NCeHu 130/21
En camino a La Rioja
El martes 13 de noviembre de 2018 a las 15:45 partí en el micro de la empresa General Urquiza rumbo a Chilecito, en la provincia de La Rioja. Y después de varias mini-paradas para ascenso de pasajeros, nos detuvimos un buen rato en la terminal de la ciudad de Rosario donde compré unos tentadores alfajores santafecinos. Unos pocos eran para mí, para mitigar el creciente apetito que me estaba causando el viaje, y los más, para la hijita de Marcela Yañez. Ella me había invitado a la I Jornada Provincial de Geografía, que se desarrollaría en los días venideros en la localidad de Villa Castelli, en el valle del Bermejo, y que era el motivo de mi viaje.

Terminal de ómnibus de la ciudad de Rosario
El servicio parecía una carreta, ya que “paraba en todas”, y recién se detuvo cerca de la medianoche en Bell Ville donde “cenamos”, por decirlo de alguna manera, ya que solo tuvimos tiempo de comprar algunos sanguches y una bebida para consumir a las apuradas. Ya de madrugada, hizo una extensa pausa en la terminal de ómnibus de la ciudad de Córdoba para arribar a la provincia de La Rioja, cuando ya despuntaba el sol.
Atravesamos los Llanos Riojanos en un día espléndido, bajo un cielo diáfano, y casi a las diez y media de la mañana llegamos a Chilecito, donde me esperaba un profesor llamado José, quien en su auto me llevó hasta Villa Unión.
Atravesando los Llanos Riojanos
Circulando por la ruta nacional número setenta y cuatro
Pasando por una planta embotelladora de Coca-Cola
Diáfano cielo riojano
Ingresando a Chilecito
En la ruta nacional número cuarenta, entre Chilecito y Villa Unión, se localizaba la cuesta de Miranda, un tramo sinuoso que se extendía entre la sierra de Sañogasta y la de Famatina, siguiendo el ancestral Camino del Inca. La cuesta llevaba el nombre de quien, tiempo atrás, fuera dueño de aquellas tierras, el capitán español Don Juan de Miranda.
Y había sido justamente allí, a treinta y cinco kilómetros al sur de la ciudad de Chilecito, donde, el 16 de junio de 1867, tuviera lugar la batalla de la Quebrada de Miranda.
La contienda se desarrolló en el paraje “La Pelea”, enfrentando a las fuerzas unitarias del gobierno nacional del Presidente Bartolomé Mitre con las montoneras federales de Felipe Varela. Las tropas nacionales, comandadas por el Coronel José María Linares fueron derrotadas y obligadas a retirarse. Y Linares fue enjuiciado y ejecutado en la plaza del pueblo de Famatina.
Varela, quien había ofrecido una tenaz resistencia a la centralización del poder en Buenos Aires luego de la Organización Nacional consolidada tras la victoria de Mitre sobre la Confederación en 1860, luego de cuatro años de intensa lucha entre los años 1866 y 1870, falleció de tuberculosis, durante su exilio en Chile.
En camino a la cuesta de Miranda
La sierra de Famatina, perteneciente al sistema de las sierras Pampeanas, contaba con rocas muy antiguas que databan del Paleozoico (de hacía unos quinientos millones de años), que posteriormente fueron dislocadas y ascendidas por la orogenia andina unos diez millones de años atrás. Solamente una ruta cruzaba el Famatina, la ruta 40 en la cuesta de Miranda, donde la carretera pasaba a través de fallas geológicas.
Circulando por la ruta nacional número cuarenta
Extenso farallón de tierras rojas
Las rocas de hematita, de color rojo por la presencia de óxido de hierro, pertenecían a la Formación Patquía o La Cuesta, del período Pérmico. Se trataba de areniscas y conglomerados depositados hacía unos doscientos noventa millones de años, que se habían formado como planicies inundables y tenían fósiles en Bordo Atravesado. Pero, las rocas de los fondos de las quebradas y del valle fluvial, habían sido depositadas durante el Cuaternario, por la erosión reciente.
Al pasar Bordo Atravesado, su punto más alto, de 2040 m.s.n.m., la ruta cruzaba la falla de Aicuña, que marcaba el límite de los Filos de Aicuña, compuesto por rocas de la Formación Ñuñorco, del Ordovícico-Devónico. Dichas rocas eran granitos de color gris y rosado y tenían entre cuatrocientos y cuatrocientos cincuenta millones de años.
El nombre “bordo” significaba en castellano antiguo “extremo u orilla, borde”, y también “loma, montículo de forma alargada”. Estaba claro que era el punto donde se cruzaba la loma, de allí lo de “atravesado”.
Presencia de óxido de hierro en los suelos rojos
En plena cuesta de Miranda
Camino zigzagueante en la cuesta de Miranda
Plantas xerófilas en las rocas sedimentarias
La cuesta de Miranda había sido construida entre los años 1918 y 1928 por el ingeniero italiano Francisco Bolloli, a pico y pala, lo que había permitido mayor conectividad entre los valles de Famatina y Bermejo o Vinchina, y, a la vez, lograra una gran hazaña en cuanto a la ingeniería de la época.
Originalmente era de ripio, y con áreas muy peligrosas debido a su escasa amplitud, ya que su ancho era de poco más que de una mano, serpenteante, con trescientas veinte curvas cerradas y muy angostas. Además, corría sobre una empinada ladera, con el precipicio que caía hacia la quebrada sin más protección que una baja pared de bloques de piedra.
Esto se complicaba con las lluvias del verano ya que los deslaves de arena y grava se aflojaban y caían sobre la ruta, lo que en 2011 ocasionara que una familia entera perdiera la vida cuando una enorme roca cayó sobre su auto. Y, ese terrible accidente fue el detonante por el cual se concretó la construcción de una ruta alternativa en ciertas zonas, asfaltándose totalmente y señalizándose correctamente, además de dotarla de miradores y espacios de descanso.
La nueva ruta, totalmente asfaltada y bien señalizada
La geomorfología de la zona se caracterizaba por la cantidad de quebradas empinadas. El clima era muy seco, con precipitaciones anuales de entre doscientos y trescientos milímetros, con gran amplitud térmica, y viento Zonda, seco y cálido, que soplaba entre los meses de mayo y octubre.
Al costado de la ruta se observaba vegetación xerófila y achaparrada correspondiente a la provincia fitogeográfica del Monte. Crecían jarillas, retamas, chañares y algarrobos que se diseminaban por los campos circundantes, así como también cardones en las áreas más áridas. La jarilla era un arbusto, cuyas hojas siempreverdes, tenían propiedades astringentes, por lo que se utilizaba contra las inflamaciones intestinales, además de quitar el mal olor producto del sudor de los pies.
Diversas geoformas en la cuesta de Miranda
Marcada aridez durante todo el recorrido
Diversidad de flora según las zonas
Mayor vegetación en los conos de deyección
Arbustos xerófilos cubriendo las laderas
Paredes abruptas y estratificadas
Abundaban las jarillas y otros arbustos siempreverdes
Y después de casi tres horas de viaje, llegué a Villa Unión, donde me esperaba Marcela con su hijita y otra profesora para almorzar un espectacular chivito riojano, y disfrutar de una agradable sobremesa.
Chivito tierno como una manteca
Almorzando con Marcela Yañez, su hijita y una profesora del lugar
Ana María Liberali