NCeHu 1461/04
El cambiante papel geopolítico de Asia
oriental
Immanuel Wallerstein
Asia oriental aloja a tres países -China, Corea y Japón- con prolongadas y
emparentadas herencias culturales. Hasta el siglo XIX, si bien estos países
estaban al tanto de la existencia del mundo europeo, el oriente de Asia era una
parte del orbe lejana y no muy interesante ni importante.
En el siglo XIX el resto del mundo distante, organizado como una forma de
economía capitalista mundial, irrumpió en Asia oriental e incorporó a la región
en sus redes económicas y políticas. Desde el punto de vista del estrato
dominante y de los países de ese sistema mundial, Asia oriental era simplemente
una zona más que debía transformarse en una región de producción del sector
secundario dentro del eje de la división del trabajo de la economía del planeta.
Huelga decir que los asiáticos orientales no estaban contentos con este papel
subordinado. Japón comenzó desde temprano a tratar de revertir esta situación
con la Restauración Meiji. Buscó aprender habilidades y crear las instituciones
internas necesarias que le permitieran transformar su papel en la división
mundial del trabajo en la que se encontraba. China empezó un poco más tarde,
primero con la revolución de 1911 y posteriormente con la Larga Marcha del
Partido Comunista Chino. El intento coreano se vio postergado debido a la
colonización japonesa de Corea, y comenzó después de 1945.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial los tres países aún jugaban un papel
secundario en el mundo moderno. Estados Unidos se había convertido en un poder
hegemónico en el sistema mundial. Tenía una imponente ventaja económica y era el
principal poder militar del mundo. Su único rival peligroso, en lo militar y lo
ideológico, era la Unión Soviética.
Para conservar la paz, algo conveniente a ambas potencias, Estados Unidos y
la Unión Soviética llegaron a un acuerdo tácito, metafóricamente llamado Yalta.
Decidieron dividir al mundo en dos segmentos y acordaron mantener intactas las
fronteras de esas dos zonas. Posteriormente decidieron separar sus caminos
económicos (de manera que la Unión Soviética se retirara de manera autónoma de
los intercambios de la economía mundial).
También acordaron enfrascarse en una batalla retórica, pero rigurosamente no
violenta, llamada guerra fría. La función de esta retórica no era cambiar el
estatus geopolítico, sino más bien preservarlo, y permitir que cada una de las
partes conservara a sus aliados y satélites bajo control.
En cuatro ocasiones fue puesto a prueba el acuerdo de Yalta -con el bloqueo
de Berlín, la guerra en Corea, el diferendo de Quemoy-Matsu y la crisis de los
misiles con Cuba-, cada una de las cuales concluyó con una tregua tan pronto se
llegó a la línea de combate. El acuerdo de Yalta parecía marchar bien cuando de
pronto surgieron problemas. Dos acontecimientos mayores deshicieron el tratado
y, por tanto, la hegemonía de Estados Unidos.
El primero fue un notable ascenso económico de Europa occidental y Japón. A
mediados de los 60, Estados Unidos había perdido su ventaja económica sobre las
empresas productivas de estas dos regiones, la cuales no sólo eran capaces de
competir con Estados Unidos en sus antiguos mercados, sino también en el mercado
interno estadunidense y el resto del mundo. Europa occidental y Japón ya no
dependían económicamente de la buena voluntad de Washington, se habían
convertido en rivales económicos muy importantes, lo cual podía provocar que
también aspiraran a su autonomía económica.
El segundo cambio fue la negativa de algunas naciones importantes en lo que
dio en llamarse el tercer mundo, o el Sur, de aceptar el statu quo establecido
en los acuerdos de Yalta.
El primero fue China, donde los comunistas, desafiando a Stalin, entraron a
Shangai y establecieron su mandato. Pero no fue el único país en rebelarse.
Cuba, Egipto, Argelia y, sobre todo, Vietnam desafiaron el orden mundial
dominado por Estados Unidos. Al hacerlo no tenían realmente el apoyo de la Unión
Soviética, que normalmente limitaba su influencia a la retórica y aportar un
poco de dinero. Vietnam, un pequeño país, no sólo fue capaz de resistirse a
Estados Unidos, sino de vencerlo en una guerra, en una hazaña que transformó
todo el sistema internacional.
