NCeHu
1155/05
Michel
Maffesoli
"Estamos en la
era de los nómades y las tribus"
El sociólogo francés analiza la
modernidad
PARIS.– Para muchos, el sociólogo francés Michel Maffesoli ha ido
más lejos que Nietzsche y que Fukuyama. Para él, no es Dios el que ha muerto, ni
la Historia: ha muerto nada menos que la era que dio origen a ambas ideas.
Este reconocido intelectual de 61 años, que pasó la mayor parte de su vida
estudiando las corrientes subterráneas e invisibles de la sociedad, vaticina el
advenimiento de un nuevo grupo, el de las tribus –término al que dio nuevo
significado en 1988– y el hombre nómade.
La tribu como nueva categoría sociológica se extendió rápidamente en los
medios académicos y se incorporó al lenguaje cotidiano como palabra de moda.
Hijo de un minero italiano muerto de silicosis, a los 37 años Maffesoli
heredó la cátedra de Emile Durkheim en la Universidad de La Sorbona. Fundador
del Centro de Estudios de lo Actual y lo Cotidiano, reivindica su pertenencia a
la corriente posmodernista de Lyotard, Benjamin y Adorno.
Optimista, provocador, epicúreo y vestido como un dandy –usa moñito y
sombrero panamá–, algunos de sus pares lo califican de anarco chic.
Mientras se prepara para asistir en Buenos Aires al Primer Encuentro de
Pensamiento Urbano, el 5 y el 6 del mes próximo, el profesor Maffesoli recibió a
LA NACION en su departamento del Barrio Latino de París.
–¿No cree que una sociedad que vive sólo del presente, indiferente al
juicio del porvenir, prefigura las peores catástrofes? En dos ocasiones, en los
últimos cien años, Occidente gestó ideas similares que engendraron dos modelos
totalitarios: el nazismo y el comunismo.
-No lo creo. Pero la función de un pensador no es la de
hacer moralismo: es la de constatar.
-Desde hace años usted anuncia el fin de la era moderna. Esto incluye el
fin de los valores judeocristianos, el fin de lo político y la emergencia de un
concepto absolutamente original en sociología: el de tribu. ¿Por qué es el fin
de una época?
-Yo no digo exactamente "el fin". La palabra sobre la
cual yo insisto es "saturación". En química, hay saturación cuando las moléculas
que componen un cuerpo se separan. Sin embargo, al mismo tiempo, con esas
moléculas se produce la composición de otro cuerpo. En nuestro caso, se trata de
la saturación de los grandes valores que compusieron el modernismo -fe en el
futuro, en el progreso, predominio de la razón-, de esos valores que marcaron
los siglos XVII, XVIII, XIX, hasta los años 50 o 60 del XX. Ese fue un gran
ciclo, bien elaborado, que dio como resultado la sociedad moderna. El corazón
geográfico de ese proceso fue Europa. Luego el modernismo "contaminó" al resto
del mundo. Ahora hay saturación. Simplemente, porque en un momento determinado
se produce una fatiga, un hartazgo, el desgaste de un modelo, de un paradigma. Y
en el momento de esa fatiga observamos una recomposición.
-¿Cuáles son las características de esta etapa que usted califica de
"posmodernismo"?
-En vez de la fe en el futuro y en el progreso, estamos
frente a la acentuación del presente. Es interesante ver cómo las jóvenes
generaciones ponen el acento en el presente, la importancia que tiene para ellos
la idea ecológica, contra el mito del progreso. Esta sensibilidad ecológica es
alternativa al mito del progreso. En cuanto al gran predominio de la razón, idea
en la cual se basaron todas las sociedades modernas, vemos el retorno del
afecto, del sentimiento. Yo me sorprendo al ver cómo todo es ocasión propicia
para la manifestación de esa afectividad, de la emoción. Como científico social,
constato que todos aquellos elementos sobre los cuales se fundó la sociedad
moderna están dejando lugar a otra cosa.
-También estaríamos frente al retorno de lo festivo, gran característica
del posmodernismo. Usted parece considerar que las manifestaciones
multitudinarias de los altermundialistas o de los gays son sólo un pretexto para
reunirse y estar juntos.
