NCeHu
1446/04
La economía del imperialismo norteamericano
Francois Chesnais y
Gérard Duménil
Correspondencia de
Prensa
Si el neoliberalismo posee trazos comunes de los dos lados
del Atlántico, los Estados Unidos se singularizan por su posición dominante. Son
estas relaciones internacionales que tomaremos aquí en consideración. Más
precisamente, nos detendremos en los flujos de rendimientos provenientes del
extranjero como remuneración del capital en los Estados Unidos, comparándolos
con los lucros realizados localmente en los propios países. En la existencia de
estos flujos provenientes del resto del mundo, es necesario ver una expresión de
las relaciones de dominación que remiten a lo que podemos llamar de imperialismo
norteamericano.
Nótese que el
imperialismo no es el efecto de un país, pero sí de un conjunto de países. Estos
mantienen relaciones de disputa, yendo hasta la confrontación armada entre dos
potencias o dos conjuntos de potencias. Cada Estado representando en estas
disputas los intereses de sus clases dominantes. Un país puede ocupar una
posición hegemónica, como los Estados Unidos que dirigen, en el mundo
contemporáneo unipolar, la coalición imperialista. La relación de dominación se
establece en un doble nivel: entre el país dominante y los otros miembros de la
coalición imperialista y los otros países dominados.
Pero existe otro trazo
característico de décadas neoliberales, que está directamente ligado a esta
apertura para el exterior y modifica la configuración del imperialismo
norteamericano, que es la formidable deriva de la demanda interior de consumo en
los Estados Unidos. Nosotros estamos lejos de la abstinencia que habría sido uno
de los vértices fundadores del capitalismo, alimentando el ahorro y finalmente
la acumulación: las clases superiores norteamericanas aprovechan el presente
según sus propios criterios.
Dominar el
mundo
Es muy difícil
cuantificar globalmente el beneficio que los países imperialistas pueden sacar
de su dominación. Se puede pensar, por ejemplo, en los precios de las materias
primas. Los últimos años del siglo XX confirmaron su baja gradual en beneficio
de los países importadores. Otro mecanismo es la importación de cerebros.
Sabemos que los Estados Unidos drenan un número formidable de competencias o las
utilizan localmente. Nos limitaremos a las medidas disponibles a partir de los
sistemas de compatibilidad nacional. Ellas ofrecen una claridad importante y
pueden ser colocadas directamente en relación con otras variables que describen
la situación macroeconómica de los Estados Unidos.
Cuando buscamos
describir los Estados Unidos en cuanto país capitalista, pensamos desde luego en
los 116 millones de personas empleadas en empresas privadas de aquel país, que
realizan 7.262 billones de dólares de producto anual líquido (los números son
del 2000). Este producto es igual, por definición, la suma de los rendimientos
creados. De esta actividad transcurren los lucros. Limitando las empresas, que
constituyen la gran masa del sistema productivo, estos lucros se elevan a 380
billones de dólares (se trata de lucros después del pago de los impuestos y de
los intereses por las empresas), o sea, 7,1% de los rendimientos totales
realizados en las sociedades privadas. Podemos llamarlos de “lucros interiores”
(domésticos, según la expresión inglesa).
A estos lucros, se
deben juntar los rendimientos provenientes del extranjero. Y es a ellos que nos
vamos a atener de aquí en adelante. Mostraremos que ellos contribuyen de manera
muy importante para la remuneración de los capitales norteamericanos.
En el 2000, los agentes
económicos de los Estados Unidos (familias, empresas, fondos de pensión…)
poseían 3.488 billones de dólares de inversiones en el resto del mundo (bonos de
tesoro, obligaciones públicas y privadas, papeles comerciales, inversiones
directas…). Estos activos no aportaron menos que 381 billones de dólares (en
intereses, dividendos o en lucros no repatriados), o sea, una suma equivalente a
aquella de los lucros en el interior de los Estados Unidos. En otros términos,
la relación de estos rendimientos provenientes del extranjero como los lucros
interiores ya era en el 2000 de 100%. Partiendo de 10% en el inicio de los años
1950, este porcentaje creció considerablemente a partir de 1980.
Evidentemente el
factor, fundamental de este crecimiento fue la subida de las tasas de interés.
Es verdad que los Estados Unidos envían igualmente rendimientos financieros al
resto del mundo y eso en proporciones crecientes tomando en cuenta el aumento de
la deuda frente al resto del mundo. Pero esta constatación no disminuye la
importancia, para la economía americana, de estos flujos de rendimiento venidos
del exterior.
Es interesante
considerar en este total de rendimientos exteriores, los lucros de las empresas
que se proveen solamente de sus filiales en el exterior. En el 2000 estos lucros
representaban 53% de los lucros interiores. Nosotros vemos que esta tasa creció
gradualmente, sin ruptura al inicio de los años 1980. Se trata de un fenómeno de
fondo, ligado a la internacionalización del capital. Simétricamente, las
empresas transnacionales extranjeras efectúan igualmente inversiones en los
Estados Unidos. Ellas son igualmente una fuente de lucros para los extranjeros
que hacen estas inversiones, pero estos lucros representan flujos muy inferiores
a los lucros de las sociedades transnacionales de los Estados Unidos en el
extranjero (en media, 30%). Se trata por lo tanto de una relación muy
asimétrica: es verdad que las transnacionales tejen una red cada vez más cerrada
entre los países dominantes, pero, desde el punto de vista de los flujos de los
lucros, este sistema permanece muy americano – centrado.
