El cerebro es el
órgano más graso del cuerpo; un 60% está formado por lípidos: diversos tipos de
sustancias similares a los ácidos grasos.
La química de los
ácidos grasos puede influir profundamente sobre la arquitectura misma de las
células cerebrales, la profusión o escasez de las importantes Dendritas y
Sinapsis, los ejes de la inteligencia, el aprendizaje, la memoria, la atención,
la concentración y el estado de ánimo.
El cerebro puede volverse ineficaz y posiblemente tener
disfunciones, a menos que se lo alimente con la necesaria cuota de ácidos grasos
(Omega 3) y se limite el consumo de grasas malas.
Los científicos
creían que comer grasa no provocaba prácticamente ningún impacto sobre el
funcionamiento de los cerebros adultos y que ésta sólo era esencial para los
cerebros en desarrollo de los niños.
Según el dogma establecido, la única
posibilidad de crear un gran cerebro se acababa con la adolescencia, porque a esa
edad el cerebro ya era inamovible, inmutable e incapaz de seguir creciendo.
Ahora sabemos que las neuronas pueden seguir creciendo y expandirse
durante todas
las edades, incluso cuando se es adulto y adulto mayor.
Pero tal crecimiento
necesita suministros de ácidos grasos OMEGA 3, dado que durante toda la vida se
está moldeando constantemente nuestro cerebro.
El tipo de grasa
con que alimentemos nuestro cerebro, desde el nacimiento hasta la muerte, es una
de las decisiones más críticas que podemos tomar por su bien o en su
detrimento.
En resumen, la grasa que se ingiera puede cambiar la
configuración de las células cerebrales.
Para mantener un
equilibrio, es necesario dotar al organismo, la metabolización de OMEGA 3.
Los investigadores saben, desde hace más de
una década, que las grasas saturadas son terribles para los cerebros de los
mamíferos.
El Efecto Pigmalión
En la
mitología griega y romana, Pigmalión fabricó una estatua de marfil representando
su ideal de mujer y se enamoró de su propia creación. La diosa Venus dio vida a
la estatua, el buscaba la mujer perfeca, el ideal, y tanto fue su deseo que
cuenta la leyenda que la piedra se hizo carne atendiendo a las plegarias de
Pigmalión.
Si lo transpolamos al campo educacional se deduce que lo que se
espera es lo que se recibe, dado que todas las actitudes están enfocadas
inconciente o concientemente a que se realice. Ahora bien, esto puede ser un arma
útil para el docente, dado que puede enfocarse a ser un buen 'Pigmaleón' a fin de
que sus actitudes conlleven al éxito de sus alumnos. Uno mismo en la vida diaria
puede aplicarlo a si mismo para lograr los mejores resultados en los retos que se
plantean día con día.