Como un homenaje a un gran ecologista, profesor y
ciudadano, como lo fue Arturo Eichler; queremos reproducir una serie de
artículos compilados en un libro de época de Noviembre de 1989; editado en la
ciudad de Mérida, por el Instituto Forestal Latinoamericano, con el título de
"Pensamiento de Arturo Eichler" bajo la dirección de Julio César
Centeno.
PRESENTACIÓN
Con la publicación de este compendio
de artículos seleccionados, el INSTITUTO FORESTAL LATINOAMERICANO rinde homenaje
a la sensibilidad y sabiduría de un hacedor de caminos, maestro infatigable y
consecuente luchador ante la necesidad de armonizar la actividad humana con el
profundo amor y respeto que la naturaleza se merece.
Su enseñanza ha florecido en legiones
de jóvenes que multiplican su efecto. Su pensamiento será siempre motivo de
inspiración y coraje en la lucha por una vida digna, un mundo mejor donde el
desarrollo social y económico de los pueblos se base en el respeto por la
naturaleza, en el aprovechamiento racional de sus fabulosas
riquezas.
Julio César Centeno
Director
UNA PALABRA
PREVIA
El conjunto de temas aquí tratados,
comprende artículos que bajo el título de "Enfoque Ecológico" aparecieron en
diversos órganos periodísticos en años recientes. Si algunos de los escritos
denotan un carácter "didáctico", esto se debe sin duda a mis largos años como
profesor de conservación y ecología en la Universidad de Los Andes (Mérida),
cuando traté de sensibilizar a mis estudiantes por las íntimas relaciones
Hombre-Naturaleza y la ecocrisis que vivimos; un predicamento humano englobante,
que excluye los conceptos reduccionistas de visión estrecha que oprimen ahora a
la ciencia y obscurecen los horizontes humanos.
Agrdezco sinceramente al espíritu de
generosidad demostrado por el Instituto Forestal Latinoamericano, personificado
en su Director, el doctor Julio César Centeno, por la divulgación de estos
pensamientos.
Arturo Eichler
PROGRESO
ORGÁNICO
Nuestra visión del desarrollo
comprende tácitamente la apología del alto urbanismo, el credo de la
industrialización como cuasi panacea del progreso, y ahora, para nuestra
sorpresa, un raro menosprecio de la vida rural.
En un creciente rompimiento con las
tradiciones y los valores propios, la urbanización afiebrada de las grandes
ciudades en Latinoamérica y en otras regiones tercermundistas, puede
considerarse como un fenómeno social social-patológico y no como prueba de una
creciente robustez de la econopmía y de la sociedad. El urbanismo atropellado,
que no es el resultado de un desarrollo orgánico respaldado por la productividad
en otros campos -agrícola, industrial, tecnológico- no representa, por lo tanto,
un proceso de auténtica aculturación sino lo que la antropología social conoce
como "Lehnkultur", una cultura prestada, del cemento y del acero, que está en
drástica contradicción con las reales necesidades y posibilidades de muchos
pueblos. Ese abultamiento urbano es señal de una extrema centralización, que
impulsa cada vez más el éxodo del campo y la anemia de la estructura rural. (En
Venezuela menos de un 15% de la población permanece en el campo). El urbanismo
especulativo absorbe enorme capitales, que debieron beneficiar a los desarrollos
productivos verdaderos. Así se ve una orgía de concentración de rascacielos y
palacios administrativos, un exceso de bancos supermodernos, chorros de
automóviles costosos, residencias de gran lujo, sin que se necesite ir muy lejos
para encontrar al atraso y la pobreza, un acarencia de servicios básicos y de
condiciones de vida decorosas.
La industrialización en el sentido de
querer copiar el desarrollo de los países industriales antiguos, es una
imposibilidad por obvias razones materiales e históricas; la época de la
"revolución industrial" no se repite en el mundo. El afán de "abreviar" el
desarrollo -usando como vehículo una especie de alfombra mágica- sólo ha
resultado en muchas seudo-industrias sostenidas por protecciones aduaneras,
cocesiones monopolistas, subvenciones estatales y el arraigo de compañías
multinacionales, con la expectativa (casi siempre justificada) de márgenes de
ganacias que permiten la amortización del capital en tres o cuatro años, lo que
es totalmente anormal. Paralelo a esto va una burocracia hipertrofiada que toma
el estado intervencionista como su "feudo", adquiriendo de esta manera no sólo
poder sino en algunos casos las posibilidades nunca soñadas de enriquecimiento
ilícito.
El sistema industrial, para ser
competitivo tiene que automatizarse ("racionalizarse") crecientemente, y en esta
forma nunca podrá solucionar los agudos problemas de población en países con tan
altas tasas dee incremento demográfico como un tres por ciento o más. (En las
viejas naciones industriales el incremento es sólo alrededor del uno por ciento,
y el desempleo de millones de personas constituye ahora un mal
crónico).
En nuestros casos y dada la crisis
estructural, no sólo coyuntural, de todo el sistema económico-industrial,
únicamente una industrialización diferente, muy descentralizada, con empleo poco
intensivo de capital pero muy intensiva de capital pero muy intensiva en empleo
de mano de obra, usando tecnologías intermedias y teniendo como resplado una
fuerte estructura agraria, podrá garantizar un desarrollo estable y
equilibrado.
Todos los desarrollos auténticos se
fundaron sobre bases y tradiciones agrícolas robustas en sociedades rurales
fuertemente integradas. Cuando ahora un "estudio académico" afirma de manera
peyorativa: "Una sociedad rural es una sociedad insalubre, analfabeta, inepta
para la democracia y para los altos fines del crecimiento económico y el
progreso material", se ve que hay un gran desconocimiento sobre el desarrollo en
general y una enorme insensibilidad social ante la realidad
nacional.
En cuanto a las causas del atraso
rural en Latinoamérica, damos aquí sólo dos ejemplos concretos: El presidente
electo José Sarney del Brasil declaró en este país, el 45% de las mejores
tierras rables pertenece al uno por ciento de latifundistas, y urge a iniciar
una reforma agraria. En la provincia netamente agrícola de Tungurahua, del
Ecuador central, el 46,2% de las tierras pertenece al 0,11% de terratenientes,
otro 32,2% pertenece al 6,4% de propietarios, ¡y el 21,6% restante de tierras es
para el 93,4% de campesinos! El cuadro es similar en otros países
latinoamericanos. Los campesinos marginados no tienen tierras apropiadas para
cultivar, y las poblaciones aumentan de modo incontenible. El siglo veinte va
terminando con un gran vacío histórico, que entraba el desarrollo orgánico y la
participación democrática. |