Turismo
rural y ecoturismo: dos modelos opuestos

Alfredo
César Dachary
Stella Maris Arnaiz
Burne
“...No pensamos en las grandes praderas abiertas, las hermosas colinas y
serpenteantes arroyos como salvajes. Sólo para el hombre blanco era la
naturaleza salvaje y sólo para él estaba la tierra infestada de animales
y gentes salvajes. Para nosotros era dócil. La tierra era generosa y
estábamos rodeados de la bendición del Gran Misterio…”
Standing Bear Luther. Jefe Siux
Introducción
La
disyuntiva entre ecoturismo o turismo rural podría parecer, a primera vista, una
polémica teórica dentro de los estudios del turismo. Sin embargo, la hemos
introducido en el debate porque creemos que detrás de estas dos topologías hay
problemas de fondo que vinculan al nuevo orden global con el
turismo.
Visto
desde la geografía de América, las diferencias parecerían ser de forma, pero al
compararlo con las experiencias europeas el cuadro se complica, lo que se
expresa en una visión muy diferente entre los autores, respecto a las
dimensiones y profundidades de ambas tipologías.
En
principio y, como hipótesis guía, encontramos que hay dos universos
diferenciados con sus tipologías dominantes: el mundo desarrollado con el
turismo rural y la periferia con el ecoturismo.
Así
tenemos que en Europa, el turismo alternativo desarrollado en el mundo rural se
define como turismo rural, porque la base del mismo es este universo particular
como una expresión cultural.
En el caso
de los países periféricos domina el ecoturismo, ya que el turismo en el mundo
rural se comienza a desarrollar separado del paisaje rural, entendido con éste a
su gente, dando más importancia al paisaje natural.
Se trata
de buscar dentro del subdesarrollo la naturaleza salvaje, la cual está asociada
a zonas deprimidas, las cuales se pretenden conservar tomando al ecoturismo como
un modelo que permite por un lado no alterar la misma, dejando migajas a la
población, buena intención pero cargada de un paternalismo patronal.
Esta
visión colonialista de que los dueños de la tierra, el paisaje y el ambiente, en
general, requieren de nuevos tutores y guías para saber como protegerla, era un
paradigma conocido en América y en África, ya que correspondía al orden del
colonialismo.
La
recolonización que realizan los países centrales tratando de apropiarse de la
biodiversidad y sus diferentes formas de uso, como del paisaje para la industria
del ocio, nos recuerdan a los conquistadores, saqueadores natos de todo lo que
creían que tenía valor.
Junto a
ellos, como los nuevos sacerdotes de una religión que hoy domina el mundo
desarrollado, aparecen los viejos ecologistas, hoy los reciclados
ambientalistas, predicando y haciendo de los recursos naturales un gran negocio,
que termina destruyendo a las comunidades nativas en el mar de la sociedad del
consumo.
De
su anterior situación a la miseria hay pocos pasos dentro del capitalismo, donde
socialmente recibirán la triple segregación, la primera por ser nativos
del país, la segunda por ser indígenas y además pobres en dinero, y la tercera,
porque perdieron el control de su capital natural que lo explotan los nuevos
conquistadores; ésta es la ruta del nuevos Potosí de los latinoamericanos del
turismo ecológico.
De los
paisajes de la belleza a la geografía de la
pobreza
¿Cuáles
son los lugares que los ecovisitantes denominan puros o minimamente alterados?
¿Dónde están? ¿Vive gente en los mismos, y si es así, quiénes viven y por
qué están allí?
Las
grandes cadenas de montañas son el último refugio de los habitantes originales
de nuestra América, lo mismo que las selvas o los grandes humedales, allí donde
el valor de la tierra es menor para la explotación agropecuaria, y es allí
donde se han refugiado los pueblos originarios.
Es la
última frontera, ya que no quedaba otro lugar para seguir huyendo de la avaricia
de tierras y mano de obra semi-esclava que exigían primero los conquistadores,
luego los colonizadores.
Todas esas
riquezas naturales son el botín de los nuevos descubridores, que en posición de
redentores quieren enseñar, lo que en sus países nunca pudieron hacer, a quienes
han aprendido a vivir con la naturaleza sin extorsionarla ni destruirla, en una
simbiosis tan completa y misteriosa que no pueden desaparecer las selvas sin que
con ella también desaparezcan sus habitantes y culturas (Anderson et al.
1989).
Para
Salau, un representante de la nación Masai en la defensa de sus recursos
naturales, sostiene que lo que vemos es un “eco colonialismo”, ya que los
recursos se usan para el disfrute de los que vienen de los países centrales y en
poco o nada beneficia a las poblaciones originarias.
Él mismo
da como ejemplo, el caso de la central geotérmica de Olkarai en Kenia, que
abastece del 5% de la energía del país, de los 500 empleados sólo ocupa 5 masai,
el pueblo originario al cual se expropió el recurso (Salau
2004).
