El profesor italiano, Piero Gleijeses, de
la Universidad Johns Hopkins de Washington no se detuvo tras
publicar su magistral libro Misiones en Conflicto, La Habana, Washington y
África 1959-1976, sino que continuó investigando para hacer una obra mayor
porque “No existe ningún país en la historia moderna que haya tenido por un
tiempo tan largo, una política exterior tan altruista y valiente como la Cuba
revolucionaria”.
Piero es un investigador contumaz que necesita documentos
oficiales de todos los implicados en esa época para defender las “hazañas de
esta pequeña isla porque en un mundo donde hay una hostilidad y tantas mentiras
contra Cuba no se puede contar solo con entrevistas pues dirían que se narran
falsedades”.
De su libro Misiones en Conflicto, dijo Fernando Remírez de
Estenoz, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido, “constituye
una obra excepcional, donde se combina el rigor de un tratado histórico con la
pasión de una novela de aventuras, protagonizada por cientos de miles de
cubanos.
“El libro estudia y compara la política hacia África de Cuba y
Estados Unidos, y analiza los antecedentes, hechos y acciones de la victoria de
los internacionalistas cubanos frente al entonces poderoso régimen del
apartheid, apoyado material y políticamente por el gobierno
norteamericano.”
El destacado investigador que participó recientemente en la
Feria del Libro donde se presentó la tercera edición de su obra, asegura que
“cualquier cosa que tenga que ver con política cubana la pre condición para
hacerlo de manera seria es con documentos. Hay libros que tienen una posición
favorable a la política de Cuba en África pero ninguno de ellos, en realidad,
tiene fuerza porque no están basados en documentos oficiales.”
Su libro resultó un éxito en Estados Unidos donde se realizaron
tres ediciones, a la que se añadió una en Sudáfrica y otras tres en Cuba. En
2003 obtuvo el premio al mejor libro del año de la Asociación de Historiadores
de Política Exterior de Estados Unidos, lo cual fue un triunfo inédito pues esa
institución no se caracteriza por ser progresista.
Según Remírez de Estenoz, Piero “logró lo que quizás fuera lo
más difícil: el acceso y apoyo de Cuba, no acostumbrada ni educada en divulgar
su ayuda internacionalista a otros pueblos. La inclusión de todas las fuentes y
ángulos, su justo y balanceado tratamiento, le dan a esta obra un carácter
objetivo excepcional...Y su honestidad intelectual, independientemente de las
inclinaciones políticas de su corazón, acrecientan su valor.”
Pero este modesto, sencillo, profundo y persistente investigador
no se conformó con la primera obra sobre la epopeya de Cuba en África, sino que
con el propósito de continuar esa historia hasta 1988, ha seguido en estos años
buscando documentación en archivos y bibliotecas de varios países entre estos
Cuba, Alemania, Rusia, Estados Unidos, Angola, Sudáfrica y Namibia, por citar
algunos.
Su seriedad y dedicación profesional enfocada a esta amplia
investigación lo motivo a aprender otros dos idiomas, además de los cinco que
conoce (español, alemán, portugués, inglés y francés). De esa forma estudió en
forma autodidacta y valiéndose de diccionarios, el ruso y el afrikáans para leer
los documentos originales de los archivos soviéticos y para analizar toda la
información disponible de los agresores sudafricanos, quienes hasta su derrota
en Angola eran los herederos del mito de 300 años de la supuesta invencibilidad
del hombre blanco en África.
Para Piero hubiera sido imposible llevar a cabo estas
investigaciones sin la inteligencia, el apoyo y la comprensión del miembro del
Comité Central, Jorge Risquet Valdés con quien ha trabajado muy unido desde que
lo conoció en 1993 y a quien le solicitó el “deseo de escribir sobre Cuba y
África”.
¿Por qué decidió trabajar en un segundo libro?
Cuando empecé mi investigación, tenía una opinión muy positiva
de la política exterior cubana y cuando terminé, tenía una visión aún más
positiva. Esto es poco usual. Por lo general cuando uno estudia un tema con
profundidad, aparecen las manchas, aspectos negativos, que matizan por lo menos
en algo la primera impresión. Aquí fue todo lo contrario.
De ahí surgió mi deseo de seguir escribiendo, de llevar la
epopeya desde 1976, donde termina Misiones en Conflicto, hasta finales de 1988,
con los acuerdos de Nueva York que establecieron la independencia de Namibia y
el cese de la agresión sudafricana a Angola.
