NCeHu 1458/04
"Estamos ante una guerra
mundial"
Bernard Lewis
PRINCETON, Nueva Jersey.– “Me siento como en 1940.”
Bernard Lewis está alarmado.
Considerado el especialista en Medio Oriente más prestigioso del mundo, es el
hombre al cual la Casa Blanca consulta antes de tomar cualquier decisión. Y es
el único que adelantó que un ataque como el llevado a cabo el 11 de septiembre
de 2001 podía, efectivamente, ocurrir, en su célebre análisis del mundo musulmán
“¿Qué ha fallado?”, best seller desde entonces.
Respecto de 1940, Lewis había comenzado aquel año “como joven profesor de
historia en la Universidad de Londres, para terminarlo como joven soldado en el
ejército de Su Majestad”, recuerda. No es que ahora, cerca de los 90 años,
profesor emérito de la Universidad de Princeton y nombrado por la revista Time
como una de las cien personas más importantes del siglo, esté pensando en
alistarse, pero sí considera que, como los ingleses de entonces, el mundo
anglosajón está hoy solo en la defensa de los ideales de la sociedad libre.
“Curiosamente me sentía más optimista sobre el futuro en 1940 que ahora. En
ese tiempo sabíamos relativamente bien lo que estaba pasando. Sabíamos quiénes
éramos, quién era el enemigo y qué había que hacer para ganar la guerra. No veo
una certeza similar en el mundo occidental de hoy. Porque, no nos equivoquemos,
lo que estamos viviendo es una nueva guerra mundial”, asegura, con la voz grave
y pausada y con el discreto acento británico que ni varias décadas de vida en
Nueva Jersey han podido eliminar. La entrevista se desarrolla en la casa de
Lewis en los alrededores de la universidad, y -salvo por las fotos de los nietos
y por el clavicordio, en el que se deleita tocando a Albinoni- todo en ella
habla de una vida dedicada al mundo árabe. Hay una colección de extraordinarios
grabados y están las alfombras persas de rigor, fotos de un irreconocible Lewis
con túnica y turbante y unos tambores turcos que, con juvenil destreza, insiste
en enseñar a tocar a esta redactora.
Lewis habla con fluidez, además de los principales idiomas europeos, persa,
árabe, hebreo, arameo y turco. Es sabido que solía interrumpir sus clases con
algún chiste en estos idiomas para comprobar la atención de sus alumnos y
aprovecha la entrevista para traducir a LA NACION algunos de los que están
circulando en Irán. Además, "se defiende" en varios dialectos menores del mundo
árabe, en el cual asegura que nueve de cada diez de sus libros han sido
publicados.
"El hecho de que Lewis sea judío hace más llamativo el respeto con el que se
lo trata en la región -dijo hace pocos días el diario británico The Daily
Telegraph, en una reseña laudatoria de su nuevo libro, «From Babel to Dragomans:
Interpreting the Middle East»-. Los intelectuales árabes lo consideran como un
enemigo honorable o como el más cándido de sus amigos."
-¿Estamos viviendo una guerra contra el islam?
-El presidente Bush la llamó una "guerra contra el terror". Lo es, por
supuesto, pero esa definición no es suficiente. Incluso puede provocar
malentendidos, porque el terror no es una causa, un poder o una ideología. Es
una táctica, y tenemos que identificar al enemigo de una forma más precisa que
ésa. En cambio, para el enemigo está muy claro de qué se trata esta guerra: con
sólo ver las declaraciones de Osama ben Laden y sus secuaces queda claro que
para ellos ésta es una guerra contra los infieles, la continuidad de la lucha
del islam, que comenzó con el profeta Mahoma. Esto, definitivamente, no quiere
decir que estemos en guerra contra el islam. Decir que es terrorismo islámico,
entendiendo la palabra "islam" como una religión, es una tontería, ya que las
acciones de esta gente rompen con toda una serie de principios sagrados. Pero sí
estamos en guerra contra personas que sienten que su causa es el islam, con
gente que representa una versión particular del islam y que tiene, en este
momento, un enorme apoyo entre los musulmanes.
-¿Qué tiene en común esta guerra con las otras guerras mundiales?
-La llamada Primera Guerra Mundial no fue una verdadera guerra mundial, sino
una lucha europea. La Segunda Guerra Mundial así como la tercera (que fue la
Guerra Fría) fueron guerras contra el totalitarismo, en sus formas de fascismo o
de comunismo. Esta vez también estamos en guerra contra un cierto tipo de
totalitarismo. Tenemos que darnos cuenta de que, por su misma naturaleza, esta
lucha nos afecta a todos, así que es imposible ser neutrales. Y, a diferencia de
cuando luchábamos contra el nazismo, ubicado en Alemania, o contra el comunismo
de Rusia, esta vez el enemigo es muy difícil de localizar.
-Usted dice que, en 1940, Occidente entendía la situación que se estaba
viviendo mejor que ahora. ¿Cuál cree que era la causa?
