ma,
con el patrón de organización.
Nosotros somos
un patrón de organización del creador.
Somos una
idea reiterada en nuestro propio patrón
que llamamos
el alma,
por el creador.
Somos a imagen y semejanz
a del creador,
en ese sentido somos una parte del cre
ador,
un componente del creador,
parte importante de
l programa de la creación;
no lo es nuestro cuerpo,
no lo es nuestra personalidad,
allà simplemente se
refleja.
Pero cuando nosotros nos apegamos
y nos id
entificamos con el reflejo,
nos olvidamos de nuestra
esencia.
Entonces no podemos practicar
la divina in
diferencia.
Cuando nosotros no nos comprometemos,
no
nos conmovemos,
no practicamos la divina indiferenci
a.
La divina indiferencia
nada tiene que ver con la
inmutabilidad,
con la irresponsabilidad
o con la fa
lta de compromiso.
La divina indiferencia
tiene que
ver con el compromiso total
con el alma que hay en e
l otro.
Esa indiferencia
se manifiesta a través de
la inocencia.
Nosotros partimos
de la inocencia inc
onsciente.
Cuando somos niños
somos fluidos,
espo
ntáneos,
somos inocentes
porque no sabemos
que som
os inocentes,
porque no sabemos
que somos niños,
n
i que es ser niño,
ni que es ser hombre.
Pero lleg
a un punto en que el hombre madura
y habiendo partido
de la inocencia inconsciente
llega a la inocencia co
nsciente.
Pues bien,
la consciente inocencia del ho
mbre
que ha madurado a su realidad espiritual,
es lo
que llamamos
la divina indiferencia.
Cuando uno es
inocente
se deja tocar,
cuando uno es inocente
no
existe malicia,
no existe expectativa,
juicio,
culp
a,
apego
ni aversión;
simplemente
existe el fluir
del ser.
La indiferencia
es permitir que el ser flu
ya
sin que se identifique
con el no ser.
Cuando so
mos indiferentes al no ser,
nos identificamos
con el
ser que ya somos.
La personalidad
sufre
porque luc
ha,
porque se resiste,
porque huye,
porque no asimi
la l
a lección de las cosas,
pero aquà estamos dand
o un paso
más allá de la no resistencia;
esta es u
na no resistencia espiritual,
estamos dando un paso m
ás allá
siendo indiferentes a nosotros.
Frecuente
mente
estamos muy conmovidos
porque nos duele,
ento
nces no vemos la lección de amor
que hay detrás del
dolor.
Frecuentemente
estamos conmovidos
porque n
os enfermamos
pero no sabemos que el alma no se enfer
ma,
lo que se enferma es el cuerpo
y nos identificam
os
de tal manera con la enfermedad
que nos quedamos
anclados al dolor
y a la enfermedad.
Frecuentemente
estamos conmovidos
porque nos sentimos vÃctimas de
l mundo
y nos identificamos
de tal manera con el ser
vÃctimas,
sin saber
que el alma nunca es vÃctima.
El alma
es la conciencia
que en nosotros refleja
la esencia del creador.
El alma
en nosotros
es la
potencialidad perfecta,
el alma refleja el ser perfec
to
que ya somos.
Al ser indiferentes a la personalid
ad
conquistamos la plena comunión,
la cual se conqu
ista
desde la indiferencia.
Si yo soy indiferente
a lo que en ti me hiere
y aprendo la lección de tu c
omportamiento
y aprendo la lección de mi dolor
reve
lando el amor
y la luz que ellos escondÃan;
entonce
s la relación se vuelve comunión.
Nosotros siempre
condicionamos la relación.
Yo me relaciono contigo
si tú estás bien,
si tú no me agredes,
si tú me
quieres,
si tú me escuchas,
pero en la divina indi
ferencia
yo me relaciono contigo
porque tú eres chi
spa divina como yo,
porque tú eres parte de mi misma
esencia.
Cuando yo te puedo ver
con los ojos del al
ma,
estoy practicando
la divina indiferencia.
La d
ivina indiferencia
es la condición de la hermandad.
La hermandad genuina
es una hermandad del alma,
la
cual se descubre
cuando a mi no me importa
de dónd
e vienes
ni para dónde vas,
porque estamos los dos
en presente
y este presente infinito
se vuelve una e
ternidad
cuando logramos comulgar;
lo que a mi me im
porta
es tu esencia.
Yo no estoy comprometido
con t
us dolores,
con tus culpas,
con tus arrepentimientos
o con tus pequeños dramas,
yo estoy comprometido co
n la lección de tu vida
y entiendo a través de la d
ivina indiferencia
que cuanto más pobre estás afuer
a
y más te lamentas de tu pobreza,
más posibilidad
de conquistar la riqueza interior tienes.
Que cuant
o más dolor tienes afuera,
posiblemente más cerca e
stés del núcleo de fuego del alma.
Que cuando tu ap
ariencia es más humilde,
más riqueza posiblemente a
lbergas en tu interior.
Practicar la divina indiferen
cia
es el arte de ser sensible a lo esencial,
es el
arte de ser sensible
a lo que tiene sentido.
Hay muc
has vÃas para encontrar a Dios.
No importa el camin
o,
lo que importa es el sentido de aquello que haces.
Y el sentido de aquello que haces
es que a través
del camino
estás descubriendo
que Dios está en tu
corazón.
Cuando descubres
que más allá de las d
iferencias
se afirman las semejanzas,
que aquello qu
e nos dividÃa
es precisamente lo que nos une,
que n
uestra diversidad
es producida por nuestra unidad ese
ncial
y esa unidad esencial
está dada
porque somos
materia prima divina;
entonces
yo me vuelvo indifer
ente
a la metodologÃa que tú escogiste
para escuch
ar a Dios.
Entonces
la personalidad
tiene muchos c
aminos
pero la meta es igual.
Vale la pena vivir
c
uando la vida tiene sentido.
Cuando tenemos sentido,
estamos infinitamente ricos.
El camino del sentido
independientemente
de lo que tengamos afuera
es nues
tra inocencia interior,
la inocencia consciente del i
nterior
es la apoteosis de la humildad
y la fluidez.
La inocencia
es el camino de Dios.
Cuando Cristo
dijo:
“Dejad que los niños vengan a mÃ,
porque
de ellos es el reino de los cielosâ€,
se está refir
iendo no al niño,
no a la edad fÃsica,
se está re
firiendo a la edad de la inocencia,
que es la edad de
la madurez
y de la fluidez,
que no es otra cosa
qu
e la edad de la indiferencia
o sea
el compromiso tot
al
con la esencia
y que llamamos
divina indiferenci
a.
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