Pascual Serrano
Tras la caída del socialismo
real en la URSS y Europa del Este, la intelectualidad conservadora se precipitó
a inocular su nueva teoría del momento histórico que el mundo estaba
atravesando. Fue mediante Francis Fukuyama y su texto “El fin de la historia”,
primero un artículo editado en 1989 y posteriormente un libro con el mismo
título. El discurso de la obra, de todos conocido, era proclamar el fin de las
ideologías y la victoria indiscutible del liberalismo político y la economía de
mercado.
La estrategia conservadora en esos tiempos era intentar
disuadir a la ciudadanía de cualquier intento en la búsqueda de nuevos caminos
de liberación y de alternativa al capitalismo al tiempo que daba carpetazo
académico e intelectual a las teorías marxistas. Era el conservadurismo en
estado puro: esto es lo que hay y no busquen otra cosa.
Sin embargo, poco después, resultó necesaria otra vuelta
de tuerca en la ofensiva neoconservadora. Muy en coherencia con el posterior
11-S y la aparición salvadora de Bin Laden, era el momento de incorporar un
nuevo ideario que incluyera nuevos elementos. La teoría del fin de la historia
no resultaba suficientemente válida para lograr la parálisis de los movimientos
y grupos sociales. Había que buscar una cruzada, una causa que motivara las
mentes y despertara la adhesión de las masas a los poderosos del mundo.
Es cuando el laboratorio de las ideas conservadoras lanza
la tesis de “El choque de civilizaciones” con Samuel Huntington. Se retomaba de
nuevo la figura del enemigo amenazante, antes protagonizada en el comunismo. Los
gobiernos conservadores se hacían imprescindibles, las fábricas de armamento
podían comenzar a trabajar a todo vapor y cualquier idea innovadora resultaría
peligrosa. Es ese famoso slogan electoral norteamericano que dice que es
peligroso cambiar de caballo cuando se está cruzando el río. La teoría de
Fukuyama no contemplaba ningún río que cruzar, nos encontrábamos en la solitaria
y estable llanura y podía despertarse la tentación de querer cambiar el caballo
capitalista sobre el que estábamos aupados.
Huntington disponía de una larga trayectoria al servicio de los valores más
rancios de la política norteamericana, defensor a ultranza de las
multinacionales y asesor presidencial desde la época de Nixon primero y de Henry
Kissinger después, no abandonó nunca su influencia sobre la Casa Blanca. Hoy es
administrador de la Casa de la Libertad (Freedom House), asociación
anticomunista que preside el ex-director de la CIA, James Woolsey.
La tesis defendida en “El choque de civilizaciones “ primero y en “¿Quiénes
somos?” después, es la de un enfrentamiento étnico, cultural
sin precedentes en la historia de la humanidad:
"la principal fuente de conflicto en un nuevo mundo no
será fundamentalmente ideológica ni económica, el carácter tanto de las grandes
divisiones de la humanidad como de la fuente dominante de conflicto será
cultural".
Análisis en absoluta coherencia con las campañas bélicas
de Bush, la amenaza terrorista y la xenofobia contra cualquier grupo social
–latinos- que pueda acercarse a Estados Unidos.
De este modo, el movimiento neconservador nos demuestra
cómo es capaz de ir diseñando y tejiendo en cada momento el ideario y la
corriente intelectual necesaria para justificar sus políticas e intentar
despertar las adhesiones necesarias entre la opinión pública. Para ello disponen
de toda la artillería necesaria en forma de grupos de presión, universidades,
colectivos académicos, editoriales y medios de comunicación. Incluso hasta de
oportunos líderes terroristas y atentados masivos. Por eso desvelar esas
operaciones de inoculación ideológica desde sus orígenes es un paso
imprescindible para su desenmascaramiento y combate.
Es importante que sepamos que esas corrientes de
pensamiento político no proceden de intelectuales o académicos aislados con una
determinada ideología, son programas y procedimientos de interpretación de la
realidad y búsqueda de adhesiones diseñados desde el poder. Los ciudadanos
debemos priorizar nuestros valores y principios por mejorar el mundo, por
indignarnos ante sus injusticias y buscar puntos de encuentro y causas comunes
con toda la humanidad. Sólo desde esa posición de libertad de pensamiento y
apuesta por no renunciar a una sociedad mejor podemos enfrentarnos a quienes
buscan adueñarse no sólo del mundo, sino también de nuestros sueños.
Fuente: www.rebelion.org , 10 de
septiembre.