NCeHu 250/07
Los cultivos masivos para la producción de biocombustibles
representan una de las mayores amenazas a las que nos enfrentamos en este siglo
que comienza.
Biodiesel: un paso
más hacia la quiebra ecológica
Txarly
Uharte
kimetz.org
16/3/07
Recientemente hemos
sido testigos de la gira de George Bush por Sudamérica promoviendo la producción
de etanol en los países visitados. Buscando evitar la dependencia norteamericana
del petróleo venezolano y de Oriente Medio, los Estados Unidos buscan nuevos
exportadores más sumisos y no les importa arrastrar al planeta al borde del
abismo.
El aumento de los precios del petróleo, la inestabilidad de la
mayoría de los países productores de combustibles fósiles y el aumento del
consumo energético de países como China ó India están obligando a las potencias
occidentales a buscar nuevas alternativas energéticas.
El sistema
capitalista y los gobiernos que lo representan han apostado por buscar nuevas
formulas que permitan perpetuar el nivel brutal de consumo que esta llevando al
planeta a la quiebra ecológica. Apuestan por la energía nuclear y por el uso de
combustibles vegetales; los llamados biocombustibles.
Nos centraremos en
la hipócrita “alternativa ecológica” que nos quieren vender con los mal llamados
biocombustibles. Mal llamado por que la mentira empieza por el nombre
“BIOcombustibles”. Nos estamos acostumbrando a sospechar cada vez que vemos el
prefijo “BIO” acompañando algún producto y hacemos bien, porque ese término solo
es una treta de marketing.
La UE y los EEUU estudian aplicar tasas
obligatorias de biocombustible en todos los motores de gasoil. La UE,
concretamente, quiere que el gasoil tenga obligatoriamente un 5% de biodiesel
para el 2010.
La maquinaria propagandística de los estados y los medios
de comunicación convencionales ya se han puesto en marcha para vendernos el
producto. Lo presentan como el maná que vino del cielo a salvarnos del
calentamiento global, la alternativa ecológica y renovable al petróleo, el gas y
el carbón. Muestran la cara mas simpática presentando a ciudadanos responsables
que reciclan el aceite usado de freidoras para uso privado en sus automóviles, o
bien nos prometen un futuro de ciencia ficción con granjas marinas de algas de
las que se obtendría un gran rendimiento energético.
La realidad es
mucho más siniestra.
Los países desarrollados no tienen superficie
cultivable suficiente para poder cubrir sus necesidades de biocombustible. El
estado español, por ejemplo, es el 10º país en volumen potencial de biodiesel
pudiendo llegar a las 1.000 millones de toneladas anuales en pocos años. Sin
embargo el estado consume ¡27.000 toneladas! de gasoil al año.
Los países
desarrollados no solo buscan diversificar sus exportaciones de combustible.
También quieren controlar esta nueva industria de forma colonial, convirtiendo a
los países productores subdesarrollados en republicas “neobananeras”, con la
complicidad de las elites de estos países, cegadas por la promesa de negocio de
un cultivo exportable y rentable a corto plazo.
No van a responsabilizarse
de los macabros “efectos secundarios” que conlleva dedicar un grandísimo
porcentaje del suelo al cultivo industrial para abastecer a los países “ricos”.
Lo peor esta por venir pero, desgraciadamente ya nos podemos hacer una idea.
Al destinar gran parte del suelo cultivable para combustibles, se
desabastece de alimentos a gran parte de la población, ya que los precios de los
alimentos básicos suben hasta llegar a ser prohibitivos para la mayor parte de
la gente. Lo hemos visto recientemente en las protestas en México por el aumento
del precio del maíz. Este maíz, alimento básico de la dieta mejicana durante
siglos, ahora se destina a la producción de etanol para los gringos del norte.
Es una muestra de las hambrunas que desgraciadamente creemos que llegaran.
