NCeHu
1606/04
Los dos pilares del edificio imperial de EE.UU: la moneda y la
fuerza militar
Peligro persa - II
Parte
Stan
Goff
[Ésta es la segunda parte del
informe de Stan Goff sobre el bullente Peligro Persa. Mientras la I Parte
describió la historia del Irán moderno en sus relaciones con las potencias
imperiales occidentales, este ensayo explica el sistema del petrodólar que
subyace bajo nuestra alarmante situación en Medio Oriente y en el mundo. Como
dice Catherine Austin Fitts: nada cambiará realmente hasta que cambiemos el modo
como funciona el dinero. “Petrodólar”, “divisa patrón”, “ataque especulativo”,
“balanza comercial” – son los amiguitos lexicográficos de los que tenemos que
disponer si queremos comprender el laberinto de la propaganda. El ensayo de Goff
explica por qué precisamente el mundo acepta al hampón estadounidense. Pero no
son sólo sus horribles armas letales; es el arma terrible de la deuda: en este
continuo sueño estadounidense, “nosotros” prestamos – y todos los demás son los
que deben. – JAH]
Rosa Luxemburgo y la geografía
“El imperialismo es la
expresión de la acumulación política del capital en su lucha competitiva por lo
que queda del entorno no-capitalista.”
Rosa Luxemburgo, “La acumulación
del capital”, 1913.
Rosa Luxemburgo, como sucede por
desgracia demasiado a menudo con las mujeres destacadas de la historia, ha sido
lamentablemente pasada por alto. Es recordada sobre todo como una dirigente de
izquierda en Polonia y en Alemania que fue víctima de un asesinato político, y
por sus penetrantes debates con Lenin. Pero en su obra de 470 páginas, “La
acumulación del capital”, hizo una importante contribución para la
interpretación teórica del imperialismo, que ha sido incorporada a la teoría del
sistema mundial y a las críticas feministas de la economía política.
Luxemburgo dijo que el “capitalismo”,
un sistema económico basado en la auto-expansión del valor monetario de una
clase acaudalada, nunca ha funcionado ni podrá jamás funcionar sin ingresos
externos, no-capitalistas. La expansión del capitalismo británico, por ejemplo,
no podría haber ocurrido sin la colonización y la explotación de economías más
“primitivas”, o sin el saqueo militar directo de los pueblos y los recursos
colonizados. Lo mismo vale para el capitalismo estadounidense que fue construido
inicialmente utilizando mano de obra no-salariada (esclava) y la expansión
militar a tierras indígenas.
El propio Marx reconoció este hecho
como una dinámica esencial para la construcción del capitalismo moderno en el I
volumen de El Capital, donde señaló que:
“El descubrimiento del oro y la
plata en América, la extirpación, esclavización y la sepultura en las minas de
las poblaciones aborígenes, el comienzo de la conquista y el saqueo de las
Indias Orientales, la conversión de África en una madriguera para la caza
comercial de pieles negras, señaló el alba halagüeña de la era de la producción
capitalista. Estas actividades idílicas constituyen los impulsos fundamentales
de la acumulación primitiva. Pisándoles los talones viene la guerra comercial de
las naciones europeas, con el globo como teatro. Comienza con la revuelta de los
Países Bajos contra España, asume dimensiones gigantescas en la guerra
anti-jacobina de Inglaterra, y continúa todavía con las guerras del opio contra
China, etc.”
El argumento de Luxemburgo es que
esta dependencia en la “acumulación primitiva” es una constante dentro del
capitalismo desarrollado y que es magnificada a medida que el capitalismo se
generaliza en diversas formas de imperialismo.
Incluso hoy en día, es una verdad
demostrable. Porque la geografía ha divido los centros capitalistas industriales
de las periferias subyugadas, podemos engañarnos fácilmente porque nuestras
animadas carreteras, infestadas de vehículos todo terreno, nuestros centros
comerciales abarrotados con mercancías de lujo, y nuestros brillantes almacenes
de comestibles inundados de alimentos son características naturales de un
sistema social superior. No vemos las legiones de extranjeros agotados – muchos
de ellos viviendo en sociedades pre-industriales, pre-capitalistas – o sus
tierras exhaustas, que posibilitan esta permisividad.