Sesenta
años antes, los ingleses despojaron al pueblo Masai de miles de hectáreas,
70% de sus tierras, para crear el parque Masai Mara y luego varias reservas más,
las cuales primero fueron cotos de caza y luego reservas para safaris
fotográficos, ambos los antecedentes del ecoturismo (Chávez 1999).
Allí
sobreviven hoy los masai en una situación de marginación, alquilándose
para que les tomen una foto, y cercano a ellos están los modernos
ecolodge, orgullo del ecoturismo de alto nivel, una síntesis real de la
relación asimétrica entre el norte y el sur.
Esta
trágica situación generada en la época del colonialismo y continuada en la era
postcolonial llevó a Shinana Ole Moinga, un jefe Masai, a afirmar que, “...el
mundo debería venir aquí, para aprender de los Masai, la forma de conservar la
tierra. Venid y ved que hay árboles y vacas, hay vida salvaje. No deben venir
aquí y decir que nos están organizando…” (Parques y personas
2004).
Los
conservacionistas primero y, los ecoturistas después, creen como se creyó en la
conquista, de que hay “áreas salvajes”, lo cual es falso porque la gran mayoría
del planeta ha sido habitado en diferentes épocas por distintos pueblos. Por
otra parte ¿qué es lo salvaje?
Lo de las
zonas salvajes y el mensaje de salvación de la naturaleza es en realidad una
artimaña que utilizan los financistas de los conservacionistas y ecologistas,
para los planes de asimilación forzosa de los pueblos que intentan sobrevivir a
su manera, ésta es la última estrategia para expandir las fronteras del
capitalismo a todos los rincones del mundo y hacer de todo lo existente una
mercancía para este mundo del mercado.
Los
ejemplos abundan, y en su gran mayoría son historias donde los únicos
perjudicados son la población local, como es el caso en Sri Lanka del pueblo
Wanniya – Laeto, que vivían en una zona boscosa del centro del país de la caza y
la recolección.
En 1983,
el gobierno a instancia de los conservacionistas, de las grandes organizaciones
mundiales, creó el Parque Nacional Madura Oya, y con ello se obligó a este
pueblo milenario a una doble revolución en el momento, de nómadas a asentados y
de recolectores a agricultores de arroz, lo cual terminó en que este pueblo
quedó viviendo en la miseria, y el parque es muy visitado por los turistas del
primer mundo, los que hoy pueden disfrutar unos ecosistemas manejados
racionalmente por siglos por los “salvajes”.
En
Tailandia, a fin de promover el turismo y la conservación de la naturaleza, los
organismos internacionales le dieron al país un crédito de 300 millones de
dólares, cuyo objetivo era mejorar caminos, hacer baños en ruta para los
turistas, señalamientos bilingües y algunos proyectos ecoturísticos.
Con estos
fondos se quiso integrar 15,000 pueblos que representaban 700,000 personas al
turismo de la naturaleza, a una agricultura más moderna y otros atractivos, que
dejaron endeudado al país, con mínimos resultados y en la mayoría de los casos,
el rechazo de la población (Pleumaron 2003).
En América
Latina se repitieron los mismos casos con iguales resultados. Así tenemos que a
finales de los 80’s y comienzos de los 90’s del siglo pasado, o sea, quince años
atrás, la mortandad de Yanomani se repite como al comienzo de los años 50’s con
la llegada de los grupos blancos al Amazonas a fin de buscar recursos para
explotar.
Son, entre otros, las expediciones de Venezuela que llegan por aire a marcar la
frontera y son la vanguardia de los futuros ecoturistas de aventuras. En esa
época, la mortalidad por contagio de enfermedades desconocidas se elevó, los
científicos estudiaron la zona y dejaron tras de sí la huella de la
mortalidad.
Todas las expediciones de FUNDAFACI, Fundación creada por Cecilia Matos, la
compañera sentimental del presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, abrieron
el camino para la ocupación y explotación de los recursos bióticos y luego
paisajísticos de la nación Yanomani, dejando un legado de enfermedades, muerte y
grandes impactos en la cultura local (Tierney
2002).
Así, los espacios naturales menos contaminados, los denominados “salvajes”
entran a un nuevo mercado, el del turismo por un lado y, por el otro, está el
saqueo de la biodiversidad asociada al conocimiento que tienen los pueblos
originales del uso de la misma.
Para ambos tipos de explotación se utilizó como mecanismo la creación de
reservas de la biosfera, parques nacionales y otras formas de “conservación” que
se adecuan a la estrategia del denominado ecoturismo, ya que reglamenta el uso,
pero no los dueños naturales del recurso, sino por los extraños que llegan con
una serie de normas y reglas que son válidas para su mundo urbano pero que son
difíciles de comprender y menos cumplir por los habitantes del lugar.
De la
ecología al ambientalismo: un camino complejo
En 1866, Ernest Haeck plantea el concepto de ecología y con ello comenzó
formalmente a gestarse las bases de lo que será el futuro pensamiento científico
de la ecología.
