Hemos
concluido esta IV CONFERENCIA LATINOAMERICANA DE PARAMOS Y BOSQUES
ALTOANDINOS. Hicimos un acto de paz en la provincia de García Rovira, la
cual está bajo la amenaza de la guerra. Queremos dejar testimonio de que
sus habitantes son hombres y mujeres, niños, niñas y jóvenes deseosos de
paz.
Hemos
evidenciado el abandono y el tratamiento displicente de las autoridades
políticas y ambientales nacionales y regionales frente a las
preocupaciones de los rovirenses por su medio ambiente y la
sostenibilidad de sus formas de vida. Es una historia que los pueblos
conocen de antaño, acá como en Ecuador, Venezuela y Costa
Rica.
En Colombia
vemos pueblos excluidos y marginados, que sólo son atendidos en sus
demandas cuando tienen que mostrar su fuerza movilizaciones que hoy
llevan a cabo campesinos e indígenas de los Páramos del Macizo
Colombiano, que no pudieron llegar acá, retumban como constancia de la
negligencia y soberbia con la que los que sustentan el poder miran las
actuaciones de la población.
Hemos
hablado de mariposas, de reptiles, de lagunas encantadas, de ríos
sagrados, de tierras madres. Hemos viajado por cumbres y descendido por
raudas corrientes; hemos hablado de dantas y osos de anteojos, hemos
oído de historias de duendes y mohanes que protegen las fuentes de agua
y del espíritu de los animales y de los espíritus de los bosques. Hemos
hablado del Iraza, del Chimborazo, de las montañas de Mérida, del nevado
del Cocuy y del Páramo del Almorzadero.
Hemos visto
que no se invierte casi nada en el manejo y conservación de los
ecosistemas altoandinos, y que en nada se les ha compensado a sus
habitantes su tarea como protectores de los recursos hídricos. Tendencia
ésta que nos proponemos revertir.
Hemos
hablado de las leyes inobjetables, de leyes necesarias y de las leyes
inútiles. De instituciones necesarias y de instituciones inútiles. Los
ejemplos buenos han venido de normas sobre reservas y protección de
ecosistemas en Costa Rica y quizá, los ejemplos más sombríos, han
provenido de nuestro propio país. La ley de Páramos ha dormido en los
escritorios del Ministerio del Medio Ambiente por más de un
lustro.
Hemos
hablado de mariposas, de reptiles, de lagunas encantadas, de ríos
sagrados, de tierras madres. Hemos viajado por cumbres y descendido por
raudas corrientes; hemos hablado de dantas y de osos de anteojos, hemos
oído de historias de duendes y mohanes que protegen las fuentes de agua
y del espíritu de los animales y de los espíritus de los bosques. Hemos
hablado del Irazú, del Chimborazo, de las montañas de Mérida, del nevado
del Cocuy y del Páramo de Almorzadero.
Hemos oído
a aquellos que habitan estos ondulados y agrestes paisajes denunciar a
aquellos que en su afán y ambición los destruyen depredando espacios de
vida. Hemos oído de las víctimas cómo los proyectos de infraestructura
en los Páramos y en los bosques son para el servicio de pocos y para los
votos de los politiqueros y cómo los llamados “necro-proyectos”, las
grandes represas, transvases y canalizaciones les cercenan las
posibilidades de vivir pronto en una sociedad verdaderamente
sustentable.
Hemos oído
el clamor de los indígenas que no quieren verse sometidos al “genoxydio”
de los intereses petroleros. Y hemos visto que han sido protectores del
agua, de los Páramos y de la tierra. Hemos aprendido de aquellos que han
resuelto ser responsables con la vida y con el futuro.
Ha sido
evidente la falta de políticas estatales de largo y mediano plazo y el
papel mezquino de gobernantes efímeros que tratan al bien público como
un asunto de sus bolsillos privados. Hemos visto que su incoherencia
crece en la medida en que crecen sus ambiciones y su falta de mesura y
ponderación para la toma de definiciones. Su falibilidad es mayor en la
medida que ignoran los intereses y las necesidades esenciales de los
moradores de los Páramos y las comunidades en general.
Se han
visto frente a frente el proyecto de vida de las mayorías y el proyecto
de muerte de las minorías. Los valores de un nuevo proyecto civilizado y
la pérdida de valores que esta sociedad neoliberalizada
padece.
