NCeHu
120/08
Ref.:
118/08.
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El espejo
mexicano ( 2 )
El que paga manda
Carlos
Fazio
La Jornada
30/6/08
Como era previsible, el Plan México va. Dólares más, dólares menos, su
aprobación nunca estuvo en duda porque se trata de una pieza clave de la
estrategia geopolítica de Estados Unidos para el hemisferio. Con la coartada de
la guerra al terrorismo y el crimen organizado –como enemigos míticos sustitutos
del fantasma comunista–, la administración de George W. Bush militariza las
Américas.
No hubo marcha atrás en el Capitolio. Estados Unidos no da cheques en blanco.
La naturaleza policiaco-militar del Plan México y su enfoque contrainsurgente se
mantienen. La seguridad invade la relación bilateral, con México en un plano
subordinado. El régimen de Felipe Calderón sigue la agenda de la Casa Blanca. El
“diferendo” entre el Congreso de EU y Calderón era sólo de forma. En los
papeles, México no podía quedar como achichincle de Estados Unidos (Carlos
Fuentes dixit). Ergo, había que distorsionar la imagen entreguista de
Calderón. Se trataba de un mero problema de lenguaje, semántico, pues. Y se
solucionó. La Cámara baja y el Senado estadunidense se pusieron de acuerdo para
“suavizar” los candados y salvarle la cara a Calderón. La famosa
“corresponsabilidad compartida” entre Estados Unidos y México, países
asimétricos, es un engañabobos; forma parte de la matriz publicitaria del
régimen, amplificada por la prensa patriotera cipaya.
El presidente Bush promulgará la ley HR6028 y Washington evaluará la marcha
de los programas de seguridad diseñados para México por el Pentágono y la
comunidad de inteligencia. Se acelerará la militarización de la sociedad
mexicana. Según el documento legislativo devuelto a Bush para su aprobación, las
fuerzas armadas y los distintos cuerpos policiales de México serán sometidos a
vigilancia externa. No le hagan al cuento. Los círculos militares, de
inteligencia y de seguridad estadunidenses penetrarán aún más a sus contrapartes
en México, igual que hicieron antes en Colombia. Pero hay otros ganadores:
grandes corporaciones del complejo militar industrial harán pingües negocios con
sus aviones, sus helicópteros y sus programas de espionaje, control
computarizado y entrenamiento.
Las estrategias militares, de interdicción y fumigación en materia de
narcotráfico han fracasado. Allí está el espejo colombiano: desde 2000
Washington ha “invertido” en Colombia 6 mil millones de dólares, y el informe
2007 de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen indica que la
superficie de cultivo se incrementó 27 por ciento y el país andino se mantiene
como principal proveedor de cocaína al mercado de Estados Unidos. Igual ocurre
con el opio en Afganistán, bajo la ocupación del Pentágono y sus aliados. De la
“guerra al terrorismo” ni se diga. Son programas fallidos, pero permiten a
Washington fortalecer su influencia militar, a la vez que son útiles para
imponer una “paz social” que dé seguridad a las políticas económicas en favor de
las compañías multinacionales con casa matriz en el país vecino.
El Plan México se vendió como un plan de “asistencia” militar para tres años
(2008-2010). Pero adquirirá carácter permanente. Igual ocurrió en Colombia. El
asunto es más grave porque aquí ha sido incorporado de facto a
“Norteamérica” como nueva dimensión geográfica, con su reminiscencia nazi de
“espacio vital”. México forma parte del “perímetro de seguridad” de EU y su
territorio está monitoreado por el Comando Norte. Poco a poco el Pentágono ha
ido cerrando el “tercer vínculo” de la relación bilateral: el militar. Este
aspecto, que tiene que ver con la “integración profunda” de México a Estados
Unidos, los “corredores del TLCAN”, la militarización de la frontera y la
migración indocumentada como sinónimo de terrorismo.
El Plan México será el brazo militar de la Alianza para la Seguridad y la
Prosperidad de América del Norte, en su porción subdesarrollada. Como dijo el
subsecretario de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, Thomas
Shannon, con el ASPAN “estamos blindando el TLCAN”. El ASPAN es el TLC
militarizado. Y ahora, el Plan México será también el gendarme del Proyecto
Mesoamérica (el ex Plan Puebla Panamá). Bajo el paraguas de la “ley Gestapo” y
otras contrarreformas legales se militarizará la vida pública, y se
incrementarán el espionaje interno y la criminalización de la protesta social y
de “los jóvenes”. Desaparecerán las líneas divisorias entre la lucha contra el
narcotráfico, el terrorismo y los opositores políticos del régimen. La
disidencia será estigmatizada como el “enemigo interno”. Persistirán las
ejecuciones extrajudiciales, la desaparición forzada, las detenciones
arbitrarias, la tortura.
Esa tendencia llevará a la constitución de un Estado policial y paramilitar
en México, de tipo contrainsurgente y subordinado a las directivas del
Pentágono. Es posible, como dice la canciller Patricia Espinosa, que en un
comienzo no vengan militares de Estados Unidos ni se construyan bases yanquis en
territorio mexicano. Pero llegarán disfrazados los ejércitos mercenarios de
compañías privadas como Blackwater, Dyncorp, SyColeman y Triple Canopo,
subcontratados por el Departamento de Estado para la guerra sucia y
acciones encubiertas de desestabilización. Después, en 2009, oficiales de alto
rango del Ejército y la Armada de México participarán en los juegos de guerra
contra el terrorismo (Topoff 5), en Vancouver, junto a efectivos de
Estados Unidos y Canadá. Y se cerrará el círculo.
Bush heredará un México totalmente alineado con las políticas imperiales,
proclive a ser utilizado como cabeza de playa en la batalla ideológica contra
Cuba, Venezuela y los países progresistas del área. Se trata de una estrategia
peligrosa que pondrá en riesgo las relaciones de México con los países de
América Latina. Además, de gratis, México se convertirá en “blanco” de los
enemigos de Washington. ¿Qué hacer? La patria está en peligro. México no es
Colombia.