Él
definía de una manera muy general a la ecología como “la totalidad de la
ciencia de las relaciones del organismo con su entorno, que comprende en un
sentido amplio todas las condiciones de existencia”, definición que luego se irá
adecuando al crecimiento de esta ciencia.
Nada es
casual. Es la época de mayor ebullición del conocimiento científico en todos los
órdenes, la época del auge del capitalismo, y el momento que se iniciara una
nueva era y etapa del colonialismo, bajo la égida del imperio inglés.
El siglo XIX es el siglo del Imperio Británico, que según el clásico historiador
Eric Hobsbawm, este largo siglo se divide en dos grandes etapas: la primera que
comienza en 1848 y finaliza en 1875 es la era del capital, y de allá hasta la
primera guerra mundial es la era del Imperio (Hobsbawm
2005).
Antes del inicio de la era del capital se funda la Sociedad Zoológica de Londres
(1826) obra de Sir Stamford Raffles, ex virrey de la India y fundador de
Singapur, pocos años después en 1830, se crea la Sociedad Geográfica de Londres,
la que recibió licencia real en 1859.
Ya en la era del Imperio Británico, en 1903 se funda la Sociedad de
Conservación de la Fauna Silvestre del Imperio, que era
posterior a la Real Sociedad para
la Protección de las Aves de 1889, y que tenía como objetivo la
conservación y la creación de una red de parques nacionales, acorde a la
política imperial del manejo de los recursos
mundiales.
La
Sociedad de Protección de la Flora y la Fauna es el centro de
formación de los cuadros del imperio que han sido los creadores de las nuevas
organizaciones de conservación y administradores de las antiguas
sociedades.
Años después esta Sociedad y la de Eugenesia apadrinaron las asociaciones de la
era ambiental, World Wildlife Fund (WWF) y la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En Londres, en 1913, se funda la British Ecological Society, tiempo
en que se realizaban grandes expediciones en los vastos territorios coloniales,
al final de una era, en el comienzo del ocaso de la época de oro del Imperio
Británico .
El final de la primera guerra mundial, el tiempo de la Belle Epoque, fue donde
se gestó una de las formas más duras del capitalismo de estado, el nazismo,
ideología que tomó el poder en Alemania y se extenderá a Italia, España y
Portugal, entre sus primeros aliados, además del Imperio
Japonés.
Allí nacen, las tres leyes -las primeras en el mundo- que tratan de compaginar
un proyecto ecológico de gran envergadura y desde el estado, hecho que luego se
borra de la historia verde del siglo XX, sin ninguna explicación.
El 3 de julio de 1934 aparece una ley que limita la cacería, algo impensable en
el Imperio Británico y un año después en 1935, se edita lo que es el primer
monumento a la ecología moderna, la Ley de Protección de la naturaleza.
En 1939, se publica la obra titulada “El derecho alemán de la protección de los
animales”, que sintetiza toda esta legislación ambientalista, que se plantea en
la
Alemania nazi ( Ferry 1994).
Las bases de la legislación ambiental nazi están en la recuperación del
tema central de la lucha del sentimentalismo romántico contra el clasicismo de
la ilustración, por ello la naturaleza que plantean proteger no es la que ha
sido transformada por la cultura o el arte del hombre, sino la naturaleza
virgen, que todavía da fe del origen de los tiempo: “la naturaleza salvaje”.
El amor a la naturaleza, tal como lo planteaba el nazismo tiene una coincidencia
muy grande con lo que hoy se denomina Ecología Profunda, concepción casi
religiosa que centra en lo biológico su accionar en vez de lo humano, idea que
renacerá a finales del siglo pasado en un selecto número de financistas que
están comprando grandes áreas en América como Tompkins y
Goldsmith.
En 1949, se funda con licencia real, el Consejo de Conservación de
la Naturaleza, que era uno de los cuatro organismos de
investigación del Consejo de la Reina, y que a su vez, fue el primer
organismo de conservación establecido por estatuto en el
mundo.
Desde estas trincheras, el Viceprimer Ministro del Reino Unido, Max Nicholson,
redactó la legislación de conservación y trazó las líneas estratégicas del
futuro movimiento ambientalista mundial, comenzando por la campaña contra el uso
del DDT, que inmortalizaría en su libro “El Verano silencioso”, Rachel Carson.
Pero la obra de este político – aristócrata va más allá, ya que redactó la
constitución del UICN, que ya habían constituido en 1948, también por el ingles
Sir Julián Huxley, quien también fue el diseñador de la UNESCO, de la cual fue
su primer Director General, y que planteó desde el comienzo una doble
función de esta entidad, la necesidad de proteger la vida silvestre y
la
eugenesia.
Esta
última se caracteriza por la posibilidad de emplear procedimientos de biología
molecular para el diagnóstico genético y la intervención directa sobre los
genes, con ambos, los genes humanos y el germoplasma de la vida silvestre, se
tendría el control de la vida en el planeta.
