Empezó la cuenta atrás. La semana pasada,
los países avanzados y un grupo de naciones en desarrollo no lograron un
acuerdo para negociar una reducción de subsidios a la producción agrícola
en Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Este tema hizo descarrilar la
cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Cancún hace dos años y es
el fantasma que ronda la cita de diciembre en el territorio chino. Con
esta entrega, iniciamos una cobertura especial.
Paulo Sotero*,
Washington
Los negociadores de una docena de naciones clave entre
los 148 países miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC)
tienen una ambiciosa tarea por cumplir en los próximos dos meses. Se trata
de definir los métodos para reducir las tarifas de importación, los
subsidios a las exportaciones y a los productos agrícolas. También
requieren acordar cómo lograr una reducción sustancial de las barreras al
comercio de bienes industriales y de servicios. Ese fue esencialmente el
compromiso que asumieron en noviembre de 2001, cuando lanzaron la Ronda
del Desarrollo en Doha, Qatar.
¿Por qué reducir más las barreras comerciales? En su versión más
simple, la explicación fue dada recientemente por el director gerente del
Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, en uno de los
seminarios de Iniciativa Global Clinton, organizada por el ex presidente
de Estados Unidos (EU): "El comercio probó ser una de las grandes fuerzas
positivas del cambio en el mundo en los últimos 50 años", dijo. En ese
periodo, "el comercio mundial aumentó 20 veces, mientras que el tamaño de
la economía global se multiplicó sólo por seis, en términos del producto
interno bruto". Muchos concuerdan con la tesis de que un mundo con
corrientes comerciales más libres será más próspero. El problema está en
negociar una liberalización que atienda los intereses de 148 países de
forma equilibrada.
El plazo para llegar a un entendimiento básico es la sexta reunión
ministerial de la OMC, programada en Hong Kong entre el 13 y 18 de
diciembre próximo. La cita "es nuestra última oportunidad para concluir la
ronda el año que viene", afirmó el director general de la OMC, el francés
Pascal Lamy, en un discurso en el encuentro anual del FMI en Washington el
pasado 24 de septiembre. La preocupación de Lamy por terminar las
negociaciones hasta fines del año entrante deriva del plazo de vigencia de
la Trade Promotion Authority (TPA), el mandato legislativo que el Congreso
de EU dio a la administración Bush para someter nuevos acuerdos
comerciales a ratificación. Aprobado por tres años en 2002, el TPA fue
renovado por dos más y termina el 30 de junio de 2007. Los preparativos
para presentar al Legislativo estadunidense la propuesta final del acuerdo
al que se llegue sobre la llamada Ronda de Doha requiere al menos tres
meses de trabajo. De ahí el énfasis de Lamy en la necesidad de que los
países lleguen a un acuerdo en 2006, o en el primer trimestre de 2007 a
más tardar.
"El mundo no se va a acabar si la reunión de Hong Kong fracasa y la
ronda se alarga", expresó Lamy. "Pero quedará significativamente
debilitado, más de lo que se puede imaginar hoy." Lamy, negociador
experimentado que durante cinco años fue actor central en el lanzamiento
de la ronda, cuando era comisario de comercio de la Unión Europea (UE), no
se engaña en cuanto al desafío que tiene enfrente. Pero la responsabilidad
de llevar las negociaciones a un destino favorable lo obliga a ser
positivo. "No tratamos de hacer lo imposible" dijo en el FMI, "al
contrario, el éxito está enteramente al alcance".
Puede ser. Pero, para alcanzarlo, los negociadores tendrán que ir más
rápido. El comisario de Comercio de la UE, Meter Mandelson, reconoció hace
unas semanas que un acuerdo en Hong Kong está lejano, luego de reunirse en
París el 22 y 23 de septiembre con otros tres protagonistas de las
negociaciones: el ministro de Comercio Exterior de EU (USTR), Robert
Portman; el canciller de Brasil, Celso Amorim, y el de Comercio de India,
Kamal Nath. Al final, todos señalaron que las reuniones fueron positivas,
aunque el logro central fue que conocieron mejor las posiciones de unos y
otros.
