NCeHu
315/06
Tres semanas de
«janaandolan»
Sergio Hoyos
Gara
Ayer se
cumplían tres semanas de Banda, de huelga general. El lunes, mientras
esperábamos el nuevo pronunciamiento real, las opiniones iban desde la
declaración del estado de emergencia o la concesión de alguna de las demandas
del Janaandolan, del movimiento (o poder) popular.
Cerca de la
medianoche del lunes, el rey concedía la reinstauración del Parlamento que él
mismo disolvió. Esta concesión ha logrado dividir la alianza de los siete
partidos políticos con los maoístas. Mientras los primeros han optado por dar
por finalizada la huelga al considerar que la reinstauración del Parlamento les
permitirá redactar una nueva constitución, los maoístas han calificado esta
decisión de error histórico y de traición al pueblo. Consecuentemente, el Comité
Central del Partido Comunista de Nepal (Maoísta) ha declarado que continuará con
el bloqueo de la capital y las principales vías del país hasta que se garantice
la creación de una Asamblea Constituyente.
Las marchas convocadas para ayer fueron
secundadas de forma multitudinaria. Por la mañana, decenas de miles de
manifestantes se congregaron en diferentes puntos del Ring Road, la carretera
que rodea Katmandú, y luego se dirigieron hacia Ratna Park, un céntrico parque
cercano al Palacio Real. Una monitora de derechos humanos me comentaba que el
sentir de los manifestantes está dividido entre los que celebran la restauración
del Parlamento y los que protestan por haber aceptado esa concesión.
Hay que tener en cuenta que lo que
comenzó como una movilización convocada por la alianza de los partidos y el
movimiento insurgente, se convirtió en un auténtico movimiento popular de masas
que desborda la base social de ambos. Y esto ha asustado a la monarquía, a los
partidos políticos y a la comunidad internacional. Todos ellos desean una
transición ordenada y controlada ya que tienen demasiados intereses que
conservar. En este momento es difícil de predecir la reacción de una parte
importante del Janaandolan y sus nuevos líderes, la mayoría dirigentes del
movimiento estudiantil. Gagan Thapa, el más conocido de todos ellos, ha
declarado que esto es sólo un primer paso y que no se van a conformar con nada
que no sea la creación de la república.
El Palacio sigue acordonado por
alambres de espinos, tanques, tanquetas y un fuerte dispositivo policial y
militar. El pasado domingo, los manifestantes se quedaron a escasos dos
kilómetros del Palacio Real, del centro simbólico del poder. La historia se ha
vuelto a repetir. Gyanendra, el rey que se otorgó poder absoluto sobre Nepal,
acabó como su padre 16 años atrás prisionero del Janaandolan, del
poder popular.
Todos contra el rey
Han sido tres semanas extrañas,
llenas de rumores, donde los únicos temas de conversación entre los nepalíes
eran la actual situación política, la escasez de productos de primera necesidad
y la desproporcionada subida de los precios. La suspensión de toda actividad
económica dio lugar a una solidaridad atípica. Al calor de familia- res y
amigos, los nepalíes han pasado los días pegados a la radio, socializando sus
opiniones, temores y esperanzas; ofreciendo agua a los manifestantes,
escondiendo manifestantes en sus casas o participando ellos mismos en las
manifestaciones desafiando el toque de queda.
Asistimos al final de un episodio,
quizás el único que vuelva a alcanzar las primeras páginas de la prensa
occidental, pero esto no se acaba aquí, todavía quedan muchas incógnitas por
resolver. La composición de la Asamblea Constituyente y el procedimiento para
redactar la nueva constitución serán algunas de las tareas más complicadas de
abordar, y condición necesaria para mantener vivos los acuerdos entre los
partidos políticos y los insurgentes maoístas. Si se rompen estos acuerdos, el
tan ansiado proceso de paz difícilmente podrá ser llevado a buen término,
frustrando las aspiraciones del pueblo nepalí: paz y democracia. -
Sergio Hoyos es cooperante de la Unesco en
Nepal
Fuente:
www.rebelion.org , 26 de abril
de 2006.