NCeHu 699/05
Una muerte por mil
cortadas
Immanuel Wallerstein
La Jornada (Mx), 27 de mayo de 2005
Había una antigua tortura china conocida como Ling Chi, una
muerte por mil cortadas. Estas son todas pequeñas, pero al final la persona
muere. Es esto lo que le ocurre a la dominación estadunidense de América Latina.
La más reciente cortadita ha ocurrido en Ecuador. Pese a que es un país pequeño,
tiene sin embargo varios rasgos importantes: es productor petrolero, tiene vasta
población indígena a la que históricamente se ha excluido del poder, la que, por
supuesto, es explotada económica y socialmente. Tiene frontera con Colombia
donde desde hace mucho tiempo transcurre una guerra civil en la que Estados
Unidos está implicado en gran medida, en el apoyo a un gobierno muy conservador.
Es también un país donde en los últimos 10 años tres presidentes fueron
expulsados del cargo por levantamientos populares, y cada vez con el apoyo, por
lo menos tácito, de las fuerzas armadas.
En 1997, Abdalá Bucaram, que fuera electo por su plataforma de
lucha contra la oligarquía, comenzó en cambio a impulsar un severo programa de
austeridad, como le aconsejara el antiguo ministro de Finanzas argentino Domingo
Cavallo. Un programa del mismo tipo que el Fondo Monetario Internacional ha
venido impulsando (y que Cavallo implementó anteriormente en Argentina). Después
de dos días de huelga de los sindicatos obreros, de los estudiantes y los grupos
de mujeres, de las organizaciones de derechos humanos y de la Conaie, la
Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador, el Congreso depuso a
Bucaram sobre la base de inestabilidad mental. La siguiente elección llevó al
cargo a otro líder conservador, Jaime Mahuad, quien procedió a "dolarizar" la
economía. Al comenzar 2000, otro levantamiento popular lo derrocó. Este fue
conducido por una combinación de organizaciones indígenas y de "coroneles
populistas", cuyo líder era Lucio Gutiérrez, a quien Estados Unidos le
adjudicaba vínculos con Hugo Chávez en Venezuela (ver comentario 33, primero de
febrero de 2000).
Las fuerzas del orden se afianzaron de nuevo. Gutiérrez partió al
exilio y el vicepresidente Gustavo Noboa asumió el cargo. Sin embargo, en las
siguientes elecciones, las de 2002, Gutiérrez derrotó a Noboa con el fuerte
respaldo de los movimientos indígenas. Dicha elección fue vitoreada como triunfo
de la izquierda. No obstante, una vez en el cargo, Gutiérrez se cambió de
vestiduras. En 2003 visitó Washington y se declaró "el mejor amigo de Estados
Unidos" en América Latina. Pronto, los movimientos indígenas se salieron del
gobierno y Gutiérrez procedió a ofrecerle a Estados Unidos una nueva base
militar, se volvió un entusiasta del Plan Colombia (el proyecto dirigido por
Estados Unidos en respaldo del gobierno colombiano contra las guerrillas y, como
alegaba Washington, contra el narcotráfico). Y Ecuador estaba inmerso en las
negociaciones de un tratado de comercio con Estados Unidos. Aunque el alza del
precio del petróleo contribuía a mejorar el presupuesto gubernamental, ningún
dinero llegaba a la vasta mayoría de la población. Gutiérrez cambió la Suprema
Corte de Justicia para que la nueva perdonara a Bucaram, que pronto retornó a
Ecuador e hizo que su partido apoyara al ex militar en el Parlamento de Ecuador.
Así, en abril pasado ocurrió otro levantamiento en Ecuador.
