Crónica de la resistencia
en Hong Kong La cojera de la OMC
Laura Carlsen/ Hong Kong
La
Jornada/Masiosare 418, 24 de diciembre de
2005.
Tras su sexta reunión ministerial, la OMC
"regresó a casa cojeando pero aún en pie". El organismo multilateral se salvó de
un tercer fracaso al hilo, el cual hubiera evidenciado su incapacidad para
conciliar la agenda de liberalización con su mandato de desarrollo. En este
texto se ofrece un balance de los resultados y una narración de la resistencia
en las calles
Del 13 al 18 de
diciembre miles de personas convergieron
en Hong Kong para la reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio
(OMC). En el Centro de Convenciones, protegido por líneas policiacas y vallas
improvisadas, se reunieron los delegados gubernamentales. Los ministros de los
países desarrollados llevaron una agenda de apertura forzada para sus productos
y sus inversionistas. Los países en vías de desarrollo llegaron a defender
principalmente los intereses de sus elites empresariales que buscan un nicho en
la economía globalizada.
Fotografía:Reuters
Al lado congregaron las Organizaciones No
Gubernamentales de todo el mundo que analizaron y monitorearon las negociaciones
y tuvieron acceso al edificio principal. En algunos países, sus críticas y
alternativas han logrado tener influencia en las delegaciones oficiales, y a
veces sus protestas y declaraciones son recogidas por los medios. A través de
contactos afuera de la reunión oficial, difunden información de lo que sucede
dentro a los activistas en las calles. A pesar de ello, las negociaciones entre
los representantes gubernamentales se desarrollan a puerta cerrada, en un toma y
daca en el cual el poder y la riqueza desiguales entre los países juegan papeles
estelares a la hora de acordar las cuestiones sustantivas.
El abanico de la resistencia
Afuera de la sede oficial la historia es otra.
Allí se juntaron grandes contingentes de campesinos y pescadores de Corea del
Sur, Tailandia, Filipinas, Japón, Taiwán e Indonesia, además de otros países,
incluyendo una pequeña delegación de México. Junto con ellos marcharon
sindicalistas, mujeres, migrantes y miembros de ONG que acompañan a los
movimientos. En el centro del Parque Victoria, donde las organizaciones
altermundistas habían puesto sus carpas para información y seminarios, y donde
se reunieron para sus movilizaciones, estaba un altar y una foto enorme de Lee
Kyeong-Hae, el agricultor coreano que se inmoló en las movilizaciones contra la
OMC en Cancún en el 2003. La consigna de los campesinos es contundente: ¡Abajo
con la OMC!
Las delegaciones oficiales llegaron a Hong Kong
sin acuerdos y con grandes discrepancias. Se veía remota la posibilidad de
alcanzar acuerdos sustanciales. La OMC ya llevaba dos fracasos rotundos, cuando
las negociaciones colapsaron sin acuerdos en Seattle (1999) y Cancún (2003). El
tercero hubiera llevado a una crisis institucional innegable. Sin embargo, en el
último momento el Grupo de los 20 bajo el liderazgo de Brasil y la India firmó
un acuerdo para la eliminación de los subsidios a la exportación de productos
agrícolas para el año 2013. Un acuerdo risible, dado que la demanda expresada al
entrar a las negociaciones según ellos irreductible fue la eliminación
para el año 2010, y aun así dejaba afuera la mayoría de las exigencias más
importantes de los pequeños productores rurales, sobre todo el asunto de
controlar el acceso a sus mercados de productos estratégicos.
Cuando se deshizo el nudo gordiano de la
agricultura con la espada de la Unión Europea y Estados Unidos, el G-20 empezó
su lobby para presionar que se aceptaran los textos sobre servicios y
acceso a mercados para productos no agrícolas, textos que responden a los
intereses de los países ricos. Los únicos países que protestaron oficialmente
contra la declaración final fueron Venezuela y Cuba, y no quedó claro cómo el
texto iba a reflejar sus puntos. Sin fijarse un calendario ni avances concretos
para los otros temas la sexta ministerial de la OMC "regresó a casa cojeando
pero aún en pie."
Fotografía:AP
De esta manera, la organización se salvó de un
tercer fracaso que hubiera hecho evidente su incapacidad para conciliar la
agenda de liberalización con su mandato de desarrollo.
