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Asunto: | NoticiasdelCeHu 799/05 - Proyectos neoliberales y resistencias populares (Edgardo Lander) | Fecha: | Martes, 14 de Junio, 2005 20:49:49 (-0300) | Autor: | Centro Humboldt <humboldt @...........ar>
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NCeHu
799/05
¿Modelos alternativos de
integración? |
Proyectos neoliberales y
resistencias populares
Edgardo
Lander |
La consideración de
los proyectos de integración latinoamericanos exige formularse algunas
interrogantes vitales. ¿Integración para quién? ¿Para las los sectores
privilegiados de estas sociedades? ¿Para que los capitales sean nacionales o
transnacionales, puedan moverse libremente en todo el continente? ¿O, por el
contrario, para los pueblos, para las mayorías empobrecidas, excluidas,
subordinadas?
No hay nada en la idea de integración que en sí mismo podamos
considerar como favorable para el futuro de los pueblos del continente. No basta
con que sea una integración latinoamericana o sudamericana para que corresponda
a los intereses populares. Todo depende del modelo de integración en cuestión.
¿Quiénes lo impulsan? ¿Para qué? ¿Para quién? ¿En función de qué intereses y de
que valores se diseña? Dependiendo de la respuesta a estas interrogantes, la
integración puede afianzar las relaciones de dominación actualmente hegemónicas,
o puede contribuir a abrir rendijas para socavarlas.
¿Un proyecto de
integración orientado a abrir aún más estas economías para someterlas a los
dictados de los dueños del capital? ¿O una integración defensiva que tenga como
meta conquistar espacios de autonomía y soberanía para definir políticas
públicas y opciones económicas propias? En otras palabras, ¿una integración que
contribuya a desdibujar aún más los espacios y territorios del ejercicio de la
soberanía democrática de los pueblos, o una integración orientada a recuperar lo
que siglos de colonialismo y políticas imperiales le han arrebatado y continúan
arrebatando a los pueblos del continente?
¿Una integración orientada por
los valores del individualismo posesivo, de la competencia de todos contra
todos, en la cual se garantice el éxito de los más fuertes sobre la base de la
explotación y exclusión de los más débiles, esto es, una integración que acentúe
las inaceptables desigualdades actuales? ¿O una integración guiada por los
valores de la igualdad, de la participación, la pluralidad, la solidaridad, la
comunidad, una integración que reconozca, valore y haga posible el despliegue de
la extraordinaria variedad de modos de vida de los pueblos de nuestro
continente?
¿Una integración que sin límite alguno explote los recursos
naturales, convirtiéndolos en mercancías exportables para generar los excedentes
requeridos para pagar la deuda externa? ¿O una integración que se oriente a la
recuperación y construcción de otras formas de ser los humanos parte de la
naturaleza, que no la considere como un enemigo a ser sometido, controlado,
explotado y por ende destruido?
¿Una integración pensada como área de
libre comercio, concebida principalmente como la construcción de un espacio
económico de libre circulación de mercancías y capitales? ¿O una integración
geopolítica concebida como parte de los procesos de resistencia al orden global
que busca imponer la política unilateral e imperial del capital transnacional y
del gobierno de los Estados Unidos?
El ALCA El principal proyecto estratégico del gobierno de
Estados Unidos hacia el continente americano en su conjunto durante los últimos
diez años ha sido el ALCA o Área de Libre Comercio de las Américas. Mediante
este acuerdo de alcance continental, Estados Unidos y sus empresas han buscado
consolidar, profundizar y hacer irreversibles las políticas de ajuste
estructural de las últimas décadas, pretendiendo establecer de una vez por todas
la prioridad absoluta de los derechos del capital sobre los derechos de la
gente. Mediante la constitucionalización del orden neoliberal en un pacto
supranacional de obligatorio cumplimento, se aspira a acotar drásticamente los
ámbitos de la soberanía y del ejercicio de la democracia y la regulación social,
concebidas todas como trabas ilegítimas al pleno y libre despliegue y movimiento
del capital.