En 1961 organizó y presidió la Comisión de la creación de WWF,
que originalmente sería un organismo para financiar la UICN, aunque luego tomó su
propio camino, y además apoyó la designación de su primer presidente, Sir Meter
Scott.
El actual presidente de la UINC es Sir Shiridath Ramphal, que
coincidentemente fue Secretario General de la Mancomunidad Británica, es al
igual que el director de la misma, Martin Holdgate, funcionario del Departamento
de Medio Ambiente del Reino Unido, miembro del selecto club de la aristocracia y
la conservación inglesa.
Sus políticas han dado más resultado que lo esperado en el control de estos
temas centrales de la agenda mundial, ya que el programa ambiental de
la ONU
(UNEP) nace de la reunión de 1972, organizada por Maurice Strong, del grupo
fundador de WWF.
Este organismo, la UNEP tiene sede en Kenia, antigua colonia inglesa, y colabora
estrechamente con la UNESCO, WWF y UICN , mientras el Centro Mundial de Vigilancia
de la Conservación está en Cambridge, Inglaterra y es copatrocinado
por WWF y UICN , siendo el lugar donde se definen las estrategias mundiales de
la conservación.
El paso siguiente fue la política nacional y será Edward Goldsmith en 1970, el
fundador de la revista radical verde The Ecologist , y de allí el Partido Verde
del Reino Unido, todo ello con el apoyo de su hermano Sir James Goldsmith,
financista y apoyo económico de WWF junto con John Aspirall de
Amigos de la Tierra.
En el Imperio emergente, Estados Unidos, también se sientan las bases de la
política mundial de recursos a partir de la conservación, y en 1969, David
Brower abandona el Sierra Club y crea uno de los grupos fuertes de Estados
Unidos: Amigos de la Tierra, con tendencias a un conservadurismo más radical.
El primer
Sierra Club lo fundó en 1892 por John Muir, que venía de ser un centro de
viajeros y excursionistas y de allí pasó a convertirse en un centro de poder de
los ambientalistas a nivel de las más altas esferas de Estados Unidos, en la
segunda mitad del siglo XX.
En
1982 fue fundado el Centro Mundial de Recursos (CWI) por Rusell E.
Train , presidente de WWF en Norteamérica y con el apoyo financiero del Fondo de
Rockefeller y la Fundación McArthur.
En 1969 se fundó Amigos de la Tierra (AT) por el ya conocido
David Brower, que dos décadas después se trasladó a Inglaterra para integrarse
con otras dos organizaciones y bajo el financiamiento de los Rothschild y
Goldsmith inician los ataques contra las centrales atómicas, desde una de las
base centrales de la Shell.
Greenpeace se fundó en 1971, en plena revuelta de la juventud occidental, en la
era más contestataria, emergiendo en los Países Bajos, pero rápidamente se
expande por el denominado mundo desarrollado occidental y de allí a todo el
planeta.
De este grupo de poder ambiental se derivaron cuatro organizaciones radicales de
conservacionistas: Los pastores del mar, El frente de liberación animal y
Herat First, y junto a ellos Lynx .
El ambientalismo como expresión moderna de los conservacionistas tiene un
tronco común, el poder en su máxima expresión, no es el fruto de una reflexión
de las bases sino la doctrina dada desde el púlpito, que como una religión tiene
desde fanáticos hasta adherentes, de financistas a aportadores mínimos, de
académicos a golpeadores.
Esta nueva ideología forma parte de un grupo de ideas adecuadas a los nuevos
tiempos, pero manipuladas, cuando en sí el problema del mundo es
simplificadamente uno, la gran asimetría y su profundización permanente, al
extremo que hay grupos de pobladores del planeta en “peligro de
extinción”.
Y
enfrentarse a estos grupos de poder a nivel mundial es muy difícil y riesgoso,
experiencia que ya ha vivido Bjorn Lomborg, ex miembro de Greenpeace y hoy
un critico del ecologismo, como una forma de pesimismo, que nos lleva a pensar
que día a día estamos rompiendo el débil equilibrio del planeta, lo cual aún no
se ha probado fehacientemente (Lomborg 2003).
Así el ecologismo, como idea “progresista”, se asemeja a los programas de
centroizquierda latinoamericana, que gustan presentarse como alternativa al
capitalismo, pero que no representan sino el resultado de un equilibrio
transitorio entre sus dos fracciones opuestas: el capital industrial y el
financiero, en el marco formal que establece la así llamada democracia
occidental (Zizek 2004).
Conservación
y ambientalismo: límites y crisis
Creemos
que es difícil entender el ecoturismo fuera del contexto de los organismos y
políticas que han desarrollado las grandes organizaciones mundiales para la
conservación y sus políticas ecológicas, y dentro de ellas estaría ubicada la
estrategia de este tipo particular de turismo.
