Más de 450 establecimientos
rurales dedicados a la cría de animales o a la agricultura han sido comprados
por los que, se sabe ahora, son los dueños de Ence y Botnia, y también de la
“papelera uruguaya” Fanapel, hoy en manos inglesas. La española Ence explota
50.000 hectáreas de monocultivo de eucaliptos en Fray Bentos. Hoy se sabe que
las empresas forestales Colonvade y Los Piques (que compraron 95.000 hectáreas
de tierras en Tacuarembó, Paysandú y Rivera) son personeras de la gran
papelera norteamericana Weyerhaeuser.
Ya en 2004 los efectos de la hiper-forestación uruguaya se
hacían sentir. Hubo un petitorio de centenares de chacareros denunciando “los
brutales impactos ecológicos negativos de las nuevas plantaciones”, “la
creciente extranjerización de la tierra” y “el uso de mano de obra semiesclava
por parte de Forestal Oriental”, que no deja entrar a ninguna organización
sindical a sus establecimientos. Hoy se sabe que Forestal Oriental es una
subsidiaria de la Botnia finlandesa. (Carta de los chacareros de camino Sadam,
Cerro Alegre, Ruta 14 y Paraje Prense; Mercedes, 7/8/04.)
El Frente Amplio y los tratados de “Libre
Comercio”
Las multinacionales papeleras ya tienen recorrido un
larguísimo camino hacia sus propósitos de colocación en el mercado mundial de
más de 1.500.000 toneladas anuales de celulosa. La construcción de las dos
plantas es el último eslabón. A pesar de que tanto en Argentina como en
Uruguay hay enormes ventajas para las inversiones extranjeras, en
exoneraciones fiscales y otro tipo de prebendas, el Grupo Botnia, antes de
intervenir en Uruguay, fue mucho más lejos y el 21 de marzo de 2002 logró que
entrara al parlamento uruguayo un texto donde condicionaba su presencia en el
país a la aprobación de un tratado particular que verdaderamente era una
humillación económica y política para Uruguay.
En ese tratado, el Estado uruguayo se compromete a compensar
“cualquier tipo de daño causado por posibles contaminaciones” y además se
compromete a que la zona del puerto de esas papeleras sea una “zona franca”.
Con la firma de ese tratado la Botnia será un verdadero Estado dentro del
Estado. La comercialización en el mercado mundial de la pasta de celulosa de
esas plantas será incontrolable para el gobierno uruguayo, destruyéndose así
el remanido argumento del ingreso de divisas por la exportación.
Este tratado, pomposamente llamado de “reciprocidad
económica”, entre Finlandia y Uruguay, “caminó velozmente” por los pasillos
del parlamento uruguayo. El 15/10/03 fue aprobado por el Senado y el 4/5/04 se
aprobó en la cámara de Diputados. La aprobación se hizo con el apoyo unánime
de blancos y colorados y la oposición de los diputados del Frente Amplio (FA),
que fue un verdadero saludo a la bandera.
En el FA, el tratamiento de las papeleras era motivo de
intensa discusión interna pues ya sabían que esas empresas estaban quedándose
con las tierras de medio Uruguay y que después vendría la instalación de las
plantas. Por eso fue muy debatido si había un compromiso “de Estado”, o sea,
si el FA se comprometía a cumplir los acuerdos establecidos por los anteriores
gobiernos.
Los adalides del cumplimiento de los “acuerdos de Estado” y
los que inclinaron la balanza interna fueron Huidobro y Mujica, dos
guerrilleros arrepentidos que hoy juegan un destacado papel en el gobierno del
FA. Ambos encabezan hoy, vergonzantemente, la defensa de la instalación de las
papeleras, con vulgaridades del estilo de que al Río Uruguay “lo pudre el
sistema y no las papeleras” (Mujica), o que la izquierda uruguaya que se opone
a las papeleras es “cholula y está colonizada por los porteños” (Huidobro).
Con este tipo de defensa y las garantías dadas al Banco Mundial, las
multinacionales papeleras comenzaron las obras. Los acuerdos “bilaterales” de
comercio no debutan hoy; el FA le da continuidad a la política de relaciones
carnales con las patronales imperialistas que tenia el gobierno de
Batlle.
