Alejandro Ruiz Iriarte
Grupos de especialistas (psicólogos, psiquiatras, comunicadores sociales y
expertos en asesoría de imagen) vienen trabajando para dirigentes políticos de
la oposición, habiendo elaborado campañas que buscan captar la atención de
determinados sectores sociales, y de esa forma condicionarlos con el contenido
de ellas.
De esta manera, durante los dos últimos años, han manejado
determinados códigos psicológicos que buscan motivar y convencer a los sectores
a los cuales están dirigidos. El resultado que se proponen obtener es influir al
receptor del mensaje de tal manera que pierda su capacidad de discernimiento y
obnubilarlo del tal forma que termine por renunciar a cualquier análisis crítico
del mensaje del que es receptor, causándole así una patología mental llamada
"Disociación psicótica".
Explicándolo a grosso modo, para no extenderme
demasiado, la "Disociación psicótica" es un proceso de manejo de códigos
psicológicos donde se crea en el subconsciente del individuo una realidad
ficticia en la que "TODOS" los males, y por ende "TODO" lo negativo que le
sucede, proviene de una sola causa o de una sola persona. Establecido el patrón
mental en el subconsciente del individuo, éste llega a un estadio que le induce
a creer que eliminando la causa de los males que le aquejan, habrá de alcanzar
la felicidad absoluta. Estando dirigida a un colectivo la campaña requiere que
el mensaje sea, además de asimilado, retransmitido a otros individuos
pertenecientes a dicho colectivo. Para ese fin la oposición ha contado con el
respaldo de los medios de comunicación social, los que de manera sistemática y
reiterada han hecho llegar el mensaje al receptor. En forma más primaria (los
medios aún no tenían ni la tecnología, ni la penetración que hoy tienen) Goebels
manejó códigos similares, por lo que la sociedad alemana llegó al convencimiento
pleno de que los judíos eran los únicos responsables de la crisis económica de
1929, que tenía por finalidad imponer el comunismo en Alemania. Para ello se
creó una matriz de opinión según la cual el sionismo era un instrumento de la
Unión Soviética, quien aspiraba imponer el sistema comunista en escala
mundial.
En nuestro caso, es decir en Venezuela, se trata de
Chávez.
Chávez como único responsables de los males que aquejan a la clase
media, para la cual está dirigido el mensaje. Una clase media que de manera
inconsciente ha desarrollado la certeza de que la implantación del comunismo en
Venezuela es el fin último que él persigue. La que visceralmente se niega a leer
el texto constitucional, satanizandolo sin siquiera haberlo ojeado. La que
repite que el país está en la ruina, a pesar de seguir cambiando de vehículo año
tras año, de seguir concurriendo a costosos restaurantes sin importarle el monto
de la factura a pagar, de seguir viajando al exterior por lo menos dos veces al
año, etc. La que no duda en creer que los aliados de Chávez no son otros que los
que Bush definió como el "Eje del mal", por lo cual en Venezuela transitan
libremente y a plena luz del día, terroristas venidos de Colombia, de Libia, de
Irak, de Jordania y de Irlanda. Para la que los "Círculos Bolivarianos" son
organizaciones paramilitares fuertemente armadas que en cualquier momento habrán
de saquear y quemar las urbanizaciones en las que la clase media vive, por lo
que la clase media ha desabastecido las armerías y procedido a organizarse en
comités de autodefensa para defenderse de los acólitos de Chávez.
De allí
que el odio sea tan recalcitrante y visceral en el seno de la clase media,
llegando a un paroxismo que sólo se podría alcanzar si Chávez les hubiese matado
a algún familiar. Un odio que ha alcanzado tal extremo de irracionalidad, que
los lleva a no poder manejar sus vehículos sin estar compulsivamente accionando
la corneta, para reproducir el eslogan: ¡Chá-vez-vete-ya!
Por lo cual esta
patología, ya que ha llegado al estadio de patología, aliena al individuo de un
mundo "real" y lo sumerge en un mundo "creado" (no se puede hablar de un mundo
"ficticio", puesto que lo tiene por "real"), en el que todo encaja de acuerdo a
su inconsciente "verdad".