-Algo así.
-¿No hay contenido político en todo eso?
-En vez de contenido hay continente. Yo juego con las
palabras. Digo: lo político es contenido; lo que es importante en nuestra época
es estar juntos por el simple hecho de estar juntos.
-¿Por qué?
-El porqué no lo conozco. Yo me intereso solamente en el
cómo, en el "de qué manera". La única respuesta que puedo dar al respecto es la
saturación.
-En todo caso, usted no es el único que cree en este funcionamiento,
basado en la usura de los modelos sociales.
-Así es. Grandes historiadores y pensadores, en muchas
disciplinas, lo hicieron antes que yo: el filósofo francés Michel Foucault y el
físico estadounidense Thomas Kuhn, por ejemplo. El primero habla de "episteme"
para explicar que, durante siglos, el hombre ha tenido una forma de
representarse el mundo y una forma de organizarlo en función de esa
representación. Foucault dice que el "episteme" grecorromano fue la mitología.
En función de la mitología se produjo la organización de las sociedades
grecolatinas. Después hubo saturación de la mitología. En la Edad Media apareció
la teología, que fue la representación que la sociedad medieval hacía de sí
misma y, al mismo tiempo, la organización de esa sociedad: las abadías, los
monasterios, las diócesis, las corporaciones. Después de la saturación de ese
modelo se produjo el "episteme" de la modernidad. Este fue un nuevo ciclo
marcado por el progreso, el futuro, la razón. Yo no hago más que continuar.
Muestro que estamos frente a un nuevo ciclo, el del "episteme" posmoderno.
Thomas Kuhn dice exactamente lo mismo refiriéndose a la evolución científica,
pero utiliza el término "paradigma", que puede ser traducido como "modelo", pero
que es más que un modelo. Es una matriz: allí donde nacerá algo. Kuhn muestra
que hay sucesivos paradigmas. Para mí es lo mismo: digo que hay que aceptar que
las cosas no son eternas. Que todo pasa, que todo desaparece.
-Usted dice que la emergencia de la tribu anuncia la muerte del
modernismo. Sin embargo, la tribu siempre existió.
-Sí y no. Es verdad que, como categoría antropológica, la
tribu siempre existió. Pero en la historia de la humanidad ha tenido mayor o
menor importancia. Cuando yo acuñé el concepto de tribu, lo hice para señalar
una gran diferencia con el siglo XIX, culminación del modernismo: ése fue,
justamente, el momento de la superación de la tribu. En esa época se crearon los
conceptos de "contrato social", de "cuerpo social". La palabra misma, "social",
fue creada en el siglo XVIII. Lo social es algo profundamente racional. El
contrato es el súmmum de esa racionalidad. Durante toda esa época, lo que
prevaleció fueron las instituciones sociales: la escuela, la familia. El
objetivo de las instituciones era macroscópico, absolutamente racional,
organizado. En esa época existían, naturalmente, las tribus. Pero eran muy
marginales, como vestigios del pasado. Ahora asistimos a un retorno de esas
tribus. Estamos frente a una organización de la sociedad en tribus. Lo que antes
era marginal se ha vuelto central.
-¿El antiguo contrato social ha sido reemplazado por la idea de
pertenencia a un grupo, a una tribu?
-Sí. Puede tratarse de tribus sexuales. Hay una
multiplicidad de tribus sexuales que se muestran y se afirman: bisexuales,
homosexuales, heterosexuales, etc. Pero también puede tratarse de tribus
musicales (tecno, góticos, metal), artísticas, deportivas, culturales,
religiosas. El desarrollo actual de las sectas es, desde ese punto de vista, muy
significativo. Se trata, en realidad, de un proceso transversal. Allí donde el
hombre moderno había instalado un cuerpo social absolutamente homogéneo -la
República, única e indivisible-, nos encontramos hoy con una especie de
fragmentación, de patchwork, con una constelación de grupos.