La fragilidad política de varios gobiernos que negocian agrega otra
dificultad. El presidente Bush reiteró el mes pasado ante Naciones Unidas
su disposición para eliminar "todos los subsidios agrícolas", con la
condición de que otros países, empezando por la UE, hagan lo mismo.
Entretanto, la presión proteccionista en el Congreso estadunidense, que
obligó a Washington a una dura batalla para ratificar el CAFTA
acuerdo comercial entre la mayor potencia del mundo y seis modestas
economías de América Central y el Caribe, hizo patente los obstáculos
que tendrá para vencer las resistencias de los cabildeadores agrícolas
para mantener los apoyos federales a la producción, las medidas que
protegen a los más de 500 productos considerados más sensibles. La
declinación de la popularidad de Bush, sea por Irak o por los efectos de
los huracanes, introducen un elemento adicional de incertidumbre, en la
medida en que disminuyó su capital político.
En Europa, Alemania se encuentra en punto muerto luego del empate en la
elección general, que se saldó con la llegada de la conservadora Angela
Merkel como nueva canciller federal. En Francia, un desgastado presidente
Chirac ya comenzó la cuenta regresiva para dejar el Palacio del Elíseo.
Ante este panorama de líderes mundiales en apuros es que un grupo ampliado
de negociadores formado por una quincena de países se reunió en estos días
en la sede de la OMC en Ginebra para intentar acercar sus posiciones.
El elemento más favorable para el encuentro fue la ausencia de
una expectativa de que los ministros logren avanzar, lo que hará
significativo incluso un modesto progreso. Los especialistas temen que,
ante las resistencias en sus respectivos frentes internos para hacer
concesiones que permitan un entendimiento, algunos ministros de países
ricos se resignarán a llegar a Hong Kong y partir de los acuerdos
negociados para resolver prácticamente todo en la reunión.
La últimas gestiones de liberalización del comercio mundial, lanzadas
en Punta del Este a fines de 1986, y bautizadas como Ronda Uruguay,
llevaron ocho años para concluirse. Su resultado más importante fue la
creación de la OMC y sus mecanismos de resolución de controversias como
sucesora del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio. La Ronda Uruguay
promovió una considerable apertura de los mercados de bienes industriales.
Pero la agricultura se dejó de lado.
Las dificultades para avanzar en la Ronda de Doha fueron expuestas por
el colapso de la reunión ministerial de Cancún en septiembre de 2003,
cuando se manifestó la resistencia de EU y la UE para honrar su compromiso
de enfrentar la cuestión de los subsidios agrícolas que distorsionan el
comercio y colocan a los agricultores de los países ricos en ventaja para
competir con los de las naciones pobres. Esto encontró fuerte oposición de
países como Brasil, India y México, organizados en el Grupo de los 20
(G-20) para defender sus intereses.
Señalando como responsable del fracaso de la reunión de Cancún al
entonces representante de Comercio de EU, Robert Zoelllick, el G-20 se
reveló como importante nexo para desbloquear la agenda de Doha sobre
agricultura, a pesar de los intereses no siempre convergentes de sus
miembros en ésta y otras áreas.
Los negociadores habían llegado al compromiso que se mostraría
imposible en Cancún. En la base del plan de trabajo que anunciaron estaba
la anuencia de la UE y EU, que con Japón gastan centenas de millones de
dólares al año en apoyos a la agricultura, de una reducción sustantiva de
los subsidios a la exportación y el límite de los pagos de incentivos a
los productores de bienes específicos, los que más distorsionan el
comercio. Por su parte, las naciones en desarrollo se comprometían a
liberalizar sus mercados de productos industriales y los servicios. Otras
cuestiones relevantes, como la protección de la propiedad intelectual y
las inversiones, que habían surgido en la primera reunión ministerial de
la OMC en Singapur en 1995, fueron archivadas.
Existe un entendimiento entre los negociadores de que la agricultura es
asunto central que debe resolverse en primer lugar. Finalmente es un tema
pendiente de la Ronda Uruguay. La agricultura es también la actividad más
relevante para la mayoría de los países pobres y debe ser prioritaria en
una ronda de negociación cuya justificación, desde el punto de vista
moral, es la reducción de la pobreza. Mientras, nadie puede prever el
acuerdo al que se llegue y las posiciones de las potencias parecen muy
tímidas para los países emergentes.