Ahora, sin embargo, hemos llegado a
un momento histórico en el que un recurso vital e irremplazable, un recurso que
forma el fundamento energético del sistema global, ha abierto una ventana sobre
la interdependencia internacional – el petróleo.
Maria Mies parafraseó el análisis de
Luxemburgo en su propia obra de 1986: “Patriarchy and Accumulation on a World
Scale - Women in the International Division of Labor”, de esta manera:
[Luxemburgo] había
llegado a la conclusión de que el modelo de acumulación de Marx se basaba en la
suposición de que el capitalismo era un sistema cerrado en el que sólo había
trabajadores asalariados y capitalistas. [Ella] mostró que históricamente un tal
sistema nunca había existido, que el capitalismo siempre necesitó lo que ella
llamaba ‘los medios y estratos no-capitalistas’ para ampliar la mano de obra,
los recursos y sobre todo la extensión de los mercados. Estos medios y estratos
no-capitalistas fueron inicialmente los campesinos y los artesanos con su
‘economía natural’, más adelante las colonias. El colonialismo es por lo tanto
para Rosa Luxemburgo no sólo la última etapa del capitalismo [como afirmaba
Lenin], sino su constante condición necesaria. En otras palabras, sin colonias
la acumulación del capital o la reproducción ampliada del capital se
detendría.]
Robert Biel en “The New Imperialism -
Crisis and Contradictions in North/South Relations” (2000) dijo que: “El
problema general presentado por la contribución de Luxemburgo a la teoría del
imperialismo [es la pregunta], de si la acumulación de capital se renueva o si
simplemente agota su propia base”.
El pico del petróleo es una respuesta
dramática a esta pregunta, y es central en lo que se refiere a la ocupación de
Irak y a la belicosidad contra Irán, no importa cuántos intentos sofisticados se
hagan por representar al petróleo como algo secundario o del pasado.
Cuando hablamos así del capitalismo,
hablamos de dinero. Así que parece importante que en esta coyuntura examinemos
el dinero en sí, porque lo que no pensamos respecto al dinero puede contener la
clave para una serie de enigmas.
¿Qué es el dinero? Cuando se piensa
en el tema, no es fácil responder. Lo reconocemos cuando lo vemos, pero no
sabemos realmente cómo funciona. ¿Por qué lo acepta la gente como un equivalente
de intercambio universal? ¿Son todas las monedas realmente universales? ¿Qué
representa en realidad?
Al cambio actual, puedo recibir unos
11,4 pesos mexicanos por un dólar estadounidense. Si voy al Wal-Mart vecino a
comprar un DVD de “Jaws” por 9,44 dólares, es decir 10,13 con impuesto, ¿por qué
no aceptan 116 pesos mexicanos? No sólo no los aceptan, mi banco tampoco los
acepta. Pero cuando estuve en Xalapa, México hace tres años, no tuve problema
alguno para que los comerciantes y los banqueros mexicanos aceptaran o cambiaran
directamente dólares. ¿Qué pasa?
La primera vez que estuve en Haití,
pude obtener 15 gourdes por un dólar de EE.UU. El mismo dólar me consigue ahora
48 gourdes. Puede parecer un gran negocio, pero muchas cosas en Haití provienen
de EE.UU. – especialmente el principal alimento: el arroz. Para los haitianos,
es un desastre, porque los precios subieron sin que los salarios aumenten, y
ahora tienen que pagar 48 gourdes por un dólar de arroz en lugar de 15
gourdes.
Por otra parte, si actualmente
tuviera que cambiar dólares de EE.UU. por euros, me darían menos euros de los
que recibí hace dos años.
Hay que mencionar dos cosas al
respecto. (1) el valor del dinero no es fijado. Fluctúa. (2) Hay monedas que son
más ‘universales’ que otros.