Hoy ya hay
grandes dudas sobre el ambientalismo, heredero del primer ecologismo y eje de un
movimiento mundial, que pretendió durante varias décadas generar una nueva
utopía ante la crisis de los modelos que había implementado el socialismo real.
Por eso no es casual, que dentro de las críticas existentes se
hable tanto del texto “El ecologista escéptico”, pero también del trabajo sobre
“La
Muerte del Ambientalismo”, trabajo reciente escrito por Michael Shellenberger y
Ted Nordhaus.
Entre
las criticas principales, que hacen estos dos ex-veteranos ambientalistas está
la de que han quedado atrasados en sus métodos para proponer nuevas leyes y que
sus instituciones y manejo ya están anticuados.
Así mismo,
plantean que este movimiento ha sido coptado por las grandes corporaciones, las
primeras enemigas del medio ambiente, pero que están generando grandes ingresos
a estas fundaciones, con lo cual sus críticas cambian de curso (Shellenberger y
Nordhaus 2004).
Pero las
criticas del ambientalismo han seguido siendo fuertes, como es el caso del
trabajo de Leis, que logra poner al descubierto la inviabilidad actual del
desarrollo sustentable, y a la vez, la muerte del viejo ambientalismo, viciado
de fanatismo, falta de cientificidad en sus planteamientos, y hoy controlado por
los intereses con los grandes grupos de poder (Leis
2001).
Por todo
esto, es que ya hace mucho tiempo que se le agotó el tiempo a las ONG´s y a la
burocracia nacional y mundial para poder exigir una mayor responsabilidad social
al mundo empresarial del primer mundo.
En la
periferia, la población considera a la responsabilidad social corporativa como
una forma virulenta del neocolonialismo, lo que muchos llaman hoy Eco
Imperialismo, y no un mecanismo para mejorar sus vidas (Driessen 2004).
Ante la
crisis del ambientalismo, como movimiento paraguas sobre el cual se protegen
todos los movimientos que se basan en la defensa de la ecología, desde el
ecoturismo a las ecotasas, la situación actual es confusa y los paradigmas sobre
los que asentaron estos movimientos comienzan a caer, y con ellos la
credibilidad de una sociedad, que se concientizó, pero no ha podido cristalizar
estas ideas.
Ecoturismo
y conservación: origen y desarrollo
El
ecoturismo como concepto emerge los años 60’s, en plena transformación de la
sociedad, desde el mayo francés a la resistencia a la guerra con Vietnam o a la
primavera de Praga, en el auge de la denominada ecología
visible.
Sin
embargo, deberán pasar dos décadas para que este tipo de turismo tome fuerza a
la sombra del auge de las grandes organizaciones ambientalistas como la WWF, la
UICN y el Sierra Club, entre los principales.
Hay
quienes pretenden unir al ecodesarrollo, planteado en la década de los 70’s
inicialmente por Maurice Strong, con el ecoturismo, una extrapolación que tiene
grandes diferencias.
Ignacy
Sachs, que es el quien desarrolla esta propuesta teórica, propone como
alternativa que cada eco región debe buscar sus propias soluciones a la luz de
su cultura y sus condiciones ecológicas.
La
diferencia es de fondo entre el ecodesarrollo y el ecoturismo, porque el primero
además de ser un desarrollo integral se basa en los hombres que habitan la
región y por oposición el ecoturismo se basa en las bellezas naturales y luego
intenta hablar del hombre como algo dado donde están éstas.
Es por eso
que cuando se habla de ecoturismo se hace referencia a los países periféricos
aquellos que aún mantienen zonas poco explotadas, lo cual es ratificado por
algunos autores al sostener que esta práctica se vincula al tercer mundo
(Budowski 1955).
Una de las
pioneras del ecoturismo fue Elizabeth Boo, que inicialmente se ajustó a lo que
en realidad debería ser el ecoturismo, una actividad regulada por normas como lo
son sólo las Áreas Naturales Protegidas (ANP).
De allí en
más hay un sinnúmero de definiciones de lo que es el ecoturismo y muchos más
modelos prácticos de lo que piensan que se puede definir como tal, lo cual ha
generado, como ocurrió con la propia ecología, una pérdida de credibilidad, que
en algunos casos ha llegado a la abolición de esta categoría, como ocurrió en
Nueva Zelanda, hoy una de las capitales mundiales del turismo alternativo.
Pero para poder dimensionar las contradicciones que plantea el
ecoturismo analizaremos la definición clásica del mismo dada por el Arquitecto
Cevallos Lascurain de la IUCN.
Parte de
la base que “el ecoturismo es una modalidad del turismo que es ambientalmente
responsable”.
·
Con esta
afirmación se descalifica desde el comienzo al resto del turismo, al ubicarlos
como irresponsables, pero a la vez parte de una base falsa, que hay turistas
responsables que se combinan con touroperadores responsables, lo cual se puede
dar como excepción, pero por los resultados obtenidos y la operación que han
hechos los touroperadores no coinciden con ello.
