Por Lluís Amiguet - 25/05/2003
JEAN ZIEGLER, RELATOR
ESPECIAL DE LA ONU
“Que hoy muera gente de
hambre es un crimen”
P.- Usted dice que vamos a peor, pero lo cierto es
que jamás hubo tanta gente bien alimentada sobre la Tierra...
¡Un momento! Lo que yo
digo es que el hambre y la pobreza de por vida son hoy responsabilidad exclusiva
del ser humano, es decir, de un pequeño grupo de seres humanos depredadores de
todos los demás.
P.- ¿Y antes no era así?
No, porque en el
pasado, hasta hace poco, no había posibilidad técnica de que todos comiéramos.
Por eso nunca el mundo fue tan injusto como ahora, porque hoy somos 6.000
millones de personas, pero producimos alimentos cada año para nutrir a 12.000
millones. Así que si no lo hacemos y dejamos que hoy muera gente de inanición
–5.000 personas cada día– es un crimen.
P.- ¿No es usted apocalíptico?
Intento ser racional y
la razón me dice que nadie muere de hambre hoy en la Tierra por desgracia, sino
por maldad: los matan de hambre. Los condena a muerte el nuevo orden asesino
mundial.
P.- Vamos, vamos, ¿no es usted demasiado vehemente?
Me indigno porque quien
lo haya comprobado como yo sobre el terreno y no se indigne, o es un cínico o no
es persona.
P.- ¿Cómo llegó usted a pensar así?
Mi amigo Regis Debray
decía que “la historia te sorprende allí donde has nacido” y, a mí, esa historia
en la que muere un niño de hambre cada siete segundos me sorprendió en el país
más rico del mundo: Suiza.
P.- Así de injusto es el nacer.
Más en Suiza. Allí he
denunciado cómo se lavan la cara las fortunas del narcotráfico y las mafias con
lo acumulado a costa del sufrimiento de millones de personas. ¿No le saca de sus
casillas?
P.- Suiza lleva ahí demasiados años para
escandalizar a nadie.
En el origen de la
riqueza suiza está un pacto contra la humanidad. Lo firmaron Hitler y los
banqueros suizos: el Führer les ingresó los miles de millones que expolió en los
países que conquistaba y ellos los lavaron. Ese dinero permitió a Hitler
continuar dos años más con la guerra mundial.
P.- Bueno, también la Cruz Roja es suiza.
Esa es una de las
contradicciones del sistema: cuanto más negro es tu dinero, más blanca quieres
que sea tu alma. Hoy ese sistema mundial que asesina a 5.000 personas cada día
por inanición sería imposible sin Suiza, sus bancos, su secreto bancario y los
paraísos fiscales.
P.- ¿Los paraísos fiscales no son sólo para evadir
impuestos?
Yo era profesor
universitario especializado en África. Viví en Congo, y vi a los niños morir de
hambre como he visto a otros niños de nueve años en Bangladesh tejer tapices de
seda a mano con unos hilos tan minúsculos que a los 14 años ya están ciegos, y
he contemplado cómo esas alfombras se subastan después en Londres. Esos niños,
sin paraísos fiscales, sin corrupción, sin trampas, con un mínimo de justicia,
podrían utilizar su vista para aprender a leer.
P.- Me imagino que en Suiza nadie le va a dar una
medalla.
Los banqueros me han
puesto varias querellas por mis libros, pero eso es una anécdota. Fui elegido
parlamentario de la Confederación Helvética y contemplé cómo Mobutu mataba de
hambre a su pueblo y saqueaba Zaire para enviar todo ese botín a Suiza. La
oligarquía financiera de mi país encubre con el secreto bancario todos los
crímenes del capitalismo mundial.
P.- Es lo que hay...
No hay fatalidad, hay
injusticia, y yo sólo soy un pequeño intelectual que quiere simplemente poder
decirlo en voz alta.
P.- Adelante.
El Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y todas
las instituciones de ese orden, que parece el único y se nos impone como si
fuera tan inexorable como la rotación de los planetas, exigen a cada país que
privatice todo en beneficio de las multinacionales, que renuncie a cualquier
poder normativo como estado independiente. Le ordenan la abolición de cualquier
traba fiscal o de protección social o laboral para que estas multinacionales
acumulen enormes beneficios.
