NCeHu 21/06
Entrevista a Carmen Lorenzoni, religiosa brasileña
integrante de la dirección
del Movimiento de Mujeres Campesinas de Brasil
"Las mujeres son las más
oprimidas
entre los
oprimidos"
Sergio
Ferrari
E-Changer
Entre vivencia religiosa y compromiso militante no existe
contradicción alguna. Son coincidentes y complementarios como las dos caras de
la misma luna o el día y la noche, al decir de Carmen Lorenzoni, 56, religiosa
brasilera que desde hace más de 20 años acompaña activamente los más diversos
movimientos sociales en el Río Grande del Sur, extremo meridional de ese
país-continente. En la actualidad “Carminha”, la *hermana-compañera* o la
*compañera-hermana*- , es parte de la dirección del Movimiento de Mujeres
Campesinas (MMC) en dicho Estado y vive en una comunidad de la Congregación de
“Las Misioneras de Jesús Crucificado” a la que pertenece desde hace 29 años.
Entrevista con una militante feminista fuera de lo
común.
“Soy de
origen campesino y trabajé la tierra con mi familia hasta los 21 años” enfatiza
Carmen Lorenzoni para explicar con total sencillez la estrecha relación, por no
decir la pertenencia innata, al Movimiento de Mujeres Campesinas (MMC).
Precisando, automáticamente, que “soy mujer, religiosa, y militante social”.
Apenas unos pocos segundos y pequeñas frases para desentrañar tanto su identidad
como su historia de vida.
Que comienza en una familia de descendientes italianos. Que prosigue
en el trabajo familiar campesino. Que entra en un sendero especial cuando “a los
27 años opté por la vida religiosa en una congregación brasilera identificada
con el trabajo popular”, y que se prolonga en la actualidad en un sinnúmero de
actividades en el colectivo que dirige en Río Grande del Sur la organización de
mujeres rurales más importante en la escala
nacional.
“Hacia el año 1983 comencé a apoyar con otras hermanas el histórico
campamento sin tierra de
Encruzilhada Natalino que fue uno de los primeros en Río Grande del Sur, instalado al lado
de la ruta. Con el tiempo se comprobó que era uno de los más organizados y marcó
toda la lucha por la tierra en esa región…” Una vez lograda la tierra, la
congregación optó por crear una comunidad en el asentamiento. “Nos establecimos
allí. Me sentía como pato en el agua, en mi propio elemento”. De la práctica a
la vivencia y de ésta a la identificación casi espontánea de una nueva prioridad
para Carminha: “el trabajo a partir de las relaciones de género”. Una necesidad
básica, un desafío categórico, una tarea que a partir de entonces se convertiría
casi en *obsesión* para la religiosa.
“CADA DIA COMENZAMOS DE NUEVO”
Las certezas abundan: “hay un salto cuantitativo muy grande; cada día
hay más mujeres que participan en el movimiento y se constata un avance de
conciencia entre nuestras dirigentes y militantes”. Los retos, sin embargo,
siguen siendo inmensos: “estamos siempre comenzando, ampliando el trabajo,
tratando de llegar a más y más mujeres que se acercan de a poco a la
organización. Iniciando nuevos cursos y creando nuevos grupos de base. Un
proceso largo y para nada simple”.
“No debemos limitarnos sólo a la lucha reivindicativa, económica y
por la tierra, que por cierto es esencial. Sin embargo, las relaciones de
género, es decir la forma de relacionarse las mujeres con los hombres y todos
los seres humanos de una comunidad entre ellos son un objetivo de cambio
permanente. Hace a cuestiones tan esenciales como la de la ciudadanía, la de la identidad, el derecho de ser
alguien”, enfatiza Carminha.
Y aunque el MMC cuenta ya con un reconocimiento nacional y tiene
presencia en la mayor parte de la geografía brasilera, los desafíos a largo
plazo son tan gigantes como enormes son los problemas que se confrontan
cotidianamente muchas mujeres campesinas.
LA VIOLENCIA DOMÉSTICA
“Uno de esos problemas, tal vez el más significativo, es la violencia
doméstica. Cuya expresión es más dolorosa en el campo que en las ciudades”
enfatiza Carminha explicando de inmediato su afirmación. Mientras en las
ciudades las viviendas están una al lado del otro y cuando hay violencia también
existe la posibilidad de pedir ayuda…en el campo la distancia entre casa y casa
juega en contra de la solidaridad.
“En la ciudad si hay un problema, gritan, y la gente viene. En el
ámbito rural todo es más lejano y la violencia, muchas veces, se convierte en un
verdadero *secreto de Estado*, ya que las mujeres no hablan. Responden a una
formación religiosa predominante que no les permite reaccionar, que reivindica
la obediencia incondicional a sus maridos, su espíritu inapelable de *servicio*.
Y muchas veces asumen esta cosmovisión casi como un sacrificio de vida, desde el
propio casamiento”.
Tras esta constatación, no sólo una larga práctica cotidiana de
proximidad sino también, todo un trabajo científico de encuesta entre mujeres
del MMC que Carmen Lorenzoni realizó en los últimos meses para un estudio de
post grado universitario. “Las respuestas a casi 200 cuestionarios que distribuí
en todo el Estado me produjeron un choque. Los resultados son muy preocupantes.
No esperaba que fueran de esa magnitud. Nunca imaginé que el problema fuera
realmente tan grave si se considera que toca incluso a las mujeres organizadas y
con mayor nivel de conciencia”.
Sólo la confianza humana en Carminha y en su rol de religiosa
facilitaron que las mujeres hablaran, vulnerando el *secreto de Estado*…
“Confiaron en mí casi como si sus respuestas serían una confesión sacerdotal.
Sin embargo para abrirse tuvieron que derrotar todos los miedos imaginables. El
miedo al marido, el *qué dirá* de la comunidad, el temor a la familia, a las
amenazas abiertas o veladas…”
UN COMPROMISO INTEGRAL
Y en esas mujeres campesinas, la hermana Carminha encuentra no sólo
una familia extendida sino también el sujeto esencial de su fe y de su práctica.
“Lo que me mueve es la idea de la liberación integral del ser humano. Ese es mi
motor existencial. Y por eso el trabajo junto con las mujeres del campo… Aposté
a la liberación del pueblo sin tierra; me comprometí en el combate por su
sobrevivencia y sus reivindicaciones más sentidas…Y finalmente opté por el
movimiento de mujeres porque ellas siguen siendo las más oprimidas entre los
oprimidos”.
La mirada atrás, impregnada de una enérgica crítica –que también es
autocrítica- le obliga a no negociar sus juicios. “La lucha por la tierra avanza
pero no se trabaja suficientemente la cuestión de género, y de allí mi esfuerzo
redoblado”. Y su propia autoexigencia sobre la naturaleza de su práctica: “lo
que me mueve es la liberación integral, de fondo. Nunca podría aceptar un
trabajo de simple asistencia social porque estoy convencida que no aportará al
cambio y a la liberación de fondo”.
Hombres y mujeres nuevas como objetivo: “el proyecto de Dios
concretizado en Jesús y el Evangelio” al decir de la hermana Carminha, para
quien la dimensión política y religiosa van de la mano. “Quiero servir al pueblo
y al Evangelio; mi oración no se separa de mi
acción”.
|