NCeHu
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Los mapuche en Chile: lo que enseña una
resistencia
El pueblo mapuche, su historia, su cultura, sus luchas, han sido
cubiertas por un manto de silencio. Las pocas noticias que llegan desde el sur
de Chile están casi siempre vinculadas a la represión o a denuncias de
"terrorismo" por parte del Estado chileno. Pese al aislamiento social y
político, reducidos a una penosa sobrevivencia en las áreas rurales y a empleos
precarios y mal pagos en las ciudades, siguen resistiendo a las multinacionales
forestales y a las hidroeléctricas, buscan mantener vivas sus tradiciones.
Raúl
Zibechi
2/ 07/ 2007
"Estoy considerado por el Estado chileno un delincuente por
defender mi familia y mis tierras", señala Waikilaj Cadim Calfunao, 25 años,
miembro de la comunidad Juan Paillalef, en la IX Región, Araucanía, en una breve
carta que nos hace llegar desde la Cárcel de Alta Seguridad en Santiago, donde
la guardia no nos permitió el ingreso por razones burocráticas. Con escasa
diferencia, otros presos mapuche se pronuncian de la misma forma. José
Huenchunao, uno de los fundadores de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM),
detenido el 20 de marzo pasado, fue condenado a diez años por haber participado
en la quema de máquinas forestales.
"Las cárceles son un lugar de castigo que el Estado chileno y sus
operadores políticos y judiciales han destinado a quienes luchan o representan
al pueblo-nación mapuche", escribió Huenchunao el 21 de marzo desde la prisión
de Angol. Héctor Llaitul, 37 años, dirigente de la CAM, detenido el 21 de
febrero bajo los mismos cargos que Huenchunao, inició una huelga de hambre para
denunciar el montaje político-judicial en su contra. La mayor parte de los más
de 20 presos mapuche han recurrido a huelga de hambre para denunciar su
situación o para exigir el traslado a cárceles cercanas a sus comunidades.
Como casi todos los dirigentes mapuche, Llaitul hace hincapié en
el problema de las forestales: "La Forestal Mininco junto a la hidroeléctrica
ENDESA, uno de nuestros principales adversarios, han cambiado de política. Ya no
se trata del mero uso de la violencia. Están diversificando la represión:
estudian las zonas donde funcionan y disponen planes adaptados a cada zona
(propaganda, cursos y otros), muchas veces financiados por el Banco
Interamericano de Desarrollo con el fin de crear un círculo de seguridad en
torno a sus propiedades. Arman a los campesinos parceleros y a los clubes de
caza y pesca para que formen comités de vigilancia (legales en Chile) con los
que defenderse de los ’malos vecinos’. Así intentan aislar a los luchadores" .
"Mi comunidad ha sido fuertemente reprimida puesto que todos los integrantes de
mi familia están presos (mamá, papá, hermano, tía, etcétera)", señala Calfunao
en su carta, y describe cómo las tierras de su comunidad han sido "robadas" por
las forestales y el Ministerio de Obras Públicas, robo avalado por los
tribunales que no respetan "nuestro derecho consuetudinario y nuestras
costumbres jurídicas". Está acusado de secuestro por haber realizado un corte de
ruta, de desórdenes públicos y destrucción de neumáticos de un camión forestal
que trasladaba madera de la región mapuche. Cualquier actividad que realicen las
comunidades para impedir que las forestales les sigan robando sus tierras, es
incluida por el Estado chileno bajo la legislación "antiterrorista" heredada de
la dictadura de Augusto Pincohet.
Pasteras en versión chilena
Llegando a Concepción, 500 kilómetros al sur de Santiago, el
estrecho valle entre la cordillera andina y el Pacífico, surcado por cultivos
frutales que convirtieron a Chile en un importante agroexportador, el paisaje
comienza a modificarse abruptamente. Los cultivos forestales envuelven colinas y
montes. Las autopistas mudan en caminos que serpentean montaña arriba y se
pierden entre los pinos. De improviso, una densa y blanca humareda anuncia una
papelera, rodeada siempre de inmensos y extensos cultivos verdes.
