NCeHu
1326/05
La frontera de Europa en
África
La
verdadera frontera de Europa con África está marcada por una brutal
discontinuidad en los índices de riqueza, bienestar humano y nivel de vida. Ése
es el motor de toda la conflictividad que se produce en su entorno, que no es
posible desconocer en cualquier esfuerzo que pretenda remediarla.
Alberto Piris
La
frontera europea se extiende en varios miles de kilómetros, serpenteando sobre
la tierra y el mar entre el Ártico y el Mediterráneo y desde Chipre hasta
Canarias. En gran parte no está marcada con mojones bien definidos, pero hay
otros elementos que la delimitan con claridad: la renta per cápita, el nivel de
empleo, la disponibilidad de agua potable y energía, la alimentación, la salud,
la educación... En suma, está marcada por una brutal discontinuidad en los
índices de riqueza, bienestar humano y nivel de vida. Éste es el motor de toda
la conflictividad que se produce en su entorno, que no es posible desconocer en
cualquier esfuerzo que pretenda remediarla.
En
Ceuta y en Melilla, sin embargo, la frontera está además claramente marcada con
una doble alambrada metálica, protegida por modernos medios de vigilancia y
guarnecida por las fuerzas de seguridad españolas.
Hay
quien ha exigido que Marruecos disperse de inmediato a los subsaharianos
concentrados frente a Ceuta y Melilla. Así, sin más. Como si pudiera exigirse a
un país soberano que cumpla los deseos del vecino sin ofrecer nada a cambio. Eso
sólo puede hacerlo EEUU, y así le va. Pero es que, además, revela cierta
ignorancia de la situación. ¿Por qué Marruecos habría de diseminar por su
territorio a los emigrantes subsaharianos, generándose así inútiles molestias?
Le es más cómodo dejarlos frente a las dos ciudades españolas, porque
contribuyen a su desestabilización interna y a lo que, en último término, es el
objetivo final marroquí: la anexión de ambos territorios.
No
hay que olvidar que ese objetivo es, también, la causa de que España y Marruecos
encuentren difícil, si no imposible, alcanzar acuerdos duraderos sobre cualquier
asunto: siempre quedarán en la recámara marroquí las balas que apuntan a ambas
ciudades. La emigración clandestina ilegal es ahora, en resumidas cuentas, un
arma de Rabat para debilitar la posición de España en el norte de África. La
guarda en su funda cuando le interesa rebajar la tensión pero está presto a
blandirla en cuanto convenga a sus intereses.
Quizá
bajo la presión de la opinión pública, el Gobierno español ha decidido reforzar
con medios militares el dispositivo de la Guardia Civil que guarnece ambos
segmentos fronterizos. Es muy probable que, pasada la urgencia, haya que
rectificar esta apresurada decisión, dadas sus evidentes incongruencias.
Desde
la Asociación Unificada de Guardias Civiles se afirma que el Ejército (en este
caso, unidades de la Legión y de Regulares) carece "de los medios y la formación
adecuada" para la misión asignada. Por otro lado, algunos motivos aducidos para
ese refuerzo son muy endebles. Afirmar que la presencia de los vehículos
blindados BMR tiene efecto disuasorio es pura imaginación. ¿Cómo se usarán
contra los que penetren en el espacio situado entre ambas verjas? Si está
prohibido dispararles, ¿les amenazarán con atropellarlos? Unos vehículos
militares, hechos para proteger del fuego enemigo a los soldados que desde ellos
combaten, si se utilizan para "asustar" sólo disuadirán a quienes se dejen
disuadir. Los desesperados emigrantes que asaltan el doble vallado no se
detendrán frente a ellos.
No es
fácil ni práctico instruir en unos días a unas unidades militares, cuya misión
es el combate, en el uso de medios antidisturbios. Y más difícil aún es
transformar la forma de pensar y actuar del militar profesional.
La
solución no vendrá por ese camino. España necesita un cuerpo de policía de
fronteras, muy especializado y bien dotado de medios. Pero también lo necesita
Europa, puesto que no es sólo la frontera española la que se ha de controlar. La
Unión Europea ha mostrado una vez más su debilidad al recordarnos a los
españoles que cada Estado miembro es responsable de controlar sus fronteras
exteriores, para impedir la entrada de inmigrantes ilegales en el territorio
nacional pero también en los demás países del llamado "espacio Schengen", cuyas
fronteras interiores han sido suprimidas.
Cualquier ser humano ha de debatirse entre la íntima compasión por quien
sufre lo indecible en sus esfuerzos para alcanzar una vida mejor, y la
ineludible necesidad de mantener la seguridad pública y garantizar el
cumplimiento de la legislación que impide la inmigración clandestina. La
solidaridad humana se enfrenta ahora con la obligación de regular las
relaciones, también humanas, entre los distintos pueblos y Estados. No es fácil
encontrar un equilibrio, pero es necesario que no haya más muertes por este
motivo.
La fuente: el autor es
general de Artillería en la Reserva de España y analista del Centro de
Investigación para la Paz (FUHEM). La poublicación de este artículo en
elcorresponsal.com es por gentileza del Centro de Colaboraciones
Solidarias.
Fuente: www.elcorresponsal.com.ar , 8 de
octubre de 2005. |