P.- Eso es el libremercado, ¿no?
En efecto, y como
explicó Adam Smith, el capital siempre acude a donde consiga más provecho.
P.- Ese sistema ha demostrado ser el más eficiente.
Si yo no digo que el
libremercado no cree riqueza. Al contrario, es el más eficiente creando riqueza,
pero sólo para ellos, para los que mandan. Y ese libre flujo de bienes y
capitales ha sido aún más eficaz después de la implosión del bloque soviético,
porque antes de que cayera el muro comunista uno de cada tres humanos soportaba
la tiranía del socialismo real. Ahora, el fin de la bipolaridad ha dado paso a
un capital globalizado y puramente especulativo que se ha triplicado.
P.- Y la riqueza también.
Sí, la riqueza se ha
doblado y fluye a la velocidad de la luz por los mercados de capitales, que,
literalmente, nunca duermen, mientras el comercio mundial también se ha
triplicado y el consumo de energía se dobla en el planeta cada cuatro años.
P.- ¿Lo ve? Esto va a más.
Sí, la globalización
funciona, pero no para nosotros, las personas, sino sólo para ellos, los
depredadores, que han acumulado inmensas fortunas personales.
P.- ¿Quiénes son ellos?
Los que quieren la
“stateless governance”, un libremercado universal que se regule a sí mismo, pero
que en el fondo sólo controlen ellos, sus
impulsores.
P.- El libremercado sólo se lo aplican a los demás:
ellos suelen ser proteccionistas.
Son arbitrarios. Los
depredadores del nuevo orden asesino son esa clase dirigente mundial que se ha
apropiado de las riquezas de todos y que estudia en las mismas universidades de
elite e intercambia sus puestos en los grandes gobiernos, las instituciones de
prestigio y las multinacionales y se ríe de los nacionalismos de las clases
bajas y medias cuando no los utilizan. ¡No vea lo que se ríe un gran banquero
cosmopolita de su nacionalismo catalán!
P.- Bueno, pero dígame nombres.
Ellos... Saben
reconocerse unos a otros, aunque procedan de países o culturas distintas, aunque
sus intereses parezcan enfrentados. ¿Sabe que los Bush y los Bin Laden siguen
haciendo negocios?
P.- Eso no es ilegal.
No, pero explica muchas
cosas. En abril del 2002, apenas ocho meses después del 11-S, el grupo Carlyle
se reunió en un gran hotel de Ginebra. El grupo Carlyle está especializado en
armamento pesado, controla dos tercios de la Lockhed Martin y General Dinamics,
y gente como James Baker, Frank Carlucci y otros del “establishment” conservador
estadounidense han cobrado de Carlyle sustanciosas comisiones. Entre los grandes
patronos del grupo figura George Bush padre, que acudió a la cita junto a los
príncipes de la familia real saudí y los grandes banqueros suizos.
P.- Tendrían cosas que contarse.
De pronto hubo un
revuelo porque se presentó un invitado de última hora que, con naturalidad,
enseñó sus credenciales. Los agentes de seguridad llamaron a la policía y dieron
la alarma porque en ellas decía “Bin Laden, Yeslam”. Era el hermanastro de
Osama, quien también tiene su capital en el grupo Carlyle, como el propio Osama.
P.- Todo parece legal.
Como dice el profesor
Krugman, de Harvard: “Tal vez ese mercadeo sea legal, pero su pestilencia marea
a cualquiera que lo huela”.
P.- Bueno, tápese la nariz.
Tras el fin de la
guerra fría, esas multinacionales controlan el 25% del PIB mundial. ¿Sabe que el
balance anual de la Exxon es mayor que el PIB de Austria? ¿Y que el de la
Chevron supera al de Dinamarca?
P.- Países pequeños, en fin.
Esos directivos, como
en su día los de Enron, gozan de más poder y fortuna personal que cualquier rey
tenga o haya tenido jamás. Pero recuerde que ese poder se sustenta sobre un
nuevo orden internacional que mata de hambre, insisto, a 5.000 personas cada
día. Y ahora se aprestan a darnos una última vuelta de tuerca.