-En ese proceso posmodernista, una de las principales víctimas parece ser
la clase política. Para usted, ese sector vive completamente desconectado de la
realidad y es incapaz de entenderla. ¿Esto explicaría el desapego de los jóvenes
por la política, las elecciones y hasta por la democracia?
-Quiero aclarar que yo nunca anuncié el fin de la
política. Lo que durante dos siglos llamamos "lo político" está adquiriendo una
nueva imagen. Cuando fue acuñada, la palabra "política" quería decir "cómo vivir
con los demás en la polis (ciudad), cómo convivir". Con el tiempo, esa
definición se ha vuelto una especie de antifrase: "política" terminó designando
exactamente lo contrario. Actualmente, lo político ya no designa a la
administración de la polis, sino que designa algo tan abstracto que ha dejado de
tener sentido para el hombre común. Por eso hay un descreimiento en la política,
en los políticos. Este proceso también se inscribe en el marco de la saturación.
La práctica política cumplió sus objetivos y terminó por envejecer.
-¿Qué hacer, entonces? Porque la sociedad sigue necesitando convivir y ser
administrada.
-Es necesario hallar otras formas de hacer política. Yo
hablo de la necesidad de una "práctica doméstica" del hombre político. Doméstico
quiere decir "de la casa". Hay que ocuparse de la casa. En ese contexto, la
ecología adquiere todo su valor. En griego, doméstico se dice oikos, que es
"ecología". En la actualidad, el descreimiento en la política tradicional,
lejana, es proporcional al interés que despierta lo que yo llamo localismo:
ocuparse del barrio, de la calle en la que se vive, en la organización de la
vida local. De allí el vertiginoso desarrollo de las asociaciones locales, de
proximidad, que serán un actor fundamental de este proceso.
-Son muchos, en la actualidad, los políticos que reivindican esa política
de proximidad.
-En la mayoría de los casos se trata de intentos de
recuperarse. No creo que la clase política actual esté en condiciones de
acompañar este proceso.
-Esas organizaciones, como las tribus, defienden los intereses más
diversos y contradictorios. ¿Cómo administrar una sociedad de ese modo?
-Ese es exactamente el gran problema de la transición
entre el modernismo y el posmodernismo. Yo hablo de "cenestesia". La palabra fue
utilizada por los médicos en el siglo XVII cuando hablaban de "cenestesia
corporal". Esto denomina el proceso por el cual los diferentes órganos se
ajustan unos en función de otros, y el fluido en función de lo sólido. Después
fue la psicología la que utilizó el concepto para referirse al niño que aprende
a caminar: se cae, se golpea, se vuelve a caer... hasta que por fin adquiere la
cenestesia (la percepción correcta de su entorno y de sí mismo) y comienza a
caminar. En el caso del cuerpo social, podríamos imaginar que habrá, después de
numerosos aprendizajes, de errores y caídas, cenestesia del cuerpo social. Es
decir que las diversas tribus sabrán ajustarse en función de las necesidades del
resto, hasta alcanzar el equilibrio. Por el momento, creo que estamos en el
período de aprendizaje.
-¿No ve usted una real posibilidad de caer en extremismos, en
totalitarismos?
-Desde luego que la cuestión se plantea. Hay dos
alternativas. Yo tengo un auténtico diferendo con uno de mis grandes amigos,
Umberto Eco. Para él, esta situación nos pone a las puertas de la barbarie, del
fanatismo, del advenimiento de nuevos totalitarismos. Para mí, "bárbaro" no es
un término peyorativo: es aquel que fecundará una civilización agonizante. Allí
donde Eco ve barbarie, yo veo cenestesia.
-¿Por qué
razón?
-Le daré como ejemplo dos grandes momentos de la historia
de la humanidad. El primero, entre los siglos III y IV de nuestra era, tras la
desaparición del Imperio Romano, cuando comenzó el cristianismo. En aquel
momento, frente a un imperio agonizante, estaban los bárbaros y una infinidad de
sectas cristianas. Todo eso terminó por ajustarse: lo que se llamó la decadencia
romana dio origen a la civilización cristiana. Para ello, el hombre abandonó el
imperio unificado y entró en una zona de turbulencias. Gracias a esas
turbulencias se produjo el ajuste final. El lazo que unía a esas minúsculas
sectas diseminadas en el territorio imperial se llamaba "la comunión de los
santos", un sentido de pertenencia que todas compartían, a pesar de la
distancia.