Lucio Cuenca, coordinador del Observatorio Latinoamericano de
Conflitos Ambientales (OLCA), explica que el sector forestal crece a un ritmo
superior al 6% anual. "Entre 1975 y 1994 los cultivos se incrementaron un 57%",
añade. El sector forestal aporta algo más del 10% de las exportaciones; casi la
mitad se dirigen a países asiáticos. Algo más de dos millones de hectáreas de
plantaciones forestales se concentran entre las regiones V y X, tierras
tradicionales de los mapuches. El pino abarca el 75% frente al 17 del
eucaliptus. "Pero casi el 60% de la superficie plantada está en manos de tres
grupos económicos", asegura Cuenca.
Explicar semejante concentración de la propiedad requiere –como en
casi todos los órdenes en este Chile hiperprivatizado- echar una mirada a los
años 70 y, muy en particular, al régimen de Pinochet. En los 60 y 70 los
gobiernos democristianos y socialista implementaron una reforma agraria que
devolvió tierras a los mapuche y fomentó la creación de cooperativas campesinas,
y el Estado participó activamente en la política forestal tanto en los cultivos
como en el desarrollo de la industria.
Cuenca explica lo sucedido bajo Pinochet: "Luego, la dictadura
militar realizó una contrarreforma modificando tanto la propiedad como el uso de
la tierra. En la segunda mitad de los 70, entre 1976 y 1979, el Estado traspasó
a privados sus seis principales empresas del área: Celulosa Arauco, Celulosa
Constitución, Forestal Arauco, Inforsa, Masisa y Compañía Manufacturera de
Papeles y Cartones, que se vendieron a grupos empresariales a un 78% de su
valor".
El pinochetismo marca la diferencia: la industria forestal en
Chile está en manos de dos grandes grupos empresariales nacionales, liderados
por Anacleto Angelini y Eleodoro Matte. En el resto del continente la industria
está en manos de grandes multinacionales europeas o estadounidenses. Es en este
punto donde la nacionalidad de los propietarios no tiene la menor relevancia. En
Chile, sólo el 7,5% de las plantaciones forestales está en manos de pequeños
propietarios, en tanto el 66% pertenece a grandes propietarios que poseen un
mínimo de mil hectáreas forestadas. Sólo el Grupo Angelini tiene 765 mil
hectáreas, mientras el Grupo Matte supera el medio millón.
"Las regiones donde se desarrolla este lucrativo negocio –sigue
Cuenca- se han convertido en las más pobres del país". Mientras Angelini es uno
de los seis hombres más ricos de América Latina, en las regiones VIII y IX la
pobreza supera el 3%, el índice más alto del país. "Las ganancias no se reparten
y nada queda en la región, salvo la sobreexplotación, la contaminación, la
pérdida de diversidad biológica y cultural y, por supuesto, la pobreza", remata
el coordinador de OLCA.
Para los mapuche la expansión forestal es su muerte como pueblo.
Cada año la frontera forestal se expande unas 50 mil hectáreas. Además de verse
literalmente ahogados por los cultivos, comienzan a sentir escasez de agua,
cambios en la flora y la fauna y la rápida desaparición del bosque nativo. Un
informe del Banco Central asegura que en 25 años Chile se quedará sin bosque
nativo. Todo indica, no obstante, que la expansión forestal es imparable.
Pese a las denuncias sobre el deterioro ambiental y social, por
encima de la resistencia de decenas de comunidades mapuche pero ahora también de
pescadores y agricultores, y aún por encima de análisis de organismos estatales
que advierten los peligros de seguir desarrollando la industria forestal, para
2018 se duplicará la cantidad de madera disponible en 1995, según informa la
Corporación de la Madera. Eso llevará de modo ineluctable a que se abran nuevas
plantas de celulosa. Chile externaliza una serie de costos (laborales y
ambientales) que le permiten producir la tonelada de celulosa a sólo 222
dólares, frente a los 344 de Canadá y los 349 de Suecia y Finlandia. Es el único
argumento de peso.
