Las imágenes eran demasiado fuertes para nuestros
estómagos. Esas personas apaleadas, con fracturas en manos y pies, con el rostro
desfigurado o hendiduras en el cráneo por la acción de las pelotas de goma, que
mostraban sus cuerpos con horrorosas rasgaduras producto de las mortíferas
cuchillas que coronan las vallas. nos interpelaban directamente como
responsables que somos de semejante carnicería. Las imágenes eran demasiado
fuertes para nuestra auto presentación como campeones en la defensa de los
Derechos Humanos, Alianza de Civilizaciones incluida. Y todo ello realizado
sobre gentes que no respondían con violencia a esas agresiones, que sólo querían
saltar una valla para encontrar trabajo o dejar atrás una tierra asolada por el
hambre y las guerras.
Así que el gobierno español, jaleado en esa
dirección por partidos y medios de comunicación, ha encontrado la solución:
pagar al verdugo para que se encargue de ese mismo trabajo. Porque ése es el
papel de Marruecos en esta historia. Su desprecio a los derechos humanos, su
falta de garantías jurídicas, el racismo con que tratan a las gentes
subsaharianas ("los negros""), la triste fama que tienen sus cuerpos de
seguridad. Todo ello es ampliamente conocido por estar presente en cualquier
crónica periodística, por no hablar de las denuncias sistemáticas por parte de
los organismos defensores de los derechos humanos o las ongs, que en los últimos
meses han documentado, por ejemplo, la expulsión de solicitantes de asilo, en
teoría bajo la protección de la ONU. Ha presionado a Marruecos para que se ponga
manos a la obra, a cambio de redondas sumas de euros provenientes de las arcas
españolas y europeas. Y Marruecos se ha puesto a la faena.
Una fusilada
en la valla de Ceuta segaba la vida de cinco personas y dejaba malheridas a
varias decenas. A continuación, diversas redadas realizadas incluso en las
ciudades de Rabat y Casablanca, acababan con la expulsión, "manu militari", de
varios cientos de inmigrantes. La novedad, en esta ocasión, era que además del
destino habitual de Oujda, en la frontera con Argelia otros muchos autobuses se
dirigieron a la frontera con Mauritania, en pleno desierto, donde al ser
abandonados han empezado a producirse las muertes, al parecer, varias decenas
hasta el momento. El desplazamiento de varios miles de militares del ejército
marroquí a las fronteras de Ceuta y Melilla también se hacía notar: seis
inmigrantes morían a balazos en Melilla y otros 14 resultaban heridos.
Y
el gobierno español, comenzaba a expulsar inmigrantes, entregándolos a esos
mismos cuerpos de "seguridad", al conseguir activar el acuerdo preexistente con
el gobierno marroquí. Es evidente que las consecuencias para esos cientos de
personas van a ser, están siendo, más trágicas todavía que esas imágenes que tan
difícil se nos hacía digerir. Pero bueno, ahora son otros los que se encargan de
la carnicería. Ya podemos dormir tranquilos.
Fuente: www.rebelión.org
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