NCeHu 1476/04
Los
movimientos sociales recuperan voz propia y capacidad para actuar por sí
mismos
El fascismo y
la vieja intelectualidad venezolana
Mario Sanoja Obediente/Iradia
Vargas-Arenas
No se puede afrontar aquí este peligro, más que apoyándose
activamente en un amplio movimiento popular... Poulantzas [1]

La fundamentación filosófica del orden socioeconómico de
los pueblos latinoamericanos y su dinámica, decía Rodolfo Quintero [2]), está definida y condicionada por los intereses materiales de
las clases sociales expresados como formas ideológicas. Dichos intereses
materiales representan, por una parte, la extensión histórica de la cultura de
conquista colonial inducida por el imperio español en nuestras poblaciones
originales o mestizas y, por la otra, de la cultura neocolonial que comenzó a
imponernos el imperio (Europa+ Estados Unidos) a partir de nuestras luchas de
independencia en el siglo XIX.
Como hemos dicho en trabajos anteriores ( [3], la cultura neocolonial es parte del proceso civilizatorio
imperial inducido o aplicado por la fuerza a las sociedades periféricas con el
objeto de naturalizar la opresión y la dominación sobre las mismas. Este proceso
no se pudo llevar a cabo sin la colaboración activa de las clases sociales
dominantes que se constituyeron a raíz de la culminación de nuestra
independencia política de España a partir de 1830, fecha en la cual se concreta
el Estado nacional venezolano.
Para aquellas fechas, los intereses de la clase
dominante, conformada particularmente por los héroes republicanos devenidos
dueños de las antiguas haciendas mantuanas, los relictos de la nobleza colonial
terrateniente y el bloque de comerciantes criollos y extranjeros que comienza a
desarrollarse hacia mediados del siglo XIX, se orientaban fundamentalmente hacia
el control de la hacienda pública -más que del Estado mismo- considerada hasta
el presente como un negocio privado de los grupos económicos del poder
oligárquico. [4]
Los pensadores orgánicos de aquella abigarrada clase
social, adoptaron como referente ideológico el idealismo liberal que exalta la
libertad y la democracia como principios absolutos transhistóricos, válidos para
todas las condiciones sociales y épocas históricas; solo que en este caso
particular, la libertad era concebida como el derecho de la clase social con
mayor poder económico de actuar a su arbitrio, como el derecho de los gobiernos
neocoloniales, hoy las transnacionales, de intervenir libremente en las
actividades políticas y económicas de los países neocolonizados, y como el
derecho de todos ellos a ser dueños de la industria y la producción en general y
controlarlas en beneficio propio.
En dicho concepto de libertad no tiene cabida la de
los pueblos para luchar y obtener su independencia económica y su autonomía
política para eliminar la miseria, el atraso y la dominación en todas sus
formas, el derecho de los pueblos de planificar y organizar la producción y
reproducción de su vida social y su vida material material para beneficio de
toda la población venezolana, no solamente de una élite empresarial que no
representa los intereses de la mayoría.
La democracia, tal y como ha sido concebida e
instrumentada por el bloque político dominante de la sociedad venezolana,
constituye simplemente una estrategia y un recurso táctico para favorecer la
penetración de las transnacionales y la consolidación de sus aliados nacionales,
así como una manera de mantener a las grandes masas de población excluida,
ignorantes y alejadas del combate por la liberación económica y social. Iguales
características ha tenido la implantación de la democracia liberal
representativa en el resto de los países latinoamericanos.
Ese es el tipo de democracia representativa
implantada en Venezuela durante la IV República, el modelo político de la Nueva
Derecha cortado a la medida del proceso civilizatorio transnacional. A esta
Nueva Derecha no le interesa ser antimarxista, ni antirevolucionaria, ni
antipopular, núcleo duro de los conservadores clásicos, pues se considera uncida
a la revolución neoliberal la cual plantea como el único proyecto político
viable para el porvenir de la Humanidad. No obstante, el triunfo anunciado del
neoliberalismo nunca había sido tan críticamente frágil y catastrófico como en
el momento actual, desenmascarado en la teoría y en la praxis por su fracaso en
Argentina y por el moderado éxito del modelo venezolano de desarrollo
alternativo.
Involución intelectual de la vieja izquierda
A raíz de la rebelión popular del 27 de Febrero de
1989 contra la imposición del paquete de ajustes neoliberales, el ascenso
político de los antiguos sectores sociales subalternos, dominados, culminó con
la elección de nuestro actual presidente Hugo Chávez Frías. La aprobación de un
paquete de leyes sociales, particularmente la Ley de Tierras, afectó
profundamente las bases del poder económico de los sectores dominantes y el
control absoluto que hasta ese momento detentaban sobre todos los órdenes de la
vida nacional venezolana.