La diferencia es que en el primer libro abarco un período de 16
años y ahora lo extiendo a tres décadas lo cual representa un problema. En los
últimos 3 años he escrito unos cuantos ensayos para publicaciones
estadounidenses y europeas, basados en el libro que estos haciendo.
A menudo los que pidieron el ensayo, me escriben un correo muy
fino, un poco adolorido, diciéndome que esta muy bueno pero que por favor
entienda que tendría más fuerza si matizara las conclusiones, y me dan una
cátedra de su llamada objetividad, o sea, no hables demasiado bien de
Cuba.
Tomo en “serio” estas críticas y añado páginas de documentación,
fortaleciendo mis argumentos y jamás me han rechazado un artículo, jamás he
tenido que matizar mis conclusiones.
¿Por qué logro publicar estos ensayos en las revistas y en
libros editados por las grandes editoriales de Estados Unidos y Europa? No es
porque sea simpático o escriba más o menos bien, sino por la fuerza arrolladora
de mi documentación.
Profesor, para esta investigación usted viajó a Namibia,
Angola y Sudáfrica en busca de documentos. ¿Resultó fructífero el viaje; cuáles
fueron sus experiencias?
En el otoño pasado fui por dos meses y medio a África Austral
para buscar documentación que completara la que ya tengo de los archivos de
Cuba, Estados Unidos y países europeos.
Profesionalmente el viaje resultó un gran éxito por la ayuda de
Cuba. Tuve tres puntales que desde La Habana me allanaron el camino y abrieron
puertas: Fernando Remírez, Jorge Risquet y Rodolfo Puente Ferro.
Gracias a esa ayuda y también a la embajadora de Namibia en
Cuba, Grace Claudia Uushona, pude hacer 27 entrevistas en ocho días en esa
nación.
En el Ministerio de Defensa de Windhoek hablé con una
sobreviviente de la masacre de Cassinga. Tenía ocho años cuando llegó a Cuba a
finales de 1978 en el grupo de 601 jóvenes namibios que estudiaron en la Isla de
la Juventud. Al comienzo tuvimos una conversación un poco fría hasta que le
pregunté si prefería que habláramos en español. Me sonrió. Habla español mejor
que yo y con un lindo acento cubano. Permaneció en Cuba hasta graduarse como
médico en 1994 y hoy es general de las Fuerzas Armadas namibias y jefa de sus
servicios médicos.
Mi primer día en Windhoek caminaba por un pasillo del Ministerio
de Defensa con el Mayor que me ayudaría a concertar las entrevistas cuando se
paró a saludar a otro oficial. Me presentó como el profesor Piero Gleijeses y su
interlocutor me hizo poco caso. Pero el Mayor añadió, es un profesor cubano, y
el hombre me abrazó y me habló en español. Había sido el enlace de la SWAPO con
los cubanos para la escuela de Chibia, cerca de Lubango, la cual creó Cuba en
1977 para que los niños namibios aprendieran español antes de viajar a la Isla.
Tenía, al igual que otros oficiales y soldados que entrevisté en esa nación, un
inmenso agradecimiento y cariño hacia Cuba.
¿Qué trató de averiguar en Angola?
Este país era muy importante porque quería que en mi libro se
oyeran también las voces de los angolanos. Hay dos grandes ofensivas que las
FAPLA lanzaron en el verano de 1985 y por segunda vez en el verano de 1987 en el
sureste de Angola para alcanzar el cuartel general de Jonas Savimbi. En ambas
ocasiones los cubanos se opusieron planteando que la operación terminaría en un
fracaso y enfatizando que la Fuerza Aérea sudafricana intervendría. Los
angolanos se dejaron llevar por los consejos de los asesores soviéticos que
favorecían la operación y lanzaron las ofensivas.
Tengo en el manuscrito del libro, 15 páginas sobre la primera de
estas ofensivas, la de 1985. Están basadas sobre todo en documentos cubanos.
Aquí se ve la oposición de Cuba, cómo los angolanos se dejaron influencia por
los asesores soviéticos y como cuando Sudáfrica empezó a golpear, Cuba instó a
las FAPLA a que se retirarán para evitar un desastre. Las FAPLA vacilaron y
perdieron preciosos días por los consejos equivocados de los soviéticos. Esas
páginas evidencian los errores del alto mando de las FAPLA y la admiración de
Cuba por la valentía de los soldados angolanos.