Para que se destrabe el tema agrícola es necesario, primero, determinar
una fecha de firma para la eliminación de los subsidios a las
exportaciones de esos productos. Esa es la parte fácil. La más difícil
involucra la reducción de las barreras que la UE impone a la entrada de
productos agrícolas a su mercado, bajo la forma de tarifas y cuotas y, por
otro lado, el corte de los subsidios a productos de EU. La reforma de la
política agraria común de la UE en 2003 permite una baja significativa de
los pagos a la producción. Estos se reducirán de cerca de 80 mil millones
de dólares anuales, permitidos bajo la Ronda Uruguay, a una cifra en torno
a 55 mil millones. Falta transformar las barreras existentes en tarifas y
recortarlas.
Los negociadores de EU afirman que una reducción seria de los
obstáculos al comercio agrícola en Europa, que abra nuevos mercados a los
bienes estadunidenses es esencial para movilizar el apoyo del Congreso en
favor de una caída de los subsidios a la producción, estos llegan a 19 mil
millones de dólares, según la ley agrícola de 2002. En la práctica han
sido menores. Un panel de la OMC pedido por Brasil para revisar la
legalidad de los subsidios de EU a la producción de algodón determinó que
el programa viola las reglas de comercio.
Washington y los europeos dicen que requieren que los países en
desarrollo hagan ofertas de liberalización atractivas para sus mercados de
servicios para hacer concesiones importantes en los subsidios agrícolas.
Esa posición fue repetida por Rato, quien atribuyó a los países en
desarrollo una fuerte responsabilidad en el éxito o fracaso de la reunión
de Hong Kong. "Un grupo de países que puede definirse como el G-20 es un
factor clave y tiene que entender que la liberalización del comercio es
una senda de dos vías", afirmó Rato, al responder a este reportero sobre
las consecuencias de un fracaso en ese encuentro.
Fue la segunda vez en menos de una semana que Rato decía que, además de
una reducción de los subsidios agrícolas por los países ricos, un hecho
positivo de Doha depende de la disposición de las naciones emergentes como
Brasil e India, que lideran el G-20, para abrir más sus mercados a los
servicios. "Lo que sucederá en Hong Kong es mucho más importante, no
porque el comercio es una fuerza positiva, sino porque el proteccionismo
es una fuerza negativa", dijo días antes en Nueva York luego de que el ex
presidente Cardoso de Brasil explicó la estrategia que adoptó su gobierno
para expandir las exportaciones y las importaciones para elevar la
eficiencia y competitividad de la economía.
"Creo que Cardoso fue muy claro en decir que no se trata de que Brasil
venda más, sino que deja que otros vendan más cosas a Brasil, y eso no
siempre es fácil." Sectores proteccionistas del gobierno de Lula
ilustraron la dificultad el mes pasado. Según fuentes próximas al
Ministerio de Agricultura, que representan los intereses de un sector
altamente competitivo y dependiente de una mayor apertura de los mercados,
una oferta de reducción de barreras al comercio de bienes y servicios
preparada por el Ministerio de Hacienda para discusión interna fue usada
con el propósito de abortar el debate.
Rato fue claro en defender la necesidad de concesiones por los grandes
países emergentes. "Este es un momento crucial de liderazgo para las
grandes economías como EU, Europa y Japón, pero también para las economías
de ingresos medios", señaló. Sería más difícil, o incluso imposible si el
G-20 no estuviera dispuesto a un compromiso. "Este requiere que las
grandes economías reduzcan los subsidios y el proteccionismo, pero demanda
que las economías de ingresos medios abran los mercados de manufacturas y
de servicios."
El presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, subrayó ese punto en
una entrevista un día antes. Dijo que el crecimiento económico y del
empleo en países en desarrollo no depende sólo de exportar más a los
países ricos, sino también a otros mercados en desarrollo. La agricultura
es la prueba: Brasil que emergió en los años recientes como el segundo
mayor productor y exportador agrícola del mundo, dirigió 51 por ciento de
sus ventas el año pasado a los mercados emergentes, comenzando por China
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* Corresponsal del diario
brasileño O Estado de Sao Paulo en la capital estadunidense.
Exclusivo para La
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