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240/07
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México
Pemex: de la
"privatización hormiga" a la "privatización cucaracha"
Alfredo
Jalife-Rahme
La Jornada (Mx)
14/3/07
Hay que reconocer la férrea consistencia ideológica en privatizar
Petróleos Mexicanos (Pemex) de la imperante tiranía financiera neoliberal que
gobierna México desde hace un cuarto de siglo: a partir de De la Madrid Hurtado,
quien inició la "privatización hormiga" en forma gradual y que fue proseguida
por Salinas, Zedillo y Fox (quinazo, "accidentes" explosivos,
descuartizamiento administrativo, Pemexgate, Pidiregas, contratos de
servicios múltiples, desmantelamiento del Instituto Nacional del Petróleo,
etcétera), hasta el bushiano Felipe El Breve, quien profundiza sus
alcances mediante la "privatización cucaracha" -a escondidas de la na- ción por
fobia a la transparencia luminosa de los rayos del sol-, con las tramposas
"alianzas estratégicas" y la venta de los oleoductos.
Tres días antes de la llegada de Baby Bush a Mérida, para
acelerar primordialmente la privatización de Pemex, The New York Times
publicó un extenso reportaje de la amazona Elizabeth Malkin que plantea de
manera absurda la inviabilidad financiera de la paraestatal (ver Bajo la Lupa,
11.3.07).
El NYT, un periódico muy mendaz, sobre todo cuando se trata
de expoliar el petróleo ajeno, como sucedió con su montaje de "armas de
destrucción masiva" para justificar la ilegal invasión anglosajona a Irak, sirve
de alfombra al designio privatizador de Baby Bush, quien tiene
incrustados a varios "topos" y "tapaderas" en el gabinete de Felipe El
Breve, como el más conspicuo Téllez Kuenzler, representante del bushiano
Grupo Carlyle, quien se pronunció hace un decenio, cuando fue secretario de
Energía zedillista, en regalar el petróleo mexicano a las trasnacionales texanas
a seis dólares el barril.
Diez años más tarde, el "oro negro", después de haber rasguñado 80
dólares, se encuentra en torno de 60 dólares el barril, lo cual delata los
alcances de los actos canallas del cordobista Téllez en toda su carrera
"pública" de socavamiento y desmantelamiento deliberados de la infraestructura
nacional. ¿Se encuentra el gobierno de México, en el cuarto de siglo de su
aciaga etapa neoliberal, en manos de sus peores enemigos?
Nada casualmente, la reportera amazona del NYT, Elizabeth
Malkin, y el director zedillista-entreguista de la paraestatal petrolera, Reyes
alias Herodes (cuya triste función es asesinar al "niño Pemex"),
"coinciden" en afirmar que son dos los problemas mayúsculos de la paraestatal:
"conocimiento técnico" y "dinero". A nuestro juicio, tales "carencias" abultadas
serían subsanadas con un simple golpe conceptual de timón: el cambio del
parasitario modelo neoliberal.
El problema no es Pemex, sino el estéril modelo neoliberal que ha
transformado al Banco de México (BdeM) en una entidad autónoma para aplicar
unilateralmente una fracasada política monetarista y ofertista-fiscal
thatcherista-reaganiana (supply-side economics) que ha desahuciado al
país en el reciente cuarto de siglo con el fin de beneficiar, al exterior, a la
globalización financiera de Estados Unidos y, al interior, a una plutocracia
estéril permanentemente rescatada (v.g el mediocre Grupo Monterrey y/o el ex
vendedor de naranjas tuxpeño Roberto Hernández Ramírez, "paisano" de Reyes alias
Herodes).
En forma anómala, en México existen varias entidades que se han
convertido en un "Estado dentro del Estado" con los peores resultados a la vista
y que han retrocedido al país a las cavernas antidemocráticas: BdeM y el
Instituto Federal Electoral (IFE).