Hemos visto
a los científicos intentado hablar para la gente común y corriente, y la
gente común y corriente intentando que la academia les entienda. Hemos
reconocido las limitaciones explicativas y las incertidumbres de las
ciencias, así como la falta de certeza de la técnica para el manejo de
los riesgos que crea. Hemos sabido y evidenciado cómo muchas veces las
soluciones son peores que los males. La revolución verde ha sido el
ejemplo más recurrente. Entre más alimentos se producen más cerca crece
el hambre. Entre más agroquímicos se producen más intoxicación y muerte
se genera. Entre más se adentra la ciencia al manejo de los genes, mayor
es el peligro para la vida.
Hemos visto
que la crisis ambiental, que las crisis ecológicas de nuestros Páramos,
tanto en Colombia como en Venezuela y Ecuador, que la crisis ecológica
del agua, no son productos naturales sino fruto de las maneras como se
han dado las relaciones históricas en nuestras sociedades,
caracterizadas ellas por la inequidad económica y ecológica. Es claro
que las causas de estos desequilibrios se hallan en el hecho de que unos
poseen el monopolio de la economía y los ecosistemas, mientras otros
habitan en lugares ecológicamente inhóspitos y muy vulnerables. Sin
embargo, no son estos habitantes de los Páramos y bosques los que
verdaderamente amenazan la riqueza de la biodiversidad, sino
fundamentalmente las formas de producción y las relaciones sociales
orientadas a la acumulación y al engrosamiento de los bancos y al
engorde de los banqueros. Esta es la verdadera causa del empobrecimiento
de los ecosistemas y de la economía. La pobreza y la destrucción
ecológica son proporcionales al enriquecimiento y a la destrucción
provocada por los poderosos.
Hemos
encontrado científicos, intelectuales y profesionales que quieren
investigar con y para la gente, que recorren los caminos de las altas
montañas para aliarse con sus habitantes. Hemos encontrado campesinos
que por primera vez entraron, no sin temor y asombro, al recinto
universitario de la Provincia y probaron que ellos son también seres
sabios. Hemos oído llamar doctor a un campesino y hemos oído al doctor
hablar a favor de los campesinos. Vinimos a las aulas para decir que el
tema de los Páramos ya no es propiedad de la academia. Aprendimos que en
la cultura popular hay saberes milenarios donde se albergan las semillas
de nuestro verdadero futuro.
Hemos
hablado de la participación, de la engañosa y de la verdadera
participación, de la participación que es cooptada para los intereses de
las minorías y de la participación con verdadero sentido comunitario, de
la participación lúdica y con sentido de pertenencia, de la
participación que le sirve a los politiqueros y de la participación para
una democracia radical.
Hemos
hablado de los planes de ordenamiento territorial y de la manera como
los sectores privados han camuflado sus intereses y orientado muchos de
esos planes para su propio beneficio. Planes que no en pocos casos
ignoran las dinámicas de los ecosistemas y sólo ven los límites que una
errada división geográfica les traza. Pero también hemos hablado del
ordenamiento territorial para una verdadera justicia social y
ecológica.
Hemos
propuesto potenciar una RED de INFORMACION Internacional y Nacional
sobre Páramos y Bosques de Niebla. Es necesario que crezcan las redes de
conservación y las fuerzas de transformación social en el planeta. Es
necesario que se den alianzas entre organizaciones institucionales
verdaderamente comprometidas con el manejo y el cuidado del bien
público, con las comunidades locales y con las organizaciones
ambientales. Es necesario que se creen verdaderas alianzas entre las
organizaciones ambientalistas y ecologistas nacional e
internacionalmente.
Es
necesario que se canalicen recursos para fortalecer la gestión ambiental
desde los espacios locales.
La IV
CONFERENCIA LATINOAMERICANA DE PÁRAMOS Y BOSQUES ALTOANDINOS Y
CONFERENCIA INTERNACIONAL, reunida en la ciudad de Málaga, departamento
de Santander, contó con la participación de delegados de organizaciones
ecuatorianas, venezolanas y costarricenses e investigadores europeos de
Holanda, Inglaterra y España, que trabajan en los ecosistemas andinos y
con cuatrocientos delegados nacionales entre miembros de las
corporaciones autónomas regionales, del Ministerio del Medio Ambiente,
de las universidades, de las alcaldías municipales de varios municipios
del país, delegaciones de los Páramos, organizaciones provenientes de
los más distantes y recónditos lugares del país,
declara: