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LA CONSTITUCION NACIONAL DE LA REPUBLICA DE VENEZUELA: VIOLACIONES A SUS
PRECEPTOS Y MANDATOS.
El Preámbulo de la Carta Magna, letra portadora de los principios y normas
mediante los cuales deberá regirse el Ente Humano venezolano y las instituiciones
del país, dentro de un marco de derechos y obligaciones; define principios
inspiradores en la justicia, el bien común, la equidad, y las leyes naturales.
Acoge los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad y ante
todo, el derecho a la vida.
Escondernos en el silencio por temor a la censura, a pesar del
desconocimiento de tales principios y valores, es solapar el orgullo por la
patria. Tal conducta nos haría solidarios con el crímen y la violación contínua
de los derechos humanos del pueblo venezolano. Un verbo inapropiado y soez unido
a un engaño programado, crearon confusión, aumentaron la pobreza, consolidaron el
odio entre hermanos y dio primacía al don de mando, ante el bienestar de sus
representados.
Las violaciones a la majestad de la Constitución, tuvieron su inicio desde
el primer momento en que se calificó a la Constitución de 1961 (la misma que
autorizó la investidura del actual mandatario nacional), con epítetos tales que
«moribunda» y «pobre Constitución». Conducta esta que se extiende a la actual
Carta Magna, con la denominación de la «bicha». Tal irrespeto por parte del
presidente de la República, se agrava ante la interpretación «al voleo» de sus
preceptos. El Artículo 2. de los Principios Fundamentales reza que:
«Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y
de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y
de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad,
la democracia, la responsabiliad social y en general, la preeminencia de los
derechos humanos, la ética y el pluralismo político»
Reiterados y contínuos acontecimientos fuera de todo orden constitucional
como los desarrollados el día 6 de diciembre en la Plaza Francia, del Sector
Altamira en el distrito Chacao del Estado Miranda, con saldo de muertos y
heridos, son los resultados de una gestión que adolece de idoneidad, ninguna
calificación como estadista e irresponsabilidad ante el pueblo soberano y los
organismos internacionales. Estos, en los cuales Venezuela es signataria y ha
asumidos en los tratados y acuerdos compromisos que la misma Constitutución
ordena respetar e incluso «prevalecen sobre el orden interno» (Articulos 22 y
23).
Nuevamente, delitos de lesa humanidad y violaciones de los artículos 55
y 68 de la Norma Fundamental, han tenido lugar. Aún se recuerda –pues «está
prohibido olvidar»- el «Plan Avila» ordenado (en persona ), por el mandatario
nacional, el 11 de abril del corriente año, a raiz de una de las primeras
protestas pacíficas y legítimas del pueblo que lo eligió.
La actuación del gobierno nacional, se revela una vez mas por encima de los
preceptos constitucionales al desconocer abiertamente, el derecho consagrado en
el Artículo 68, mediante el cual, «Los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a
manifestar, pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los que
establezca la ley». Todo ello, asociado a la negligencia, y desconocimiento de
lo pautado en el precepto constitucional del artículo 29, el cual obliga al
Estado ha investigar y sancionar legalmente los delitos contra los derechos
humanos cometidos por sus autoridades... Dentro del mismo contexto, el Artículo
3, establece el mandato a «respetar la dignidad de la persona» y «el
ejercicio democrático de la voluntad popular»
Si «la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo» como lo dicta
el Artículo 5, y pueblo son TODOS los venezolanos, el presidente de Venezuela
viola de manera reiterada la Constitución Nacional, al ordenar a las fuerzas que
controla y a los «circulos bolivarianos» nacidos de su invensión, de arremeter y
matar a quienes como única arma, utilizan banderas, pitos, lápiz y papel.