Hasta hace poco más de dos años, las negociaciones avanzaban
en forma aparentemente indetenible. Gobiernos sumisos en todo el continente
negociaban textos secretos a espaldas de sus pueblos, y parecía inevitable que
para la fecha prevista, esto es, para finales del año 2004, se concluyeran la
negociación y revisión del texto de manera que este pudiese ser ratificado en
2005. Sin embargo, a partir del año 2002 las cosas comenzaron a cambiar. Los
movimientos y organizaciones sociales de la resistencia al ALCA, especialmente
mediante su articulación en la Alianza Social Continental, lograron sacar el
debate del ámbito acotado de una negociación entre expertos en comercio
internacional para colocarla en el terreno del debate y la movilización pública.
Organizaciones sindicales, indígenas, ecologistas, campesinas, de
mujeres y académicas en todo el continente logran converger en una resistencia
crecientemente organizada y capaz de grandes movilizaciones. Cada una de las
principales reuniones de los negociadores del acuerdo pasó a estar acompañada de
masivas protestas (Québec, Buenos Aires, Quito, Miami). Los cambios políticos
representados por la elección de Chávez, Lula y Kirchner introdujeron
perspectivas y posturas negociadoras no previstas. En la reunión del Comité de
Negociaciones Comerciales (CNC) celebrada en San Salvador en julio de 2003 se
reconoce por primera vez, en la propia mesa de negociaciones, que estas están
severamente estancadas. Se realizaron sucesivos intentos de salvar el acuerdo
mediante un tratado más diluido (Alca light) o por la vía de un ALCA de dos
niveles que permitiese a los gobiernos más comprometidos con el modelo de libre
comercio preservar el contenido del proyecto original, facultando a otros
gobiernos el asumir compromisos menores. Buscando destrancar las negociaciones,
los Estados Unidos convocaron sucesivas "reuniones informales" entre diferentes
grupos de países. Persistieron los desacuerdos. Finalmente, en contra de todos
los pronósticos, lo que no parecía posible es hoy un hecho. La resistencia
continental ha derrotado al ALCA, quizás definitivamente. Desde comienzos del
año 2003 no se ha llevado a cabo ninguna reunión formal. De hecho, aunque esto
no se admita públicamente, las negociaciones han sido pospuestas en forma
indefinida1.
Diversas organizaciones del continente han sugerido que el 1
de enero de 2005, fecha en que se suponía que estuviese listo el acuerdo, sea
celebrado como el día del triunfo de los movimientos populares de las Américas
contra el ALCA. En estos tiempos neoliberales no son muchas las victorias
populares: hay que celebrarlas.
Los Tratados de Libre Comercio (TLCs)
El
descarrilamiento del ALCA representa sin duda una victoria para la resistencia
al proyecto imperial de libre comercio. Sin embargo, la agenda estratégica del
gobierno de Estados Unidos hacia el continente no ha sido derrotada: avanza por
otras vías. Dado que las dificultades en las negociaciones del ALCA las
enfrentaba principalmente con tres países Brasil, Argentina y Venezuela el
gobierno de Estados Unidos optó por continuar negociaciones vía TLCs con
prácticamente todos los demás países. Negoció y firmó un TLC con Chile, concluyó
las negociaciones con Centroamérica, y está en lo que se supone que es la fase
final de las negociaciones con Colombia, Ecuador y Perú.
Dado el
fraccionamiento de la resistencia y las posturas más amigables (tanto al libre
comercio como al gobierno de Estados Unidos) de los gobiernos en cuestión, en
estos acuerdos se radicaliza la agenda neoliberal. No sólo se va más allá de los
acuerdos de la Organización Mundial de Comercio (OMC), sino incluso de lo
previsto en los borradores del ALCA. La extraordinaria disparidad entre las
partes de estas negociaciones queda ilustrada en el contenido, por ejemplo, de
los capítulos sobre propiedad intelectual y agricultura del TLC andino, acuerdos
que de aprobarse en su versión actual tendrían impactos catastróficos sobre la
salud y la alimentación de los pueblos. Estados Unidos ha exigido el
patentamiento de plantas y animales (¡definidos como inventos!), así como de
procedimientos diagnósticos, terapéuticos y quirúrgicos. Reafirmando una vez más
que considera más importante las ganancias de sus transnacionales farmacéuticas
que la salud pública, además de diversas medidas destinadas a impedir la
utilización de medicamentes genéricos exige que se deje sin efecto la
Declaración Relativa al Acuerdo sobre ADPIC2 de Doha (2001), que autoriza cierta
flexibilidad en la interpretación de los derechos de propiedad intelectual de
los medicamentos y permite a los países miembros de la OMC "proteger la salud
pública y, en particular, promover el acceso a los medicamentos para todos". En
las negociaciones sobre agricultura Estados Unidos exige la eliminación de todos
los instrumentos de protección y fomento agrícola utilizados por los países
andinos (bandas de precios, cuotas de importación, etc.), a la vez que se niega
en forma categórica a siquiera discutir sus opulentos subsidios agrícolas. Esta
combinación no puede conducir sino a la devastación de la agricultura andina, a
socavar las condiciones de la seguridad alimentaria y a la expulsión de millones
de personas del campo.
