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Lista Ecologia y Ambiente - VZLA |
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Asunto: | [LEA-Venezuela] las trampas del poder | Fecha: | Viernes, 28 de Febrero, 2003 13:19:50 (-0600) | Autor: | francisco prada <upetoy @.........mx>
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* * * Servicio Informativo "alai-amlatina" * * *
La insoportable ingenuidad de "ser gobierno"
Pablo Dávalos
ALAI-AMLATINA, 28/2/2003, Quito. Uno de los aspectos que
recientemente más me ha llamado la atención fue la forma en
la cual dirigentes políticos de los movimientos sociales
ecuatorianos que apoyan al gobierno del coronel Lucio
Gutiérrez, líderes indígenas, dirigentes sociales, entre
otros, suscribieron la retórica del déficit fiscal como
argumento de la crisis que avaló la adopción de duras
medidas de ajuste y la suscripción de una carta de
intención con el FMI.
Se trataba en la mayoría de casos, de dirigentes con escasa
formación económica y técnica, que frente al discurso de
las cifras se sentían desarmados, y que su ingenuidad
política permitió que finalmente se realice una jugada que
estaba pendiente desde mediados de los años noventa: la
adopción de un ajuste como paso previo para la
radicalización de un modelo de corte neoliberal.
Era muy difícil que los dirigentes sociales e indígenas
capten esas sutilezas de tipo epistemológico que existen
entre el discurso neoclásico del déficit fiscal y el ajuste
fondomonetarista, con las relaciones de poder que existen
entre las elites y los mercados mundiales de capitales
financieros.
El discurso del déficit fiscal los alejaba de la
comprensión de los problemas reales que actualmente
enfrenta la economía ecuatoriana, entre ellos los problemas
del sector productivo ahogado por las altas tasas de
interés, la dolarización, los monopolios, la recesión, etc.
Más difícil aún era que opongan argumentos al hecho de que
el FMI siempre había tenido una posición fiscalista y su
recetario de política económica siempre había fracasado, no
importaban ni el país, ni el contexto en las que se
apliquen.
Quizá no sabían que justamente en estos momentos se está
debatiendo la necesidad de una nueva arquitectura
financiera internacional y que el FMI ha sido fuertemente
cuestionado por su dogmatismo, su debilidad académica y su
inoperancia. Si el FMI lograba un acuerdo con cualquier
país que fuese entonces podía recuperar no solo prestigio
sino también legitimidad.
Decir FMI es decir Estados Unidos, y decir Estados Unidos
es decir grandes corporaciones transnacionales, bancas de
inversión, y capitales financieros. Detrás de esa
negociación no estaba un supuesto déficit fiscal en
Ecuador, sino la posibilidad de refrendar el rol hegemónico
a nivel político y económico de los Estados Unidos, en un
contexto en el que los tambores de guerra resuenan con más
fuerza y los halcones de la administración Bush quieren
convencernos de que la guerra es inevitable.
Esa posición naďf de los dirigentes sociales e indígenas
ecuatorianos en realidad se presentaba como coartada y
recurso estratégico del poder. La adscripción acrítica al
discurso del déficit fiscal otorgaba la legitimidad social
necesaria al posterior ajuste económico; así, el ajuste se
presentaba como el corolario inevitable de una supuesta
irresponsabilidad fiscal del gobierno anterior.
El problema real de la economía ecuatoriana no es fiscal.
Puede ser que efectivamente exista un déficit del
denominado sector público no financiero, pero una
reprogramación del gasto fiscal, sumado a una estrategia de
ingresos e inversión habrían sido suficientes para evitar
la imposición de medidas económicas y la suscripción de la
carta de intención con el FMI. De hecho una economía puede
sobrevivir con un déficit aceptable y el mejor ejemplo de
ello es la misma economía norteamericana.
Pero el momento en el que fueron los mismos dirigentes
indígenas y sociales los que asumieron ese discurso del
déficit fiscal como propio, cayeron en la trampa de que
supuestamente estaban ejerciendo el poder, y de que en
virtud de que habían ganado las elecciones en alianza con
Gutiérrez tenían derecho a manejar información y a tomar
decisiones en función de esa información.
No sé si se habrían cuestionado en su fuero interno, pero
estaban defendiendo un proyecto y una agenda a la cual se
habían opuesto tenazmente durante toda la década de los
noventa e inicios del 2000.
Esa ilusión de "ser poder", y de "tomar decisiones" desde
el poder, los sorprendió en un ejercicio que iba en contra
de su propio proyecto histórico. En realidad, están
cometiendo un acto de suicidio político con entusiasmo e
ilusionados de ser "realistas" y "pragmáticos" en asuntos
de Estado.
Sabiéndolo o no, con su ingenuidad permitieron la adopción
de una serie de medidas que configuran la imposición de uno
de los modelos neoliberales más agresivos en el Ecuador.