“Las venas abiertas de América
Latina”
La monstruosa producción de pasta
de celulosa va a producir una inmensa contaminación ambiental en la zona
costera de Río Negro, Colonia y Entre Ríos. Las plantas succionarán del Río
Uruguay unos 70 millones de litros de agua diarios y devolverán 68 al río pero
a una temperatura de 80 grados, con una carga contaminante que afectará la
flora, la fauna y el turismo zonal. Amén de que las plantas quemarán casi 10
millones de metros cúbicos de gases, con su consecuente efecto invernadero y
la llamada lluvia tóxica.
Como apreciará el lector, los intereses económicos que están
en juego exceden largamente los emprendimientos turísticos del tipo Las Cañas
o del Parque Municipal de Fray Bentos o el Ñandubaizal de Entre Ríos, o la
primitiva y artesanal actividad que unos cientos de pescadores desarrollan
para sobrevivir.
Como una ironía de la historia, fue un uruguayo el autor de un
excelente libro que se aplica perfectamente a la construcción de las papeleras
de Fray Bentos. Eduardo Galeano denunció en Las venas abiertas de América
Latina que la voracidad de las empresas imperialistas saqueaba las riquezas
naturales de América y, una vez que terminaban de sacarle el jugo, abandonaban
el país dejando una secuela de muerte, hambre y retraso. Lo demostró con la
explotación del salitre en Chile, con el guano en el Perú, con la minas de
plata de Bolivia, con el petróleo en Venezuela, con el caucho en
Brasil.
Ahora lo mismo pasa con la desaforada forestación y con las
plantas de celulosa, que dejarán exhaustas las tierras y costas uruguayas,
como ya ocurrió en Pontevedra (España) y en Valdivia (Chile), en todos los
casos sin ningún beneficio para los trabajadores. Galeano denunció en su libro
uno por uno a los gobiernos que fueron cómplices de esta monumental
entrega.
El gobierno FA utiliza los mismos viejos y remanidos
argumentos de todos los gobiernos que cedieron a las patronales imperialistas:
la creación de empleos y la obtención de divisas. Si no lo denuncia Galeano,
otros lo denunciaremos.
Kirchner y las papeleras
En Prensa Obrera ya denunciamos la inmensa cloaca que
significa el Paraná con sus once papeleras arrojando los efluentes de 750.000
toneladas de fabricación de pasta de celulosa, y más de 50 fábricas de los
cordones industriales de Zárate, Campana, Villa Constitución y San Lorenzo
contaminando desde hace 40 años el río, y la nula intervención del gobierno
nacional. Denunciamos la caradurez del menemista Busti, que permite actuar
impunemente a la Iby, una papelera que figura entre las más negreras y
contaminadoras del Paraná. El gobernador de Misiones se ha llevado las palmas
dando una idea más que “original”: “que las papeleras se instalen en mi
provincia”, que es el paraíso de la contaminación ambiental.
Pero la escandalosa demagogia del gobierno de Kirchner va
encontrando su límite y se va a transformar en un búmeran. Los piquetes en los
puentes de Entre Ríos ya constituyen un gran problema para el gobierno
argentino, que ha hecho del antipiqueterismo su caballito de batalla. El
gobierno de Kirchner observa con preocupación a estos sectores medios que
acuden al piquete, aunque sin reivindicar a los piqueteros. Dicen que es el
“último recurso” frente al avance de las obras. Pero también para los
piqueteros, éste fue su “ultimo recurso” para reclamar, cuando ni siquiera hay
un patrón a quien hacerlo. Cuando quede expuesta la propia entrega del
gobierno argentino, los piquetes van a hacerselos al propio Busti.
El “No a las papeleras” va arrojando luz sobre la realidad de
que el gobierno uruguayo apoya a las patronales imperialistas que operarán en
su suelo, y el argentino a las viejas y negreras patronales papeleras
argentinas que van a ser absorbidas o quebradas cuando se inicie la monstruosa
producción de la Ence y la Botnia, con una mejor tecnología y en un lugar
mucho más accesible al mercado mundial que Puerto Piray o Santa Fe. En poco
tiempo, varias papeleras argentinas pasarán a manos de estos grupos
internacionales, que explotarán y contaminarán indiscriminadamente tanto en
Argentina como en Uruguay.
El “No a las papeleras” debe ser una lucha común de los
trabajadores argentinos y uruguayos y una denuncia común a sus propios
gobiernos.
Fuente: Prensa
Obrera 931, Buenos Aires, 19 de enero de
2006.