Un
agricultor alista su batalla final contra Monsanto |
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Por Stephen Leahy*
La resolución
en Canadá del caso de Percy Schmeiser contra el gigante biotecnológico podría
tener repercusiones globales sobre los derechos de patente. La Corte Suprema de
Justicia de ese país emitirá su fallo en enero de
2004.
BROOKLIN, Canadá.- El agricultor canadiense Percy Schmeiser
tendrá en enero de 2004 su última oportunidad de vencer al gigante
estadounidense de la biotecnología Monsanto, cuando la Corte Suprema de Justicia
de este país falle sobre una querella que podría afectar a los cultivadores de
todo el mundo.
A los 72 años, Schmeiser se ha convertido en un héroe del
movimiento global contra los transgénicos por su batalla legal contra los
intentos de Monsanto de cobrarle derechos de patente por las semillas
modificadas que cultiva.
Cinco años atrás, funcionarios de justicia de
Canadá confiscaron la cosecha completa de colza (Brassica napus) del predio de
mil 630 hectáreas de Schmeiser en Bruno, sudoccidental provincia de
Saskatchewan, tras una denuncia de Monsanto.
Según la compañía, el
agricultor violó los derechos de patente de su colza transgénica Roundup Ready
(resistente al herbicida Roundup) plantando esa variedad sin pagar por las
semillas ni firmar un contrato para el uso de esa tecnología.
Schmeiser
reconoció que parte de su campo contenía colza de Monsanto, pues fue contaminado
un año antes por el polen procedente de un predio vecino y por semillas que
volaron desde camiones cargados con colza rumbo a una planta de procesamiento
cercana.
Las semillas, muy pequeñas, son trasladadas muy fácilmente por
el viento, los insectos o las aves.
En diálogo con Tierramérica,
Schmeiser explicó que, como lo hizo durante 50 años, en 1998 se limitó a plantar
las semillas guardadas de la temporada anterior.
Esa cuidadosa selección
le había dado algunas de las mejores cosechas de la zona. Pero no sabía que
varias de las recogidas en 1997 contenían manipulación genética de Monsanto, y
como prueba subrayó que en sus cultivos del año siguiente no utilizó el
herbicida Roundup de la compañía.
Un tribunal canadiense consideró en
2001 que, sin importar cómo la colza transgénica llegó al predio de Schmeiser ni
si éste se benefició o no con ella, plantarla y cultivarla fue una violación a
los derechos de propiedad de Monsanto, penada con una multa de 143 mil dólares.
Además, Monsanto reclama 716 mil dólares por gastos judiciales y ha
trabado embargo a la propiedad y depósitos bancarios de Schmeiser.
“Es
una situación absurda, propia de alguien que arroja basura en tu tierra y luego
te acusa de robarla”, dijo el experto en agricultura Brian Helweil, del no
gubernamental Worldwatch Institute, con sede en Estados Unidos.
“El
resultado del caso Schmeiser sentará un precedente crucial para otros países”,
estimó el ecologista Peter Rosset, codirector del estadounidense Food First –
Instituto para una Política de Alimentación y Desarrollo, con sede en Chiapas,
México.
“Si Schmeiser perdiera, sería terrible para los agricultores”,
dijo Rosset a Tierramérica.
Las implicaciones para la agricultura
mundial serán profundas, coincidió Helweil. Casi 61 por ciento de los cuatro
millones de hectáreas plantadas con colza en Canadá corresponde a variedades
genéticamente modificadas para tolerar el rociado de herbicidas. Las semillas se
utilizan como ingredientes de alimentos procesados, aceite de cocina y ración
para ganado.
Para Schmeiser ha sido un gran esfuerzo reunir 214 mil
dólares de honorarios y gastos legales. Monsanto "usó todos los trucos legales
posibles para prolongar (el proceso) y hacerlo más caro", dijo el agricultor.
De su bolsillo salieron unos 140 mil dólares. El resto provino de
donaciones a través de su sitio en Internet y de las conferencias que brinda por
todo el mundo. Sin esa ayuda y su pensión a la vejez jamás hubiera considerado
llevar el caso a la Suprema Corte.
“Soy la persona más feliz del mundo
por haber llegado a la Corte Suprema en cinco años”, asevera.
“Monsanto
perderá de cualquier modo", arguye Helweil. Si Schmeiser gana, la compañía no
podrá continuar obstaculizando la práctica milenaria de guardar semillas de la
cosecha anterior. Si el agricultor es derrotado, Monsanto deberá asumir
responsabilidad por la contaminación causada por su variedad.
Los
activistas alegan que la liberación de cultivos transgénicos puede ocasionar
daños al ambiente y a la salud humana, si bien no hay estudios científicos
concluyentes sobre sus efectos.
Los plantadores canadienses no se
perderán detalle de las audiencias que comenzarán el 20 de enero del año
próximo, señaló a Tierramérica el portavoz de la Unión Nacional de Agricultores,
Darrin Qualman.
La contaminación transgénica es un gran problema en toda
la región occidental, dijo. Allí, muchos cultivadores optaron por la producción
orgánica, libre de agroquímicos y transgénicos.
“El predio de un
agricultor en Swift Current, Saskatchewan, quien plantaba colza no transgénica
de primera calidad, fue completamente cubierta por variedades transgénicas este
año. Otro plantador está a punto de perder su certificado de cultivo orgánico
por la misma razón”, sostuvo.
Monsanto asegura que el problema se limita
a una o dos docenas de predios. Tras la derrota de Schmeiser en 2001, "existe
una enorme resistencia en los agricultores a admitir que tienen transgénicos no
buscados en sus predios", añadió Qualman.
La compañía “ha creado una
cultura del miedo aquí, eso es bioterrorismo”, observa Schmeiser.
Una de
las tácticas de Monsanto, asegura, es enviar cartas amenazadoras a los
agricultores en las que les advierte que podrían estar cultivando ilegalmente
variedades modificadas. Si pagan 10 mil o 20 mil dólares, no serán demandados.
Pero otros comienzan a dar batalla. Dos agricultores orgánicos de
Saskatchewan presentaron el año pasado un litigio contra Monsanto y la
compañía biotecnológica Aventis en nombre de más de mil cultivadores cuyos
predios suman 405 mil 700 hectáreas en la provincia.
Reclaman
compensación por la pérdida de los mercados que habían conquistado para la colza
orgánica, contaminada por polen y semillas transgénicas.
El litigio
también pretende detener los planes de Monsanto de introducir trigo transgénico
en la zona entre 2004 y 2005.
Una curiosa coalición de más de 200 grupos
de activistas, pequeños y grandes agricultores, compañías procesadoras de granos
y alimentos y el Consejo Canadiense del Trigo -que se ocupa de la
comercialización de ese cereal de este país- han cerrado filas en los últimos
dos años contra la variedad transgénica.
“Lo mismo que ocurrió con la
colza pasará con el trigo”, opinó Schmeiser. “Es muy angustiante, pero si no
continúo luchando, alguien más tendrá que hacerlo”, concluyó.
* El autor es colaborador de Tierramérica. Si quieres
saber más, conéctate a: www.percyschmeiser.com
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