-Es fundamental el papel de los medios de comunicación. Cuando miro a 1940,
todo lo que puedo decir es que gracias a Dios no teníamos televisión entonces,
porque, con ella, ni Churchill ni Roosevelt hubiesen podido sobrevivir, pero
Hitler hubiese sabido manipularla extremadamente bien. Con los medios de hoy,
Hitler hubiese ganado su guerra. Hay un viejo dicho inglés: "No news is good
news" [que no haya noticias es buena noticia]. Si bien no me gusta poner a todos
los periodistas en una misma canasta, su principio parecería ser hoy: "Malas
noticias son buenas noticias". En parte, puedo entenderlo: nadie titula en tapa:
"Ayer no pasó nada". Pero, por ejemplo, que las escuelas y universidades de Irak
hayan vuelto a funcionar con normalidad después de que Saddam Hussein devastara
todo el sistema educativo del país no parece interesarle a nadie. Un puente
destruido es mucho mejor historia que siete puentes construidos, lo sé. Puedo
compadecerme del trabajo de quienes están en los medios. Pero el efecto que
están produciendo es terrible. El público recibe una visión muy sesgada de la
realidad y esta visión sesgada, a su vez, cambia la realidad. Estamos en una
guerra en la que las percepciones a menudo son más importantes que las
realidades, porque es un conflicto en el que, básicamente, ellos nos miran y
nosotros los miramos.
-¿Y cuán distintos son esos puntos de vista?
-Son radicalmente distintos. Donde nosotros vemos un debate abierto y la
crítica sana, propia de una sociedad libre, ellos, que no saben lo que es una
sociedad libre, ven solamente debilidad. Un caso típico sería lo que pasó en
España después de las bombas en los trenes. Nosotros vimos en el triunfo de los
socialistas y en la retirada de las tropas de Irak el fruto de una situación
compleja, en la que influyeron múltiples factores. Para los terroristas, fue
mucho más simple: comprobaron que asesinando a un grupo de españoles la
respuesta del pueblo era: "¡Vayámonos de allí!" Desde entonces, han visto lo
mismo con varias otras naciones, lo cual les reconfirma que están utilizando el
método correcto para conseguir lo que quieren.
-También hay una considerable oposición a la guerra en los Estados Unidos.
-Por supuesto, y ellos lo saben. Tomemos el ejemplo de la masacre de
Fallujah: fue una reproducción exacta de lo que había pasado años antes en
Somalia. Entonces, fundamentalistas musulmanes habían asesinado a soldados
americanos, los habían mutilado y arrastrado por las calles; la respuesta de los
americanos fue: "¿Para qué diablos necesitamos esto?, ¡vayámonos de aquí!" Eso
era lo que esperaban que hicieran esta vez también, lo tenían todo planeado para
que la opinión pública presionara para irse. Un ejemplo interesante para
contrastarlo fue, en cambio, lo que ocurrió en Ramallah: dos soldados israelíes
tomaron el camino equivocado y terminaron allí, donde su suerte fue similar a la
de los soldados americanos, ya que las hordas los destrozaron a pedazos. Sin
embargo, la Autoridad Palestina hizo todo lo posible por ocultarlo. Los únicos
que lo filmaron y mostraron fueron las cámaras de televisión del canal de
Berlusconi y la respuesta de la Autoridad Palestina fue furiosa, con cartas a
toda la televisión italiana diciéndole que si quería trabajar en esa área debía
obedecer sus reglas. ¿Cómo se explican dos actitudes tan distintas? Por la
diferencia en expectativas. Los palestinos sabían que la respuesta israelí iba a
ser ponerse más duros, no salir corriendo, y por eso no querían que los medios
lo difundieran.
-En líneas generales, ¿por qué considera que es importante que Estados
Unidos muestre una posición fuerte?
-Porque si abandonamos la lucha contra los terroristas en su tierra, vendrán
a buscarnos aquí. Y "aquí" no sólo significa Estados Unidos. Osama ben Laden, en
su declaración de guerra de 1998, formuló muy claramente su objetivo: eliminar
toda presencia de infieles en el mundo musulmán. Eso incluye, por ejemplo,
Israel y España, que en algún momento pertenecieron a los musulmanes. Estamos
lidiando con gente que tiene una memoria histórica considerable.
-¿Ben Laden tenía algo que ver con Irak?
-La campaña de terrorismo internacional desarrollada por Ben Laden nunca
podría haberse desarrollado sin el apoyo de algún Estado. Esto era evidente
respecto de Afganistán, pero es menos claro respecto de Irak. En mi opinión, la
evidencia respecto de Irak era suficiente, aunque algunos argumentan que la
prioridad era Irán. Eso es debatible.
-Mucha gente dice que hasta que se solucione el conflicto entre palestinos
e israelíes no se puede progresar con la paz en Medio Oriente. ¿Usted lo cree
así?
-Eso es una tontería absoluta. Con esto no quiero decir que la cuestión
palestina no sea importante. Es muy importante. Pero uno puede ir recorriendo
todo el perímetro del mundo musulmán y encontrar conflictos similares: Kosovo,
Bosnia, Chechenia, Cachemira, Timor, para nombrar algunos. Donde sea que
musulmanes y no musulmanes disputan por tierras, se da este mismo conflicto.