A pesar de la firme oposición popular y de las
masivas movilizaciones de organizaciones sociales y políticas centroamericanas y
andinas3, no ha sido posible hasta el momento frenar estas
negociaciones.
MERCOSUR y la
Comunidad Andina de Naciones
¿Constituyen hoy el MERCOSUR o la
Comunidad Andina de Naciones (CAN) alternativas a este modelo de integración y
desarrollo? La integración no puede pensarse como algo diferente a los proyectos
nacionales, diferente a las sociedades que se prefiguran al interior de cada
Estado-nación. Los proyectos de integración del continente dependen de los
procesos políticos, de las estructuras productivas, de las correlaciones de
fuerza existentes tanto global y regionalmente como al interior de cada uno de
los países participantes.
Los actuales proyectos y prácticas de
integración en América Latina se dan con estructuras productivas y condiciones
políticas e ideológicas muy diferentes a las existentes cuando se debatía la
integración latinoamericana en los '60 y '70. Como resultado de las dictaduras
militares y de la aplicación sistemática de las políticas neoliberales de ajuste
estructural, estas sociedades han cambiado profundamente tanto en su estructura
productiva como en su tejido social. Como consecuencia de la represión, la
desindustrialización y las reformas laborales, el movimiento sindical se
encuentra extraordinariamente reducido y debilitado, y la mayor parte de los
nuevos empleos se crean en el llamado sector informal. El peso de empresarios
cuya producción se orientaba prioritariamente al mercado interno ha igualmente
declinado. La propiedad de la tierra se encuentra aún más concentrada que hace
tres décadas. Los sectores más dinámicos de las economías del continente los que
tienen igualmente hoy mayor incidencia política, mayor capacidad de tener
impacto sobre las políticas públicas son los sectores triunfantes de estas
transformaciones económicas. Son principalmente los grupos financieros, los de
los servicios como las telecomunicaciones y los exportadores de productos
primarios: en el caso del Cono Sur, principalmente el sector agroindustrial.
Estos sectores están controlados o asociados estrechamente con el capital
transnacional, sus beneficios dependen de la apertura económica, de la
desregulación, de las privatizaciones y del acceso a los mercados
internacionales. Constituyen las fuerzas dinámicas internas detrás de las
políticas del libre comercio.
El sentido común neoliberal hoy hegemónico,
y los intereses de estos sectores que resultaron beneficiados de las
transformaciones políticas y de la estructura económica producidas en las
últimas tres décadas, condicionan las orientaciones básicas de los proyectos de
integración que hoy operan y se negocian en todo el continente. Es posible
constatar incluso que la razón fundamental por la cual los gobiernos de Brasil y
Argentina pusieron una resistencia tan firme al ALCA tuvo que ver principalmente
con el hecho de que los beneficios que esperaban estos sectores no estaban
siendo garantizados suficientemente en la negociación. No se trata de desconocer
que estos gobiernos no han tenido posiciones únicas y que han existido tensiones
entre visiones más orientadas hacia el libre comercio y visiones que reivindican
mayor autonomía para el impulso de políticas públicas nacionales. Sin embargo, y
más allá de los discursos, fue precisamente el hecho de que el ALCA no
garantizaba un mayor acceso de los productos de la agroindustria del MERCOSUR al
mercado de Estados Unidos, y que el gobierno de dicho país no estaba dispuesto a
siquiera considerar la reducción de los subsidios a su producción agrícola, la
verdadera razón por la cual se trancaron las negociaciones del ALCA.
El
único gobierno participante en las negociaciones que formuló cuestionamientos
conceptuales, políticos y doctrinarios fundamentales a cada una de las
dimensiones del modelo de integración propuesto por el gobierno de Estados
Unidos a través del ALCA fue el de Venezuela.