Si un país hipotético vive en una
burbuja, aislado de todos los demás, en una ‘economía monetaria’, ese país tiene
un banco central dirigido por el gobierno. Ese banco central decide cuánto
dinero se va a imprimir, controla las tasas de interés, etcétera. Muchos
banqueros gustan de hablar de un mercado “libre”, pero saben que esto es una
sandez, porque sin un mercado regulado hay muchas cosas negativas que ocurren...
muy rápido. ¿Y quién decide lo que pasa por ser dinero legítimo, después de
todo? El gobierno decide: tomando esa decisión para comenzar, controlando luego
el suministro de dinero ejerciendo un monopolio sobre las impresoras. Si no, no
tiene cómo cobrar impuestos... a menos que quiera comenzar a aceptar pollos,
sacos de harina, chombas, cortes de pelo, y cosas semejantes.
En ese país aislado ficticio, el
banco central trata de medir el valor total de todas las mercancías que circulan
en la economía y de mantener aproximadamente el mismo valor en el dinero
circulante, con un poco más para otorgar créditos para algo que llama
“crecimiento”.
Si el banco central imprime demasiado
dinero, los precios suben (inflación). Esto podría no parecer gran cosa si los
salarios también subieran. Pero los prestamistas (bancos, usureros, etc.)
discrepan porque reduce el poder adquisitivo del interés que cobran sobre las
deudas.
Si el gobierno no imprime suficiente
dinero, los precios bajan (deflación), lo que suena bien hasta que se piensa en
que uno debe dinero. Si uno debe 10.000 dólares, y de repente esos 10.000
dólares valen dos veces más de lo que valían antes de que uno incurriera en la
deuda, su deuda representa una obligación mayor en relación con su poder
adquisitivo. Ahora mismo, en Estados Unidos, donde la deuda promedio de una
familia asciende a unos 20.000 dólares, esto sería una noticia muy dura. A mí no
me importaría tanto porque hace poco alguien me sacó la cuenta, y mi valor neto
es de menos 15 dólares. Eso me lo puedo comer sin que me cueste demasiado
digerirlo. Pero hay mucha gente que, cuando considera sus deudas, tiene déficit
de miedo. De miedo, porque con la deflación los salarios bajan hasta no dar más,
despiden millones de personas, pero todas esas deudas mantienen su mismo valor
numérico.
El problema es que ese País Burbuja
ficticio no existe. Vivimos en un mundo con un montón de países terriblemente
desiguales.
Y éste es mi razonamiento sobre la
impresión de dinero: Ahora mismo existe un país que imprime todo el dinero que
quiere, y todos los demás en el mundo aceptan ese dinero por todo lo que hacen,
aunque saben perfectamente que no es justo. Es Estados Unidos.
El nivel de vida que se mantiene en
la actualidad en Estados Unidos se mantiene porque podemos imprimir todo ese
dinero y porque otros países son obligados a aceptarlo, no importa cuán poco
produzcamos realmente. La principal mercancía que producimos es... dólares.
Otros países producen cosas para recibir dólares. (Vea: “US
Dollar Hegemony has got to go”, de Henry C. K. Liu, "Asia Times," 11 de
abril de 2002, en http://www.atimes.com/global-econ/DD11Dj01.html.) Es un chanchullo de primera, y si deja de funcionar, el
dólar caerá a su valor “natural” en el mercado, y todos ustedes, compradores con
Visa y los que están adeudados con hipotecas sobre su casa, se unirán a las
legiones de indigentes en una versión moderna de las migraciones de la sequía
del Dust Bowl en los años 30.
¿Así que cómo funciona todo el
asunto? ¿Por qué sigue volando alto el dólar de EE.UU. como si fuera un águila
en una corriente ascendente en los Apalaches, en lugar de caer al suelo como un
ladrillo, como el mercado dice que debiera ocurrir si hacen funcionar las
impresoras como si estuvieran produciendo salchichas?
OK, ya llegaremos al tema.