·
Los
ejemplos sobran: La Mariposa Monarca en el límite entre los estados de México y
Michoacán, un santuario saturado de eco visitantes, que en nada benefician a los
pobladores y menos al santuario natural, o Xcaret, el icono del turismo de la
naturaleza, hoy el ejemplo de alteración de la historia y el ambiente en un
antiguo santuario natural.
La segunda
parte de la definición, “…visitar áreas naturales relativamente sin perturbar, a
fin de disfrutar, apreciar y estudiar los atractivos naturales de dichas áreas
así como cualquier manifestación de la cultura”.
Esta
afirmación tiene varias afirmaciones que se terminan en contradicción con el
resto de la definición, así tenemos que:
·
Las áreas
sin perturbar son ¿tierras salvajes, en el concepto del viejo oeste? Estas son
zonas aisladas, lo cual lleva a que algunos autores sostengan que el ecoturismo
se creó como un turismo de elite. ¿Se trata de salvar la naturaleza haciéndosela
accesible a los ricos? ( Barkin 2000).
·
Esa
naturaleza casi pura, es lo que Maffesoli denomina el paradigma perdido, ya que
hoy hay una ecologización del mundo social y donde la naturaleza ya no es más el
mundo a explorar. Así sostiene que la naturaleza, dejándose tocar en el paisaje,
recuerda que la vida social reposa sobre la tactibilidad (Bruhns 1994).
·
Pero hay
una contradicción mayor, que plantea Silva (1997), al sostener que los turistas
y los lugareños no tienen los mismos derechos y percepciones sobre los lugares
naturales poco alterados, ya que éstos viven en la pobreza divorciados de la
riqueza natural que es para el goce del turista (Silva
1997).
·
Hay que
entender también que el espacio ecológico turístico, privilegia áreas naturales
apelativas desde el punto de vista estético y según los valores del mundo
occidental, que no siempre coinciden con otras visiones que parten de
valoraciones diferenciadas.
·
Por ello
estos nuevos eco Mesías buscan vivir unos días en armonía con la naturaleza, que
es una utopía imposible de sostener en el mundo moderno que ellos viven y que
disfrutan, aunque quieran tener sus períodos de tranquilidad.
·
Estas
nuevas nociones de armonía con la naturaleza, corresponden a las ideas
occidentales del edén perdido y prístino. Lo que implica una “naturaleza” que
escapa al orden cultural y por consiguiente el “nativo ecológico” se torna parte
integral de esa naturaleza ideal, donde los indígenas representan el deseo de
retornar a un mundo primitivo, a un estilo de vida preindustrial, a un mundo
ecológicamente sustentable (Ulloa 2001).
·
Así es
como a los indígenas o a los mestizos del campo se los sitúa como silvestres en
oposición a las gentes de la ciudad, lo cual a la vez justifica la intervención
de los agentes externos, eco touroperadores, a fin de que elaboren programas
para evitar su extinción, porque son en el idioma ecologista “Especies en
peligro de extinción”.
·
Por ello
es que hace pocos años se le agregó a la definición, las culturas locales y sus
comunidades, pero entendidas éstas como parte de este “mundo natural”, diferente
al de la realidad de las ciudades.
Siguiendo
la definición tenemos “… que promueve la conservación, tiene bajo impacto
ambiental y cultural y propicia e involucramiento activo socioeconómicamente
benéfico de las poblaciones locales.”
·
A quien
beneficia la conservación ¿qué ganan los campesinos e indígenas conservando algo
que naturalmente han conservado desde hace muchas generaciones atrás? ¿Quieren
conservación o un programa de manejo, para poder operar estas áreas y llevar
turistas, con lo cual obtienen beneficios para sus actividades y a la vez se
promocionan como salvadores de las zonas naturales?
·
En África
a los bosquimanos del parque nacional Kalahari, se los dejo convivir en el mismo
como una especie más, pero cuando quisieron asomar a la modernidad, mejorando
sus casas y nuevos hábitos, dejaron de ser parte de la “Naturaleza” y fueron
expulsados.
·
En Costa
Rica, la capital latinoamericana del ecoturismo, ya se ven los grandes impactos
en los ecosistemas, derivado de la infraestructura turística, las aguas negras y
las grandes cargas de visitantes (Morera
2002).
·
En lo
social, los impactos son también importantes en Costa Rica, ya que no hay una
verdadera política de participación de las comunidades locales, sólo se crean
empleos estacionales. Al comienzo los extranjeros tenían pequeñas empresas,
luego todo cambió, se formaron corporaciones y compraron la tierra a los
campesinos necesitados y así se han apoderado del negocio, quedando las migajas
para los locales (Morera 2002).
El
ecoturismo, al igual que su marco de referencia, el ecologismo y los movimientos
ambientalistas, enfrentan hoy una doble crisis: por un lado de credibilidad y
por el otro la práctica, ya que sus resultados sólo han servido para beneficiar
a grupos pequeños y, a su vez, han transformado el ecoturismo en un negocio
mundial.
