Asunto: | [LEA-Venezuela] El gobierno venezolano “olvida” alertas ac erca de su proyecto Soya | Fecha: | Jueves, 12 de Abril, 2007 20:30:14 (+0000) | Autor: | letras director <periodicoletras @.......com>
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El gobierno venezolano “olvida” alertas acerca de su proyecto Soya
Rafael Uzcategui *
El pasado 22 de marzo se realizó la inauguración de La Planta de Bebidas
Saborizadas de Soya “Eulalia Ramos Sánchez” en la población de El Tigre,
estado Anzoátegui. La infraestructura es parte de lo que el primer
mandatario califica como un nuevo capítulo en el sector agroalimentario,
“una semilla de socialismo”, la cual aspira sembrar un millón de hectáreas,
al cabo de cuatro años, para revertir la importación anual del grano. El
proyecto se realiza tras un acuerdo con Argentina, país que ocupa el tercer
lugar dentro de los mayores exportadores del grano, contando con una
inversión de 400 millones de dólares. Dada la importancia de esta actividad
agrícola en el país austral, diferentes movimientos sociales y ambientales
del sur han investigado y denunciado las consecuencias sociales y
ambientales del modelo agroexportador centrado en el monocultivo de soya.
Estos grupos remitieron diferentes comunicaciones a las autoridades
venezolanas alertándolas de no seguir el ejemplo de su propio país. Pero,
pese a las advertencias, el proyecto que los ecologistas catalogan como un
atentado a la salud de los niños comenzó a realizarse bajo la asesoría de
uno de los mayores terratenientes gauchos: Gustavo Grobocopatel, conocido en
Buenos Aires como “el rey de la soya”.
Grobocopatel es figura estelar del 1,3 por ciento de productores que, en
tierras de Gardel, explota el 53 por ciento de las tierras productivas. Este
empresario preside el grupo agropecuario Grobo, cuyas áreas cultivadas suman
en tres países la cantidad de 155 mil hectáreas. Cuando se pronuncia en
Buenos Aires la palabra latifundio, se asocia automáticamente con el actual
socio del gobierno venezolano, cuyas prácticas han sido denunciadas por
promover el desplazamiento de campesinos, quebrar a pequeños y medianos
productores, agotar el valor de la tierra al dedicarla exclusivamente a los
monocultivos, representar los intereses de multinacionales como Monsanto y
sustituir las cadenas tradicionales del campo argentino con prácticas
monopólicas.
Sin transgénicos, ¿por ahora?
Tres son las principales críticas realizadas a la soya: La primera es el uso
de semillas modificadas genéticamente para su producción intensiva a bajo
costo. Por otra parte, las consecuencias sociales y ambientales del
monocultivo soyero. Y, en último término, la promoción y uso de la soya como
sustituto de otros alimentos para niños.
Sobre el primer aspecto, parece que en el inicio del proyecto existe el
compromiso de no utilizar semillas transgénicas, en parte por el reiterado
rechazo del presidente Chávez a su uso en el país. De hecho, Lay Chang,
Gerente de Cereales y Oleaginosas de la Corporación Venezolana Agraria
(CVA), declaró que la planta de Anzoátegui contaría con un “sistema de
gestión de calidad” para detectar si la materia prima adquirida era
modificada genéticamente.
(http://www.elistas.net/lista/lea/archivo/msg/6963/). Habría que asegurar,
entonces, la permanencia de estos controles para este y los futuros
sembradíos de soya a desarrollarse en el país. Además de la voluntad
presidencial, no existe ninguna ley o decreto que prohíba o reglamente el
manejo de transgénicos en el país. Por ello, debe prevenirse que la
sustancial rebaja en los costos de producción cuando se sustituye la no
transgénica por la que sí lo es repita lo ocurrido en Brasil: el gobierno
legalizó la producción transgénica como un hecho consumado tras el uso de
los agricultores de la llamada “Soya Maradona”, semillas sin marca, baratas
y genéticamente modificadas, contrabandeadas desde Argentina. Al respecto,
el presidente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria de
Venezuela (INIA), Prudencio Chacón, apuntó que el 70 por ciento de las
semillas venezolanas eran importadas, admitiendo que no había controles para
su entrada.
Organizaciones argentinas como Reflexión Rural (www.grr.org.ar) declaran que
el modelo de la Soja es el ALCA en la agricultura debido a sus graves
impactos. En Argentina la preparación de campos dedicados exclusivamente a
su cultivo desaparece 10.000 hectáreas de bosque al año, algo así como 20
canchas de fútbol por hora. El monocultivo soyero agota las riquezas del
suelo, desplaza poblaciones campesinas, aumenta el desempleo en el campo y
deja a una gran variedad de especies animales sin sus hábitats
tradicionales.
