NCeHu
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España De los territorios a las hambrunas y la
entrepierna
Eduardo Pérsico
08/10/2005
Si atendemos a los diarios contando los estragos que
se producen en España, principalmente en Melilla, por la incansable irrupción de
los africanos a su territorio, se nos ocurre que poco se dice qué origina éste y
el resto de los conflictos de nuestra historia cotidiana: el hambre. Algo que al
menos la FAO, esa entidad internacional que estudia las cuestiones de la
alimentación en el mundo, parece tener bien computado en octubre del 2005 al
informar que la capacidad mundial en la producción de alimentos alcanzaría para
alimentar bien a doce mil millones de habitantes, cuando en el planeta somos un
tercio menos a esa cantidad. Un dato más que irónico, por decir algo suave, que
nos recuerda a don Enrique Jardiel Poncela cuando pronunciara “hay dos sistemas
para conseguir la felicidad; uno haciéndose el idiota, y el otro, siéndolo”. Y
esta certera calificación nos acerca al conflicto de las migraciones desde
Africa que no son preocupación excluyente de los españoles sino de Europa en
general, ya que los sectores más consumistas del continente europeo integran
cierta uniformidad conceptual que le imponen el ritmo y en algún modo
condiciones a las democracias sociales gobernantes con la típica exigencia de
usar políticas más “valientes” ante la llegada de tantos africanos al
territorio. Esa burguesía bienitencionada pero “envuelta en los armiños de su
ignorancia y su fatuidad” – hemos leído alguna vez- recurre a lo jurídico
invocando protocolos y compromisos como si esos papeles marcaran para siempre
los destinos de la humanidad, cuando sin andar muy lejos la historia de la
especie humana podría explicarse íntegramente a través de las migraciones por
hambre. Sencillamente eso, tan recurrente no sólo a las eternas pretensiones
jerárquicas de los españoles ante los africanos negros, sino para todos los
grupos étnicos, raciales o políticos de Europa que debieron huir de sus sitios
naturales acuciados por la hambruna. Y en América Latina bien conocemos esos
traslados de ida y vuelta que sin llegar al antes de 1492, nuestra historia
portuaria registra el aluvión de hambrientos llegados desde fines del siglo
diecinueve hasta la mitad del siglo veinte. Los datos estadísticos serían
abrumadores y elijo, en mi caso, la memoria personal: “esos vienen corridos por
el hambre” era común en Buenos Aires a principios de siglo, -ver textos de ese
tiempo- y fue frase repetida en mi barrio por los años que llegaba el peronismo
en la Argentina, 1940/50. Antes de aquello, en 1889 arribaron a la Argentina mis
abuelos paternos, italianos de la Basilicata miserable donde comían raíces,
referían ellos, y por 1903 llegaron al Hotel de los Inmigrantes desde Irún o
Hendaya, de por ahí pero entraron como franceses, mis abuelos maternos. Vascos
hambreados en su lugar de origen, desilusionados y semianalfabetos como la
mayoría de las multitudes que bajaron de los barcos al puerto de Buenos Aires. Y
así las cosas, más los familiares de los familiares de los familiares que
vinieron igual y por conocimiento visceral y directo nos releva de más
explicaciones, nosotros los latinoamericanos o “sudacas bien comprendemos que el
hambre no perdona; y como el ser humano antes que nada es una especie, -perdón
señoras- al igual que otros seres vivos tiene el mandato de alimentarse y
aparearse. Eso es esencial, primordial, sustancial, inevitable o según se nos
antoje anoticiar de esto a quienes recitan los compromisos estúpidos que se
discuten estos días en la televisión europea. ¿De qué habla esa gente tan lejos
de lo esencial? ¿No leyeron que sobraría comida para alimentar a la humanidad?
Porque más cuerdo y hasta elegante sería ahorrarse los rostros patéticos ante
las cámaras y cada tanto arriesgar alguna sensatez más acorde a esta altura de
la historia, - que no es solitariamente la historia de los países ricos,
industrializados y voraces de la riqueza ajena- y empezar a cuestionar algo,
apenas, un poquito al menos, al sistema cerradamente capitalista y brutal que
engendra legislaciones y compromisos de inalienables límites nacionales,
tradiciones, colores de piel y otras fortuitas complicaciones. Porque volvamos a
lo anterior, la historia de la humanidad puede explicarse por las guerras, las
injusticias y las migraciones por hambre, con más facilidad que con tanta
erudición jurisprudencial, eso es muy fácil probarlo, pero si expulsamos del
debate a quienes no entienden porque no han leído a Miguel de Cervantes o no
vieron “Las Meninas” de Velázquez, es porque en lo sustantivo no buscan ninguna
solución eficaz sino ponerle remiendos a la historia, cuando el hambre no tiene
nacionalidades, límites ni “culturas” que lo resuelvan. De pensar con más
limpieza intelectual y menos xenofobia, racismos y taradeces que ningún país ni
grupo del planeta puede enarbolar seriamente, la solución quedaría más cerca,
todavía nos debemos tantas masacres que ocultamos, nos dijimos una noche en un
bar de Ceuta tres o cuatro “sudacas” y unos entrañables españoles queriendo
explicarnos la atrocidad soportada en América latina con el Plan Cóndor impuesto
por los Estados Unidos usando el brazo asesino de los militares nativos. Y uno
de ellos, el Fede Cozar, hincha del Rayo Vallecano, levantó su vaso, otra vez, y
nos dijo “por ustedes y por nosotros, los españoles, que aún no explicamos
porqué seguimos torturando a los toros”. Y al menos, nos reímos.
En
síntesis, el 5 de octubre del 2005 en Melilla siguieron los incidentes
sangrientos por el “no te metas en mi casa sin mi permiso” que ocurre más
seguido cada día no sólo ahí sino en el resto del mundo que come habitualmente,
y desde aquí les mandamos una noticia, (nada inaugural): dejen de alegrarse
cuando se hunde una patera porque desde el fondo inmortal de la historia, entre
los europeos, asiáticos, americanos más lo blancos negros amarillos y
multicolores fugadores del hambre, los hambrientos no solamente saltan los
alambrados sino que también se pasan por la entrepierna, -en Buenos Aires, por
el forro de las pelotas- toda disposición jurídica artificial a la condición
esencial de la especie. Algo que nos remite otra vez a las dos variantes de la
idiotez dichas por el inteligente y divertido Enrique Jardiel Poncela, y
aconseja pensar en serio.
Eduardo Pérsico, narrador y ensayista, publicó cinco libros de cuentos, seis
novelas, algún poemario y la tesis 'Lunfardo en el Tango y la Poética Popular'.
Nació en Banfield y vive en Lanús, provincia de Buenos Aires,
Argentina.
Fuente: www.argenpress.info
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