Esta fue la mala noticia para los movimientos
sociales, que sostienen que la salvación del proceso de la OMC es una condena
para miles de campesinos en todo el mundo. Mientras siga adelante la agenda de
liberalización comercial y privatización en el campo, los pequeños productores
sufrirán la pérdida constante de sus trabajos, sus tierras y su cultura. Los
países, en consecuencia, seguirán sufriendo la erosión de la soberanía
alimentaria y nacional. Así lo ha dicho Vía Campesina Internacional,
organización social que encabezó la marcha más militante de la jornada contra la
OMC en Hong Kong, y que exige la salida de la agricultura del organismo
multilateral. Nadie apuesta al caos, sino a una profunda reflexión
acompañada por estudios serios sobre el impacto de la liberalización
comercial en los pobres de todos los países y en el desarrollo. Sin esto, seguir
de frente en la liberalización comercial desenfrenada es un acto irresponsable
que arrastra las vidas de la gente más vulnerable y marginada del planeta.
La resistencia en las calles
El 17 de diciembre se realizó la marcha campesina
en Hong Kong. Una jornada de resistencia y represión que refleja cómo se van
marcando líneas en la lucha entre dos paradigmas del futuro: de un lado, la
defensa de la soberanía y del modelo campesino de agricultura; del otro, de la
globalización impuesta desde arriba por las grandes corporaciones.
Al comenzar la movilización, como siempre, sus
participantes parecer no tener prisa. En el Parque Victoria, que es donde están
los puestos y el escenario donde los altermundistas realizaban sus actos
culturales, los contingentes de campesinos y pescadores se forman, esperan y
escuchan discursos en por lo menos cinco idiomas. A pesar del retraso, los
manifestantes son muy formales. No sólo se identifican por sus banderas sino que
la mayoría tiene gorras o chalecos, una especie de uniforme para marcar
pertenencia. Se forman en filas aun sentados en el pasto y comparten comida
preparada por sus bases de apoyo. En esta marcha, si no perteneces a una
organización, y has adquirido cierta disciplina, no tienes lugar.
Alberto Gómez, de la UNORCA, está allí junto con
tres representantes de la organización del estado de Guerrero. UNORCA es miembro
de Vía Campesina Internacional, que organiza esta marcha y forma la descubierta.
El francés José Bové, Rafael Alegría, de Honduras, Nico Verhagen y dirigentes de
varios países asiáticos desfilan tras las banderas verdes.
A unas diez cuadras de la salida del Parque
encontramos las primeras barricadas de metal que ha puesto la policía de Hong
Kong. De repente empiezan los primeros choques. Los policías han bloqueado las
calles con rejas de metal para que la marcha no se acerque al Centro de
Convenciones donde los delegados juegan su futuro enclaustrados y en secreto. La
consigna de la marcha es llegar al centro y hacer escuchar su voz. Se trata de
llegar lo más cerca posible de donde se toman las decisiones.
La Vía Campesina forma una línea en la
descubierta. Los brazos de sus integrantes y los palos de las banderas se
convierten en una especie de puerta para controlar quién puede pasar y quién no
a la batalla callejera contra los policías. Únicamente dejan pasar a los
coreanos que se van contra las barricadas, con insistencia pero sin golpear a
personas. Utilizan sus piernas y brazos contra los escudos policiacos. Sus
movimientos parecen una coreografía perfectamente bien ensayada y muestran el
alto nivel de entrenamiento que tienen. Los gendarmes les lanzan un spray de
pimienta, naranja y pegajosa que quema la piel. Los afectados regresan a la
marcha con caras rojas de sufrimiento y son lavados por sus compañeros.
En eso logran tumbar varias barricadas y la marcha
avanza, topando con la policía, peleando, organizando la retirada y buscando
nuevas rutas. Hay sólo una o dos personas heridas. La mayoría están afectadas
por los gases lacrimógenos, el spray y agua de alta presión que las fuerzas del
orden avientan para retomar el control del terreno.
Fotografía:AP
De repente se desata una guerra callejera por el
control de las calles entre el Centro de Convenciones. La marcha y los coreanos
van abriendo espacios poco a poco y el contingente rápidamente avanza para
ocupar y mantener el terreno ganado. Vía Campesina sigue formando la primera
línea y los coreanos cruzan por debajo para enfrentarse con la policía. Están
extremadamente bien organizados tienen hasta comisionados para recoger la
basura. Todas las cosas que parecían servir para la tramoya cuando empezó la
marcha unas placas de madera con caritas y consignas pintadas, chalecos
salvavidas que estrenaron el primer día cuando se lanzaron al agua, cadenas para
representar la esclavitud del régimen comercial resultaron tener un uso
práctico en las batallas callejeras. Las placas de madera con caritas pintadas
se convierten en escudos, los chalecos identifican a los líderes y protegen
contra golpes. Cuando se cansan unos o les toca el gas, entran los relevos.