Se produjo entonces un fenómeno social sui generis:
buena parte de los que habían sido hasta esas fechas supuestos “intelectuales”
de la izquierda, incluso antiguos comandantes guerrilleros, abrazaron con fervor
las banderas del neoliberalismo y de la Nueva Derecha, llegando incluso a
reverenciar como salvadores a dirigentes corruptos, ignorantes, antidemocráticos
que los habían reprimido y encarcelado durante las décadas de los sesenta y los
setenta.
Los pensadores de la Nueva Derecha, predicadores del
evangelio neoliberal son muchas veces, en el caso venezolano, “intelectuales”
universitarios, formados casi siempre en universidades extranjeras, cuya
retórica simplista se limita a elaborar sobre una idea central: es necesario
acumular mucha riqueza en pocas manos para poder redistribuirla después, puesto
que si no hay ganancias no puede haber reparto de riquezas ni tampoco garantías
de libertad. Este evangelio dogmático se ha fundamentado en un darwinsimo social
que legitima el triunfo de los más fuertes y aptos.
Hasta hace poco, estos elegidos se encontraban
solamente en el lado del bloque dominante; sin embargo el proceso social
venezolano ha demostrado que ese dogma no es absoluto, que los más aptos,
fuertes y mayoritarios se encuentran en el bloque de fuerzas progresistas y
bolivarianas que luchan por la justicia y la redención social, por la soberanía
de los pueblos y la democratización del capital como fundamento de la libertad
colectiva.
¿Qué hacer con la vieja izquierda?
Dentro de los así llamados intelectuales que
apoyamos el proceso de cambio liderado por el Presidente Chávez, una
preocupación recurrentemente debatida ha sido el qué hacer para tratar de
recuperar a los “intelectuales”, de izquierda o de derecha, que supuestamente
dieron el salto hacia la Nueva Derecha, o de explicar su transformación de
revolucionarios de izquierda en activistas de derecha. Los intelectuales, como
ha planteado Gramsci [5] , forman históricamente categorías especializadas para el ejercicio de
la función intelectual, en conexión con los grupos sociales más
importantes.
En este sentido, podríanos decir que a partir de la
derrota política y militar de la izquierda en la década de los setenta del siglo
pasado, las elaboraciones de sus intelectuales comenzaron a ser producidas en
relación y en concordancia con la clase dominante venezolana que los nutre y los
mantiene luego de haberlos apaleado a su gusto. A pesar de que su discurso
representaba aparentemente una trasgresión al orden neocolonial, la clase
dominante los conquistó, los sedujo y corrompió de mil maneras y convirtió el
discurso de la trasgresión izquierdista en uno de legitimación del orden
neoliberal: se les permitió que lo expresasen de manera discursiva, mas no se
aceptó que lo convirtiesen en acción transformadora de la realidad.
Los intelectuales se convirtieron así en los
gestores del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de
la hegemonía social y del gobierno político, del aparato de coerción estatal que
aseguraba la sumisión de los dominados. Dicho en palabras de Gramsci, de estar
en conexión con los grupos sociales mayoritarios y empobrecidos, pasaron a
estarlo con los grupos sociales dominantes; transformándose muchos de ellos de
intelectuales orgánicos en técnicos y repetidores.
La mayoría de los intelectuales venezolanos que
apoya hoy día el programa de la Nueva Derecha incrustado en la llamada
Coordinadora de Oposición, generaron parte del aparato de represión ideológica
de la democracia burguesa de la IV República. Por ello no es de extrañas que
muchos hayan seguido trabajando solapadamente en la V República tanto en plan de
saboteadores como de funcionarios que han cambiado de sombrero; ahora visten la
boína roja, pero no han cambiado de cerebro y en consecuencia siguen produciendo
las mismas ideas, las mismas formas de comportamiento alienado al
neocolonialismo.
Dentro del pensamiento idealista liberal, los
intelectuales se consideran ellos mismos como autónomos e independientes de la
realidad social. Sin embargo, tal como señala Gramsci, no existe tal autonomía,
los intelectuales son, decía el pensador italiano, seres sociales, seres
inscritos en relaciones sociales concretas. Toda persona que trabaja, ejerce
fundamentalmente una acción intelectual: la mano del trabajador no se mueve
independientemente de su intelecto, sino a causa precisamente de su intelecto.
El profesional del “intelecto” es -en principio- aquel que centra su trabajo en
el análisis y la producción de ideas. Pero la formación y actuación de los
intelectuales no se produce en situaciones sociales abstractas, sino, por el
contrario, muy concretas.
