La
Carta que Chávez Jamás Leerá
Sr. Presidente Hugo Chávez
En su ausencia.-
La presente comunicación, hecha pública hoy por un hombre cualquiera como
yo, ha sido escrita en uno de los rincones más alejados de Venezuela: Santa
Elena de Uairén. Aquí donde uno ve lo que sucede en el resto del país como si se
tratara de otro planeta u otra dimensión. Tan lejos estamos en esta frontera Sur
de La Gran Sabana que hasta el moderno Internet usado para enviar esta carta
abiertamente a todo el mundo fluye hasta acá prácticamente con un cuentagotas.
Pero aún así, llegará el mensaje a todos a quienes tiene que llegar, lo
sé.
Este mensaje no ha sido escrito para Usted en realidad, con todo respeto
pienso que Usted jamás escucha, nunca dialoga, solo expone sus ideas en su
discurso y luego se vale de interlocutores dispuestos a apoyarlo para vencer la
resistencia de las gentes a aceptar sus decisiones arbitrarias, ha pasado ya
tantas veces... Imagino que después de actuar de esta manera, piensa o hasta
dice Usted en privado: “¡Ja!, ya me los metí en el bolsillo”. Sean indios,
campesinos, pescadores, individuos de tropa, obreros, comerciantes o buhoneros,
sean quienes sean: Ja!, ya me los metí en el bolsillo, como me consta que lo
dijo mientras pedía un wisky para celebrar al despegar en “el camastrón”
alejándose de los indios de La Gran Sabana, dejándolos atrás con sus problemas,
con su grave problema del Tendido Eléctrico al Brasil y la división del pueblo
Pemón que vendría después de la mano de sus interlocutores. Algo parecido debió
Usted pensar también al salir del Hotel Caracas Hilton el día veintiséis de
Noviembre de 1998: Ja!, ya me metí a los ambientalistas en el bolsillo, uno
nunca puede saber lo que hay dentro de la cabeza de una
persona...
Este mensaje en realidad no va dirigido a nadie en especial y sin embargo
el público está ahí esperándolo, languideciendo por comprender, por oir algo
coherente en todo esto que sucede en Venezuela gracias a Usted. Bajo su gobierno se debe ser ciego,
sordo y mudo para estar a su favor, es la única forma que se me ocurre puedan
aún seguirlo fanáticamente unos cuantos, y, según se ve, es la única manera en
que Usted acepta a sus seguidores: cuando su palabra es la ley y el que no esté
de acuerdo, aunque sea minimamente, es un perro infiel que no merece más que su
sempiterna condenación y burla.
Nadie dijo el 26 de Noviembre de 1998 que iba a ser fácil vencer un
consumismo, una industrialización, un acabose del planeta por unos dólares. Pero
yo, humildemente postrado a sus pies, mostrándole estas palabras que se no
leerá, diciéndole cosas que tampoco escuchará, con lágrimas de dolor que jamás
ablandarán su corazón de militar, le digo ahora que su revolución me recuerda la
eterna historia de las civilizaciones, de
los jefes, los
cabecillas, los abusones a quienes los pueblos han otorgado confiadamente el
poder solo para ser mantenido luego por la fuerza.
Sí, los primeros Estados, los primeros gobiernos de la humanidad parece
que no nacieron por la fuerza, eso dicen algunos entendidos, las gentes
otorgaron el poder al gobernante mansa y confiadamente, con buena fe, en algun
momento del pasado de la humanidad,
pero casi inmediatamente la fuerza se usó para mantener el gobierno, cual
vil dictadura. Las grandes obras también fueron imprescindibles para el fin del
dictador: Zigurats, pirámides, templos gigantescos, esfinges descomunales en la
antigüedad; Super-autopistas, puentes de envergadura, mega-tendidos eléctricos
internacionales, en la actualidad. Las grandes obras son necesarias para poner
al pueblo a trabajar, a estar ocupado en una labor gigantesca que ocupe su
tiempo y sus ideas, y también para decir entonces: “Pero , Chávez si hizo”, así
como hizo muchas obras Pérez Jiménez o tantas carreteras que hicieron los presos
políticos cuando Gómez, en esencia, los templos y pirámides del Faraón.