Fue en este punto, a principios de los 70, que pudo observarse el comienzo de
la lenta pero inexorable decadencia de Estados Unidos, el fin de su verdadera
hegemonía. La historia que continuó los siguientes 30 años, de 1970 a 2000, fue
el intento de Estados Unidos de detener la pérdida de su poder dentro del
sistema mundial. Para Asia oriental fue un periodo de enorme crecimiento
económico, comenzando con Japón, al que siguieron los llamados cuatro dragones
(Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur), y después China.
El ataque del 11 de septiembre dio a los neoconservadores de la
administración de George W. Bush la legitimidad que este régimen necesitaba para
llevar a cabo su programa unilateral de intervencionismo militar, que culminó
con la invasión a Irak de 2003. Esta acción se ha convertido en un fiasco de las
más grandes dimensiones para Estados Unidos en los niveles diplomático,
político, económico e incluso militar.
La intención de los neoconservadores era reforzar la posición estadunidense y
restaurar su hegemonía, pero el resultado obtenido es exactamente el opuesto. Se
ha acelerado la autonomía política de Europa, así como la proliferación nuclear,
más notablemente en Corea del Norte e Irán. Además se ha dañado profundamente la
credibilidad política y moral de Estados Unidos.
Desde el punto de vista geopolítico, podemos esperar que durante los próximos
20 años emerjan tanto Europa como Asia oriental en la escena mundial como
actores independientes de Estados Unidos. ¿Cómo será en el caso de Asia? La
cooperación y coordinación económica entre las tres naciones es el menor de sus
problemas. Ya son un centro de acumulación de capital y es de esperar que se
fortalezcan más en los próximos años. Trabajando juntas, estas naciones
probablemente se conviertan en un motor principal de la economía mundial. Tienen
todo que ganar con la integración económica y muy poco que perder. Probablemente
avancen en ese sentido con mucha decisión.
Las principales dificultades son políticas. Los tres países tienen rencores
históricos entre sí que aún pesan mucho en sus relaciones. Corea todavía
recuerda la colonización de Japón. China tiene muy presente cuando Japón ocupó
la mayor parte de su territori,o en los años 30 y 40. El nacionalismo de Japón
aún es impulsado porque durante siglos el país fue discriminado culturalmente
por China y Corea. El segundo gran problema político es que tanto Corea como
China son países divididos, y su reunificación es un tema urgente y primordial.
El tercer gran problema político es la forma y el poder que conseguiría el
ejército de cada una de esas naciones, en lo que se refiere particularmente al
desarrollo de armas nucleares.
Si Asia oriental ha de jugar un papel económico, debe resolver sus problemas
políticos. Ni China ni Japón juntos pueden alcanzar todo su potencial económico
uno sin el otro, y yo agregaría que los dos juntos no pueden lograrlo sin Corea.
Esto implica que una negociación política de importancia debe darse en Asia
oriental, del mismo tipo que la ocurrida en Europa occidental durante la última
mitad de siglo. Allí es, desde luego, donde yace la incertidumbre.
Una vez que los tres países dejen atrás sus rencores históricos (lo cual no
es una idea imposible), cuando Corea y China encuentren una fórmula que permita
la reunificación política de sus países, y cuando hayan tomado decisiones claras
sobre su poderío militar, que quizá los lleven a una colaboración entre sus
ejércitos, Asia occidental será una fuerza formidable en la política mundial del
siglo XXI.
Así, esas naciones tendrán delante tres decisiones políticas fundamentales:
1) La forma en que se relacionan con Estados Unidos, 2) su relación con los
países de su región (específicamente el sur, sureste y suroeste asiático), y 3)
la posición que adoptarán en la disputa Norte-Sur en las próximas décadas. Hay
que hacer notar que ésos son exactamente los temas que Europa enfrentará en los
próximos años (si bien en un perímetro geográfico diferente).
Durante los pasados 50 años las contiendas y los debates sobre el sistema
mundial se han visto definidos y constreñidos por Estados Unidos (y su caído
seudo oponente, la Unión Soviética). En los próximos 50 años nos encontraremos
en un mundo verdaderamente multipolar. También estaremos en la transición de un
sistema de economía mundial capitalista hacia otro aún no decidido ni definido.
Asia oriental será parte central de ese proceso, pero no estará sola.
* Director del centro de Estudios Fernand Braudel
de la Universidad Bringhamton
Traducción: Gabriela Fonseca
Fuente: Revista Globalización, Argentina. |