Esos mismos intereses han
estado impulsando las negociaciones del MERCOSUR con la Unión Europea. De
acuerdo a denuncias formuladas por las principales organizaciones sociales del
Cono Sur4, a cambio de un acceso limitado de los productos de la agroindustria
del MERCOSUR al mercado de la Unión Europea, los negociadores del MERCOSUR están
realizando concesiones que tendrían efectos nocivos sobre la agricultura
familiar, limitarían la capacidad de los Estados para tener políticas
industriales autónomas, y convertirían en mercancías áreas tan críticas como los
denominados "servicios culturales" y "servicios ambientales". Se habrían
ofrecido igualmente preferencias a la Unión Europea para las compras del Sector
Público. No hay razón alguna por la cual se pueda suponer que las
transnacionales basadas en Europa puedan tener efectos más benignos o sean menos
rapaces que las estadounidenses, ni para asumir que los gobiernos europeos sean
menos agresivos en la defensa de los intereses de sus corporaciones. Cualquier
ilusión en este sentido quedó desmentida con la reciente crisis
argentina.
La Comunidad
Sudamericana de Naciones
Los gobiernos de Sudamérica celebran lo
que denominan un nuevo momento histórico en el continente, la realización del
sueño de Bolívar: la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones. ¿Podrá
este acuerdo convertirse efectivamente en un punto de partida para nuevos
proyectos económicos y geopolíticos alternativos a los modelos
hegemónicos?
La retórica de la Declaración del Cusco, firmada por los
presidentes o cancilleres de 12 países sudamericanos5, parecería efectivamente
apuntar en una nueva dirección. Predomina en esta un lenguaje diferente a la
prioritaria del libre comercio que ha sido hegemónica durante los últimos
lustros. Partiendo de la "historia compartida y solidaria de nuestras naciones",
se reivindica "una identidad sudamericana compartida y valores comunes, tales
como: la democracia, la solidaridad, los derechos humanos, la libertad, la
justicia social, el respeto a la integridad territorial, a la diversidad, la no
discriminación y la afirmación de su autonomía, la igualdad soberana de los
Estados y la solución pacífica de controversias". Se reconoce que no es
suficiente con el desarrollo económico, y que se requieren estrategias que junto
a "una conciencia ambiental responsable y el reconocimiento de asimetrías en el
desarrollo de sus países, aseguren una más justa y equitativa distribución del
ingreso, el acceso a la educación, la cohesión y la inclusión social, así como
la preservación del medio ambiente y la promoción del desarrollo
sostenible".
Se enfatiza un "compromiso esencial con la lucha contra la
pobreza, la eliminación del hambre, la generación de empleo decente y el acceso
de todos a la salud y a la educación como herramientas fundamentales para el
desarrollo de los pueblos". En el terreno internacional se apela a "los valores
de la paz y la seguridad internacionales, a partir de la afirmación de la
vigencia del derecho internacional y de un multilateralismo renovado y
democrático que integre decididamente y de manera eficaz el desarrollo económico
y social en la agenda mundial".
Desde el punto de vista institucional, se
afirma a la Comunidad Sudamericana de Naciones como proyecto que trasciende un
área de libre comercio, acordándose que se va a "desarrollar un espacio
sudamericano integrado en lo político, social, económico, ambiental y de
infraestructura, que fortalezca la identidad propia de América del Sur y que
contribuya, a partir de una perspectiva subregional y, en articulación con otras
experiencias de integración regional, al fortalecimiento de América Latina y el
Caribe y le otorgue una mayor gravitación y representación en los foros
internacionales".
De acuerdo al texto, se trata de un proyecto de
integración de los pueblos. Se afirma: "Nuestra convicción en el sentido que la
realización de los valores e intereses compartidos que nos unen, además de
comprometer a los Gobiernos, sólo encontrará viabilidad en la medida que los
pueblos asuman el rol protagónico que les corresponde en este proceso. La
integración sudamericana es y debe ser una integración de los
pueblos".
Más allá de temas cruciales que están ausentes en el texto,
como el de la deuda externa, y el de las relaciones de este proyecto con los
acuerdos de libre comercio firmados o en proceso de negociación con Estados
Unidos y la Unión Europea, ¿puede esperarse que los actuales gobiernos
sudamericanos (los firmantes de la Declaración del Cusco) sean consecuentes con
estas declaraciones de intención? ¿Se trata de un lenguaje destinado al público
de galería, o es la expresión de una nueva voluntad política de los gobiernos
sudamericanos?