Un
ejército-policía no puede faltar para garantizar que nadie se oponga a las
mega-obras, ni tumben las torres de los tendidos eléctricos, ni impidan nada que
Usted no quiera. Sobre todo intimidatorio, su ejército-policía, o su poder, deben infundir temor en los indígenas, o
en cualquier campesino o pescador que no levante la mano y diga: “Sig Heil” y
mucho me temo que la disfrazada línea que separa en este caso la metáfora de la
realidad cada vez se hace más estrecha y menos invisible, cada vez que Usted
actúa, que pone en práctica su gobierno, se ve la verdad invisible en la visión
alternativa.
Nadie podrá decir jamás que vencer a la corrupción, a los poderosísimos
pero a la final vulgares mercachifles del consumismo será una labor fácil ni
cómoda, pero su palabrería tan elaborada no oculta ya a los ojos de su pueblo,
de los de abajo, su papelacho como presidente y su sed de poder y egocentrismo
oculto en su pseudo beneficio al pueblo, en el exceso nocivo y peligroso de su
autoestima desmedida.

Toda masa tiene un punto de equilibrio, que puede ser tan fino como una
punta afilada, con suficiente paciencia y perseverancia, y sobre todo con una
concentración suprema en el tacto, es posible conseguir el punto de equilibrio
de cualquier masa con cualquier forma: parar un ladrillo verticalmente en una de
sus esquinas (¡hasta un ladrillo roto con una esquina muy puntiaguda!), parar
una silla en una sola pata en equilibrio, sostener la masa de gentes de un país
en un solo punto de equilibrio: los ricos, los pobres, los vendedores, los
consumidores, los eficientes, los vagos, los altruistas, los egoístas, los
usureros, los botaratas, sostener esa gran masa sin forma en un pequeño punto de
equilibrio.
Eso seguro que no lo ha pensado Usted, ni lo pensará, el intentar, tratar
de verdad de hacerle entender a los industriales que la pesca de arrastre no
conviene, que la biodiversidad es imperante protegerla de facto y no solo en una
palabra escrita en una ley de tierras.
Con un alicate, señor, las tuercas no se aprietan bien, se mellan y el
tornillo completo se inutiliza, imposible arreglar, no señor, deje de lado las
burradas, se necesita una llave apropiada o si acaso un alicate de presión con
mucho cuidado para apretar bien una tuerca a su
tornillo.
Es un arte de maestros sostener una masa equilibrada en un punto así,
pero no, Usted señor presidente solo conoce de guerras, de enemigos a los cuales
se debe derrotar, vencer su resistencia, de estrategias para conquistar,
dominar, pero nunca los verá como
seres descarriados de nuestra Madre La Tierra, a quienes debemos enseñar, no con
látigo ni cadenas, ni con mordazas en sus bocas, menos aún con aviones o
helicópteros de combate, fusiles o cañones, ¿Usted sabe cuantos hospitales,
escuelas y universidades se podrían construir si en este momento vendiéramos
solo la mitad de todas las armas de las Fuerzas Armadas de Venezuela? ¿Cuántos
sueldos de médicos, enfermeras, especialistas, investigadores para una vacuna al
SIDA, profesores, académicos se podrían pagar con lo que ganan los generales,
los coroneles, y demas oficiales? Eso creo que no se le había ocurrido ni se le
ocurrirá nunca.

Es así que Usted señor presidente Chávez debería
gobernar. Balanceando las fuerzas como el verdadero maestro que todos llevamos
dentro. Con la paciencia, la
concentración suprema en el tacto, en el sentir el sutil pero pétreo punto de
equilibrio hasta conseguirlo.
Es difícil y mucho, pero de la otra manera, la suya, no logrará jamás
equilibrar la masa sin forma de todos los venezolanos juntos. Sinceramente no
creo que le interese eso de todas maneras, en sus gritos se ve. El verdadero
maestro no le grita a sus discípulos, solo susurra en sus almas un soplo que los
hace entender. El grito solo es potestad de La
Naturaleza.
Y cuando La Naturaleza grita, señor presidente, hasta Bolívar se equivocó
y bien feo en esto, si La Naturaleza se opone no podemos jamás luchar contra
ella, si no que la obedecemos. Solo La Naturaleza tiene derecho a gritar con sus
huracanes, terremotos, volcanes, tormentas catastróficas de montaña. En su
complejidad y en medio del caos, el cosmos tiene también un punto de equilibrio
y nosotros somos una parte de la masa total, muy pequeña por cierto, pero si no
nos amoldamos todas las masas de gentes a la ecología, por sobre todas las
cosas, no habrá Venezuela en 200 años, no habrá casi nada ya para ese
entonces.
José Rafael
Leal