Ello me ha hecho reflexionar sobre las posibilidades reales
de poder que tiene en la actual coyuntura el movimiento
indígena ecuatoriano, al tiempo de la fuerza simbólica,
ideológica y semiótica que tienen los discursos del poder,
entre ellos la retórica del déficit fiscal.
A pesar de haber ganado las elecciones en alianza con el
coronel Lucio Gutiérrez y tener a algunos de sus cuadros en
puestos importantes en el gobierno, mi percepción es que
actualmente los indígenas y los movimientos sociales tienen
menos poder que antes de ganar las elecciones.
La adopción de unas medidas fondomonetaristas tan duras y
la radicalización del modelo neoliberal, habrían sido
impensables si los indígenas ecuatorianos y los movimientos
sociales hubiesen estado en la oposición. Su presencia en
el gobierno ha permitido la cobertura que el poder
necesitaba para finiquitar ese impasse político desde la
destitución del ex Presidente Abdalá Bucaram en 1997.
Los indígenas se han convertido gracias a la alquimia del
poder, en los facilitadores políticos de un modelo
neoliberal cuya agenda estaba pendiente en su ejecución.
Existe ya una percepción de que algo no está bien al
interior de la alianza de gobierno, en el movimiento
indígena, pero es una percepción que nace desde las
organizaciones de base, desde las comunidades, que son
convidados de piedra en este banquete del poder.
Su presión política hacia los dirigentes del movimiento
indígena ha posicionado la idea de que es necesario un
alejamiento político del gobierno actual y una posición más
crítica.
El problema radica en los tiempos, para el gobierno de
Gutiérrez es fundamental radicalizar a toda velocidad el
modelo neoliberal y para ello no ha dudado en ampliar su
base de negociación política con las oligarquías de
Guayaquil. Esa velocidad tiene que ver justamente con la
percepción de que la alianza con los movimientos sociales
es muy frágil y susceptible de romperse en el mediano
plazo.
Antes de que ese plazo se cumpla es necesario adoptar las
medidas que aún están pendientes: la privatización bajo la
figura de las concesiones, la flexibilidad laboral, el pago
de la deuda externa, los recursos para un nuevo salvataje a
los bancos privados, etc.
Cabría preguntarse entonces: ¿es necesario ganar las
elecciones en cualquier tipo de alianzas para ser poder?
¿podrá el movimiento indígena ecuatoriano recuperar esos
espacios perdidos desde que pensó, o se imaginó de que
lleg * * * Servicio Informativo "alai-amlatina" * * *
La insoportable ingenuidad de "ser gobierno"
Pablo Dávalos
ALAI-AMLATINA, 28/2/2003, Quito. Uno de los aspectos que
recientemente más me ha llamado la atención fue la forma en
la cual dirigentes políticos de los movimientos sociales
ecuatorianos que apoyan al gobierno del coronel Lucio
Gutiérrez, líderes indígenas, dirigentes sociales, entre
otros, suscribieron la retórica del déficit fiscal como
argumento de la crisis que avaló la adopción de duras
medidas de ajuste y la suscripción de una carta de
intención con el FMI.
Se trataba en la mayoría de casos, de dirigentes con escasa
formación económica y técnica, que frente al discurso de
las cifras se sentían desarmados, y que su ingenuidad
política permitió que finalmente se realice una jugada que
estaba pendiente desde mediados de los años noventa: la
adopción de un ajuste como paso previo para la
radicalización de un modelo de corte neoliberal.
Era muy difícil que los dirigentes sociales e indígenas
capten esas sutilezas de tipo epistemológico que existen
entre el discurso neoclásico del déficit fiscal y el ajuste
fondomonetarista, con las relaciones de poder que existen
entre las elites y los mercados mundiales de capitales
financieros.
El discurso del déficit fiscal los alejaba de la
comprensión de los problemas reales que actualmente
enfrenta la economía ecuatoriana, entre ellos los problemas
del sector productivo ahogado por las altas tasas de
interés, la dolarización, los monopolios, la recesión, etc.
Más difícil aún era que opongan argumentos al hecho de que
el FMI siempre había tenido una posición fiscalista y su
recetario de política económica siempre había fracasado, no
importaban ni el país, ni el contexto en las que se
apliquen.
Quizá no sabían que justamente en estos momentos se está
debatiendo la necesidad de una nueva arquitectura
financiera internacional y que el FMI ha sido fuertemente
cuestionado por su dogmatismo, su debilidad académica y su
inoperancia. Si el FMI lograba un acuerdo con cualquier
país que fuese entonces podía recuperar no solo prestigio
sino también legitimidad.
Decir FMI es decir Estados Unidos, y decir Estados Unidos
es decir grandes corporaciones transnacionales, bancas de
inversión, y capitales financieros. Detrás de esa
negociación no estaba un supuesto déficit fiscal en
Ecuador, sino la posibilidad de refrendar el rol hegemónico
a nivel político y económico de los Estados Unidos, en un
contexto en el que los tambores de guerra resuenan con más
fuerza y los halcones de la administración Bush quieren
convencernos de que la guerra es inevitable.