El intelectual tipo Cuarta República, estaba así
destinado generalmente a ser un funcionario -como ya hemos dicho- cuyo
pensamiento, siguiendo los lineamientos de los orgánicos, debía legitimar el
proyecto político puntofijista; tal es el caso de aquellos que se autoincluyeron
en el llamado “sector cultural venezolano”.
Con el triunfo electoral de Hugo Chávez, la
estructura clientelar del estado capitalista de la IV República entró en crisis.
La respetable alternabilidad entre los dos partidos del estatus, Acción
Democrática y Copei que garantizaba la permanencia de los intelectuales pseudo
izquierdistas como coartada en los aparatos culturales y de represión
ideológica, pagados con favores amistosos becas, canonjías, agregadurías
culturales, embajadas, el reconocimiento oficial de la gran burguesía, etc.,
parecía haber llegado a su fin.
El fascismo y la nueva derecha
El ascenso político de los sectores sociales
subalternos mayoritarios se presentaba y se sigue presentando en Venezuela como
indetenible, augurando la implantación y reproducción ampliada de un sistema de
gobierno más equilibrado, con una mayor carga de justicia social y de soberanía
nacional frente al imperio trasnacional.
El sistema político puntofijista instaurado hasta
1998 por pseudo partidos social demócratas y social crtistianos, se caracterizó
por un estatismo autoritario de estructura fascistoide, nutrido también con
aportes del falangismo español inducidos vía ciertos colegios y universidades
católicos controlados por el Opus Dei y regentados por religioso(a)s españoles y
a veces cubanoamericanos.
La crisis del estatismo autoritario del régimen
puntofijista desencadenó un proceso de fascistización y/o falangización de la
derecha que culminó en la creación de una oposición política totalmente
antidemocrática. Podría pensarse que se trata de una posición política
trasnochada, mas no es así, el neofascismo o neofalangismo venezolano refleja la
forma moderna adoptada por la llamada democracia
representativa en Estados Unidos y otros países de América Latina,
ejemplificada en el sistema político autoritario y terrorista implantado por los
grupos transnacionales que apoyan al gobierno de George W. Bush.
La única manera de imponer el estatismo autoritario
del fascismo es promover una crisis del Estado. El fascismo, hasta ahora, no se
ha instalado nunca en frío; por el contrario, su entronización en Italia, en
Alemania y en España durante el pasado siglo, y más recientemente en los Estados
Unidos, se ha fundamentado en la creación de un estado de excepción, en una
ruptura del antiguo Estado burgués precedida por una derrota histórica de los
movimientos populares. Esta derrota es la que generalmente abre el camino a los
movimientos fascistas como fue el caso de Chile.
En el caso de Venezuela, el autoritarismo fascista
trató de producir en Abril del 2002 una crisis del Estado nacional por la vía
del golpe militar de derecha, promoviendo una gran marcha de los sectores de la
clase media y alta destinada a tomar por asalto el palacio presidencial,
promovida por un circo de payasos de la Coordinadora de Oposición,
comportamiento reminiscente de la Gran Marcha sobre Roma comandada por Benito
Mussolini o el famoso Puscth de Munich comandado por Adolfo Hitler. De triunfar
la marcha y el golpe militar, se habría instalado una dictadura fascista al
estilo de Pinochet, asesinando, desapareciendo y poniendo en prisión a todos los
ciudadanos que apoyábamos el proceso de cambio histórico liderado por el
presidente Hugo Chávez.
En el caso venezolano, los medios privados de
comunicación (televisoras, radios, periódicos, etc.) se convirtieron en la
dirección ideológica del movimiento fascista, aplicando las técnicas del
mercadeo de productos comerciales para la promoción de una sola mercancía: el
odio al presidente Chávez y al chavismo. La derrota de la intentona fascista se
debió a la reacción de la alianza cívico militar mayoritaria, cuya
contraofensiva expulsó de Palacio y del gobierno a los conjurados
fascistas..
La segunda crisis provocada para crear un estado de
excepción y destruir el Estado nacional, utilizando el mismo libreto terrorista,
fue promovida a través del sabotaje petrolero de Pdvsa y la huelga empresarial,
derrotada otra vez por la alianza cívico militar. En este caso, el movimiento
fascista perdió su joya más preciada, la Compañía de Petróleos de Venezuela,
cuya alta rentabilidad había garantizado hasta entonces la persistencia del
poder económico de los grupos dominantes fascistoides.