Más que descartar de antemano la Declaración del Cusco
como pura retórica y a la decisión de crear la Comunidad Sudamericana de
Naciones como una mera formalidad, es conveniente analizar este proceso en la
potencialidad que podría ofrecer para convertirse en un nuevo terreno de pugnas
y tensiones entre diferentes visiones y diferentes fuerzas sociales en torno al
futuro de América Latina. ¿Pretenden los gobiernos firmantes de la declaración
(o algunos de ellos) adecuar las orientaciones de sus políticas públicas a los
objetivos declarados de la Comunidad Sudamericana de Naciones?
Lo que
resulta evidente es que hay flagrantes contradicciones entre los objetivos y
metas formulados en esta declaración y el rumbo principal que hoy asumen las
políticas públicas en la mayoría de los países sudamericanos. Los objetivos
formulados en la Declaración del Cusco no son, de modo alguno, compatibles con
las políticas públicas y orientaciones económicas que, gracias a la deuda
externa, los organismos financieros internacionales continúan imponiendo en todo
el continente. ¿Pueden los movimientos sociales y políticos populares del
continente aprovechar estas tensiones para formular e impulsar propuestas
contrahegemónicas?
¿Qué sentido tiene que los gobiernos andinos que hoy
negocian un TLC con Estados Unidos, proyecto que constituye una severa amenaza a
la salud, educación, alimentación y el ambiente de dichos países, se comprometan
a garantizar la salud, la educación, la alimentación de sus pueblos, así como la
preservación del ambiente? ¿Qué sentido tiene la reivindicación del derecho a un
empleo decente cuando las políticas de apertura, privatización y desregulación,
la desindustrialización, la flexibilidad laboral y las reformas de la
legislación laboral impulsadas por estos mismos gobiernos continúan deteriorando
y precarizando sistemáticamente las condiciones del empleo? ¿Para qué proclamar
la autonomía e igualdad soberana de los Estados mientras se están negociando
acuerdos comerciales que limitan cada vez más el ejercicio de la soberanía? ¿Por
qué hablar de la equitativa distribución del ingreso, y de la cohesión y la
inclusión social, si la experiencia confirma que las actuales políticas de
predominio dogmático del libre comercio no conducen sino a la desintegración
social y al incremento de las desigualdades sociales? ¿Qué sentido tiene
destacar la importancia de la preservación del medio ambiente y la promoción del
desarrollo sostenible si como es evidente por ejemplo en el caso de Brasil las
actuales políticas de prioridad de las exportaciones primarias orientadas a
generar un excedente en la balanza comercial para pagar la deuda externa
requieren una sobreexplotación depredadora y no sostenible de los recursos
naturales? ¿Qué tipo de infraestructura va a acompañar este proceso de
integración? ¿Continuará la prioridad en la inversión en infraestructura
orientada a facilitar las exportaciones y consolidar el modelo de crecimiento
hacia afuera, la economía de puertos? ¿Pondrá esta infraestructura a la Amazonía
y sus recursos a la disposición de las empresas transnacionales?6. ¿Podrá por el
contrario dársele prioridad a las exigencias de un desarrollo endógeno, de
ampliación de los mercados internos continentales y de la efectiva integración
de los pueblos? ¿Será posible avanzar en la dirección de un modelo alternativo
de integración cuando se está incorporando a la Comunidad Sudamericana de
Naciones, en forma acrítica, la base jurídica y normativa que el MERCOSUR y la
Comunidad Andina de Naciones fueron armando durante los lustros recientes de
hegemonía neoliberal?
La retórica latinoamericanista, la reivindicación
de la soberanía y la democracia, así como de los derechos de los pueblos, podría
bajar la guardia de los movimientos sociales y políticos populares en torno a
las negociaciones entre los gobiernos del continente mientras mantienen una
actitud vigilante ante los acuerdos negociados con potencias extracontinentales
(ALCA, TLCs, MERCOSUR-UE). No hay, sin embargo, nada en la idea de integración
sudamericana que en sí misma, por su propia condición de ser latina o
sudamericana, sea necesariamente más favorable a los intereses de los pueblos.