Volvamos por el momento a lo que es
el dinero. Solía ser cualquier cosa aceptable para la gente como equivalente
universal de intercambio – pero algo real. Hermosas conchitas, o masa de
galleta, u oro... no importa. Bastaba con que la gente lo aceptara a cambio de
otras cosas. El oro y la plata eran preferidos. Pero llegó el papel moneda (más
portátil, en primer lugar), que supuestamente podía ser cambiado en un banco
central por plata u oro lo que lo convertía en una especie de cheque del
gobierno respaldado por el precioso metal.
Luego caímos poco a poco en la ‘fe
monetaria’, en la que el dinero sólo era parcialmente redimible por oro; luego,
en 1971, EE.UU., por motivos que mencionaré más adelante, dijo al diablo con
todo, simplemente produciremos papel sin el respaldo del oro. Bueno, para
entonces la gente ya estaba acostumbrada al asunto, y todos estaban interesados
en que se aceptara la cosa, y el papel dinero ‘fiat’ (lo que significa que no
hay nada que lo respalde, sólo la fe) fue impuesto. Ahora, ni siquiera se
necesita manejar dinero. Uno puede enviar dinero virtual con el ordenador. Así
que, OK, ¿qué es este “dinero”, en realidad?
Es un título. Es un derecho que se
posee sobre otro. ¿Pero derecho a qué exactamente? En este punto los economistas
políticos radicales pueden ayudarnos a salir del paso. Dicen que es un título
sobre tu energía – tu energía de trabajo, en realidad. El dinero es un título
por el trabajo de otro.
No lo vemos de ese modo, porque
cuando compro el DVD de “Jaws”, no voy a Wal-Mart pensando en que voy a utilizar
ese dinero para afirmar mi derecho a la energía invertida por la gente que
trabaja en la fábrica de DVD o el residuo que se debe a la gente que trabajó
para hacer la película o al conductor del camión que entregó los DVD, etc., etc.
etc. Nadie lo hace. Simplemente vamos a comprar el DVD. Pero el valor monetario
de ese DVD se basa en toda esa energía invertida para que llegue a la estantería
de Wal-Mart. Puesto que no VEMOS el trabajo cuando se hace, desde la conversión
de silicio en chips hasta el embalaje de esos pequeños envases de plástico en
cajas de cartón, tendemos a no pensar en ello, así que tampoco pensamos en que
el dinero representa ese derecho, ese título.
Piensen en ello. Nadie les ha
obsequiado ese dinero. Ustedes tuvieron que ir a algún sitio en el que no
querían estar durante ocho horas por día, aguantar todas las porquerías de algún
jefe imbécil, y arreglárselas con personas que de otra manera no les
interesarían un pepino, sólo para que les paguen ese dinero. Ese dinero era un
título sobre sus personas. Le dio el derecho al jefe a recibir tu energía y tu
tiempo.
Eso es todo el sistema, de verdad. La
gente que tiene entrañas apretadas y acumulan dinero (poseyéndolo todo) luego
presentan sus “derechos” a hacernos trabajar como bestias para que ellos puedan
celebrar sus salvajes orgías con cocaína, comprarse yates, coleccionar caballos
millonarios, o andar en limusinas... viven en otro mundo, pero ya saben lo que
quiero decir. Ellos juegan, y nosotros servimos. Porque nosotros “necesitamos”
el dinero.
Y a pesar de todo hay una dimensión
en todo el asunto que va más allá de los ricos y de los no-tan-ricos en el mismo
lugar. Es la dimensión geográfica.
Existe una división internacional que
es aún más aguda de lo que llegamos a imaginar la mayoría de nosotros en las
metrópolis industrializadas.
Tal como dijera Rosa Luxemburgo, hay
unos pocos países ricos que chupan el trabajo y los recursos de un montón de
países pobres. Pero los países ricos no se pueden salir con la suya a menos que
la mayoría de su propia población sea complaciente. Para lograr esta
complacencia, permiten que fracciones clave de sus propios trabajadores tengan
algunas cosillas bonitas... un chalet, una línea de crédito para comprarse ese
coche todo terreno inútil que traga y traga gasolina; palitos de queso en
paquetitos individuales, trago, televisores y DVD.
