EL
REMERO, EL MAESTRO Y EL PRESUPUESTO...
El cuentito del
remero
HABIA
UNA VEZ un certamen de remo entre japoneses y argentinos.
El
equipo japonés estuvo integrado por diez personas: un entrenador, un asistente y
ocho remeros.
Al
equipo argentino también lo integraban diez personas, pero con una distribución
interna diferente: un entrenador, dos asistentes titulares, dos asistentes
suplentes y cinco remeros.
La
competencia fue ganada por el equipo japonés, llegando los argentinos quince
minutos más tarde.
Al
volver al país comenzaron a visualizar que era evidente que el gran error estaba
en la composición del equipo argentino, corrigiendo este hecho fundamental para
el año siguiente.
Fue
así como en la próxima competencia ambos equipos presentaron nuevamente diez
integrantes.
El
equipo japonés volvió a llevar un entrenador, un asistente y ocho remeros;
mientras que el equipo argentino, ahora más fortalecido, asistió con un
entrenador, un analista, un asesor deportivo, dos asistentes titulares, dos
suplentes y tres remeros.
Los
resultados fueron similares a los de la primera competencia, sólo que ahora los
argentinos alcanzaron la meta media hora después.
Considerando
que era necesario destinar más presupuesto para poder mejorar las marcas, se
pidió un préstamo y de esa manera el equipo argentino pudo competir con un
plantel de lujo.
Al
año próximo, el equipo japonés volvió a presentar su esquema tradicional.
Mientras
que los argentinos lograron entender que era excesiva la cantidad de asistentes,
modificando la estructura de la siguiente manera:
Fueron
nombrados un Coordinador General del Equipo, un coordinador técnico, un
entrenador, dos analistas especializados, dos asesores, un asistente titular, un
asistente suplente y un remero, quien llegó dos horas más tarde que los
nipones.
Después
de semejante fracaso se llegó a la conclusión de que pese a los esfuerzos
realizados por la Comisión que se había creado ad hoc, el remero no sabía
aprovechar al equipo que tan profesionalmente lo estaba formando. Por lo tanto
se lo debía reemplazar, disminuyendo los ingresos de quien viniera en su lugar
con el fin de que se esforzara más en conseguir mejores
resultados.
De los remos a
las tizas
Esto
que acabamos de relatar, en nuestro país ya está absolutamente arraigado en casi
todas las instituciones.
Este
cuentito viene siendo distribuido por empleados del Banco de la Nación Argentina
desde hace más de un año, haciendo ver en qué consistieron las últimas
reestructuraciones sufridas.
En
esta ocasión no pretendemos analizar ese caso, ya que por cercanía y deformación
profesional, tenemos otro mucho más contundente todavía y se trata justamente
del ámbito educativo.
Al
margen del magro presupuesto, hay un hecho determinante en la estructura
burocrática de las instituciones educativas, y es nada menos que la
concentración de los fondos en cada vez más asesores, asistentes, coordinadores
"especializados en pedagogía" que no tienen más experiencia de aula que cuando
concurrieron como alumnos.
Para
el maestro nada. O mejor sí, cada vez más exigencia con menos recursos y más y
más "analistas y pensadores del hecho educativo" que hablan de la "situación
áulica", que indican qué se debe enseñar, de qué forma, calculando tiempos y
enunciando leyes que no pueden más que ser consecuencias de una noche de
copas.
Mientras
tanto los docentes hacen cursos costosos e inservibles, que en el mejor de los
casos repiten lo que ya saben, imposibles de ser cuestionados por los nuevos
esclavos de nuestra sociedad.
Luego,
la principal actividad consiste en completar planillas interminables, de
diferentes formas y colores, harán planificaciones imposibles de llevar
adelante, porque sus discípulos no responden seguramente a los que se tomaron
como base para elaborar modelos ajenos en el tiempo y en el espacio. Saben que
nadie las leerá, ya que sería materialmente imposible. Pero deben callar. Están
atados. Deben dedicar cada vez más tiempo personal para cumplir con tales
requisitos y por lo tanto, para sus alumnos menor
dedicación.
Menor
dedicación debida a mayor burocratización convirtiéndose el fin principal de
nuestras instituciones "educativas", en justificar importantes sueldos de
parásitos "ilustrados".
Hundiéndonos de
prestado
Parecería
que quienes no acuerdan con que el estado mantenga artificialmente determinados
empleos para disminuir la tasa de desocupación, sólo se fijan en quienes cobran
únicamente un sueldo mínimo.
Se
preocupan si se derrocha cuando se necesita un asistente en el aula o más
maestros suplentes, o menor cantidad de alumnos por docente con la consecuente
necesidad de un mayor número de aulas; pero no se les mueve un pelo cuando el
Ministerio de Educación y sus dependencias, incluyendo los aparatos
provinciales, municipales y aún las universidades supuestamente autónomas toman
a una clase de desocupados de lujo, que no hacen más que aplastar aún más a
quienes dicen asesorar, asistir, "mostrarles la luz" y mucho
más.
Pero
los argentinos debemos comenzar a ser más humildes.
Este
"modelo de avanzada" no cuenta siquiera con nuestro copyright, sino que lo
encontramos, sin necesidad de hacer cursos de arqueología, en toda América
Latina.
Tal
cual se importan en nuestra Región maquinarias, vehículos usados o diseños de
fracasada tecnología, de la misma manera pedimos dinero prestado para imponer
los desechos de la Madre Patria.
La
enseñanza se deteriora cada día más y no porque los maestros sean vagos, hagan
paros o "trabajen poco", sino fundamentalmente porque se los denigra todos los
días, a ellos y a sus chicos.
Un
solo remero no basta; un maestro solo tampoco.
Prof. Lic. Ana María
Liberali*
Centro Humboldt
Publicado en el Semanario Marplatense "Noticias y Protagonistas", en
1999.