Gutiérrez llamó forajidos (fugitivos) a los manifestantes. Estos asumieron de
inmediato el nombre con orgullo y en pocos días lograron que el ex coronel fuera
el forajido. Esta vez, el levantamiento incluyó no sólo a los sospechosos
comunes -los movimientos de la población indígena- sino también a segmentos de
la clase media sublevados por la corrupción de Gutiérrez y Bucaram. Una vez más
el ejército se hizo a un lado y asumió el cargo el vicepresidente, Alfredo
Palacio, situado más a la izquierda. Desde entonces, hay confusos indicios de la
nueva política. Palacio designó a un católico de la izquierda moderada, Rafael
Correa, como ministro de Finanzas, quien en una de sus primeras declaraciones
deploró que 40 por ciento del presupuesto gubernamental se destinara al pago de
la deuda mientras sólo 2 por ciento se asignaba a salud y educación. Aunque el
gobierno asegura que permitirá que Estados Unidos mantenga su base ya existente,
no va a construir la base adicional, más grande, que Gutiérrez había concedido.
Renuente, y después de largas demoras, Estados Unidos reconoció
finalmente al nuevo gobierno. Fidel Castro y Hugo Chávez aplaudieron el cambio,
pero algunos grupos "revolucionarios" desaprueban el hecho de que no se logró
gran cosa. ¿Qué podemos esperar? Quizá esta vez un aletargamiento de cualquier
cosa que huela a neoliberalismo. Ya algunos partidos indígenas recuperaron los
asientos en el Parlamento, que habían perdido porque algunos de sus
representantes electos se habían cambiado de organización política para apoyar a
Lucio Gutiérrez.
El levantamiento ecuatoriano se ajusta a la tendencia de lo que
ha venido ocurriendo desde hace 10 años en América Latina, y especialmente desde
que George W. Bush asumiera el poder. No hace mucho, cuando un gobierno
latinoamericano no era del agrado de Estados Unidos, éste tenía la posibilidad
de cambiarlo, usando la fuerza directa si era necesario, o utilizando a los
militares locales. Esta fue la suerte de Guatemala, República Dominicana, Chile,
Brasil y muchos otros. El único fracaso notable sobre este respecto fue Cuba, y
Estados Unidos fue capaz de movilizar a casi todos los países de América Latina
para que cooperaran en aislar, bloquear y/o boicotear a Cuba.
En los últimos cinco años, por otra parte, muchos países
latinoamericanos se corrieron a la izquierda por la vía del voto o las
manifestaciones populares, pero siempre un poco menos que totalmente a la
izquierda. La lista es larga: Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Chile,
Venezuela. De hecho, el único gobierno de Sudamérica que, en los días que
corren, gusta realmente a Estados Unidos es el de Colombia. Hace muy poco, hubo
elección para secretario general de la Organización de Estados Americanos. Y por
primera vez en la historia de esa organización el candidato que impulsaba
Estados Unidos no ganó. Recientemente, el gobierno mexicano intentó eliminar de
la competencia presidencial al candidato del partido de izquierda. Y tuvo que
retractarse ante la presión popular al interior de México. Cuba ya no está
aislada en América Latina. Nada de esto da motivos de celebración en Washington.
Todas éstas son cortaditas. Ninguno de estos estados, ni siquiera
Venezuela, ha empujado demasiado. Pero Brasil pudo organizar la revuelta del
G-20 en la Organización Mundial de Comercio, que provocó que dicha entidad
quedara en virtual inmovilidad. Y Argentina pudo desafiar a la comunidad
financiera mundial y reducir notablemente las enormes deudas. Y la Alianza de
Libre Comercio de las Américas no va a ningún lado, pese a seguir siendo el
principal objetivo económico estadunidense en América Latina.
Los intelectuales de izquierda y algunos movimientos
izquierdistas no están contentos con lo que los supuestos gobiernos de izquierda
han hecho en sus respectivos países. Pero Estados Unidos está más descontento
con lo que han logrado. El hecho es que hoy Estados Unidos ya no puede estar
seguro de tener el control -económico, político y diplomático- de su traspatio,
el continente americano. Está sufriendo la muerte de las mil cortadas, pequeñas,
cada una, pero bastante mortales, sin embargo.
Traducción: Ramón Vera
Herrera