Otro indicador de esta
asimetría de las relaciones entre los Estados Unidos y el resto del mundo es la
diferencia entre los rendimientos transcurridos de las inversiones que los
agentes norteamericanos efectúan en el extranjero y los rendimientos de las
inversiones de los extranjeros en los Estados Unidos. Entendemos por
“rendimiento” la relación entre los flujos de entradas y los stoks de activos.
El perfil obtenido por cada curva se parece a lo de las tasas de interese
reales, recordando que las fracciones importantes de estos proventos son de la
naturaleza de los intereses. Lo que nos interesa aquí es la diferencia entre las
dos curvas. Durante todo el período, las inversiones de los agentes de los
Estados Unidos obtuvieron en una media 4,2% de más que las inversiones de los
extranjeros en aquel país. Requiere investigar la comprensión de esta
diferencia.
La serie de lucros
interiores de las empresas utilizada en el cálculo fue un poco modulada con el
fin de evitar las fluctuaciones que reflejen las variaciones coyunturales del
nivel general de actividad. La fluctuaciones restantes son principalmente el
efecto de las variaciones de las tasas de interés. Fuentes: Internacional
Transactions Data (BEA); NIPA (BEA)
La deriva del
consumo
Las críticas
tradicionales del imperialismo colocan el acento sobre la propensión a exportar
los capitales o las mercaderías. El proceso de los Estados Unidos como potencia
imperial marca el flujo de capitales dirigidos a aquel país y el déficit crónico
de su balanza comercial. Lo que de hecho es la superproducción de capitales, tal
cual Lenin colocaba ¿solamente la exportación permitiría remediar?
La superproducción de
mercaderías ¿no encuentra su remedio en la sumisión de las relaciones
capitalistas de nuevos mercados susceptibles de absorber los excedentes
estructurales según Rosa Luxemburgo? Los mundos leninista y luxemburguista al
contrario, por lo tanto. Pero los Estados Unidos acumulan todos estos trazos
imponiéndole al mundo la exportación de sus mercaderías y capitales, importando
simultáneamente masas de mercaderías superiores a sus exportaciones y apoyándose
en el aflujo de capitales extranjeros para financiar sus gastos.
Esta extraña
configuración apareció con el neoliberalismo y se materializa en importantes
desequilibrios externos. La inversión es de las empresas. Verificamos que hasta
1980 los Estados Unidos ahorraban, en mayor o menor grado cada año, una media de
4,5% del PNN y los invertía productivamente. El neoliberalismo fue la ocasión de
dos cambios brutales. En primer lugar, las dos tasas cayeron. Encontramos ahí
esta fragilidad de la acumulación propia del neoliberalismo. Pero la tasa de
ahorro disminuyó sensiblemente más que la tasa de inversiones. La diferencia,
que observamos claramente en la figura, corresponde al déficit de la balanza
corriente, o aquella balanza de pagos, dichas “inversiones líquidas del
extranjero”: los Estados Unidos se benefician de un importante financiamiento
exterior.
La inversión líquida es
la inversión bruta de las empresas sustraído del consumo de capital; el ahorro
líquido es el excedente de los proventos interiores sobre todas los otros gastos
además de esta inversión de las empresas. El desequilibrio de la balanza
corriente y el deterioro de la posición de los Estados Unidos frente al resto
del mundo en materia de detención de activos, son por lo tanto, asociados a una
reducción considerable del ahorro total: una propensión elevada al consumo. ¿Qué
es la causa? Evidentemente, el Estado tiene una parte de responsabilidad,
notadamente entre 1982 y 1995, período de déficits presupuestarios. Pero las
grandes responsables de esta situación son las familias. Su tasa de ahorro cayó
formidablemente y esto desde los primeros años de neoliberalismo.
Pero precisamente:
¿cuáles familias? Un estudio de la Reserva Federal nos proporciona la respuesta:
la alta propensión a consumir se concentra en el 20% de las familias con los
ingresos más elevados. Esta baja fue tan fuerte que no son más las familias más
ricas que ahorran más. En cuanto al destino de estos gastos los datos de
contabilidad nacional muestran que él se concentró sobre el consumo estricto (y
no sobre la compra de nuevos inmuebles).
Llegamos por lo tanto,
a un cuadro bastante edificante: (1) el neoliberalismo creó formidables flujos
de rendimientos en beneficio de las camadas más ricas; (2) un poderoso sistema
de drenaje de los rendimientos en escala mundial se produjo, alimentando los
rendimientos de estas camadas que (3) adoptaron un nivel de consumo alucinado;
(4) la inversión, reducida en el neoliberalismo, se mantuvo en un nivel superior
a aquel que determinaría el ahorro nacional gracias al aporte del ahorro
internacional que financió los gastos de los Estados Unidos. Lejos de un
imperialismo acumulador de ahorro y desconcertado por los rendimientos que
concentra observamos clases privilegiadas de un centro imperial mundial jamás
saciadas de su deseo de consumir: un imperialismo insaciable.
* Francois Chesnais enseña en la
Universidad París-Norte. Redactor de la revista marxista Carré Rouge, y miembro del consejo
científico de ATTAC, Francia. Ha publicado entre otras obras, La mondialisation du capital, Syros, París 1997
** Gérard Duménil, es director de
investigaciones en el CNRS (Modem, Nanterre), y miembro de ATTAC, Francia.
Dominique Lévy, es director de investigaciones en el CNRS (Cepremap, París).
Ambos son autores de numerosos estudios sobre la economía capitalista y el
imperialismo.
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