Esa posición naďf de los dirigentes sociales e indígenas
ecuatorianos en realidad se presentaba como coartada y
recurso estratégico del poder. La adscripción acrítica al
discurso del déficit fiscal otorgaba la legitimidad social
necesaria al posterior ajuste económico; así, el ajuste se
presentaba como el corolario inevitable de una supuesta
irresponsabilidad fiscal del gobierno anterior.
El problema real de la economía ecuatoriana no es fiscal.
Puede ser que efectivamente exista un déficit del
denominado sector público no financiero, pero una
reprogramación del gasto fiscal, sumado a una estrategia de
ingresos e inversión habrían sido suficientes para evitar
la imposición de medidas económicas y la suscripción de la
carta de intención con el FMI. De hecho una economía puede
sobrevivir con un déficit aceptable y el mejor ejemplo de
ello es la misma economía norteamericana.
Pero el momento en el que fueron los mismos dirigentes
indígenas y sociales los que asumieron ese discurso del
déficit fiscal como propio, cayeron en la trampa de que
supuestamente estaban ejerciendo el poder, y de que en
virtud de que habían ganado las elecciones en alianza con
Gutiérrez tenían derecho a manejar información y a tomar
decisiones en función de esa información.
No sé si se habrían cuestionado en su fuero interno, pero
estaban defendiendo un proyecto y una agenda a la cual se
habían opuesto tenazmente durante toda la década de los
noventa e inicios del 2000.
Esa ilusión de "ser poder", y de "tomar decisiones" desde
el poder, los sorprendió en un ejercicio que iba en contra
de su propio proyecto histórico. En realidad, están
cometiendo un acto de suicidio político con entusiasmo e
ilusionados de ser "realistas" y "pragmáticos" en asuntos
de Estado.
Sabiéndolo o no, con su ingenuidad permitieron la adopción
de una serie de medidas que configuran la imposición de uno
de los modelos neoliberales más agresivos en el Ecuador.
Ello me ha hecho reflexionar sobre las posibilidades reales
de poder que tiene en la actual coyuntura el movimiento
indígena ecuatoriano, al tiempo de la fuerza simbólica,
ideológica y semiótica que tienen los discursos del poder,
entre ellos la retórica del déficit fiscal.
A pesar de haber ganado las elecciones en alianza con el
coronel Lucio Gutiérrez y tener a algunos de sus cuadros en
puestos importantes en el gobierno, mi percepción es que
actualmente los indígenas y los movimientos sociales tienen
menos poder que antes de ganar las elecciones.
La adopción de unas medidas fondomonetaristas tan duras y
la radicalización del modelo neoliberal, habrían sido
impensables si los indígenas ecuatorianos y los movimientos
sociales hubiesen estado en la oposición. Su presencia en
el gobierno ha permitido la cobertura que el poder
necesitaba para finiquitar ese impasse político desde la
destitución del ex Presidente Abdalá Bucaram en 1997.
Los indígenas se han convertido gracias a la alquimia del
poder, en los facilitadores políticos de un modelo
neoliberal cuya agenda estaba pendiente en su ejecución.
Existe ya una percepción de que algo no está bien al
interior de la alianza de gobierno, en el movimiento
indígena, pero es una percepción que nace desde las
organizaciones de base, desde las comunidades, que son
convidados de piedra en este banquete del poder.
Su presión política hacia los dirigentes del movimiento
indígena ha posicionado la idea de que es necesario un
alejamiento político del gobierno actual y una posición más
crítica.
El problema radica en los tiempos, para el gobierno de
Gutiérrez es fundamental radicalizar a toda velocidad el
modelo neoliberal y para ello no ha dudado en ampliar su
base de negociación política con las oligarquías de
Guayaquil. Esa velocidad tiene que ver justamente con la
percepción de que la alianza con los movimientos sociales
es muy frágil y susceptible de romperse en el mediano
plazo.
Antes de que ese plazo se cumpla es necesario adoptar las
medidas que aún están pendientes: la privatización bajo la
figura de las concesiones, la flexibilidad laboral, el pago
de la deuda externa, los recursos para un nuevo salvataje a
los bancos privados, etc.
Cabría preguntarse entonces: ¿es necesario ganar las
elecciones en cualquier tipo de alianzas para ser poder?
¿podrá el movimiento indígena ecuatoriano recuperar esos
espacios perdidos desde que pensó, o se imaginó de que
llegar al gobierno significaba "ser o tener poder"? ¿habrá
aprendido de que el poder está más allá de una eventual
participación en un gobierno y que esos pequeños espacios
de tipo institucional por importantes que fuesen no
ameritan poner en riesgo todo un proyecto histórico?
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ar al gobierno significaba "ser o tener poder"? ¿habrá
aprendido de que el poder está más allá de una eventual
participación en un gobierno y que esos pequeños espacios
de tipo institucional por importantes que fuesen no
ameritan poner en riesgo todo un proyecto histórico?
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