Aparte del problema alimentario, la producción masiva de biocombustibles
esta agravando el problema del calentamiento global. Trágicamente
contradictorio, los combustibles vegetales están contribuyendo al aumento de la
temperatura de la Tierra, problema que, supuestamente, combatían. La tala y los
incendios provocados de millones de hectáreas de bosque para utilizarlas en
estos cultivos están contribuyendo de manera brutal a la deforestación del
planeta. Los cultivos de combustibles pueden frenar la desertización en algunas
zonas cultivándose terrenos antes abandonados pero desgraciadamente por lo
general los empresarios buscan suelos mas ricos donde la tierra tenga una
productividad mayor; selvas, bosques tropicales…y la biomasa que tiene una
pradera de soja o maíz no puede, ni de lejos, compararse con la exuberancia de
las selvas que están sustituyendo. Brasil, Indonesia, Malasia, Argentina…los
ejemplos muestran una realidad brutal. Brasil casi doblara su ya importante
volumen de producción de etanol para satisfacer la demanda de su poderoso vecino
del norte. En Brasil son ya 11´5 millones de hectáreas las destinadas a estos
cultivos pero se necesitara casi el doble en los próximos años. En Malasia los
cultivos de soja para biocombustibles has sido los causantes del 87% de la
deforestación y aun hay 6 millones de hectáreas planificadas para soja. En
Sumatra y Borneo 4 millones de hectáreas se han convertido en cultivos de palma
y hay planeado convertir 16 millones de hectáreas en toda Indonesia…hay ejemplos
sangrantes en todos los continentes.
Los problemas que nos trae este
radical cambio del uso del suelo son variados; miles de nativos desplazados de
sus hogares, cientos de especies extinguidas, un aumento de las tragedias que
acompañan a los desastres naturales, especialmente en el sudeste asiático. Todos
hemos visto con preocupación los destrozos que provocan huracanes, lluvias
torrenciales y terremotos en esa zona y que se han visto agravados por la
perdida de la primigenia cobertura vegetal.
La producción industrial de
estos combustibles, además, trae consigo la desaparición de las pequeñas y
medianas explotaciones agrarias condenando a los pequeños agricultores al
desempleo o a la proletarización para abastecer de mano de obra barata las
grandes plantaciones y las plantas de refinado de combustible. Aumentaran las ya
de por si grandes desigualdades con la complicidad de gobiernos y organismos
internacionales.
Y TODO ESTO ¿PARA QUE?
La
excusa mas firmemente extendida es que son necesarios para cumplir el Protocolo
de Kyoto, que busca frenar el calentamiento global provocado por las emanaciones
de CO2 principalmente. Nos cuentan que gracias a estos combustibles se reducirán
drásticamente las emisiones producidas por el transporte en carretera, que son
las mas altas. En realidad no hay terreno en el planeta para producir una
cantidad de combustible vegetal equivalente a como mucho, el 5 o 6% del total de
combustibles fósiles que usamos actualmente. Además olvidan contarnos cuanta
energía es necesaria para poder obtener los biocombustibles. No se habla de los
abonos y fertilizantes necesarios para rentabilizar los cultivos, la energía
necesaria y las emanaciones resultantes del proceso de destilación de los
vegetales y del transporte desde los productores del sur hasta los importadores
del norte. Tampoco se contabilizan las emisiones de CO” que provocan los
incendios y las talas masivas de superficie boscosa para adecuarla a los
cultivos.
No se cuentan porque estas emisiones son exportadas a los países
productores. Así los países desarrollados pueden alardear de cumplir los
compromisos que ellos mismos se han visto obligados a crear para evitar una
catástrofe ecológica. Bueno, la verdad es que tampoco pueden presumir mucho
porque tampoco cumplen estos protocolos. Esta política farisea de exportar los
desperdicios químicos o nucleares que molestan a los países ricos y comprar las
cuotas de emisiones de CO2 a los países subdesarrollados esta llevando al
planeta a un desastre ecológico sin precedentes.
No podemos permitir que
los políticos que representan a este sistema devastador presuman de campeones
ecologistas. Tony Blair y su efectista y oportuna presentación del informe
Stern, Al Gore y su premiado documental y ahora los que faltaban, Bush y Lula
con su hipócrita apuesta por los biocombustibles. Se nos presentan como los
salvadores de un mundo que no han parado de destruir. Representantes de un
sistema en quiebra que esta acelerando su decadencia.
Este sistema demuestra
cada día su carácter antipopular y su incapacidad para gestionar los recursos
naturales. Buscando el beneficio de unos pocos a cortísimo plazo solo es capaz
de parchear una realidad que le conduce hacia la ruina total. Quizás el uso de
combustibles vegetales renovables podían ser una manera de diversificar las
fuentes de energía y una utilísima forma de reciclar residuos industriales y
alimentarios, pero en las manos de políticos, empresarios y capitalistas varios
los biocombustibles se convierten en una amenaza mas alarmante que el problema
que dicen combatir.
Es hora de que la gente nos demos cuenta de que no
necesitamos un sistema injusto e incapaz, que somos autosuficientes, que solo un
gobierno popular será capaz de gestionar el planeta de una manera responsable.
Estamos preparados para coger el mando, para construir una economía
planificada y solidaria, no les necesitamos.