P.- ¿Más?
De momento, el próximo
1 de junio, el G-8, los ocho países más ricos de la Tierra, se reunirá en
Francia, en Evian. Allí Bush les intentará hacer tragar su nuevo orden mundial y
cortará cualquier veleidad europeísta o progresista.
P.- No creo que le cueste mucho.
Bush les recordará que
para que el capital siga fluyendo y acumulándose en sus paraísos fiscales de vez
en cuando hay que sacar los cañones.
P.- Siempre ha sido así.
Lo que hemos visto en
Iraq ha sido simplemente el enfrentamiento del cartel del petróleo de Texas que
controla la Casa Blanca contra el cártel de Saddam. Hemos asistido a una opa
sangrienta sobre la segunda reserva mundial de petróleo que les permite el
control internacional del mercado energético además de una exhibición de fuerza
que ha acabado con el derecho internacional.
P.- ¿Había derecho internacional?
Estados Unidos consume
el 32% del petróleo mundial y sólo produce el 17%, así que se ha asegurado sus
fuentes de abastecimiento. Si los europeos aceptan la imposición sistemática de
la fuerza será el fin del derecho internacional y de la ONU.
P.- Ha sucedido otras veces.
Yo creo que no, que
vivimos un momento de ruptura de la civilización, aunque mi amigo Noam Chomsky
discrepa y dice que no hay tal ruptura, sino simplemente un nuevo estadio en la
lucha de clases: los depredadores globalizadores contra la sociedad civil
planetaria.
P.- Perdóneme usted, pero eso parece más verosímil.
Dice que asistimos a la
definitiva globalización de la lucha de clases, donde frente a los
globalizadores del consenso de Washington estamos ciudadanos concienciados en
ONG como Attac, el Foro de Porto Alegre y cientos, miles de organizaciones que
se oponen a la dictadura universal del capital financiero, donde las cifras
beneficios devoran a los seres humanos.
P.- También hay antiglobalizadores reaccionarios.
Desde luego, pero eso
no hace menos peligrosos a los globalizadores.
P.- ¿No encuentra nada bueno en los nuevos tiempos?
Vivimos la ruptura del
tiempo, de la historia. Lo que el capital globalizador pone ahora en cuestión
son todas las conquistas de la Ilustración. Hemos vivido 250 años en Occidente
de la soberanía popular y su poder legítimo delegado en nuestros representantes
por contrato social. Esas fronteras ya no interesan a los globalizadores. Todos
los valores de nuestra civilización –de todas– son ahora negados por el
neoliberalismo armado.
Documentos
adjuntos
Mano invisible, puño de
hierro
LA VANGUARDIA - 06.00
horas - 25/05/2003
Adam Smith sostenía
que, si se deja al capital circular libremente sin aduanas ni barreras, acude
allí donde genera mayor beneficio, de forma que, sin intervención estatal, una
“mano invisible” maximiza los beneficios para todos y, aunque esos “todos” en
realidad sean muy pocos, la riqueza de los de arriba acaba llegando por una
especie de goteo, el “trickle down effect”, a los de abajo. Ni Adam Smith ni
David Ricardo explicaron que para que la mano invisible siga cumpliendo su
eficaz misión tiene que haber también un puño de hierro bien visible que, de vez
en cuando, deje claro quién se va a llevar esos enormes beneficios generados por
el mercado libre. Ésa es exactamente la función que se ha arrogado el Pentágono
que, cuando se lo piden los amos, exhibe su músculo y golpea. El resto, explica
ahora Ziegler, es escenografía y actores depredadores que van desfilando por el
teatro del mundo del máximo beneficio, mientras otros se mueren de hambre ahí
fuera. Ziegler, junto con su amigo Chomsky y otros intelectuales críticos con el
proceso globalizador, han hecho de su inteligencia la última barrera humana ante
el avance de la ideología de un pensamiento, una cultura, un planeta, un
mercado, una superpotencia, un ejército. No tienen puño de hierro, pero tienen
sus neuronas y miles de lectores.
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