En
general, y ante la carencia de un verdadero debate sobre el ecoturismo y el
desarrollo local y regional, hoy debemos enfrentar la existencia de dos grupos
de autores, los que defienden y los que ven sus costos y, como tal, lo
identifican.
En
general, este debate está en manos de expertos de América del Norte y poco han
entrado a la polémica, más bien han sido fieles seguidores del ecologismo, la
mayoría de los autores latinoamericanos.
La
plataforma de defensa del ecoturismo tiene muchos adeptos, desde Elizabeth Boo a
Cevallos Lascurain, pero en este caso tomaremos dos defensores, que como tales
han planteado el tema.
Para los
defensores, el ecoturismo aporta financiamiento para poder conservar las áreas
naturales protegidas y sin protección, debido a que crea empleos y una dinámica
económica en la región que la aloja (Farell y Runyan
1991).
A su vez,
estos autores consideran que el ecoturismo apoya al entendimiento de las
culturas y el medio ambiente (Brandon
1993).
Ambas
posiciones son insostenibles para el caso de América Latina y África, ya que los
impactos económicos se dan fuera del área a través de los touroperadores.
Los
ecoturistas llegan en calidad de nuevos conquistadores a ver la pobreza de las
zonas indígenas o rurales alejadas y la belleza de la naturaleza que se ha
mantenido gracias a la relación existente entre estos habitantes y los
ecosistemas, son ecologistas por acción y no por
declaración.
Los
expertos, que ven en el ecoturismo una forma de turismo con grandes problemas,
consideran que estos ecosistemas naturales son alterados por la acción de los
turistas ( De Kadt 1989).
Pero el
mayor impacto lo tienen las culturas locales, debido al efecto demostración, que
incide en el comportamiento, el lenguaje y las actitudes de la población local a
fin de poder reducir las diferencias con los visitantes, asimetrías que ellos
consideran los perjudican (Hall y Rudkin
1993).
Pero pese
a todos los inconvenientes que el ecoturismo presenta en los países y regiones
en que aplica, hay un gran negocio tras de él, y por ello es que la crítica al
mismo se considera como una defensa al turismo masivo, lo cual no es cierto,
porque hoy gran parte del ecoturismo va hacia una pasividad controlada, pero de
gran impacto en las áreas naturales, lo cual genera más problemas que los
destinos de sol de playa, que se dan sobre ecosistemas totalmente
alterados.
La otra
pregunta que pretendemos plantear y, en principio resolver, es ¿por qué en el
primer mundo hay turismo rural como eje del turismo alternativo y en la
periferia ecoturismo como centro del turismo alternativo?
Turismo
Rural y Ecoturismo
¿Por qué
esa diferencia, en el centro hay turismo rural y en la periferia domina el
ecoturismo?
En Europa,
la situación es diferente, los lugares prístinos ya son mínimos y todos saben
que atrás de ellos hay historia humana, por ello son patrimonio ambiental en
sentido estricto, creados por el hombre.
Por ello
es que todas las actividades que no se desarrollan en la ciudad, están en el
campo y por ello, por estar en el mundo rural, son diferentes facetas de lo que
se conoce como turismo rural (César 2005).
El turismo
rural tiene un punto de partida diferente, parte del patrimonio ambiental que es
diferente al natural, ya que se trata generalmente de la naturaleza con trabajo
humano.
De allí
que se defina al patrimonio como el conjunto de elementos naturales o
culturales, materiales o inmateriales, heredados del pasado o creados en el
presente, en donde un determinado grupo de individuos reconocen sus señas de
identidad (Saraza 1998).
La
diferencia de basarse en la actividad humana, la sociedad y su expresión
cultural es fundamental, frente al ecoturismo que se basa en el placer de
disfrutar la naturaleza sin alterar más allá de la gente que vive en estos
lugares.
En el
turismo rural. el patrimonio ambiental tiene más atractivo porque está
vivo y porque cualquier persona lo puede entender, ya que es la vida tal
como se da históricamente en esa región.
El campo
es un atractivo para la gente que ve en el estilo natural, la paz, inocencia y
la virtud simple. Por oposición, la ciudad fue considerada el centro del
progreso, de erudición, de la comunicación y de las
luces.
Pero a
ambas se las asocia con cuestiones negativas. Por ejemplo, a la ciudad con la
contaminación, la ambición y la inseguridad y al campo con la ignorancia, el
atraso y las limitaciones.
Pero todo
esto es muy relativo. El campo ha generado una sociedad conservadora, donde la
estratificación es poco movible, los terratenientes y los campesinos, y la
ciudad es una fuerte oportunidad para buscar un lugar diferente, crecer o
perecer.
La
idealización de la economía natural del campo oculta tras de sí la explotación y
un trabajo muy duro, aunque en la ciudad las relaciones se han reducido al
utilitarismo del dinero.
