NCeHu
104/07
Lord Giddens sin
maquillaje:
- ¡Qué rápido puede cambiar todo! (sobre el adiós a la
unipolaridad)
- ¿cómo nos las vamos a arreglar? (sobre el adiós al Nuevo
Orden internacional)
Una fría realidad que congeló el sueño de la nueva Roma
Anthony
Giddens
LA NACION, 9/2707
Si usted era de los que querían que el poder de Estados Unidos en el mundo
disminuyera, ya ha visto cumplido su deseo.
¡Qué rápido puede cambiar todo! Hace muy pocos años se hablaba del nuevo
imperio estadounidense. Algunos calificaban a Estados Unidos de nueva Roma: un
país cuya influencia se extendía por todo el mundo, sin rivales a la vista.
Aquellos a los que preocupaba la magnitud del poderío adquirido por Estados
Unidos tras la Guerra Fría intentaban imaginar cómo podría crearse un mundo
multipolar.
La idea de una nueva Roma fue siempre una exageración. Pero la influencia de
Estados Unidos también la han minado las políticas de unos gobiernos
norteamericanos que pensaban que su país debía y podía defender sus intereses al
margen del resto del mundo. Los acontecimientos de Irak y Afganistán han puesto
de relieve los límites del poderío militar estadounidense. Ahora sabemos que
sólo puede librar una guerra candente a la vez. Ahí se quedó la nueva Roma.
Hasta el propio Imperio Romano podía ir más allá.
Estados Unidos ha dilapidado gran parte de la influencia y del poder cultural
de los que en su momento dispuso en casi todo el mundo. Según encuestas de
alcance mundial, su prestigio registra el punto más bajo de las últimas décadas.
Antes era el actor principal en Medio Oriente; ahora, el chiste que circula en
Washington es éste: "La guerra de Irak ha terminado y la ha ganado Irán". La
retirada estadounidense de Irak, cuando llegue, será una derrota.
Mejores son las perspectivas de Estados Unidos desde el punto de vista
económico. Su sociedad sigue siendo dinámica y capaz de adaptarse al cambio. No
obstante, podría haber grandes problemas en el horizonte. Cuando Bill Clinton
dejó la presidencia, Estados Unidos tenía equilibrio presupuestario. Ahora sufre
una ingente deuda externa. Las desigualdades han aumentado durante los años de
Bush y la causa directa son las reducciones fiscales que ha concedido a los más
ricos, además del recorte de los programas sociales. Nadie sabe qué
consecuencias tendrá la deslocalización de empresas, pero no hay duda de que el
ascenso de China y de la India es muy preocupante para la seguridad laboral,
tanto de los trabajadores manuales como de los más cualificados.
Consecuencias
¿Qué consecuencias tendrá el debilitamiento de Estados Unidos para el resto
del mundo? Lo reconfortante es pensar que fortalecerá el derecho internacional y
el multilateralismo. Estados Unidos se verá obligado a contar más con otras
naciones y organismos internacionales, y si elige a un presidente demócrata,
retomará sus tendencias de política exterior anteriores a Bush.
Puede que esto ocurra parcialmente, pero también hay una perspectiva más
inquietante. El orden internacional -hasta cierto punto, a causa de las
políticas de Bush, pero sobre todo por la presencia de otras fuerzas en la
sociedad mundial-, está en crisis. Hacía muchos años que la autoridad de las
Naciones Unidas no estaba tan mermada. Por ejemplo, nadie puede justificar la
composición actual del Consejo de Seguridad de la ONU, que responde más al mundo
de 1945 que al actual. En cuanto al Banco Mundial y al FMI, se están
convirtiendo en algo secundario, porque ahora es más fácil acceder a otras
fuentes de financiación.
Lo más preocupante es que, de los peligros a los que nos enfrentamos, dos de
los más amenazadores están a punto de escapar a nuestro control: la
proliferación nuclear y el cambio climático. Corea del Norte dispone de una
rudimentaria arma atómica y está probando sistemas de lanzamiento. En pocos
años, Irán podrá fabricar armas nucleares y no parece que la comunidad
internacional pueda evitarlo.
Es probable que otros países de Medio Oriente sigan el ejemplo, entre ellos
Egipto, Siria y Arabia Saudita. En Asia hay tres grandes potencias nucleares;
cuatro, si incluimos a Rusia. Japón, en la práctica, podría utilizar sus
capacidades si así lo decidiera. Tengo la sensación de que, si las cosas siguen
el curso actual, sólo es cuestión de tiempo.
Según muchos expertos, sólo disponemos de unos diez años antes de que la
tendencia al calentamiento global sea irreversible en el corto plazo. También es
posible que una nueva administración estadounidense pudiera enmendar la actitud
negativa mostrada por Bush al respecto. Sin embargo, será difícil dar un vuelco
a pautas profundamente arraigadas de la forma de vida norteamericana, que
convierten a Estados Unidos en el país más contaminante de la Tierra en relación
con su población. Entretanto, ni China ni India están siquiera dentro del
Protocolo de Kyoto. Más que limitarnos a esperar minimizar su avance, todos
tendremos que prepararnos para las consecuencias del cambio climático.
No creo que el mundo vaya a ser seguro sin el liderazgo estadounidense. La
Unión Europea no está en absoluto dispuesta a sustituir a Estados Unidos como
policía mundial. Entonces, ¿cómo nos las vamos a arreglar? Me parece que se
avecina un período muy difícil e inestable. Esperemos que el nuevo presidente
estadounidense sea capaz de reparar los daños causados por su antecesor. Pero
¿cómo vamos a conseguir una mayor cooperación entre las grandes potencias,
cuando ni siquiera se puede alcanzar un pequeño acuerdo económico en la
Organización Mundial de Comercio? No veo respuestas a la vista.
© Lord Anthony Giddens/EL PAIS, S.L.