Les leí estas páginas, en entrevistas separadas, a cuatro altos
jefes militares angolanos que estuvieron vinculados a la operación: el general
Ndalu, que era el jefe de EM de las FAPLA; el general Ngongo, Subjefe EM de las
FAPLA y quien estuvo al frente de la operación; el general Foguetao, jefe de la
Dirección de Operaciones de las FAPLA, y el coronel Barros, jefe de Operaciones
de la ofensiva.
A Ndalu y Ngongo ya los conocía. Los dos escucharon en silencio
y cuando terminé me ratificaron que lo que había escrito era cierto. A Foguetao
no lo conocía. Es un hombre fuerte, un poco tosco. Fue no de los que más impulsó
la ofensiva. Mientras leía lo miraba de soslayo, tenía el ceño fruncido. Yo me
decía; a lo mejor me bota de la oficina. Cuando terminé, se quedó callado y
después dijo: “Eso es cierto, todo lo que dijo es cierto”.
El único un poco huidizo fue Barros. Tras escucharme indicó:
“fue más o menos así”. Entonces le pregunté, por favor coronel, dígame en qué no
fue exactamente así: Me contestó: En realidad todo eso fue así”
Esas eran las voces angolanas confirmando la versión de los
documentos cubanos, una prueba contundente que hasta a un lector hostil le
resultará difícil esquivar.
¿Qué beneficios para su libro le trajo su estancia en
Sudáfrica?
En Sudáfrica me interesaba entrevistar a los señores del
apartheid, los altos jefes militares, los jefes de la diplomacia y recoger todos
los documentos que pudiera. Mi entrevista más larga duró un fin de semana con el
coronel Breytenbach. Vive en George, a dos horas en avión de Pretoria, donde me
encontraba. El es un asesino, un criminal de guerra que fue jefe de los
paracaidistas que cometieron la masacre de Cassinga en 1978. Había leído sus
libros y comprendía que tenía rivalidades muy fuertes con los generales
sudafricanos y antipatía a la UNITA, no por razones morales. Aceptó recibirme
para lo cual me sirvió ser profesor de una prestigiosa universidad
estadounidense.
Al sábado siguiente estuve 6 horas con él en el hotel donde me
hospedaba y aprendí muchas cosas valiosas para mi manuscrito. Me expresó que
vendría a verme a la mañana siguiente para seguir hablando y llevarme al
aeropuerto. Me quedé pensando en los artículos que he publicado en Granma y en
varias páginas Web sobre la masacre de Cassinga y me preocupaba que me chequeara
en la Internet, lo cual podría poner fea la cosa para mí. Breytenbach es un
asesino, un hombre todavía fuerte y violento. Por suerte no me
chequeó.
Otra larga entrevista, por siete horas, fue con Pik Botha, el
canciller del apartheid, uno de los hombres más repugnantes con quien he
conversado en mi vida. Aceptó recibirme un sábado por la mañana. Vive en una
gran finca en el campo a 50 minutos de Pretoria a donde llegué en taxi. Él sí
había leído algo que había escrito, un largo artículo sobre Cuito Cuanavale
publicado meses antes en el Mail & Guardian de Ciudad del Cabo.
Comenzó increpándome, diciendo que no sabía si valía la pena
hablar conmigo porque yo había escrito un artículo vergonzoso (o sea, un
artículo que dice la verdad). Yo pensaba, concho ahora me lo dice después que
gasté 50 dólares de taxi y si me bota, qué hago, sin celular y sin poder llamar
a otro taxi. Me vi perdido en el campo sudafricano.
Por suerte Pik Botha quería hablar y lo hizo por siete horas.
Entre las tantas mentiras que dijo, salieron cosas interesantes y valiosas para
mi manuscrito.
Pero lo fundamental en ese país era tener acceso a los archivos
que están clasificados y lo logré gracias a los amigos habaneros. Saqué 4 000
páginas de documentos.
Los archivos sudafricanos eran muy importantes no solo por lo
que podrían decirme de la política de Sudáfrica, sino también por lo que podrían
decirme de la política de Estados Unidos. Los gringos no han desclasificado
muchos documentos sobre la política de Ronald Reagan en África Austral. No les
conviene pues saldrían muy mal parados.
En los archivos sudafricanos pude encontrar textos que arrojan
luz sobre el contubernio de Washington con Pretoria.
Para poner un ejemplo, tengo de los archivos de Estados Unidos
solo dos conversaciones entre altos funcionarios de ambos países en 1984, un año
crítico. Ahora poseo 34 conversaciones más, gracias a los archivos sudafricanos.
