¡Cuántas voces de protesta se levantaron contra el proyecto
de interconexión eléctrica con Brasil, durante el último gobierno
del Dr. Caldera (principalmente, de los partidarios del actual
gobierno. Fuimos testigos de los esfuerzos hechos por éstos, para
sumar a los nativos a esta lucha contra el tendido eléctrico. Por
eso nos sorprende, ahora, cuando se habla del proyecto de
construcción de un enorme gasoducto (de unos 8.000 kilómetros), para
llevar nuestro combustible hasta los confines de Argentina
(atravesando la Guayana venezolana y la inmensa selva amazónica),
sean relativamente pocas las voces de alarma que se alcen. Máxime,
cuando se trata de un proyecto, al parecer, económicamente
inconveniente; por su elevado costo (actualmente estimado en USA
$25.000 millones) y potencialmente de un catastrófico impacto
ambiental, sobre la mayor extensión boscosa natural del planeta.
Porque, tal como lo ha dejado ver el Dr. Domingo Alberto
Rangel, no se trata de la simple apertura de una pica y el tendido
de una tubería para conducir el gas a tan larga distancia; sino que
debería ser acompañada de una vía de comunicación (camino
carretero), para la inspección y el mantenimiento, la cual
propiciaría la penetración de otros usuarios y la destrucción de la
megadiversidad biológica de la selva y el delicado ambiente
(extremadamente frágil y peligrosamente inestable). De manera que, a
la amenaza desde el sur, por la expansión de la deforestación para
el cultivo de la soya (para la exportación a China, según FAO), se
suma ahora la amenaza desde el norte (concretamente, Venezuela), por
la construcción del mega-gasoducto, (el más largo del mundo).
Y nos preguntamos: ¿Cuál es el verdadero interés en
venderle gas a los países del Sur, siendo, como dicen, que resulta
anti-económico su transporte en estado natural a distancias mayores
de 3.000 km.? ¿Por qué intentar competir con Bolivia, que es el
proveedor tradicional de ese gas en el Cono Sur? ¿Por qué han
demostrado poco entusiasmo por el proyecto venezolano los países
beneficiarios de la región? ¿Habrá cambiado su percepción y su ánimo
desde que Bolivia decidió nacionalizar sus hidrocarburos y aumentar
los precios de exportación? ¿Tuvo algo que ver el gobierno nuestro
en esta decisión que nos debería favorecer?
Y por último, ¿por qué estamos proyectando otro gasoducto
desde la Guajira colombiana hasta Paraguaná, para comprarle gas al
vecino país hermano? ¿No es práctico y económico llevarlo desde el
Oriente venezolano?
(*) Profesor titular (J) ULA. Premio Nacional de
Conservación |