Asunto: | [LEA-Venezuela] SE ACABÓ la agricultura/Domingo Alberto Rangel | Fecha: | Martes, 4 de Diciembre, 2007 15:24:01 (-0400) | Autor: | Jorge Hinestroza <jlhinestroza @.....com>
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Domingo Alberto
Rangel
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SE ACABÓ la
agricultura
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¿Por qué ha desaparecido casi por completo
la agricultura en nuestro país? Varios factores históricos empezaron a
condenarla a muerte desde el momento en que el pozo de la Rosa (Barroso Nº
2) otorgó a Venezuela el certificado que la consagraba como gran potencia
petrolera. En aquel mismo momento toda actividad tradicional, por antigua
y arraigada que fuera o estuviera, oía o quedaba sentenciada a oír el
memento mori. La desaparición de la agricultura, de la cría y, en general,
de las artesanías era tan inexorable como el brillo del sol en los cielos
del día o las fases de la Luna en los de la noche.
La primera
consecuencia de la condición petrolera que entraba a reinar en nuestro
país fue el auge de las importaciones proporcionado o suscitado por la
sobrevaluación del bolívar. Nuestro signo monetario ostenta una
sobrevaloración histórica que dura ya bastante más de medio siglo. Ella
aparece en 1935 cuando se instituye el tipo de cambio de tres punto
diecisiete bolívares para el dólar de los Estados Unidos, que entraba en
aquel mismo momento a ser la reina de todas las divisas.
Desde
entonces el bolívar siempre ha estado sobrevaluado, en demasía o con
moderación, pero siempre sobrevaluado. Los reajustes, maniobras y acomodos
decretados hasta hoy, a partir de 1935, se reducen a simples graduaciones
de la sobrevaloración. El tipo de cambio del dólar no es hoy de dos mil
cien bolívares, equivale, por el contrario, a un monto intermedio entre
los citados dos mil cien y los seis mil del mercado paralelo. Tal
estimación engendra dos fenómenos fatales, exceso de importaciones y
exceso de corrupción. Mientras ambos fenómenos sean tan notorios en la
vida nacional, la agricultura será la ahorcada que pende de la soga en una
de esas agonías que dan argumento a las películas de suspenso.
El
predominio petrolero y la sobrestimación del bolívar generaron una
propensión a importar marcada en América Latina por su relevancia
desmedida. Ningún otro país importa tanto en términos relativos —digamos
por habitante— como Venezuela desde 1945. La importación, esto es, el
comercio de importación alcanza tanta significación que es, con frecuencia
la rama de más intenso crecimiento en la economía nacional y su peso, en
el último medio siglo ya largo que nos separa de la Segunda Guerra
Mundial, es ostensible. Tanto por el volumen de capitales que mueve como
por el personal que emplea o la significación mercantil de sus operaciones
es la actividad comercial la primera rama de nuestra economía interna.
Para resumir esta parte del análisis diríamos que el comercio en general,
y el de importación en particular, es el equivalente del petróleo o el
reverso de la explotación petrolera. Tanto más crezca el petróleo, tanto
más crecerán las faenas comerciales en el país.
En un sistema
capitalista, de propiedad privada, movilidad irrestricta de los factores
de producción y régimen de cambios libres, el crecimiento de cada rama
económica está determinado por dos elementos: la tasa de ganancia relativa
imperante en cada una de ellas y la rotación relativa de los capitales
allí invertidos. En una economía de emirato, esto es, dominada casi con
exclusividad por el petróleo, aparecen o no tardan en aparecer dos rasgos
que condenan a la agricultura a la desaparición: elevadísimas tasas de
ganancia en toda actividad especulativa o comercial y una rapidísima
rotación del capital. Una economía como la venezolana, desde que apareció
el petróleo, sólo consiente, junto a la actividad extractiva, actividades
financieras, administrativas y comerciales. Los emiratos petroleros, como
la Venezuela del último siglo, no toleran actividades de baja tasa de
ganancia y lenta rotación del capital.
La agricultura se
caracteriza por una baja tasa de ganancia relativa y por una rotación,
también relativa, muy lenta del capital. Ningún economista ha visto, con
toda la claridad que exige el análisis económico, estos rasgos de nuestra
agricultura que la sentenciaban a muerte como ha ocurrido. En la
agricultura la tasa de ganancias es baja y la rotación de capital bastante
lenta, porque ella produce lo que llaman los economistas ingleses salary
goods. O sea, en el idioma oficial de Venezuela, “bienes para
asalariados”. Son la modesta yuca, el humilde plátano y los sencillos
granos que, como el maíz y el arroz, los productos típicos de nuestras
siembras para el mercado interno. Los gobiernos, teniendo interés político
en regular el precio de tales artículos para preservar la paz interna,
bajan la tasa de ganancias del agricultor y condenan así a la agricultura
a la postración o al estancamiento.
Veamos el proceso a la luz de
las realidades más simples. Supongamos que una persona, en algún momento
del largo período que va de 1945 a la actualidad, tuvo el equivalente a
cien mil dólares para invertirlo en nuestro país. Si hubiese optado por la
agricultura o la ganadería habría tenido que producir cereales, leche,
carne o tubérculos, todos regulados en sus precios por el Gobierno. Esta
incidencia del Gobierno contrae siempre la tasa de ganancias. En cambio
los cien mil dólares invertidos en el campo de la especulación con
terrenos urbanizables, la construcción o el comercio de importación, en un
país que creció al galope y se transformó entre 1945 y 2000 a ritmo de
vértigo, brindaban ganancias muchísimo más altas.
¿Por qué los
terratenientes siguieron siendo terratenientes y no trasladaron sus
capitales a las ciudades? Sí lo hicieron. Como se sabe, el Gobierno crea
en 1928 el Banco Agrícola y en 1945 la Corporación de Fomento, los
terratenientes consiguen créditos allí que casi nunca pagan y así se
consuma, entre 1945 y 2000, el tránsito del capital agrícola a actividades
urbanas. Quienes recibieron créditos de la banca oficial, lo hicieron para
entregar las fincas cuando viniera la ejecución de las garantías
hipotecarias. El Estado provocó y luego financió la extinción, a la que
estamos llegando, de toda actividad agrícola o pecuaria.
darangel@cantv.net
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