Dadas las circunstancias geoestratégicas que imperan en el planeta,
Pemex es la única entidad que en estricto rigor debiera ser "autónoma", en lugar
de las parasitarias BdeM e IFE. Pero resulta que el BdeM, gracias a su condición
supraestatal, que le confiere en forma inmanente el improductivo modelo
neoliberal local, se ha arrogado (en conjunción con la Secretaría de Hacienda
que controla de facto a Pemex) el derecho unidireccional de aplicar una
política monetarista y ofertista-fiscal thatcherista-reaganiana que absorbe los
ingresos descomunales de la paraestatal petrolera (más de 500 mil millones de
dólares en el aciago sexenio foxiano y más de 110 mil millones en su último año
de gobierno dilapidador) para redirigirlos y/o transducirlos selectivamente a
los sectores parasitarios gerenciales y a la estéril burocracia neoliberal
subsidiados con 40 por ciento de ingresos fiscales que aporta la "quebrada"
Pemex.
La plutocracia parasitaria ha dejado de pagar cómodamente parte
sustancial de sus tributos y ha secuestrado al resto de la nación como
contribuyente cautivo. La clase media en su conjunto, los obreros y los
miserables han sido despojados de su participación en el reparto del maná
petrolero y son obligados a subsidiar de forma aberrante el crecimiento
descomunal de la parasitaria plutocracia oligopólica, perdonada además por
extrañas "derrotas judiciales" del Servicio de Administración Tributaria en más
de 60 mil millones de dólares, catalogados de "créditos fiscales irrecuperables
(sic)", que arreciaron en el foxismo gerencial tan permisivo con sus "amigos".
La discriminación financiera del modelo neoliberal es integralmente
palmaria.
Toda esta parte siniestra del largo metraje petrolero mexicano lo
oculta la mendaz reportera de The New York Times. El problema,
insistimos, no es Pemex, sino el modelo neoliberal imperante que es al que urge
cambiar.
De entrada, no se puede confiar en el actual director de Pemex,
debido a que fue "cabildero" (coyote en mexicano) de las trasnacionales
texanas cuando despachaba al frente de la encuestadora fraudulenta GEA, ni en
los panistas en su conjunto (como los "indicia" el mismo NYT), urgidos
en tapar los boquetes financieros previos y presentes en los que se confabularon
impúdicamente, ni en un segmento de priístas travestis que han lanzado sus
proyectos fulleros y quienes han sido expuestos en sus conocidos intereses
triangulados que arrojan olor a azufre (v.g los escandalosos hurtos de los
hermanos Alfredo y Javier Miguel Afif, hoy "fugados" en Utah, y el
Pemexgate, para citar los visibles).
La decisión sobre el futuro de Pemex deberá ser responsabilidad de
los más impolutos personajes seleccionados entre todos los partidos, la clase
profesional y los ciudadanos de México, además de los gobernadores de los
estados productores de petróleo, que deberán formar parte de su consejo de
administración, en lugar de connotados cleptócratas.
Aun aceptando sin conceder el "medio punto" de la "victoria" de
Felipe El Breve (el "desquite de Fox") que condonó el fétido IFE, el
gobierno no cuenta con un mandato ex profeso para actuar en forma
unilateral sobre el destino de los energéticos que deberá proceder de una
decisión plural, transparente y consensuada para gozar de la legitimidad
faltante, a riesgo, parodiando a los clásicos griegos, de violentar el "orden
natural de las cosas".
Peor aún: se intenta privatizar Pemex en forma tangencial (la
"privatización cucaracha") cuando la coyuntura internacional favorece a los
estados nacionales por encima de las trasnacionales (lo cual acaba de ser
destacado por The Financial Times, "Las nuevas siete hermanas",
12.3.07), debido al dramático giro del nuevo orden geoenergético global.
La próxima vez enunciaremos una serie de sencillas medidas
financieras para salvar a Pemex de su "quiebra neoliberal".