El peor de estos países ricos es
Estados Unidos, donde las estadísticas muestran que somos en promedio los
individuos más derrochadores, más caros del mundo. Tenemos mucha gente pobre,
pero en promedio usamos más tierra per capita para alimentarnos, consumimos más
agua per capita, quemamos más combustibles fósiles, producimos más basura, y
consumimos más porquerías de lujo no esenciales que ninguna sociedad en la
historia. Todo esto ha llevado a que muchos de nosotros seamos blandengues y
estúpidos, motivo por el cual no nos damos cuenta de que…
No podríamos permitírnoslo ahora
mismo si no tuviéramos esas impresoras y las fuerzas armadas más caras, pesadas,
difíciles de manejar y mortíferas del planeta. Y las dos cosas – las impresoras
y los militares – son inseparables. Si pierdes uno, toda la fiesta llega a un
fin estridente.
Volveré al tema más adelante.
La moneda de un país puede cambiar su
valor en relación con otras divisas en todo momento, lo que ha llevado al juego
con el valor del dinero.
Cuando estuve en El Salvador en 1985,
la tasa oficial de cambio era de 4 colones por dólar. Pero el cambio en la calle
– el mercado negro – cambiaba casi todas las horas. Los salvadoreños ricos no
podían usar colones para pagar sus grandes deudas internacionales. Necesitaban
dólares, la divisa reconocida internacionalmente. Así que de vez en cuando
sobrevenía una guerra de ofertas por dólares que llegaba a la calle donde los
mini mafiosos tenían cientos de cambistas de dinero. Cuando eso sucedía, si
llegabas rápido (¡con tu pistola encima!) podías conseguir un cambio temporal de
diez u once a uno, así que podías cobrar 5.000 dólares por 50.000 colones, e ir
al banco el mismo día y recibir 12.500. Es como una versión microscópica de la
especulación con los cambios en el mercado mundial. ¿Buen
negocio, no? Pero no dura. En última instancia, los bancos se dan cuenta
y la tasa oficial tiene que ser cambiada para reflejar la realidad de este
mercado “especulativo”. Y el colón (o cualquier otra moneda, a ti de escoger) es
“devaluado”.
Ahora inflemos este cuadro. Digamos
que eres una inmensa cuenta de valores de fondos comunes de un montón de
cabrones ultra ricos que pueden hacer lo que les da la gana con simples
directores de bancos. Puedes movilizar tanto crédito en un día como, digamos, el
PIB de California. Digamos también que no te gusta el país tal-por-cual porque
no aceptaron tu programa.
La moneda del país tal-por-cual es
una baratija. La cambian a diez por dólar. Tu cuenta gigante – llamada un fondo
hedge – junta unos 10 o 12.000 millones de dólares a través de sus recursos
crediticios y utiliza intermediarios para comenzar a comprar baratijas. Al
comprar tantas, las baratijas comienzan a aumentar de precio, primero a nueve
por dólar, después a ocho por dólar, llegando a cinco por uno.
El comportamiento gregario se apodera
del Gran Casino, y todos quieren participar – como lo hicieron todos durante la
burbuja de las punto.com justo antes de que lo perdieran todo.
Mientras tanto, esos intermediarios
que han estado calentando intencionalmente el mercado de baratijas por cuenta
del fondo hedge… comienzan a cobrar. Cobran rápido, convirtiendo baratijas en
dólares lo más rápido posible, a cinco por uno (recuérdate, las compraron a diez
y a nueve)… después a seis por uno… porque cuando la gente ve cuántas se están
vendiendo, la manada sale en estampida en la dirección contraria… luego a ocho
por uno… y ahora el fondo hedge ya se va, bastante más rico, pero la baratija ya
corre en plena estampida hacia el precipicio, y no llegará al fondo hasta que
esté a veinte por uno, lo que significa que todo el país tal-por-cual acaba de
sufrir una devaluación de un 50%. Si ayer ganabas 10 baratijas por hora en tu
maquiladora, sigues ganando 10 baratijas por hora hoy… pero todos los precios en
tu país van subiendo un 50% para proteger el balance de los comerciantes.