El secreto de la resistencia
Es imposible comprender la realidad actual del pueblo mapuche sin
remontarse a su historia. A diferencia de los otros grandes pueblos del
continente, los mapuche consiguieron imponer su autonomía e independencia a la
Corona española durante 260 años. Recién fueron doblegados a fines del siglo XIX
por el Estado independiente de Chile. Esta notable excepción marca la historia
de un pueblo que, desde muchos puntos de vista, ha acuñado suficientes
diferencias con sus semejantes originarios como para impedir generalizar sus
historias y realidades.
Se estima que a la llegada de los españoles había un millón de
mapuche, concentrados sobre todo en la Araucanía (territorio entre Concepción y
Valdivia). Era un pueblo de pescadores, cazadores y recolectores, se alimentaban
en base a papa y porotos que cultivaban en claros de bosques, y al piñón de la
araucaria, el gigantesco árbol que dominaba la geografía del sur. Aunque eran
sedentarios no constituían pueblos; cada familia tenía autonomía territorial. La
abundancia de recursos en tierras muy ricas es lo que permitió que existiera
"una población muy superior a lo que un sistema económico preagrario podría
abastecer", sostiene José Bengoa, el principal historiador del pueblo mapuche
.
Esta sociedad de cazadores-guerreros, donde la familia era la
única institución social permanente agrupada en torno a caciques o loncos, era
bien diferente de las sociedades indígenas que encontraron los españoles en
América. Entre 1546 y 1598 los mapuche resistieron con éxito a los españoles. En
1554 Pedro Valdivia, Capitán General de la Conquista, fue derrotado por el
cacique Lautaro cerca de Cañete, hecho prisionero y muerto por "haber querido
esclavizarnos".
Pese a las epidemias de tifus y viruela, que se cobraron un tercio
de la población mapuche, una segunda y otra tercera generación de caciques
resistieron con éxito las nuevas embestidas de los colonizadores. En 1598 cambió
el curso de la guerra. La superioridad militar de los mapuche, que se
convirtieron en grandes jinetes y tenían más caballos que los ejércitos
españoles, puso a los conquistadores a la defensiva. Destruyeron todas las
ciudades españolas al sur del Bío Bío, entre ellas Valdivia y Villarrica, que
recién fue refundada 283 años después luego de la "pacificación de la
Araucanía".
Una tensa paz se instaló en la "frontera". El 6 de enero de 1641
se reunieron por primera vez españoles y mapuche en el Parlamento de Quilín: se
reconoce la frontera en el Bío Bío y la independencia mapuche, pero éstos
dejarían predicar a los misioneros y devolvieron a los prisioneros. El
Parlamento de Negrete, en 1726, reguló el comercio que era fuente de conflictos
y los mapuche se comprometieron a defender a la Corona española contra los
criollos. ¿Cómo explicar esta peculiaridad mapuche? Diversos historiadores y
antropólogos, entre ellos Bengoa, coinciden en que "a diferencia de los incas y
mexicanos, que poseían gobiernos centralizados y divisiones políticas internas,
los mapuches poseían una estructura social no jerarquizada. En la situación
mexicana y andina, el conquistador golpeó el centro del poder político y, al
conquistarlo, aseguró el dominio del Imperio. En el caso mapuche esto no era
posible, ya que su sometimiento pasaba por el de cada una de las miles de
familias independientes". De paso, habría que agregar que el predominio de esta
cultura explica también la enorme dificultad con que cuenta el movimiento
mapuche para construir organizaciones unitarias y representativas.
Hacia el siglo XVII, influenciada por la Colonia que había
difundido la ganadería extensiva, la sociedad mapuche se fue convirtiendo en una
economía ganadera mercantil que controlaba uno de los territorios más extensos
poseído por un grupo étnico en América del Sur: se habían expandido hacia las
pampas y llegaban hasta lo que hoy es la provincia de Buenos Aires. Esta nueva
economía fortaleció el papel de los loncos y generó relaciones de subordinación
social que los mapuches no habían conocido. "La mayor concentración de ganado en
algunos loncos /i>y la necesidad de contar con dirigentes que negociaran con
el poder colonial, intensificó la jerarquización social y la centralización del
poder político", señala el historiador Gabriel Salazar.
