NCeHu 261/06
¿Un nuevo 68 en
Francia?
Ramón Chao
La Voz de
Galicia
LA GRAN diferencia que existe entre la rebelión ya mítica de hace treinta
y ocho años y la de ahora es que entonces los estudiantes querían la utopía, y
así lo expresaban con el lema « Pidamos lo imposible» ; eran hijos
de ricos y con felices perspectivas de vida: la prueba, ahí la tienen, con Serge
July dirigiendo Liberation , un periódico que evolucionó como él,
de la extrema izquierda al más pérfido neoliberalismo, y que no vacila en
truncar las noticias para falsear las ideas progresistas. Y pensemos en Cohn
Bendit, el más emblemático de todos los del 68, que llegó a la jubilación aguado
en los verdes.
La revuelta del 68 empezó porque en la universidad de
Nanterre no dejaban entrar a los estudiantes en habitaciones habitadas por gente
del sexo contrario. «Si está usted caliente, tírese a la piscina», le había
respondido el ministro de Educación, François Missofe, al mentado Cohn Bendit
cuando éste formuló tamaña exigencia. (Metido en comidillas, diré que el
ministro ignoraba que quien al parecer encandilaba al estudiante era su propia
hija).
Ahora ya los jóvenes gozan de esas concesiones que les otorgaron
los gobiernos capitalistas: libertad sexual, aborto, paridad (que nada le
cuestan, sépalo la Comisión Episcopal). Mientras tanto, el neoliberalismo sigue
avanzando en el terreno que únicamente le interesa: la concentración del
capital, la privatización de empresas estatales y la rentabilidad para los
accionistas. Miles y miles de trabajadores se han quedado sin empleo. Por
consiguiente, son vasos comunicantes y la miseria siguió creciendo entre los
habitantes de las ciudades periféricas, y así estalló su revuelta hace unos tres
meses.
Hay que ver el estallido de ahora como una etapa de la lucha
contra el neoliberalismo. Esta rebelión empezó cuando Francia votó contra la
Constitución europea, prosiguió con la insurrección de los barrios desangelados
a cuyos levantiscos prometieron el oro y el moro, y aumenta con la oposición a
los contratos basura (que es lo que al final les dan).
El Consejo
Constitucional acaba de ratificar la ley decretada por Villepin sin contar con
nadie. En realidad, y por inaudito que parezca, la situación política francesa
se reduce al duelo del primer ministro con su encargado de Interior para
apoderarse de los votos de la ultraderecha; de Le Pen, para ser más claro, pues
el líder del Frente Nacional está ya fuera de juego: de cara a las elecciones
presidenciales del año próximo, los restos de Le Pen serán
imprescindibles a uno o al otro, y cada cual se ve obligado a ofrecer muestras
de su conservadurismo y rigidez. Sarkozy fue duro con los jóvenes de la
periferia de París llamándolos chusma o gentuza ;
Villepin replicó con esta ley que lo sitúa aún más a la derecha. Se comprueba
que Chirac apoya a Villepin. Un cálculo muy arriesgado, pues puede poner a
Francia a sangre y fuego (bueno, como en mayo del 68, pero al revés: aquél lo
empezaron los estudiantes, y ahora los dirigentes políticos) y acabar con la
carrera política de los tres.