Este año 2008 se conmemora el 20 aniversario de las operaciones
militares que llevaron a que las tropas invasoras sudafricanas salieran de
Angola, que Pretoria cesara su agresión contra la RPA y aceptara la
independencia de Namibia. Hay un gran debate de porqué Sudáfrica accedió a ese
retiro.
En los archivos sudafricanos encontré documentos que explican lo
sucedido. El 24 de junio, en El Cairo, sudafricanos y norteamericanos se
reunieron en la embajada de Estados Unidos antes de que comenzara la segunda
ronda de negociaciones cuatripartitas entre Cuba, Angola, Sudáfrica y Estados
Unidos.
Pik Botha, rodeado de los oficiales sudafricanos (general Malan,
ministro de Defensa, general Geldenhuys, jefe de las Fuerzas Armadas y otros
más) le espetó al secretario de Estado adjunto, Chester Crocker, que ellos
estaban preocupados por el avance de las tropas cubanas en el suroeste de Angola
hacia la frontera de Namibia y querían conocer la valoración de Washington:
Crocker pidió que hablara el representante del Pentágono, subsecretario adjunto
de Defensa de Estados Unidos, James Word.
El subsecretario explicó que “el avance cubano hacia el sur...
había sido objeto de mucha atención por parte de los servicios de inteligencia
de Estados Unidos...Un hecho clave es que Fidel Castro está personal y
profundamente involucrado. Es él quien esta tomando todas las decisiones
importantes y por ende es necesario leerle el pensamiento a Castro, algo que es
muy difícil aún en las mejores circunstancias”.
Y continúa el documento “A Estados Unidos le ha sorprendido la
fuerza y la naturaleza del despliegue cubano en el sur. Surge la pregunta
¿cuáles son las intenciones?. Inicialmente Estados Unidos pensó que era una
jugada política para mejorar la posición negociadora de Cuba. Pero la fuerza
cubana ha crecido demasiado para que ésta fuera la única razón y ahora parece
que se trata más bien de una fuerza ofensiva que está deseosa de dar batalla.
Tal vez los cubanos se contentarán con llegar hasta la frontera. También podrían
cruzarla, avanzar combatiendo hasta ocupar las bases sudafricanas en South West
Africa (SWA)(Namibia) y empujar a las South Africa Defent Force más al
sur”.
En las semanas siguientes, los gobernantes sudafricanos se
enfrascaron en un recio debate. ¿Aceptarìa Sudáfrica las exigencias cubanas?,
¿aceptaría la implementación de la Resolución 435 de la ONU sobre Namibia? El 20
de julio, un alto funcionario sudafricano advirtió:
“Elecciones libres bajo la supervisión de la ONU en SWA
resultarán en una victoria de la SWAPO… si no estamos preparados para darle la
independencia a la SWA, entonces tenemos que enfrentar… el riesgo real de vernos
involucrados en una guerra convencional de mayor envergadura con los cubanos.
Las consecuencias podrían ser desastrosas. Las tropas cubanas en Angola están
mejor entrenadas y dotadas de mejores jefes que las sudafricanas. En el mejor de
los casos tenemos que estar preparados a aceptar millares y millares de bajas
blancas”.
Piero enfatiza que éstos y otros documentos demuestran lo que
los señores del apartheid y los altos funcionarios de la administración Reagan
niegan desesperadamente: Cuba había logrado la superioridad militar y ellos lo
sabían muy bien, y añade que esto también se ve muy claro en los documentos
estadounidenses que han sido desclasificados: los sudafricanos se inclinaron
frente a la superioridad militar de Cuba. Esta es la realidad sobre las batallas
en Cuito Cuanavale y la posterior ofensiva cubano-angolana-SWAPO hacia la
frontera con Namibia.
Después de concluido este libro, en qué piensa trabajar
Piero.
Hay un libro que quisiera escribir. Hay una
editorial estadounidense, no exactamente una editorial de izquierda, que va a
publicar una serie de volúmenes sobre grandes estadistas del siglo XX. Me han
pedido que escriba el volumen sobre la política exterior de Fidel Castro. Me
encantaría poner la evidencia y ya no solo en el caso de África, de una política
exterior que tanto admiro, sino la actuación del hombre que fue el arquitecto de
una obra tan noble y que estuvo al frente con mano tan certera liderando al
pueblo que lo acompañó y lo acompaña con valentía y sacrificio.