Ciudadanía y
solidaridad por Frei Betto*
Cualquier persona o institución
-movimiento social, denominación religiosa, ONG, escuela, empresa, asociación,
etc.- puede y debe promover iniciativas que refuercen la ciudadanía y la
solidaridad: mesas redondas, campañas, conferencias, obras que beneficien, sin
asistencialismo, a la población más pobre.
Un excelente punto de partida son las Metas del
Milenio, aprobadas por 191 países de la ONU en el 2000. Todos, incluso el
Brasil, se comprometieron a cumplir los ocho objetivos hasta el
2015:
- Acabar con el hambre y la
miseria. - Educación básica de calidad para
todos. - Igualdad entre sexos y valorización de la
mujer. - Reducir la mortalidad infantil. - Mejorar
la salud de las gestantes. - Combatir el sida, la malaria y otras
enfermedades. - Calidad de vida y respeto al medio
ambiente. - Todo el mundo trabajando por el
desarrollo.
No hay nadie que no pueda hacer un gesto en
dirección a esos objetivos: debatir en el aula de clase las causas de la pobreza
y las trabas para la mejor distribución de la renta; introducir en la escuela la
educación nutricional, adoptar los programas Escuelas Hermanas y Joven
Voluntario, Escuela Solidaria; promover un panel sobre Chico Mendes, una
exposición sobre los derechos de los pueblos indígenas o acciones de combate al
trabajo y la prostitución infantil; organizar un huerto comunitario; luchar por
la mejoría de la educación, del acceso a medicamentos seguros y baratos o abrir
un curso de alfabetización de adultos; denunciar el prejuicio contra los
homosexuales y el uso de la mujer como estímulo para el consumismo; fortalecer
la pastoral de la infancia y discutir la relación entre explosión demográfica y
crecimiento económico con desarrollo social; concientizar sobre los peligros del
sida, las causas de la malaria y el aumento de las enfermedades provenientes del
desequilibrio ecológico; colaborar en la implementación de la reforma agraria,
visitar y apoyar campamentos y asentamientos rurales, enterarse de qué es
desarrollo sustentable, etc.
Hay quien aparta la vista de las Metas del
Milenio: El mismo error fue cometido cuando los verdes, décadas atrás,
levantaron la bandera de la ecología. Felizmente Chico Mendes nos abrió los
ojos. Enseñó que la preservación del medio ambiente es de las pocas banderas que
movilizan adeptos en todas las clases sociales.
Es preciso movilizar a la nación en torno a
acciones concretas que nos permitan construir "otro mundo posible". Y priorizar,
en pleno neoliberalismo que asola al planeta, valores antagónicos al
individualismo y a la competitividad, como lo son la ciudadanía y la
solidaridad.
¿Qué hemos hecho para cambiar el mundo? ¿Qué
hace usted, su escuela, su comunidad religiosa, su movimiento social, su
empresa? Quejarse es fácil y reclamar no es difícil. El desafío es actuar,
organizar, concientizar, transformar.
"Diarios de motocicleta", película de Walter
Salles, muestra una escena en la que Ernesto Guevara decide, la noche de su
cumpleaños, meterse en el río que lo separaba de la comunidad de leprosos. En
aquel momento el Che optó por la margen opuesta, la de la ciudadanía y la
solidaridad. No se quedó en la orilla en que nació y fue criado, rodeado de
confort y de ilusiones, ni se quedó "en la tercera orilla del río", la de los
que se aislan en sus convicciones sectarias y nunca terminan la travesía. Es
necesario incentivar esa opción. Porque podemos cambiar el Brasil y el mundo.
Basta con pasar de las intenciones a las acciones.
Cabeza, tronco y extremidades: si tiene eso, se
trata de un animal. Si piensa, habla y opta, es un animal racional. Si no tira
papeles al suelo, respeta al peatón cuando maneja auto, pide factura en el
comercio y exige los derechos que le asisten, es un ciudadano.
No es fácil ser ciudadano brasileño. Árbol que
nace torcido... Nacimos como una nación-colonia, aprendiendo que lo extranjero
es siempre mejor que lo nacional. Tuvimos el más largo período de esclavitud de
América Latina (¡350 años!). Esa sumisión atávica está inoculada en nuestras
venas. Basta que alguien se revista con los símbolos del poder -riqueza,
autoridad, ostentación- para ser tratado como si fuera un ser naturalmente
superior a sus semejantes.
Ciudadanía rima con soberanía. Es necesario
amarse a sí mismo para conquistarla. En caso contrario, las empleadas domésticas
continuarán relegadas al ascensor de servicio, los restaurantes finos sólo
emplearán meseros blancos, en nuestros vuelos internacionales sólo los pasajeros
de primera clase respirarán aire puro (los demás aire reciclado) y todos creerán
en la publicidad de los planes de salud, que raramente responden a la
expectativa del usuario a la hora de la apertura.
Sucede que la globalización hace estallar todos
los fundamentos de nuestra soberanía. El neoliberalismo nos impone el Estado
mínimo, tipo hilo dental, y el mercado máximo, tan libre que está por encima de
las leyes y de la decencia. Las privatizaciones del patrimonio público
(Siderúrgica Nacional, Valle del Río Dulce, Usiminas, sistema telefónico, etc.)
son el mayor ejemplo de dependencia de nuestro país al capital privado, en
general extranjero. Y lo más grave: se privatizan nuestros valores. Corroen
nuestro espíritu ciudadano. Estamos siendo cada vez menos solidarios, menos
cooperantes, menos participativos. Hasta la fe religiosa es privatizada,
destituida de su resonancia social y política. Como si Dios fuese un mero puesto
de emergencias y anabolizante de exaltaciones espiritualistas que no se traducen
en servicio liberador del pobre, del enfermo, del excluido.
Frei Betto.
Escritor e autor, conjuntamente con Luiz Fernando Veríssimo y otros, de “O
Desafio Ético” (Garamond), entre otros títulos.
Reenviado por: Julio Alexander Parra
Maldonado Mérida - Venezuela
"La comprensión científica del cambio
climático es ahora lo suficientemente clara para que los países adopten
medidas con prontitud"
|