La economía minera de la nueva república independiente necesitó,
luego de la crisis de 1857, extender la producción agrícola. A partir de 1862 el
ejército comenzó a ocupar la Araucanía. Hasta 1881, en que los mapuche fueron
definitivamente derrotados, se desató una guerra de exterminio. Tras la derrota
los mapuche fueron confinados en "reducciones": de los 10 millones de hectáreas
que controlaban pasaron al medio millón, siendo el resto de sus tierras
rematadas por el Estado a privados. Así se convirtieron en agricultores pobres
forzados a cambiar sus costumbres, formas de producción y normas jurídicas.
¿Quiénes son los salvajes?
Unos cien kilómetros al sur de Concepción, el pequeño pueblo de
Cañete es uno de los nudos del conflicto mapuche: en la Navidad de 1553 los
mapuche destruyeron el fuerte Tucapel construido por Pedro de Valdivia, y lo
ejecutaron. Cinco años después el gran cacique Caupolicán fue llevado a suplicio
en la plaza que hoy lleva su nombre, donde se alzan imponentes figuras de madera
en homenaje de su pueblo. En esa misma plaza, una mañana lluviosa de abril se
concentraron unos 200 mapuche y estudiantes para pedir la libertad de José
Huenchunao, dirigente de la Coordinadora de Comunidades en Conflicto
Arauco-Malleco (CAM), detenido semanas atrás como parte de una ofensiva del
Estado que llevó a prisión a los principales dirigentes de la Coordinadora,
entre ellos Héctor Llaitul y José Llanquileo.
Cuando la marcha se disuelve luego de recorrer cinco cuadras
rodeada de un amplio dispositivo antidisturbios, los loncos Jorge y Fernando nos
acercan hasta su comunidad. A poca distancia de uno de los tantos pueblos de la
zona, en una especie de claro entre los pinos, un puñado de casas precarias
forman la comunidad Pablo Quintriqueo, "un indígena españolizado que vivó en
esta región hacia el 1800", explica Mari, asistente social mapuche que vive en
Concepción. Para sorpresa de quien ha visitado comunidades andinas o mayas, está
integrada por apenas siete familias y se formó hace sólo ocho años; la pequeña
huerta al fondo de las casas no puede abastecer a más de 30 comuneros.
Haciendo circular un mate, explican. Las familias habían emigrado
a Concepción y dejaron los predios de sus ancestros en los que habían nacido y
vivido hasta hace una década. Mari se casó con un huinka (blanco), tiene dos
hijos y un buen trabajo. Muchos jóvenes, como Héctor Llaitul ahora preso en el
penal de Angol, se graduaron en la Universidad de Concepción y luego crearon
organizaciones en defensa de sus tierras y comunidades. Cuando las forestales
avanzaron sobre sus tierras, retornaron para defenderlas. "En total son 1.600
hectáreas en disputa sólo en esta comunidad", aseguran.
No resulta sencillo comprender la realidad mapuche. El lonco
Jorge, 35 años, uno de los más jóvenes del grupo, da una pista al señalar que
"el proyecto de reestructuración del pueblo mapuche pasa por recuperar el
territorio". De ello puede deducirse que los mapuche viven un período que otros
pueblos indígenas del continente atravesaron hace medio siglo, cuando aseguraron
la recuperación y el control de tierras y territorios que les habían pertenecido
desde que tienen memoria. En segundo lugar, todo indica que la derrota mapuche
es aún demasiado cercana (apenas un siglo) frente a los tres o cinco siglos que
pasaron desde la irrupción de los españoles o la derrota de Túpac Amaru, según
la cronología que se prefiera. La memoria de la pérdida de la independencia
mapuche aún está muy fresca, y ese puede ser el motivo de una tendencia que se
repite en una y otra conversación: a diferencia de aymaras, quechuas y mayas,
los mapuche se colocan en una posición de víctimas que, no por ser justa,
resulta incómoda.
