por Danielle Knight
WASHINGTON, oct (IPS) La creciente concentración
de poder y riqueza en la industria del petróleo es perjudicial para el
ambiente, las comunidades y los consumidores de todo el mundo, advirtieron
activistas tras el anuncio de la unión de dos grandes empresas
petroleras.
Chevron Corporation acordó el día 15 adquirir a
Texaco Inc. por 36.000 millones de dólares, lo que dará lugar a la cuarta
mayor compañía petrolera del mundo.
La propuesta de adquisición
coincide con precios récord del petróleo en una década y ganancias también
récord de las empresas petroleras.
Se prevé que ambas firmas serán
obligadas a vender parte de sus activos para obtener la aprobación de la
Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos.
Aunque todavía
queda un largo camino por recorrer antes de la aprobación, lo más probable
es que ésta sea concedida sin obstáculos, dado que fusiones aún mayores de
compañías petroleras obtuvieron la luz verde.
British Petroleum
Amoco y ARCO (Atlantic Richfield Company) obtuvieron en abril la
aprobación de la Comisión Federal de Comercio para la combinación de sus
compañías, que creará un grupo valuado en 200.000 millones de
dólares.
Y a fines de 1999, el organismo aprobó la fusión de Exxon
Corporation y Mobil Corporation por 82.000 millones de
dólares.
Grupos de defensa de los consumidores y del ambiente temen
por igual la concentración de poder resultante de estas fusiones.
Los activistas arguyen que las uniones están deshaciendo la
historia al reponer algunas de las piezas del imperio de Standard Oil, que
fue dividida en 34 empresas por la Corte Suprema de Estados Unidos en
1911.
Exxon era originalmente Standard Oil de Nueva Jersey,
mientras Mobil era la Standard Oil de Nueva York. Atlantic Refining era
una de las empresas resultantes de la división de Standard Oil, y en 1965
se cambió su nombre por el de ARCO.
Standard Oil de California fue
redenominada Chevron, mientras Standard Oil de Indiana fue redenominada
Amoco. En 1987, Standard Oil de Ohio fue adquirida por British
Petroleum.
Esta tendencia hacia la consolidación aumenta el poder
de las grandes empresas para influir en políticas de ambiente y energía,
advirtió Wenonah Hauter, directora del Proyecto de Energía del Ciudadano
Público.
La mayoría de las empresas recientemente fusionadas
participaron de campañas contra el acuerdo internacional sobre cambio
climático conocido como Protocolo de Kyoto, que exige a los países
industrializados reducir sus emisiones de gases de invernadero, causados
por la combustión de carbón y petróleo.
La influencia de las
compañías petroleras sobre los legisladores estadounidenses a través de
contribuciones económicas para las campañas y movimientos de presión
impide la ratificación del protocolo, y a medida que se unen, su opinión
es todavía más dominante.
En lugar de disminuir el uso de petróleo,
esas poderosas firmas "influyen en las políticas públicas para que haya
más subsidios y exoneraciones impositivas para la industria petrolera, y
presionan para perforar áreas ambientalmente sensibles", dijo
Hauter.
Además, la consolidación mundial de la industria petrolera
facilita el mantenimiento de los precios altos a la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP), señaló James Love, director del Proyecto
de Consumidores sobre Tecnología, con sede en Washington.
"OPEP se
beneficia de la concentración de poder de las petroleras, porque les
facilita el control de las acciones privadas e incluso solicitar
cooperación de los principales actores privados", declaró Love a la
prensa.
Algunos políticos también expresaron preocupación por las
fusiones.
"Dado que las ganancias de las empresas petroleras
aumentaron más de 300 por ciento el año pasado, cabe preguntarse si la
industria no se está volviendo demasiado poderosa", declaró Chris Lehane,
portavoz del vicepresidente y candidato presidencial demócrata Al Gore,
tras el anuncio de la unión de Chevron y Texaco.
Pese a la
vinculación familiar de Gore con Occidental Petroleum, el candidato
presidencial adoptó un discurso populista y advirtió varias veces en su
campaña que las compañías petroleras han adquirido demasiado poder.
Grupos ambientalistas afirmaron que la fusión de Chevron y Texaco
unió a dos "empresas criminales" con malos antecedentes en materia de
ecología y derechos humanos.
Ambas compañías enfrentan demandas
judiciales en Estados Unidos por operaciones en el exterior supuestamente
causantes de violaciones a los derechos humanos y abusos
ambientales.
"Las autoridades raramente consideran estos hechos
cuando deben aprobar fusiones y adquisiciones, pero deberían hacerlo",
exhortó Danny Kennedy, director ejecutivo de Project Underground, un grupo
ambientalista con sede en California.
Chevron enfrenta un
juicio ante un tribunal federal, acusado de proveer al ejército de Nigeria
armas que fueron utilizadas para atacar a manifestantes contra las
empresas petroleras en 1998.
Así mismo, Chevron está acusada de
ayudar a los militares en un ataque contra las aldeas de Opia e Ikeny, en
la región del delta del Níger.
Mientras, Texaco enfrenta una acción
colectiva presentada por grupos indígenas de Ecuador que acusaron a la
empresa de contaminar deliberadamente su hábitat.
Según Judith
Kimerling, una abogada que documentó el impacto del desarrollo petrolero
en la Amazonia ecuatoriana en su libro "Crudo amazónico", Texaco descargó
cada día más de 16 millones de litros de líquido altamente tóxico en la
selva tropical, mientras extraía miles de millones de litros de
crudo.
Los demandantes arguyen que Texaco, que niega todos los
cargos, ignoró todas las normas industriales y en lugar de reinyectar los
desechos en el suelo, los virtió en pozos mal hechos y finalmente los
residuos se filtraron hacia ríos y arroyos.
Paulina Garzón, del
Centro de Derechos Económicos y Sociales, de Quito, trabajó junto a
comunidades indígenas en la documentación del impacto ambiental de las
operaciones de Texaco.
"Ahora, lo primero que aclaran las empresas
petroleras cuando llegan a Ecuador es que ellas no son como Texaco", dijo
Garzón. |