En
este barco vamos todos
Aunque a más de uno le
pueda sorprender verme escribir estas líneas, llevo mucho, mucho tiempo,
literalmente obsesionada con este tema de la tan llamada “inmigración
clandestina”, con la injusticia que habita en este desatino sin
destino.
Basta, ¡me duele el alma
de estar callada! Son nuestros huérfanos, son nuestra responsabilidad; están
“aquí” porque “nosotros” estuvimos “allí”, vienen “ahora” porque nosotros fuimos
“antes”.
Da que pensar, y
mucho.
Alambrada estúpida, que
no separa nada; raya absurda, una flor queda en un lado, la tierra que la
alberga, en el otro; hostilidad de espino, hecha a conciencia para arañar
entrañas. Poco importa, hay que cruzar. Me recuerda a las gacelas cruzando el
río en manada, sabiendo de antemano que las vidas de las más débiles se verán
truncadas, devoradas por los inmensos cocodrilos, lentos ellos, pero precisos.
Poco importa, hay que cruzar. A la desesperada, un éxodo más, una huida, una
salida imparable.
África no respira, no
come, no habla, no ama… ¿Quién la ayuda? ¿Quién? Todos somos Pilatos de manos
sucias, manos de alquitrán.
África, constantemente
violada, escupe personas a quien antes impunemente se las robó; se diría casi un
acto reflejo como el de los perros de Pavlov; ya no hace falta arrancar del
vientre africano a los presuntos esclavos potenciales, ese vientre “maleducado”
los vomita solo, enfermo.
“Inmigración”. No
obstaculicemos su salida, no seamos necios, apoyémosla, protejámosla,
organicémosla con ellos (asociaciones, embajadas, ONG). Devolvámosles algo de
todo lo quitado: ¿qué mejor oportunidad que ésta tendremos?
Debemos ser honestos y
saldar cuentas, dándoles cobijo, no “centros de internamiento”, palabras sin
piedad que utilizamos para no sentir el dolor en nuestros pellejos. ¡Qué
vergüenza!
Con todo el oro que se
gasta en devolverlos a donde nadie les espera, construyámosles verdaderos
refugios, regazos, donde puedan guarecerse, formarse, descansar un
rato.
¿Es que no veis lo
crueles que somos? ¿Es que no veis que somos insensatos? ¿Vallas más altas? ¿Y
por qué no las electrificamos de paso? Así, olerá todo a carne
chamuscada.
¿Pedir ayuda a
Marruecos? Si están peor que nosotros. ¿Cómo va uno que tiene más a pedir a otro
que tiene menos? ¿En qué cabeza cabe? Si los derechos humanos están menos
evolucionados, menos garantizados, ¿cómo osamos exigirles que hagan lo que
nosotros no hacemos? ¿Solución?
Dar la cara, por
ejemplo. “Inmigrantes”. No, sólo migrantes, como todos; el ser humano migra sin
cesar, desde el primer día de los tiempos, y aquí estamos todavía en ello,
inmigrando hacia la vida, emigrando hacia la muerte. La historia no es más que
un migrar eterno. Por ejemplo: el espermatozoide paterno inmigra en el óvulo
materno, creando con él un ser que emigrará a su vez nueve meses más tarde al
mundo exterior del útero materno. Todo empieza ahí, no es
novedad.
¿Clandestina? ¿Dónde
está la clandestinidad? A plena luz del día vienen, el mar nos los trae y
también nos los quita. ¿Avalanchas humanas? ¿Revanchas históricas? ¿Frutos de
abusos tiránicos de otrora y antiguas chanzas de poderosos? ¿Donde las dan las
toman? ¿Dónde está la justicia?
Muchas preguntas.
Dejémonos de preguntas y curemos heridas, y no pongamos puertas al campo ni al
mar, que no las tienen, ni las tuvieron
Rosa
E. García Echávez
(Rossy de Palma). Madrid.