Esto es lo que se llama un ataque
especulativo. Es lo que causó la “crisis financiera asiática” de 1998. No la mala administración. Ni el compadraje. Ni políticas
relajadas de préstamos. Fue hecho intencionalmente, por la administración
Clinton, por orden del Secretario de Comercio Robert Rubin, y realizado por
fondos hedge gigantescos del sector del capital financiero de EE.UU. Entre los
atacantes estuvo George Soros, el favorito de muchas ONG progresistas en EE.UU.,
y partidario clave de la campaña Kerry. Si quieren leer algo sobre el tema,
tomen “The Globalization Gamble - The Dollar-Wall Street Regime and its
Consequences” de Peter Gowan en
http://www.gre.ac.uk/~fa03/iwgvt/files/9-gowan.rtf . Gowan explicó como esos
fondos hedge se convirtieron en “armas del arte de gobernar de
EE.UU.”
Los fondos hedge... es un
eufemismo: son organizaciones de especuladores para ganar dinero mediante la
compra y venta de valores por su propia cuenta para explotar los movimientos de
precios a través del tiempo y las diferencias de precios entre los mercados. Los
mayores de estos fondos hedge no son especuladores marginales… no son bancos
sino sociedades, a menudo registradas offshore para evitar los impuestos. Los
mayores bancos entonces prestan inmensas sumas de dinero a las que son, en
efecto, sus propias creaciones [los fondos hedge] para que los fondos hedge
puedan jugar los mercados con recursos verdaderamente enormes. Esta escala de
recursos es vitalmente importante porque posibilita que el especulador oriente
los precios en el mercado en la dirección que desea aprovechando la escala misma
de los fondos…
No cabe duda alguna de que los
fondos hedge fueron la fuerza fundamenta del ataque contra el baht tailandés,
luego contra otras monedas regionales y en el mercado de valores de Hong Kong.
El primer ataque de los fondos hedge contra el baht ocurrió en mayo de 1997, un
mes después de que la administración Clinton lanzó su campaña exigiendo que
Tailandia e Indonesia abrieran totalmente sus sectores financieros a los
operadores financieros de EE.UU.
La crisis asiática comenzó en
Tailandia en julio de 1997. Luego cayó la economía indonesa. Pero la crisis
financiera verdaderamente decisiva fue la [de] Corea del Sur. Fue la crisis
surcoreana la que terminó con la estabilización temporal de Indonesia y que
finalmente produjo un colapso total en ese país. Y la crisis surcoreana fue la
que llevó a toda la región a la depresión.
(Gowan también señaló que durante la
administración Reagan, ya que EE.UU. tenía un déficit comercial, la expansión de
los militares, especialmente con los nuevos equipos militares, “significó que en
EE.UU. el Estado actuó como un sustituto de mercado de exportación para el
sector industrial”. Esto forma por lo menos una parte del cálculo de los
neoconservadores de nuestros días para preservar la riqueza de sus compinches
del capital industrial en una era de guerra indefinida.)
¿Cómo se protege un país contra un
ataque especulativo semejante? Es una excelente pregunta. Lo que hace es tener
un banco central con suficientes activos denominados en la divisa más reconocida
internacionalmente (el dólar de EE.UU.), para que en una emergencia, pueda
utilizar esos dólares para comprar su propia moneda y sacarla de la línea de
fuego de los especuladores. Una parte importante de la moneda de reserva de todo
país tiene que estar denominada en dólares, por lo tanto, como un escudo contra
este tipo de ataque.
Por lo tanto los bancos centrales de
la mayoría de los países han acumulado el activo denominado en dólares más
fácilmente disponible – letras del Tesoro [de EE.UU.]. Son como Bonos de Ahorro.
