DE SIRENAS Y
ACADÉMICOS
Acerca
de la preñez de las sirenas
Pocos
meses atrás, en un periódico de la Florida, Estados Unidos, apareció en primera
plana en letras de catástrofe, la siguiente noticia:"SIRENA
PREÑADA".
La
población hispana de Miami, fiel lectora de ese tipo de prensa, comenzó a
divulgar la noticia y a discutir en calles y centros de reunión de qué manera
pudo quedar preñada, quien seria el padre del futuro sirenito, si alguien había
visto alguna vez una sirena-macho, si era ovípara o mamífera, llegando esta
trascendental discusión a otro sectores de la sociedad, mucho mas instruidos por
cierto, quienes afirmaron que "jamás una sirena puede quedar
preñada".
Pero
a nadie se le ocurrió plantearse siquiera la existencia de las
sirenas.
Sirenas
en el ambiente académico
En
la universidad argentina, muy castigada por cierto, las cosas no son muy
distintas. Si bien ya van más de dos décadas de "golpes bajos", la situación
parece haberse agravado en el último lustro.
Y...
"como no hay mejor defensa que un buen ataque", ante pésimas condiciones de
presupuesto, nada más importante que justificarse a través de la mejora del
"nivel académico".
Para
esto se creo un sistema de CATEGORIZACIÓN del PERSONAL ACADÉMICO, que primero
nos clasificaba en letras y ahora en números, y no sólo muestra que nivel
tenemos sino también que nos indica si podremos o no seguir investigando y/o
presentando proyectos o dirigiendo tesistas, dictando cursos de posgrado,
etc.
Esta categorización nos separa en CASTAS, de las cuales será casi
imposible salir.
Desde
ya que hubo quejas y pataleos, pero casi la totalidad referida a quienes son los
evaluadores (el padre del sirenito), si es justo que se tome en cuenta tal o
cual antecedente (si es ovípara o mamífera), si Einstein o Leloir hubiesen
sumado los puntos necesarios para quedar en los mejores lugares de la
categorización (si las sirenas pueden quedar preñadas)...
Pero
a muy pocos se les ha pasado por la cabeza plantear si deben existir las tan
amadas y odiadas categorizaciones. Si realmente alguien es mejor o peor según lo
diga un grupo de notables, por mejores académicos que estos sean o mejores
intenciones que tuvieran, así fueran justos en sus
apreciaciones...
En
un ambiente verdaderamente científico, se debe tener la plena libertad de
investigar, aunque se hiciera por primera vez, aunque el legajo no registre
experiencias previas válidas, aunque se cometan errores... Debemos dar pie a
quienes cuestionen nuestro trabajo, a quienes sobre él puedan colocar nuevas
ideas, nuevos conceptos. ¿O también creen que además de las sirenas existen las
teorías eternas, incuestionables...?
Si realmente existen académicos que creen en la
existencia de sirenas, perdón, de excelencia a partir de categorizaciones, debe
ser porque hace mucho tiempo que leen pasquines amarillos en lugar de
reflexionar sobre fuentes más serias.
De
cómo conquistar a las sirenas
Estas
sirenas universitarias necesitan de cursos, maestrías, doctorados, presentación
de ponencias en congresos, publicaciones, informes, proyectos y otras
tradicionales actividades académicas que se están desvirtuando en la medida de
su obligatoriedad. Es decir, que en muchos casos y justificadamente en función
del sistema de categorizaciones, sólo se mantiene la forma de tales
actividades.
Es
así como, detrás de este pseudoacademicismo, un grupo de investigadores puede
cobrar un incentivo por sus actividades científicas como mera limosna a su
deteriorado salario.
Pero
claro está, no alcanza para todos, aunque los méritos alcanzados sean los
debidos. Entonces se ponen mayores trabas, porque no hay tantas sirenas como
académicos enamorados.
Los
académicos del Titanic
Hace
varios años que insistimos en que los universitarios no debíamos pelearnos por
los camarotes del Titanic...
Hoy
la lucha es ya por los botes salvavidas..., pero no alcanzan para todos.
Es
entonces cuando para que las primeras categorías (léase la primera clase del
paquebote) puedan quedar a salvo, es que el capitán ha dado la orden de cerrar
las puertas de los pasajeros de tercera, que no son ni más ni menos que nuestros
propios discípulos. ¡Que se ahoguen, así podremos irnos en nuestros miserables
botes! Pero, ¿hacia dónde? ¿Cuál es el destino de una sociedad sin sus
retoños?
¿Dónde
quedó la utopía de transformar a la sociedad a través de nuestra labor
universitaria? ¿En qué medida nos acercamos a quienes pagan con sus impuestos
nuestros puestos universitarios, aunque nunca puedan pasar por sus
aulas?
¿Cuál
es nuestro real compromiso con quienes esperan de nosotros que al menos
intentemos reflotar el buque o construyamos una balsa para
todos?
¿No
será que el iceberg que partió nuestro barco no es más que una deuda que no
hemos contraído, mientras nos mostraban bellas sirenas en nuestro rumbo...? ¿O
las estamos viendo ahora porque ya estamos sumergidos?
Lic.
Ana María Liberali
Vicepresidente del CeHu
Universidad de Buenos Aires
Investigadora Categoría
2
Mayo 1999
Nota
publicada en el Semanario Noticias y Protagonistas. Mar del Plata – Argentina, y
trasmitida por Noticias del CeHu y GeoRed.