NCeHu
73/08
La construcción de la
“patria sojera”
Jorge
Altamira
Prensa Obrera 1041
12/6/08
El argumento más reiterado del Gobierno para justificar el
incremento de las retenciones a las exportaciones agropecuarias e incluso
convertirlas en móviles es la necesidad de capturar las rentas extraordinarias
que estaría obteniendo la patronal del campo, en especial la sojera. Los
defensores de este planteo ni siquiera se incomodan cuando se les recuerda que
el Gobierno ha usado los ingresos fiscales de esas rentas para subsidiar a otros
sectores del capital nacional. Solamente en 2007, los 16 mil millones de pesos
recaudados por las retenciones a la exportación granaria fueron girados a “los
sectores privados de servicios y transporte” en un ciento por ciento (informe
Estudios Bein). Además, tenemos la cuenta de la deuda externa, que crece en la
misma medida en que avanza el desendeudamiento. Cuando algún kirchnerista más
desinhibido recoge el guante de esta denuncia, su respuesta es q! ue esta
circunstancia no cuestiona la necesidad misma de capturar las rentas
agropecuarias por medio de retenciones.
El tema de la distribución de las ganancias del campo
caracteriza muy bien la naturaleza intercapitalista del conflicto en curso. Pero
incluso esto no es lo fundamental. Mucho más importante todavía es la
responsabilidad del Gobierno en la creación de la renta agraria extraordinaria
que se distribuye entre capitalistas, o sea en el enriquecimiento inusitado de
los “piquetes de la abundancia”. Es el punto que evade contestar hasta el más
“nacional y popular” de los partidarios del oficialismo.
Ese desarrollo de la “patria sojera” es la consecuencia, en
primer lugar, de la devaluación de la moneda y del “dólar alto”. La “patria
sojera” y sus beneficios extraordinarios ha sido construida por el Gobierno que
invoca la “redistribució n de los ingresos”. El establecimiento de las
retenciones es un subproducto de la devaluación extraordinaria del peso. El
ciclo duhaldo-kirchnerist a no inventó nada: desde que fueron establecidos los
derechos de exportación en la Constitución nacional su función fue habilitar, en
primer lugar, el premio de un “peso competitivo” para las exportaciones
agrarias. Fue la condición de la moneda argentina luego de la crisis de 1890
hasta 1914: creó de nuevo una renta agraria extraordinaria y llenó las arcas del
Estado para pagar la deuda externa de la época, tal como viene ocurr! iendo
desde la crisis de 2001. Las retenciones fueron establecidas por Federico
Pinedo, un típico representante de la oligarquía, cuando devaluó el peso en
1959; por Martínez de Hoz en 1962 y por Krieger Vasena, un representante del
pulpo internacional de la carne, Deltec, en 1967. Han sido un instrumento
histórico de la oligarquía para “regular” la devaluación de la moneda y usar los
mayores ingresos fiscales para pagar la deuda externa.
La devaluación del peso avaló también la extensión de la
frontera agraria para la soja, al habilitar la formación de una renta agraria
diferencial. Pero aquí el oficialismo fue más lejos todavía, pues favoreció la
expulsión de campesinos y la tala de bosques, como se puede comprobar en Salta,
Chaco, Santiago del Estero y Formosa. El kirchnerista Urtubey acaba de cesantear
a su ministra de Medio Ambiente por haber osado limitar esa tala. En la misma
línea, el Gobierno, “nacional y popular”, ha mantenido la legislación laboral de
la dictadura para los peones del campo, y ni qué decir de la vista gorda ante el
trabajo en negro. En materia impositiva ha conservado la piedra basal del
cavallismo: el financiamiento del presupuesto por medio de los impuestos al
consumo, mientras el inmobiliario rural es cobrado sobre una tasación fiscal que
es oche! nta veces inferior al precio venal de la tierra. La “patria sojera” ha
sido construida políticamente por el Gobierno actual. Si falta alguna prueba
adicional, ahí están los puertos privatizados de la hidrovía, que les otorgan a
los pulpos exportadores el control económico del excedente agrario y una
capacidad enorme de evasión impositiva (y de retenciones) , y el control
político de los municipios vecinos. Esto es lo esencial, las condiciones de
producción del negocio sojero, porque son estas condiciones las que determinan
las de la distribución del excedente económico, no al revés. A los nostálgicos
del IAPI, que afirman sin fundamentos que sirvió para distribuir las rentas,
habría que recordarles que concluyó su vida con un déficit gigantesco financiado
por el Banco Central, y una inflación enorme derivado de ello, debido a los
subsidios que se vio obliga! do a darle al “campo” cuando los precios
internacionales del agro cayeron estrepitosamente, a partir de
1948.
El establecimiento de las retenciones móviles no desmiente
sino que confirma todo lo anterior. Es notorio para cualquiera que los
economistas del kirchnerismo y la “burguesía nacional”, cuya “reconstrucció n”
fue convertida en su meta estratégica, vienen reclamando un “service” al “modelo
productivo”, o sea una nueva devaluación del peso. Lo intentó, en su breve paso
por el Gobierno, el ex ministro Lousteau –lo que llevó el dólar a más de 3,20
pesos–. En el marco inflacionario actual –alrededor del 30 por ciento anual–,
una nueva devaluación exigiría un nuevo retoque de las retenciones. El mayor
ingreso fiscal serviría para hacer frente a la mayor carga de subsidios que
reciben los capitalistas del transporte y de la energía.
El régimen sojero, antes que una novedad en la canasta
granaria argentina, es un modelo social de concentración del capital financiero
en el campo, expulsión de los campesinos, penetración de las multinacionales de
los insumos químicos que devastan el suelo, y una mayor superexplotació n del
obrero rural. La “clase media” capitalista a la que hizo referencia el ex
presidente Kirchner es un factor secundario en este proceso, porque opera, como
ocurre en la industria, como “tercerizada” de las actividades de los “pool de
siembra” o de los monopolios agroquímicos, o sea que no constituyen un factor
independiente, como lo fueron, para por ejemplo, los “farmers” norteamericanos
en el siglo XIX.
La crisis alimentaria mundial
potencia la deformación económica del agro argentino. Los operadores en los
mercados de futuros son también los capitales financieros que arman los
fideicomisos agrarios. Manejan a su antojo las dos puntas del negocio. La
construcción sojera del kirchnerismo ha acentuado la dependencia nacional como
ni siquiera lo hubieran soñado los entreguistas del menemismo. En oposición a
los dos polos coyunturalmente enfrentados de la patria capitalista sojera, es
necesario plantear una revolución agraria, mediante la nacionalizació n de la
gran producción agraria, del comercio exterior, de los puertos privatizados y el
desarrollo de una industria nacional de biotecnología. La “maldición” no reside
en la soja, sino en el régimen social agrario que han consolidado las fuerzas
económicas dominantes y! el Estado.
* Publicada en el diario
Página 12 (10/6/08) junto a otra nota de
opinión de Juan Manuel Abal Medina, Secretario de la Gestión Pública de la
Nación
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