José Huenchunao asegura que las comunidades viven una nueva
situación por la desesperación existente. Y lanza una advertencia que no parece
desmesurada: "Si esta administración política, si los actores de la sociedad
civil no toman en cuenta nuestra situación, estamos a las puertas de que los
conflictos que se han dado en forma aislada, se reproduzcan con mayor fuerza y
de forma más coordinada. Esto puede ser mucho más grave, puede tener un costo
mucho mayor para esta sociedad que devolver ciertas cantidades de tierra, que
son el mínimo que las comunidades están reclamando".
Para los chilenos del "más abajo" no resulta evidente que la
democracia electoral haya mejorado de sus vidas. "La estrategia política de la
Concertación, a lo largo de sus 16 años de gobierno, ha estado orientada por el
’cambio político y social mínimo" y la ampliación y profundización del
capitalismo neoliberal en todas las esferas de la sociedad. La administración
concertacionista ha gobernado más al mercado que a la sociedad, acentuando con
ello la pésima distribución del ingreso, y llevando a la sociedad chilena a
convertirse en la segunda sociedad más desigual –detrás de Brasil- del
continente latinoamericano", sostiene el politólogo Gómez Leytó.
Pero hay síntomas claros de que el tiempo de la Concertación se
está agotando. Es posible, además, que la apreciación de Huenchunao sea cierta.
La larga resistencia del pueblo mapuche no sólo no se ha apagado sino que renace
una y otra vez pese a la represión. Sin embargo, en los últimos años al sur del
Bío Bío no son sólo los mapuche los que resisten el modelo neoliberal salvaje.
Los pescadores artesanales de Mehuin y los agricultores que ven contaminadas sus
aguas ya han realizado varias protestas. A principios de mayo los Carabineros
dieron muerte a un obrero forestal, Rodrigo Cisternas, que participaba en una
huelga por aumento de salarios.
Quizá este hecho represente el comienzo del fin de la
Concertación. Durante más de 40 días, los obreros de Bosques Arauco, propiedad
del Grupo Angelini ubicada en la región Bío Bío, realizaron una huelga a la que
se sumaron los tres sindicatos que representan a siete mil trabajadores. Como la
empresa había acumulado ganancias del 40% los obreros reclamaron un aumento de
salarios de similar porcentaje. Luego de largas e inútiles negociaciones
volvieron a la huelga. Rodearon la planta donde la empresa había concentrado sus
tres turnos para desbaratar la huelga. "Al ver que Carabineros se divertían
destruyendo sus vehículos, se defendieron usando maquinaria pesada, ante lo cual
las fuerzas de Carabineros asesinaron a balazos a uno de los huelguistas y
dejaron a otros gravemente heridos", señala un comunicado del Movimiento por la
Asamblea del Pueblo.
En los últimos meses, el gobierno de Michelle Bachelet ha abierto
demasiados frentes. Al conflicto con el pueblo mapuche se suma la protesta
estudiantil contra la ley de educación que el año pasado provocó manifestaciones
de cientos de miles de jóvenes. A comienzos de este año se desató un conflicto
aún no resuelto a raíz de la reestructuración del transporte público en
Santiago, ya que la puesta en marcha del Transantiago perjudica a los sectores
populares. Ahora se suma la muerte de un obrero en una región caliente. Es
posible que, como ya sucedió en otros países de la región, la población chilena
haya comenzado a dar vuelta la página del neoliberalismo salvaje.
La democracia contra los mapuche
Un ministro de Pinochet se ufanaba diciendo que "en Chile no hay
indígenas, son todos chilenos". En consecuencia la dictadura dictó decretos para
terminar con las excepciones legales hacia los mapuche e introducir el concepto
de propiedad individual de sus tierras. Pero "al privarse al pueblo mapuche de
su reconocimiento como tal, la identidad étnica se reforzó", apunta Gabriel
Salazar, reciente ganador del Premio Nacional de Historia.