El venezolano que quiera desconocer el clima de muerte y odio que nació
un 4 de febrero de 1992 cuando el actual presidente intentó el golpe de Estado
para derrocar en ese entonces, un gobierno legítimamente constituído...ese
venezolano es hipócrita consigo mismo y no es imparcial ante la historia y la
realidad. No es la identificación política lo que enaltece al hombre; en primer
lugar pertenecemos al género humano y los ideales surgen a posteriori con el
devenir del tiempo y de las circunstancias.
Si nos detuviéramos solo en los Derechos Civiles, no es nada difícil
corroborar el contínuo irrespeto a la integridad física (todos los muertos y
heridos habidos hasta ahora); psíquica (acoso a aquellos que se ubican en un
nivel económico que el mandatario califica constantemente de «oligarcas» y
«escuálidos»); y moral (las humillaciones a sectores sociales estratificados
por él mismo). Toda esta evidente conducta, corrobora la práctica constante en la
violación del Artículo 46 y tantos otros preceptos de la Norma Fundamental.
En esta ocasión sólo hacemos una referencia, al continuo estado de
allanamientos, persecusión, sozobra, acoso, instigación y secuestros contra
aquellas personas que en la mente del mandatario venezolano no «pertenecen a la
clase social que el considera como venezolanos». El soberano sólo estará en deuda
con Hugo Rafael Chavez Frías en cuanto a la descomposición político-social
creada por él y el estado de miseria económica y espiritual que deja para la
posteridad.
Ese porcentaje medio (de una mitad de venezolanos) que confíaron
equívocamente el destino de un país noble, rico y hasta su llegada al poder, uno
de las naciones más importantes de Sudamérica entre los Estados llamados del
tercer mundo, quizás aún no concientizan su capacidad para comprender el error
cometido y el precio desmedido que estamos pagando todos.
Ante la falta de legitimidad del gobierno actual, principalmente por el
desconocimiento de millones de venezolanos a su autoridad (más de dos millones ),
el Artículo 350 de la Carta Magna, marca la pauta y el derecho a desconocer el
presente régimen y por consiguiente, su autoridad empobrecida e inexistente,
producto en parte, del despotismo y quebrantamiento a la tradición republicana
del pueblo venezolano.
«El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por
la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen,
legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías
democráticas o menoscabe los derechos humanos»
Nuestra Nación no convalida ni legitíma un gobierno dictatorial, aún
cuando se encuentre en la magistratura por la vía del sufragio; con menos razón,
si existe el precedente de haber intentado el actual presidente, de llegar al
poder por la fuerza. Su aparición y gestión, sólo ha dejado muerte y refrendó la
pauta para el actual quebrantamiento democrático del país.
Hermanos venezolanos, los ideales, simpatías o las conveniencias políticas
o económicas, no pueden ser pretextos para cegar la realidad y ponerse al lado
del autoritarismo, el egocentrismo y la decadencia. Como hemos dicho, primero
somos personas dentro del concepto del género humano, luego nacimos o escogimos
ser venezolanos y en un tercer lugar, queda el juego de las posiciones dentro del
conglomerado social. Un ideal político, no debe anteponerse a la Ley de Dios
ni a la Ley de los Hombres, elaborada por lo demás, invocando los
principios sublimes de la Ley Natural.
Finalmente, dentro de los deberes que nos impone la vigente Carta Magna,
está el de «cumplir con las responsabilidades sociales y participar
solidariamente en la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo y
defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y
de la paz social» (Artículo 132, Cap. X). Es decir, se trata de un DEBER a
cumplir como venezolano.
«HATHOR: SINERGIA SOCIAL POR VENEZUELA» sólo te invita a la reflexión y a
que despiertes de la apatía y el miedo. Tales sentimientos no se corresponden con
la naturaleza de un Ser virtuoso. «...y cuando os separeis por el mundo,
recordad el nexo que os liga en amor y unidad y no otorgueis preferencia a un
extraño antes que a vuestra propia sangre» (En Vos Confío. Cap. IX, de «Los
Hermanos», p .59)
(hathorians@...)
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