Constituyen un préstamo al gobierno de EE.UU., que el gobierno de EE.UU.
devolverá con una tasa de interés variable después de su vencimiento. Así que,
en efecto, la moneda de reserva en la mayoría de los bancos centrales del mundo
para proteger la moneda local contra un ataque es el dólar de EE.UU. Cada país,
por lo tanto, tiene ahora un interés creado en que se impida un ataque
especulativo contra el dólar – incluso si según los estándares del mercado el
dólar merecería ser tirado como un pañal sucio – porque la devaluación del dólar
destruiría la base de sus propias reservas de divisas.
¡Qué maravilla! Este círculo
vicioso.
Y no es sólo eso: EE.UU. lo preparó
todo a principios de los años 70, mientras abandonaba el patrón oro y las tasas
de cambio fijas que habían impedido los ataques especulativos. (¡Vaya!) Así
posibilitaron que las principales naciones productoras de petróleo también
invirtieran todos sus superávit en activos denominados en dólares, asegurando
así que todos aquellos en el mundo que tenían que pagar por petróleo tuvieran
que pagarlo en… dólares. Uno de los factores clave en el pensamiento de saudíes,
kuwaitíes, de los Emiratos Árabes Unidos, et al. fue que había sólo un país que
podía garantizar (y monopolizar con éxito) la seguridad militar de las
principales rutas marítimas que salían del Golfo Pérsico.
¿Cuál habrá
sido?
Y éste es el gran problema. Hay ahora
tantos países que poseen tantos bonos del Tesoro de EE.UU. que EE.UU. es
categóricamente incapaz de honorarlos todos. Es así, mis amigos. Si todos
aquellos a los que les debemos dinero quisieran redimir sus bonos, el Tío Sam
estaría en quiebra. Así que nadie va a hacerlo, porque si el Tío Sam quiebra,
¿qué va a pasar con todos esos bonos del Tesoro en nuestros bancos centrales?
EE.UU. puede pedir prestado a todo el que quiera, y la deuda se convierte en más
seguridad contra la posibilidad de que quienquiera trate de exigir el pago de su
dinero.
Michael Hudson, el historiador de las
finanzas que escribió “Super Imperialism - The Origin and Fundamentals of U.S.
World Dominance”, explicó en una entrevista de 2003:
EE.UU. ha dicho que no puede
devolver sus deudas en dólares y que no tiene la intención de hacerlo. Como
alternativa, ha propuesto “financiar el overhang de dólares EE.UU.” [los dólares
EE.UU. que circulan en el exterior] en el sistema monetario mundial. Otros
países recibirían créditos del FMI equivalentes a su posesión de dólares, pero
esas posesiones no seguirían siendo obligaciones del Tesoro de EE.UU. EE.UU.
eliminaría su deuda con los bancos centrales extranjeros. Esto significaría que
le saldrían gratis todos los déficit de la balanza de pagos de los últimos 32
años, sin retribución alguna.
EE.UU. ha esta proponiendo esto
durante 30 años cada vez que Europa presenta el tema del pago por sus posesiones
en dólares. Diplomáticos estadounidenses han dicho que no permitirán que los
bancos centrales utilicen sus dólares para comprar corporaciones de EE.UU., por
ejemplo. Cuando los países de la OPEC lo propusieron después de 1973, se dice
que el Tesoro de EE.UU. les informó que esto sería considerado un acto de
guerra.
Mientras tanto, la gente todavía
tiene que poseer dólares para pagar sus deudas internacionales. ¿Dónde se
consiguen dólares? De Estados Unidos, por supuesto. De manera que el sistema de
notas del Tesoro tiene a los demás países atrapados en los bancos centrales, y
la necesidad de pagar deudas externas cada vez mayores – en dólares – obliga a
la mayoría a convertir todas sus economías alejándolas del desarrollo local –
tal como la antigua "industrialización por sustitución de importaciones" (ISI)
- hacia plataformas de exportación de
materias primas orientadas a EE.UU. “EE.UU. produce dólares; todos los demás
producen cosas para obtener dólares”.
Los dos pilares del edificio imperial
de EE.UU. son el monetario y el militar. Y el desarrollo de esta capacidad
singular estuvo estrechamente relacionado con la posición geográfica singular de
Estados Unidos, afuera de la circunferencia letal de las guerras europeas.
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