-¿Y cuál sería la "comunión de los santos" de las tribus actuales?
-Internet. Hoy vemos que un grupo de rock metal de Praga
se pone en contacto con otro en Buenos Aires gracias a Internet. Internet es,
para mí, "la comunión de los santos" posmoderna. Creo que gracias a Internet el
ajuste se producirá, evitando la anarquía.
-¿Cuál es el segundo ejemplo histórico?
-La Edad Media, que no fue el período de oscurantismo que
muchos pretenden. El medievo fue el momento de las catedrales, la universidad,
las corporaciones... Aún no existían las grandes instituciones que son los
Estados-nación. Unicamente existía el Santo Imperio Romano, que sólo eran
pequeñas baronías, enfrentadas unas con otras. Tribus, en el fondo. Y, sin
embargo, había una auténtica unidad europea, sin el molde de los Estados-nación.
El ajuste entre todas esas pequeñas entidades produjo la organización posterior.
-Según su análisis, estaríamos nuevamente en una situación de
primitivismo...
-Yo he escrito algo parecido. Sin utilizar la palabra
primitivismo, digo que el posmodernismo es la sinergia entre lo arcaico y el
desarrollo tecnológico. En el fondo, lo que yo llamo arcaísmo es lo que usted
llama primitivismo. Arke, en griego, quiere decir lo que es primero,
fundamental. No quiere decir viejo, pasado de moda. Y en efecto, estamos ante el
retorno del arke: la tribu es arcaica, el nómade es arcaico.
-Nómade es otra de sus categorías para definir al hombre posmoderno, al
miembro de la tribu.
-Sí, el nómade es el hombre que va de una tribu a otra,
que no tiene una única identidad ideológica, sexual, profesional o de clase, que
no se deja encerrar dentro de roles que antes eran definitivos, en instituciones
como el matrimonio. El nómade puede pertenecer simultáneamente a numerosas
tribus.
-Es fácil seguirlo cuando usted dice que, en Europa, el modelo de polis
terminó causando el hastío de sus ciudadanos...
-Yo suelo usar un buen ejemplo: el mito de Dionisos, dios
de la fiesta, en contraposición al mito de Prometeo, dios del progreso. Los
ciudadanos de la pujante polis moderna, progresista y trabajadora, muertos de
aburrimiento, terminaron por abrir sus puertas y dejaron entrar a Dionisos.
-...pero ése no puede ser el caso de las sociedades latinoamericanas, mal
organizadas, mal administradas y mal alimentadas.
-No conozco mucho la Argentina. Sólo estuve dos veces
fugazmente, y quisiera ser prudente. Sin embargo, siempre dije que así como
Europa fue el laboratorio del modernismo, América latina es el laboratorio del
posmodernismo. Lo veo a través de la importancia que tiene el cuerpo, la
teatralidad en todos los actos de la vida, la importancia del presente, del
"presenteísmo", del carpe diem, de la relativización de lo "prometeico", de la
importancia de lo dionisíaco, del mestizaje de nacionalidades, culturas y etnias
diferentes. Todo eso es definitivamente posmoderno.
-Pero en lo que concierne a nuestra región no se puede hablar de usura de
un modelo, porque ese progreso raramente existió.
-Pero el ideal de la sociedad moderna, progresista, sí
existió. Y creo que los recientes acontecimientos dramáticos que vivió la
Argentina -crash financiero, hipercrisis política, manifestaciones populares,
cacerolazos- son la manifestación paroxística del rechazo de un modelo que fue
importado, implantado por la fuerza sobre la sociedad: el modelo político
europeo, el del Estado-nación y sus ideales de progreso y de fe absoluta en el
futuro.
Luisa Corradini
Fuente: diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina; 31 de
agosto de 2005.