Un mal sustituto
Para los ambientalistas y un creciente número de científicos e
investigadores, como alimento la soya no es completamente mala, pero tampoco
es el grano mágico que acabará con el hambre en los países en desarrollo. Si
bien es cierto que suministra una gran cantidad de proteínas, diferentes
estudios demuestran que, a su vez, contiene los llamados “antinutrientes”,
especialmente fitatos, los cuales interfieren la absorción del hierro y el
zinc, siendo su aporte en calcio de grado menor. Los nutricionistas
recomiendan que debe incorporarse en la dieta humana como parte de una
alimentación completa, del mismo modo que lo hacen las demás frutas y
verduras. Estas mismas opiniones alertan sobre el no suministrar soya a
niños en etapa de crecimiento y en mujeres embarazadas.
En Argentina los exportadores de soya, como Gustavo Grobocopatel, promueven
una imagen social de su negocio con el proyecto “Solidaridad Soya”, el cual
contempla el suministro gratuito de granos de soya al circuito de comedores
populares del país. En estos sitios, muchos voluntarios extraen jugo del
grano, un líquido blancuzco, al cual le añaden sabores artificiales como
parte del plato de comida servido a los pequeños usuarios. Esta práctica ha
sido severamente cuestionada por diferentes movimientos sociales, los cuales
difunden la decena de estudios realizados en diferentes centros de
investigación que demuestran que tal programa de ayuda alimentaria aumenta
la desnutrición y anemia en los niños, inhibe el crecimiento y debilitaría
su sistema inmunológico. Los activistas son enfáticos en exigir que no se
denomine “leche” a un producto que no lo es, y que el jugo del grano de soya
no sustituye de ninguna manera, debido a la diferencia en sus componentes, a
la leche verdadera. Llamar leche de soya al jugo extraído del grano, es a su
juicio, una publicidad engañosa. Debido a la alta concentración de
estrógenos vegetales presentes en el grano, se ha estimado que un niño
alimentado a base de soya estaría ingiriendo una cantidad de estrógeno
equivalente a cinco píldoras anticonceptivas al día.
En el caso de los adultos, los resultados vinculan la soya con un aumento de
la esterilidad masculina, el inicio temprano de pubertad en adolescentes y
el aumento de riesgo a algunas modalidades de cáncer. Algunos científicos,
como el caso del profesor Frank Woods, director de la Comisión sobre
Toxicidad de Químicos en los Alimentos, de Gran Bretaña y autor del informe
“Fitoestrógenos y Salud”, afirma que aún hay mucho que investigar sobre los
efectos del aumento de soya en la dieta humana. Pero ante lo que se conoce,
si él tuviera que elegir sobre lo que su nieta debe llevarse a la boca, no
seleccionaría ningún alimento realizado a base de soya.
De los 200 millones de toneladas de soya producidas al año alrededor del
mundo, más del 90% son utilizadas para alimentar animales. Por ello, los
activistas verdes afirman que, en el caso del suministro masivo de soya como
sustituto de otros alimentos, se estaría realizando un experimento masivo y
no controlado sobre personas.
Amnesias e ignorancias
Desde que se conoció públicamente los proyectos de soya del gobierno
venezolano, diferentes organizaciones comunicaron, por diferentes vías, sus
preocupaciones al respecto. El 29 de julio del 2003 la Red en Alternativas
al Uso de Agrotóxicos de Venezuela (Rapal-Ve) le dirigió una carta al
presidente Chávez, con copia a varios ministerios, recomendándole que
“suministre de manera segura las verdaderas necesidades nutricionales de la
población”. La carta anexaba el artículo “Proyecto Soya ponen a los niños en
riesgo”. En diciembre del 2005 18 organizaciones internacionales difundieron
la carta pública al primer mandatario venezolano “Con soya en nuestros
países no puede haber ALBA”. El Grupo Reflexión Rural se reunió con
diferentes instancias gubernamentales de la V República tanto en Argentina
como en Caracas, con motivo del Foro Social Mundial. Y ante el poco eco de
sus esfuerzos, recientemente expresaron que “Estamos en presencia en América
Latina, de una sucesión de regímenes nacional desarrollistas, amigables con
las corporaciones, regímenes basados en modelos de exportación de
commodities y de primarización de las economías”.
El desarrollo del proyecto de expansión de soya en Venezuela, con su
peligrosa arista enfocada en la nutrición infantil es posible, entre otras
cosas, por la cooptación y fragmentación del movimiento ecologista local,
tejido social natural de oposición en el resto de países latinoamericanos en
dónde bien se conocen los estragos del monocultivo del grano. Esto explica
los silencios ante las declaraciones del propio presidente y sus
funcionarios sobre el proyecto. Ningún movimiento social, movilizado por su
propia agenda política, hubiera dejado pasar la ocasión de refutar las
declaraciones del gobernador de Anzoátegui que, declarando con motivo de la
planta “Eulalia Ramos Sánchez”, afirmaba que la “leche de soya” tenía
nutrientes “superiores a la de vaca”, fantaseando con el reparto de
“yogures” de “leche” de soya a los niños anzoatiguenses.
(* Coordinador de medios de la ONG en Derechos Humanos Provea
(www.derechos.org.ve) y miembro de la redacción del periódico El Libertario,
www.nodo50.org/ellibertario)
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