A comienzos de los 80 se registró una "explosión social" del
pueblo mapuche en respuesta a los decretos de 1979 que permitieron la división
de más 460 mil hectáreas de tierras indígenas. "La división -apunta Salazar- no
respetó espacios que siempre se consideraron comunes y que eran fundamentales
para la reproducción material y cultural del pueblo mapuche, tales como áreas
destinadas a bosques, pastizales y ceremonias religiosas. El aumento de la
población, unido a lo reducido de su territorio, contribuyó a ’vaciar’ las
comunidades de su gente y su cultura".
La democracia tampoco fue generosa con el pueblo mapuche. Si la
dictadura quería terminar con ellos, apostando a su conversión de indios en
campesinos, con del gobierno de la Concertación (a partir de 1990) se abrieron
nuevas expectativas. El presidente Patricio Aylwin generó espacios y comprometió
su apoyo a una ley que se debatió en el Parlamento. Sin embargo, a diferencia de
los sucedido en otros países del continente, en 1992 el Parlamento rechazó el
convenio 169 de la OIT y el reconocimiento constitucional de los mapuches como
pueblo, tal como promovían las Naciones Unidas.
Actualmente "el mundo indígena rural es parte constituyente de la
pobreza estructural de Chile", asegura Salazar. En 1960 cada familia mapuche
tenía un promedio de 9,2 hectáreas aunque el Estado sostenía que necesitaban 50
hectáreas para vivir "dignamente". Entre 1979 y 1986 a cada familia le
correspondían 5,3 hectáreas, superficie que en la actualidad se reduce a sólo 3
hectáreas de tierra por familia. Bajo las dictadura los mapuche perdieron 200 de
las 300 mil hectáreas que aún conservaban. El avance de las forestales y la
hidroeléctricas sobre sus tierras, provocan un aumento exponencial de la pobreza
y de la emigración.
Desesperadas, muchas comunidades invaden tierras apropiadas por
las empresas forestales por lo que son acusadas de "terrorismo". La Ley
Aniterrorista de la dictadura sigue siendo aplicada a las comunidades por quemas
de plantaciones, cortes de rutas y desacato a los Carabineros. Actualmente
existen decenas de organizaciones mapuche que oscilan entre la colaboración con
las autoridades y la autonomía militante, destacando el nacimiento de nuevos
grupos de carácter urbano, en particular en Santiago, donde reside más del 40
por ciento del millón de mapuches que viven en Chile según el censo de 1992.
Recursos:
José Bengoa: Historia
del pueblo mapuche, LOM, Santiago, 2000.
Juan Carlos Gómez Leytón: "La rebelión
de los y las estudiantes secundarios en Chile. Protesta social y política en una
sociedad neoliberal triufante", revista OSAL, No. 20, Buenos
Aires, mayo-agosto 2006.
Alvaro Hilario: "Entrevista a Héctor
Llaitul", 24 de abril de 2007.
José Huenchunao, Carta Abierta desde la cárcel de Angol, 21 de
marzo de 2007.
Sergio Maureira, Entrevista a José Huenchunao.
Gabriel Salazar, Historia contemporánea de Chile, cinco tomos, LOM, Santiago,
1999.
Observatorio Latinoamericano de Conflictos
Ambientales (OLCA): "Aproximación crítica al modelo forestal chileno",
Santiago, 1999.
Revista
Perro Muerto
Algunas organizaciones y web
mapuche
Aukiñ Wallmapu
Ngulam (Consejo de Todas las Tierras): creada en 1990. Coordinadora Arauco
Malleco: breve historia en www.puntofinal.cl/544/estatierra.htm
Meli Wixan
Mapu (Cuatro Puntos de la Tierra): nace en 1991
Diario
Electrónico Mapuche
Informativo
Mapuche
Informativo
Mapuche
Artículo publicado originalmente en LaVaca.
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