RÍO DE JANEIRO.- El proyecto del supergasoducto sudamericano, que
transportaría combustible a través de la Amazonia y otros ecosistemas,
recibe una lluvia de críticas en Brasil, donde varios sectores lo dan por
muerto, tras la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia.
El gasoducto "nació semimuerto", sin ninguna factibilidad económica,
según Wagner Victer, secretario de Energía del oriental estado brasileño
de Río de Janeiro. El proyecto "es una locura", completó el ambientalista
Roberto Smeraldi, director de Amigos de la Tierra/Amazonia Brasileña.
La nacionalización de la industria petrolera y el gas en Bolivia,
decretada el 1 de mayo, puede ser el tiro de gracia para el gasoducto,
prevén analistas. La medida, que afecta sobre todo a la estatal Petrobras,
tensó las relaciones entre ambos países y reavivó la polémica sobre la
dependencia brasileña del gas boliviano.
El gasoducto, la obra de infraestructura física más grande de
Sudamérica, es impulsado por los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela,
Néstor Kirchner, de Argentina, y Luiz Inacio Lula da Silva, de
Brasil. Tendría 7 mil kilómetros que pueden ampliarse a más de 10 mil,
dependiendo de la ruta elegida, según expertos. Transportaría 150 millones
de metros cúbicos diarios y su construcción costaría 25 mil millones de
dólares.
El proyecto "no tiene coherencia económica", cruza muchos ríos y
bosques, hace imposible precisar sus costos y encarecería en exceso el gas
venezolano entregado en Argentina si no lo subsidia Brasil, dijo Victer y
sentenció: "El gasoducto quintuplicaría la actual dependencia brasileña en
relación con Bolivia".
Tras el anuncio de la nacionalización boliviana, el gobierno de Lula se
apresuró a definir planes con Petrobras para la autosuficiencia nacional
en materia de gas natural, acelerando la producción interna y medidas para
importar gas natural licuado.
Pese al nuevo panorama, no se desecha la idea del gasoducto. El 7 de
junio, ministros y otras autoridades evaluarán en Caracas la marcha del
proyecto, confirmó el ministro venezolano de Energía, Rafael Ramírez.
Hay siete grupos de trabajo estudiando los aspectos económicos,
ambientales, de ingeniería, trazado de ruta, financiamiento y regulaciones
que afectan al proyecto. Se va cumpliendo así el guión definido por
Chávez, Lula y Kirchner en Sao Paulo el 26 de abril. La meta es
que el gasoducto esté diseñado y listo para ser propuesto a los demás
gobiernos sudamericanos en septiembre.
Entre tanto, arrecian las críticas de ambientalistas y expertos en
energía. Según Adriano Pires, director de la empresa consultora Centro
Brasileño de Infraestructura, el proyecto enfrenta riesgos ambientales,
económicos, políticos, financieros y tecnológicos que lo hacen inviable.
La propuesta de "tarifa postal", que divide en partes iguales los
costos del transporte del gas, significa subsidiar a consumidores más
lejanos -argentinos y brasileños del sur- en desmedro de las regiones más
pobres del norte y nordeste de Brasil, dijo Pires.
En lo político, los gobiernos que usan la energía como instrumento
estratégico, violando contratos y estableciendo precios según sus
intereses políticos, promueven la "desintegración energética", opinó el
experto. Bolivia, por ejemplo, deberá sufrir "una reducción de las
reservas gasíferas ante la falta de inversiones" tras la nacionalización,
afectando su capacidad exportadora, señaló.
También hay problemas tecnológicos inherentes a un proyecto gigantesco,
agravados porque el gas carioca se asocia al petróleo, destacó Pires. Con
tantas incertidumbres, pregunta "qué banco financiaría -y cómo- una obra
de 25 mil millones de dólares".
Venezuela posee las mayores reservas sudamericanas de gas natural
-cerca de 4.2 billones de metros cúbicos-, pero "90% (de ellas) están
asociadas al petróleo, y para extraerlas hay que producir más crudo",
confirmó a Tierramérica Elie Habalián, ex gobernador venezolano
ante la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Los planes de inversiones de la estatal Petróleos de Venezuela, de más
de 6 mil millones de dólares hasta 2012, aseguran gas suficiente para el
gasoducto, según el ministro Ramírez. La producción actual, de 176
millones de metros cúbicos, casi se duplicará en seis años, contando con
yacimientos en tierra firme y en aguas del Atlántico y el Caribe.
Por su parte, Adilson Vieira, coordinador del Grupo de Trabajo
Amazónico, red de 600 organizaciones y movimientos sociales, dijo a
Tierramérica que el gasoducto es "inviable por su impacto
socioambiental". Incluso tendría "efectos sociales violentos" en muchas
áreas indígenas en Brasil y Venezuela, y exigiendo desviaciones o
compensaciones que son "incalculables", señaló.
"Obtener licencias ambientales para atravesar la Amazonia sería una
hazaña. Si todo marchase bien, sin trabas judiciales, demoraría cinco o
seis años como mínimo", evaluó Smeraldi, de Amigos de la Tierra. Además
enfrentaría disputas agrarias, especialmente en el norte y centro
brasileños. Es "dificilísimo que se construya el gasoducto", pero hay que
seguir discutiéndolo porque "otras locuras" ya se hicieron realidad en la
región, dijo.
La resistencia ambientalista también es intensa en Venezuela. Amigos de
la Gran Sabana (Amigransa), que defiende un hermoso parque en el sudeste
fronterizo con Brasil, advirtió que el proyecto sería "el paso definitivo
para la destrucción de la Amazonia, la Guayana venezolana y diversos
ecosistemas de la costa caribeña y atlántica". La portavoz de este grupo,
María Eugenia Bustamante, dijo a Tierramérica que "el solo
planteamiento de este proyecto viola convenios sobre derechos económicos,
sociales y culturales".
* Corresponsal de IPS. Con aporte de Humberto Márquez (Venezuela)