Pero hoy
es difícil encontrar la línea divisoria entre el campo y la ciudad, la
denominada ciudad suburbana, el modelo norteamericano de los suburbios, sin
centros tradicionales, los barrios campestres cerrados alrededor de un bosque,
un campo e golf o una laguna van urbanizando el campo, y con ello a una parte de
la vida campesina.
Por ello,
el turismo rural cumple una función muy compleja, desde ser un guardián de las
tradiciones, de las artesanías del campo a un revitalizador del mismo, evitando
la migración a la ciudad, la misma que expulsa a sus habitantes más ricos hacia
el campo.
El turismo
rural se basa en la historia de la sociedad y el ecoturismo en los espacios con
menos historia de la misma, son dos visiones opuestas desde la perspectiva de lo
social.
Por ello
es que el ecoturismo se basa en teorías neomaltusianas como la de Hardin, sobre
la tragedia de los recursos comunes, que parte del individualismo y de que todo
el mundo consume igual, por ello se debe limitar el crecimiento de la humanidad
(Hardin 1995).
Allí esta
la diferencia central, el hombre y su cultura como eje del ocio, el individuo
según su poder como propietario con derecho al mismo.
Así una
vez más, el hombre es el eje de la polémica, como ser social, para unos o como
indivualidad competitiva, que tiene como premio el paraíso para otros, por ello
no es casual que el ecoturismo tenga su base en una sociedad que cree en la
filantropía, como un deber y no en la solidaridad humana como un derecho.
Conclusiones
Los
ecoturistas del primer mundo van a la periferia a fin de constatar en forma
directa, las diferencias existentes y con ello a ratificar que las mismas son el
referente para entender que ellos están viviendo en el desarrollo.
Pero no se
trata de una explicación maniquea de éxito frente a fracaso, hay algo más, ya
que el desarrollo los ha integrado como objetos totales de consumo situación que
no pueden controlar, ya que el consumismo que los obliga a trabajar y los
avances tecnológicos les amplían día a día el mercado, dinámica que
mantiene un ritmo propio de una meta sin
final.
La
propuesta que los ecologistas tratarán de imponer con su modelo, principalmente
a las denominadas sociedades frías, se enfrenta a problemas insolubles, entre
las que destacan que hay belleza sin más ingeniería que la naturaleza y que hay
valores que no se pueden comprar.
Los nuevos
conquistadores, los ecoturistas, al final regresan con la ilusión que estuvieron
en el paraíso, sólo que no han pensado que salieron del infierno, sino la
situación generada sería insostenible.
Hoy en
América Latina, miles de jubilados, jóvenes con mucha energía hacen el camino
inverso de los inmigrares económicos, vienen con sus ahorros a fin de poder
comprar una parcela en el paraíso y con ello abrir una pequeña casa de
huéspedes, a fin de socializar su esperanza en algo diferente.
Por ello,
una vez más y en relación directa con el ecoturismo, el turismo queda al
descubierto, no es el intercambio, no es el camino a la paz, es la búsqueda de
poder hacer realidad la diferencia o el camino para retroceder en la modernidad
e incorporarse a un mundo diferente.
Los nuevos
conquistadores llegan de muchas maneras, unos pagan por cuidar y recoger huevos
de tortuga, desconociendo que cerca de ellos otros desesperados por hacer dinero
también lo hacen en la oscuridad para lograr unas pingues ganancias.
Otros
vienen a observar aves y no ven la miseria; dialogan con el nativo ecológico
como una especie rara que los entiende, lo ayudan dejándole algo de su equipo de
confort o una propina, y se vuelven felices, han ayudado al desarrollo del
tercer mundo.
Otros, los
menos, que son los que tiene más, llegan aislados en aviones o yates privados y
de allí a la selva, a hoteles en los árboles donde el té se sirve a las 5 pm en
vajilla belga, combinando al buen salvaje con el conquistador
educado.
En fin,
los hay de todos los tipos, desde los que llegan porque está de moda o no saben
que hacer, a los que creen firmemente en esta fe ya desteñida de la
conservación, todos al final son acólitos de las grandes organizaciones
mundiales que les hacen creer que la conservación es, como en la conquista, la
salvación de almas, pero en este caso es de los animales, de los árboles del
bosque y, excepcionalmente, de un campesino que los escucha.
Los
ambientalistas han cumplido su ciclo, como décadas atrás lo cumplieron los
social demócratas al presentar la cara domada de un socialismo de estado, hoy
los ambientalistas, saben que mientras estén en el pulpito enseñando a
conservar, miles de toneladas de gases invernaderos o bombas con uranio y otros
contaminantes mundiales están trabajando para transformar al mundo en algo cada
día más difícil de sostener, y que unos pocos podrán evadir con tecnologías de
punta.
Por ello,
los ecoturistas ya no son la esperanza que se presentaba una década atrás; son
la voz de nuevas corporaciones y grupos de poder que intentan integrar a la
economía mundial los últimos paraísos en la tierra a fin de que no exista por lo
menos una utopía física, porque la otra es imposible de borrar.
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