Entonces, ¿por qué Palestina recibe tanta más atención? Primero, porque Israel
es una democracia, es decir que los periodistas son libres de ir y mostrar, de
manera correcta o errada, todo lo que quieran, con una libertad imposible de
imaginar en cualquiera de los otros lugares. Segundo, como dice otro viejo
dicho, "jews are news" [los judíos son noticia]. Cualquier cosa que involucre a
Israel inmediatamente despierta interés, tanto entre quienes están a favor como
entre quienes están en contra. Es notable que, después del colapso de la Unión
Soviética, hubo un número considerable de intentos de hacer la paz entre árabes
e israelíes y que cada vez que estaban a punto de tener éxito, los árabes hacían
algo para desbarrancar el intento. Es comprensible: Israel es su válvula de
escape. En la mayor parte de los países árabes, la gente se está poniendo más y
más furiosa, y con buena razón: la situación de la gran mayoría de su población
es miserable y empeora día tras día. Los tiranos corruptos, que son tantos,
necesitan canalizar toda esa furia hacia afuera. Si la cuestión palestina se
solucionara mañana, tendrían la furia de su gente exclusivamente dirigida contra
ellos. Por eso, si no existiese Israel tendrían que inventarlo.
-Usted advirtió sobre la posibilidad de un ataque como el del 11 de
septiembre de 2001 antes de que ocurriera. ¿Qué sintió cuando pasó? ¿Cree que
otro atentado similar es posible?
-Hay cierta angustia por haber estado en lo cierto cuando tanta gente se
equivocó. Obviamente, yo no predije una atrocidad así, pero había estado
repitiendo durante mucho tiempo que algo andaba radicalmente mal en el mundo
árabe y que su creciente hostilidad hacia Occidente probablemente se fuera a
expresar de manera violenta. Y creo que otro atentado así es muy posible.
Después de 11 de septiembre, los fundamentalistas islámicos tuvieron un shock: a
lo largo de toda la década del 90 habían comprobado, con un ataque atrás del
otro, que hicieran lo que hiciesen los Estados Unidos no iban a responder y
calculaban que la cosa seguiría así. Es verdad: había sido elegido un nuevo
presidente, pero, según su experiencia, eso no cambiaría fundamentalmente la
política exterior. De pronto, Estados Unidos respondió y les demostró que quizás
estaban equivocados al considerar que la sociedad norteamericana estaba débil y
paralizada. Frenaron los ataques. Durante un largo período no hubo ningún
atentado fuera de Irak y Afganistán. Pero después, con los ataques a la política
norteamericana de parte de Europa y las divisiones que veían dentro mismo del
país, los terroristas reconsideraron la cuestión: volvieron a intentar con
atentados y consiguieron, en muchos casos, la respuesta que esperaban, por lo
que, simplemente, volvieron a la carga y así seguirán.
-Si ahora hubiera un atentado como el de España en los Estados Unidos,
¿cree que la respuesta de los norteamericanos sería como la de los españoles?
-Pienso que sería exactamente la contraria y que aseguraría el triunfo de
Bush en las elecciones.
-¿Cambiará realmente la política exterior norteamericana si gana Kerry?
-No inmediatamente. Si gana Kerry será un presidente, no un dictador, y
cualquier decisión será conjugada con el establishment político de Washington y
con su propio partido.
-¿Cómo evalúa la acción norteamericana en Irak?
-Hubo un gran error: no pasar el mando a los iraquíes inmediatamente después
de la entrada de las tropas aliadas. Había, entre la población, gente muy
preparada para hacerse cargo. La atmósfera era amigable, el ejército de Saddam
había desaparecido, prácticamente, y no se registraba resistencia civil. No
haberlo hecho entonces fue un error de cálculo político muy grave. Esto no
quiere decir que hubiese sido posible crear una democracia estilo occidental al
instante: ésta no viene en una caja con instrucciones. Es más: si miramos a
Europa, salvo los países escandinavos y anglohablantes no hay democracias muy
viejas. Que se esté hablando de importar una constitución federal y un sistema
bicameral me parece, como poco, prematuro. Yo no dudo de que los árabes tengan
la capacidad de desarrollar instituciones democráticas solos dado un período de
tiempo, porque hay ciertas tradiciones políticas en el islam que son congruentes
con la democracia. Mucha gente mira al régimen de Saddam y dice: así son los
musulmanes. Tonterías. Esas formas de totalitarismo no tienen precedente alguno
en el pasado árabe o islámico. Son una importación europea, que toma elementos
del fascismo y del comunismo. Saddam Hussein, por ejemplo, es un clon de Hitler
o de Mussolini. Fue la importación europea más exitosa.
-¿Cómo ve el futuro para Medio Oriente y el mundo?
-En el largo plazo soy cautelosamente optimista. Respecto de lo que va a
pasar en los próximos años soy menos optimista y mucho más cauteloso.
Juana
Libedinsky
Fuente: diario
La Nación, de Buenos Aires, Argentina; 22 de septiembre de
2004. |