Señores Cancilleres: Esta Asamblea General de nuestra
Organización, se realiza con un muy atractivo lema: "Hacer realidad los
beneficios de la democracia". Tal objetivo genérico plantea de inmediato dos
interrogantes: ¿cuáles serán esos beneficios y cómo lograrlos? Intentemos
definirlos comenzando por el mayor problema que padece la mayoría de
nuestros países y de cuya solución depende la estabilidad de nuestras
democracias, la paz social y una sana relación entre nuestras
naciones.
Es la pobreza que asola a nuestros pueblos. En efecto, 240
millones de pobres habitan nuestro continente y de ellos, casi cien millones
sobreviven en condiciones de pobreza extrema. En tales condiciones, la
calidad de vida es simplemente inexistente y, en consecuencia, la calidad de
la democracia es sencillamente precaria y, su suerte, incierta. De manera
que no habrá estabilidad política en la región, mientras pervivan tan altos
índices de desigualdad social. Si no enfrentamos la pobreza con urgencia y
determinación podría convertirse, como de hecho se ha convertido, en el
factor que más afecta la estabilidad política en la región.
Los países del hemisferio tenemos que enfrentar las amenazas
contra la democracia. Para que ésta sea auténtica, deben garantizarse no
sólo los derechos civiles y políticos, sino también los económicos, sociales
y culturales. La democracia y la pobreza son incompatibles. Los Derechos
Humanos, que en esencia se resumen en una vida digna, son la esencia de la
democracia. Donde se padezcan calamidades como el hambre y la miseria, la
democracia está en tela de juicio y los derechos humanos resultan una
ficción. Las desigualdades sociales y económicas desestabilizan la
democracia y comprometen su legitimidad.
Por tal razón, Venezuela sometió a la aprobación de la
anterior Asamblea General de esta Organización, un Proyecto de Resolución
denominado Proyecto de Carta Social de las Américas, aprobado 8 de junio de
2004 en la ciudad de Quito. Transcurrido un año, finalmente pudo acordarse
el Grupo de Trabajo designándose como Presidente a nuestro Embajador Jorge
Valero. El Grupo de Trabajo tiene la responsabilidad de dar cumplimiento al
mandato de elaborar la Carta Social de las Américas. La misma deberá
precisar un conjunto de metas y un curso de acción para el logro de las
mismas.
El compromiso que debemos asumir ahora, es el de multiplicar
los esfuerzos para la negociación y aprobación del Proyecto sin los
obstáculos que se han presentado hasta ahora. Por ello, saludamos el
importante paso que representa la aprobación de tal Grupo de
Trabajo.
Ahora bien, es tan importante como el problema antes
tratado, es el relativo al respeto que todos debemos a los principios
fundamentales que dieron lugar a la creación de la Organización de Estados
Americanos, cuya violación pondría en riesgo la existencia misma de esta
Organización. Me refiero a los principios consagrados en los artículos 1, 2,
y 3 de nuestra Carta fundacional, extremadamente claros en cuanto a la no
intervención en asuntos de la jurisdicción interna de los Estado Miembros;
el derecho a elegir sin injerencias externas su sistema político, económico
y social, así como a la cooperación amplia entre los Estados Miembros, con
independencia de la naturaleza de sus sistemas políticos, económicos y
sociales; la condena a la guerra y el respeto a la personalidad cultural de
los países americanos. Con el mayor respeto, Señores Cancilleres, los invito
a releer tales artículos.
El caso es, en cierto momento se consideró que la Carta de
la OEA era insuficiente.
Se nos presentó entonces el Proyecto de Carta Democrática
Interamericana. Empero, pareciera que la Carta de la OEA y la Carta
Democrática Interamericana, todavía resultaran insuficientes. Se nos
presenta ahora una reforma de ambas instituciones jurídicas, creando
procedimientos y mecanismos que no están contempladas en ningún estatuto de
esta Organización, además de darle ingerencia en los asuntos puramente
interestatales a sectores externos y a lo que, sin definición precisa,
llaman sociedad civil. De darle curso a tales ideas, estaríamos hablando de
otro tipo de asociación, pero nunca de una Organización de
Estados.
Ya en la Carta Democrática Interamericana están establecidos
delicados equilibrios para encarar situaciones cuando, en algunos de los
países del Continente, se presenten "alteraciones del orden democrático y
constitucional''. Los procedimientos están contemplados en los artículos17,
18 y 20 de la referida Carta Democrática.
Por otro lado, bien vale la pena recordar que la OEA no está
facultada para hacer evaluaciones sobre el estado de la democracia en los
diferentes países. Esta es una materia que compete, de manera exclusiva e
intransferible, al único legitimado como soberano para evaluar y decidir
sobre su sistema político y sobre su desempeño, esto es, el pueblo de cada
uno de nuestros países. A nadie más y bajo ningún pretexto.
Ningún país ni grupo de países, ninguna instancia en el
marco de la OEA o fuera de ella, existe para evaluar y corregir las
situaciones políticas internas de los países. En tal caso, se estarían
trasgrediendo los fundamentos que rigen las relaciones interamericanas y, en
particular, la Carta de la OEA. Son los mismos países quienes, consultando
la voluntad soberana de sus pueblos, los llamados a establecer los
mecanismos correctivos.
En el caso de Venezuela, por ejemplo, nuestra Constitución
Bolivariana introdujo la figura del Referendo Revocatorio, derecho elemental
de nuestro pueblo para revocar los mandatos otorgados a sus representantes y
gobernantes. Mecanismo que permitió superar, por un medio democrático,
pacífico, electoral y participativo, como nos lo pedían algunos amigos,
nuestro conflicto interno. En conclusión, la OEA debe ser un organismo
promotor de la democracia y no un órgano interventor en los asuntos internos
de nuestros países. Señores Cancilleres.
Cuando cada uno de nosotros regrese a su país, nuestros
pueblos estarán preguntándonos, por milésima vez ¿cuáles son los beneficios
de nuestra democracia? ¿En qué medida esta nueva Asamblea de la OEA ha
contribuido a hacer realidad los beneficios de mi democracia? ¿Creando
nuevas formas de intervención en nuestros asuntos internos? ¿Y qué de
nuestras más perentorias necesidades? ¿ Qué de la escuela, de la salud, del
bienestar de mis hijos?
Estas y muchas otras preguntas de igual naturaleza nos están
esperando. Y esperan por nuestra respuesta. Si como demócratas representamos
la voluntad popular, estamos obligados a dar respuestas concretas evitando
así que sigacreciendo la incredulidad como ocurre ya en tantos países de
nuestra región.
Ahí están las Metas del Milenio planteadas en la
Organización delas Naciones Unidas, como un enorme, pero hermoso desafío.
Vamos a definirlas nuestras propias y el curso a seguir para su realización.
Estaremos colocando así la piedra angular para hacer del sueño democrático,
una robusta realidad.
Muchas gracias y el mejor de los éxitos en esta XXXV
Asamblea General.
DISCURSO DEL MINISTRO DE RELACIONES
EXTERIORES, , EN LA XXXV ASAMBLEA GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE ESTADOS
AMERICANOS
Florida, Estados Unidos, 6 de junio de
2005.