La tercera y hasta ahora última intentona para
promover el estado de excepción y la crisis del Estado nacional a través de la
derrota del movimiento popular bolivariano, fue la importación de terroristas
paramilitares colombianos para promover una subversión apoyada por militares
golpistas, debelada por la misma Fuerza Armada y el referéndum, previsto en la
Constitución Bolivariana, solicitado por el movimiento fascistoide de la
Coordinadora de Oposición para revocar el mandato del presidente Hugo Chávez.
Otra vez, el 15 de Agosto de 2004, el movimiento popular bolivariano derrotó por
amplia mayoría de votos al movimiento fascistoide no solo venezolano, sino
también al norteamericano liderado por George Bush, financista y soporte
político de sus congéneres venezolanos.
Por primera vez en la historia venezolana, el
fascismo cristalizó su ordenación orgánica en un dispositivo o estructura
autoritaria paralela a la del Estado Nacional, incluyendo Súmate, un organismo
financiado por la National Endowment for Democracy, fundación
dependiente del Departamento de Estado norteamericano, encargado de promover y
organizar los fraudes electorales a favor del fascismo. Es poco probable que,
fallado el intento de crear estados excepcionales de crisis del Estado, el
intento de fascistización promovido por la oposición venezolana pueda operar
como una infiltración u ocupación desde afuera del aparato del Estado.
No hay que olvidar que el proceso bolivariano está
tratando también de crear un Estado de nuevo tipo [6] a través
de las diferentes Misiones y programas: Barrio Adentro, Robinson, Sucre, Vuelvan
Caras, Mercal, etc., y que los movimientos fascistoides, particularmente Primero
Justicia, tratarán de infiltrarlos a través de la captación de sectores
populares.
No hay que olvidar tampoco que la fuerza del proceso
bolivariano no reposa solamente en los artesanos, en las clases populares: los
abandonados y los excluidos por el autoritarismo fascista de la IV República;
somos una gran legión entre los campesinos, los obreros, los artesanos, los
técnicos, los empleados de oficina y comercio, funcionarios, cuadros
empresariales y políticos, intelectuales y en general vastos sectores tanto de
la burguesía tradicional como de la pequeña nueva burguesía en formación, que
sumamos el 70% de la población venezolana que no está dispuesta a dejarse
gobernar de nuevo por el autoritarismo fascista o falangista.
Las condiciones de la coyuntura mundial parecen
anunciar la agudización de crisis política y económica del sistema neoliberal de
dominación global al cuestionar la centralidad automática del poder imperial. El
auge de los movimientos sociales en Suramérica y El Caribe tiende hacia una
gradual evaporación de la exclusión social que había sido la piedra angular del
dominio del autoritarismo fascistoide sobre nuestros pueblos. Los nuevos
movimientos sociales venezolanos ahora están recuperando voz propia y capacidad
para hablar y actuar por sí mismos.
¿Qué capacidad tienen los
intelectuales de la IV República y de la Nueva Derecha que no tengan ahora las
personas comunes antes oprimidas por los grupos dominantes? La rebelión de
los movimientos sociales como el bolivariano ha convertido a los intelectuales
tanto de la vieja izquierda como de la Nueva Derecha venezolana, acomodados a la
molicie del autoritarismo de la IV República, en una nota al pie de página de la
historia de la Nueva Era que está comenzando. Dejémosles pues, consumirse en
paz, cual solitaria vela de un santo de pueblo.
Mario Sanoja
Obediente
Doctor en antropología, profesor
titular UCV, investigador nacional nivel IV Conacit, individuo de número de la
Academia Nacional de la Historia.
Iraida
Vargas-Arenas
Doctora en Historia y
Geografía, Universidad Complutense de Madrid, Profesora titular UCV,
investigadora nacional nivel IV Conacit.
[1] (Nicos
Poulantzas. 1980. Estado, Poder y Socialismo).
[2] (Rodolfo
Quintero. 1969. Caminos para Nuestros Pueblos.
[3] Mario
Sanoja-Iraida Vargas, 2004. Civilización y Descolonización. Question 3-26. )
[4] (Banko,
Catalina, 1998. El Capital Comercial en Venezuela. Re.VenEconomía y Ciencias
Sociales.4:2-3.)
[5] (Antonio
Gramsci. 1975. Cuadernos de la Cárcel: Los Intelectuales y la Organización de la
Cultura. Antonio Gramsci, 1984. Antología. Manuel Sacristan. Ed.. )
[6] (Mario
Sanoja-Iraida Vargas-Arenas, 2004. La Vía del Cambio Social. Question 2:20.
)
Fuente: www.redvoltaire.net , 22 de septiembre de
2004/ De revista Questión (Venezuela),Septiembre de 2004.