Todo depende, como se señaló al comienzo de este texto, de los modelos de
integración en juego. Se abre con la Comunidad Sudamericana de Naciones un nuevo
terreno de lucha continental. El destino de este proyecto de integración y la
respuesta a la cuestión básica de si puede o no llegar a ser favorable a los
intereses populares, más que del contenido de sus textos fundantes, dependerá
del resultado de las luchas sociales y políticas, de la capacidad de las fuerzas
populares para revertir las tendencias políticas y económicas hoy hegemónicas en
la mayor parte del continente.
¿Será posible convertir a la Comunidad
Sudamericana de Naciones en un nuevo terreno capaz de articular en forma
efectiva las luchas de los pueblos del continente por la soberanía, la
democracia, la igualdad, la pluralidad cultural? ¿Podrá este nuevo proyecto
integrador jugar un papel en la resistencia a la hegemonía imperial de Estados
Unidos?
Son estos nuevos retos y nuevas interrogantes que confronta hoy
la lucha popular latinoamericana.
Notas
1- Han
circulado, sin embargo, rumores de acuerdo a los cuales los co-presidentes de la
fase final de las negociaciones del ALCA, el Embajador Robert Zoellick de
Estados Unidos y el Canciller de Brasil, Celso Amorim, tendrían previsto
reunirse en el mes de enero de 2005 para explorar las posibilidades de un
reinicio de las negociaciones. Mientras han estado absolutamente suspendidas
todas las negociaciones sustantivas, ha continuado la pugna entre las ciudades
candidatas a ser sede permanente del acuerdo. 2- Aspectos de Propiedad
Intelectual Relacionados con el Comercio, mejor conocido por sus siglas en
inglés: TRIPS. 3- Ver, por ejemplo, la declaración conjunta de las cuatro
centrales de trabajadores colombianas: Declaración frente al tratado de libre
comercio con Estados Unidos y el tema laboral, Bogotá, 3 de diciembre 2004. En
Red Colombiana de Acción Frente al Libre Comercio (Recalca) <http://www.recalca.org.co/> 4-
Autoconvocatoria No al ALCA (Argentina), "Acuerdo Unión Europea-MERCOSUR:
ganancias para pocos, amenaza para la mayoría" <http://www.choike.org/nuevo/informes/2229.html> 5- Declaración del Cusco sobre la Comunidad Sudamericana de Naciones,
Cumbre Presidencial Sudamericana, Cusco, 8 de diciembre de 2004. Los países
firmantes de esta declaración son: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,
Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela <http://www.comunidadandina.org/> 6-
Decisiones fundamentales para el futuro de Sudamérica, con consecuencias a largo
plazo para los modelos productivos y de integración continental (energía,
transporte, telecomunicaciones), están siendo tomadas, en lo fundamental, al
margen del debate público, en el contexto del IIRSA, Iniciativa para la
Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, que tiene su origen en
la Primera Cumbre de Presidentes de América del Sur celebrada Brasilia en el año
2000, y que agrupa a los mismos 12 países que han acordado la creación de la
Comunidad Sudamericana de Naciones. Está previsto que sus proyectos sean
financiados por los gobiernos, el sector privado e instituciones financieras
multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación
Andina de Fomento (CAF), el Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del
Plata (FONPLATA) y el Banco Mundial. El discurso de Enrique Iglesias en dicha
cumbre presidencial debe servir de llamado de alerta respecto al tipo de
proyecto de infraestructura al cual estos organismos financieros le otorgarán
prioridad. La concepción de la integración que defiende el BID aparece
sintetizada en los siguientes términos: "La integración regional es siempre una
tarea desafiante, y los primeros esfuerzos de América Latina y el Caribe en los
años de posguerra encontraron obstáculos muy importantes. Afortunadamente,
algunos de estos obstáculos tradicionales han sido sustancialmente superados en
años más recientes. El proceso de reforma de las estructuras económicas en los
países de América Latina y el Caribe, que el Banco viene apoyando activamente,
ha hecho que nuestras economías sean más receptivas a la integración regional, a
partir de condiciones macroeconómicas más estables, la apertura unilateral de
nuestras economías, la reducción de la intervención directa estatal en los
mercados y un ambiente más favorable a la iniciativa privada" http://www.caf.com/view/index.asp?ms=8&pageMs=10180
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