Logramos subirnos a un puente que pasa por arriba
de la carretera y que lleva al Centro de Convenciones. Ya es de noche; son como
las seis y media de la tarde. Los coreanos forman una barrera y sólo dejan pasar
a sus compañeros, hombres y mujeres, para ir contra la policía. Sus tambores
avisan cuando hay enfrentamiento y siguen con sus ritmos ominosos durante la
batalla para dar fuerza a sus guerreros. El ambiente es muy tenso. La línea de
enfrentamiento ese traslada abajo del puente y de repente se oye el grito de la
victoria que quiere decir que han roto la línea de contención. En eso, se
escucha una explosión y aparece una nube de gas. Es la última cosa que vemos
porque lo que sigue es la ceguera colectiva. Inmediatamente todos los que están
en el área empiezan a correr, sin ver. Dicen los periódicos del día siguiente
que echaron más de 20 latas de gas lacrimógeno en el mismo lugar casi al mismo
tiempo. Es fuertísimo. Los ojos lloran y arden, pero mucho peor es el efecto en
los pulmones. No puedes respirar, cada inhalación es como inhalar fuego, no
sabes si volverás a tener aire.
Después, viene un rato que parece interminable. El
aire que entra es un poco mas frío, baja el ardor. Las primeras bocanadas de
aire fresco raspan en el pecho pero son como bendición. Mucha gente vomita y
tose pero lentamente empieza a recuperarse.
El regreso
La policía ha retomado la mitad del puente. Forman
una línea detrás de sus escudos, traen las máscaras puestas. Parece que han
ganado en una maniobra maestra. ¿Quién volvería a enfrentar algo así? Pues,
todos. La marcha se recompone y regresa al puente.
Pero aquí no hay avance y se abre otro frente en
otra calle. Todos corren por allá. Se acaba a las ocho treinta de la noche en
una calle ancha cerca del Centro. Nos sentamos allí a esperar una noche larga, a
dar discursos y platicar. Sin embargo, a las nueve la policía otra vez comienza
a avanzar. Toman el puente arriba de nosotros y dos líneas de policías con todo
el equipo antimotines empiezan a apretarnos en medio. Echan gas pero no tan
fuerte. No nos movemos. Ya hay información que los que quedan van a la cárcel.
Se toma la decisión de quién va y quién se queda afuera. Son los coreanos, unos
900, juntos con algunos miembros de otras organizaciones asiáticas detenidos.
Inseguros, inciertos, los gendarmes finalmente permiten que salgan los demás.
La prensa insiste en retratar a los coreanos en
particular como "violentos". No fue así. La "violencia" se limitaba a empujones,
algunos con palos de bambú y algunas botellas de plástico que se aventaron. La
policía respondió con gases sin aviso y golpes con palos aunque tampoco fue una
respuesta sangrienta.
La cultura oriental, la desesperación de los
campesinos, la disciplina casi militar y la fuerza de los números se combinan de
tal manera que cuando ves a los coreanos en acción te hace sentir que has
llegado a la médula de la resistencia. Es sentir que esta gente, sin ser
agresiva, está dispuesta a llegar a las últimas consecuencias, sabe por qué y
para qué lucha, y sabe cómo hacerlo. No es ira, es una convicción y compromiso
tan hondos que van mas allá de cualquier otra cosa que he visto. Dos días antes
hicieron una marcha que consiste en dar tres pasos y arrodillarte en posición de
oración. Físicamente es muy duro, y así avanzaron kilómetros. El sacrificio no
es exclusivo de los coreanos. También lo hizo Alberto Gómez y tiene las rodillas
ensangrentadas para comprobarlo.
Mientras tanto los delegados oficiales no llegan a
un acuerdo. Deciden seguir en sesión hasta la madrugada. Se ve que va a ser una
larga noche para todos. Pero algunos están en un edificio de lujo, mientras
otros están en la cárcel, y otros más en la calle junto con un viento frío que
viene de la Bahía de Hong Kong.