Ejemplifiquemos.
No importa que se les muestre
la filmación de Carmona firmando el Decreto que daba al traste con todas las
instituciones democráticas del país, para ellos aquello fue un acto
absolutamente legal, y en todo momento rechazarán que el 11 de abril se consumó
un golpe de Estado. No pudo haber golpe de Estado ya que los conjurados lo que
hicieron fue llevar a cabo lo que ellos, desde su odio particular (mundo
"creado"), consideraban que es lo que debía de hacerse. Y desde ese mundo
"creado" se obtiene una visión de la realidad "virtual disociada", desde la cual
es imposible procesar hechos que se niegan a tener por reales. En consecuencia,
la reacción popular de los días 12 y 13 de abril para ellos no existió, como
tampoco existen personas para las cuales tengan "sentido" las políticas que
impulsa el Gobierno.
Están pues, en un estado avanzado de disociación que no
permitirá que nada de la realidad vaya en contra de "su realidad" (creada), así
el conciente les diga que hay pruebas reales y objetivas de que no están en lo
correcto.
Se trata pues de una patología psiquiátrica creada, la que requiere
de permanentes estímulos. Por eso la oposición no deja de aplicar diariamente
estímulos a esos códigos psicológicos y con el concurso de los medios acentúa la
campaña para reafirmar en su convencimiento al individuo que la ha desarrollado,
buscando además que el mensaje penetre en otros individuos, por lo general con
gran fragilidad psicológica, que emocionalmente (están insertos en un grupo que
los coerciona) estén dispuestos a recibirlo y a procesarlo, por lo que cada vez
más ese tipo de patología se desarrolla en otros venezolanos.
Uno de los
síntomas inequívocos de la disociación es que la persona, una vez desarrollada
la patología, no puede pasarse del estímulo. Siendo los medios el instrumento
fundamental de esa campaña, la persona en fase de "disociación psicótica" no
podrá, por ejemplo, dejar de ver Globovisión (el impulso emisor), canal que
habrá de sintonizar de manera compulsiva, porque de no hacerlo se le habrán de
presentar síntomas de ansiedad similares al síndrome de abstinencia en los
drogadictos, fumadores, alcohólicos, etc. El individuo que está disociado, al
igual que sucede con los drogadictos, alcohólicos o fumadores, no habrá de
reconocer que está inmerso en un problema, por lo que afirmará una y otra vez
estar libre de cualquier patología.
En Venezuela, esto ha llegado a ser ya un
serio problema de salud pública. Basta observar en nuestro entorno para
comprobar como se manifiestan miles de personas, inclusive nuestros propios
vecinos o familiares, para las cuales nada de malo tendría que alguien matase a
Chávez (la única causa de sus males), y que nada malo ven en que sus hijos anden
por allí con una cacerola en la mano, y gritando a voz en cuello: ¡Muérete
maldito! o ¡Muera Chávez!. Así como tampoco les alarma oírles decir que les
gustaría tener un arma para matar al tirano. Debido la "Disociación psicótica"
que los atenaza no están en capacidad de comprender que se está condicionando a
esos niños, de tal forma que al llegar a adultos podrían tomar un arma y
arremeter contra cualquier persona que no concuerde con ellos o a la que por
cualquier razón estén haciendo responsable de sus fracasos, actuarán así para
librarse del que han identificado como el causante de sus males.
Quien
padece de "Disociación psicótica" corre además el peligro de que cuando su
realidad comience a serle insoportable, o que cuando por algún motivo la causa
"aparente" de todos sus males resulte no serlo, con la misma intensidad padecerá
una profunda frustración, tan profunda que puede llegar en muchos casos a
límites extremos de consecuencias impredecibles. Por lo que estamos ante un
problema de Estado que repercute en la Seguridad Interna de la Nación y en la
Salud Pública, que hace necesario tomar medidas de manera inmediata.