NCeHu 1367/04
"Kirchner debería democratizar el PJ"
Lo dice el pensador británico Colin
Lewis
LONDRES.– Sus treinta años como investigador de la política
social y económica desarrollada en la Argentina y en Brasil durante los siglos
XIX y XX han hecho de él una autoridad en el tema. Tanto es solicitado como
asesor de empresas en las capitales europeas como invitado con frecuencia a las
grandes conferencias que, en Europa y en América latina, giran en torno de
asuntos de la región.
Los libros recientes del historiador económico Colin Lewis van desde el
estudio comparativo de la empresa pública y privada en la construcción de los
ferrocarriles en Brasil hasta el análisis de la economía argentina en la década
del 80 y la compilación del ensayo “Exclusión y compromiso. Política social en
América latina”, publicado por el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de Londres en 2002.
Colin Lewis también es autor de “Argentina, una breve historia”, publicada en
Oxford, en 2002, y que aún se mantenía en algunas librerías londinenses en este
verano del Norte. Según el autor, el libro “explora la historia de la Argentina
para explicar la paradoja del desarrollo: la transición de confianza en el
futuro a una situación casi de colapso... De integración social a atomización
social”
Ese tema lo ha ocupado toda su vida como docente e investigador en la London
School of Economics (LSE). Es autor de decenas de ensayos y monografías sobre la
historia económica de la región y asiduo participante en conferencias sobre las
cambiantes fortunas de América latina en Europa, en San Pablo (donde es profesor
visitante) y en Buenos Aires. Lewis, de 59 años, nacido en Castellnedd, Gales,
recibió su doctorado en historia económica en el LSE, donde es profesor desde
1972. Es miembro correspondiente de la Academia Argentina de la Historia desde
1992. Una visita a su despacho en el Departamento de Historia Económica, con
intención de reencuentro amistoso, dio lugar a esta charla.
-¿Por qué la Argentina se equivocó de rumbo en el siglo XX?
-Sospecho que quien pueda responder razonablemente a esa pregunta ganaría una
fortuna mañana mismo. Creo que la pregunta debe ser, también, cuándo. Para
algunos, el cuándo puede llegar a explicar el porqué. Como historiador de la
economía mi consideración se remonta al siglo XIX, cuando hubo profundas
transformaciones económicas y políticas en la Argentina. La economía se hizo más
eficiente y, creo, había una sensación de progreso social. Los indicadores de
bienestar reflejaban mejoras sustanciales en la segunda mitad del siglo. Hubo
crecimiento en bienestar social entre fines del siglo XIX y comienzos del XX.
También se estaba institucionalizando la actividad política, se hacía menos
violenta.
-¿Cuándo empezaron a tomar un mal rumbo las cosas?
-Entre los años 20 y 30 del siglo XX. Hubo dos importantes procesos que no se
sincronizaron. En el período anterior a los años 20 hubo crecimiento y una
capacidad bastante amplia para incorporar a nuevos grupos a la estructura
política. Era posible que algunos grupos obtuvieran más beneficios sin que otros
los perdieran. Pero hubo un cambio estructural en los años 20 y 30, cuando la
economía no crecía tan rápido y, al mismo tiempo, seguía creciendo el número de
grupos que reclamaban mejores condiciones y mayor acceso a la política. Eso
ocurría en otras sociedades, no sólo en la argentina. Australia, por ejemplo, no
recorrió un camino fácil hacia la eficiencia económica, el pluralismo político y
la democracia sostenida. Hubo enormes tensiones allí cuando cambiaron las
prácticas internacionales y fueron contra las economías de exportación primaria.
La diferencia crítica está en que la Argentina fue menos capaz de combinar las
crecientes demandas sociales y el espacio político cuando las cosas le iban
bien.
-Pero, ¿por qué la Argentina no alcanzó a hacer el ajuste?
-Mi respuesta sería que los cambios ocurridos anteriormente eran menos
profundos de lo que parecieron en su momento. El modelo de desarrollo era
extensivo, en vez de ser intensivo. La economía no mejoró en eficiencia cuando
los mercados internacionales se lo hubieran permitido, cuando los precios
estaban altos. Había una ilusión de modernidad, una imagen de eficiencia, pero
la eficiencia no tenía sustancia. Quizá se pueda aplicar el mismo argumento al
escenario político: era mucho menos incluyente de lo que había parecido ser en
los años 20. El cierre progresivo de la economía en los años 30 era comprensible
para esos tiempos, y muchos países emprendieron la retirada del sistema
internacional. Pero la Argentina siguió cerrada durante demasiado tiempo. Otros
países reingresaron a la economía mundial en lo que podríamos llamar una versión
temprana de la globalización, inmediatamente después de la Segunda Guerra
Mundial. La fase cerrada de la Argentina duró mucho más, y fue mucho más
profunda que en Australia y en Brasil. Es inevitable, a partir de ese análisis,
observar las personalidades del momento. Si nos colocamos después de la Segunda
Guerra Mundial estamos hablando de Juan Perón. La Argentina hoy sigue culpando o
halagando la obra de Perón, aun cuando él estaba en una crisis reconocida en su
propio discurso del 1° de mayo de 1949. El país había comenzado a andar mal
cuando Perón convocó a producir diez por ciento más para cubrir los faltantes.
Perón reconocía su fracaso. Y, sin embargo, al día de hoy la Argentina se divide
en peronismo y antiperonismo, pero tenemos que ponerles nombre a nuestros
errores para poder seguir adelante.
-¿Qué condiciones hicieron que Perón fuera el hombre del momento?
-Como dije, creo que hubo un grado de exclusión muy alto en un período
anterior, antes de los años 30, que permitió que emergiera una figura como
Perón. La apariencia de crecimiento, de apertura, la sensación de progreso en
una etapa anterior, se cerró de golpe en los años 30. Luego vamos descubriendo
que la exclusión anterior era más profunda de lo que parecía y que la inclusión
que ofrecía el peronismo era mucho menos amplia de lo que prometía.
-Otras sociedades lograron estudiar a las personalidades del momento y
superarlas. Brasil, por ejemplo, hizo su balance de la gestión de Getulio Vargas
(1883-1954) y siguió adelante. ¿Por qué la Argentina no ha podido hacer su
estudio de situación, dejarlo ahí y avanzar?
-La Argentina y Brasil tienen economías muy diferentes. Las políticas eran
muy diferentes en los años 20 y 30. Los historiadores en América latina ven
fenómenos parecidos en ambos países. Se compara a Vargas y Perón como actores en
una transición parecida. Pero desde el punto de vista de la historia económica
yo miro los modelos. El nuevo modelo fue, para ambos, la industrialización, y la
Argentina se convirtió en el país más industrializado de América latina en los
años 30 y más acá. Pero el proyecto de industrialización, si bien más lento, fue
más efectivo en Brasil. Si se mira el cambio de estructuras en las dos economías
en el tercio central del siglo XX, es decir, entre 1930 y 1960, lo que se ve es
que el compromiso con el modelo de industrialización es aceptado por un espectro
institucional mucho más amplio en Brasil que en la Argentina.
-¿Por qué?
-Los historiadores que miran a Brasil dicen que, al margen de sector
económico o clase social, los principales grupos se comprometieron con el
proyecto de industrialización. En Brasil, el único aspecto discutido era si la
industrialización debía hacerse en una economía cerrada o en un modelo abierto.
No había desacuerdo sustancial en torno de si había que industrializar. Eso no
lo vemos en la Argentina. Hubo poco acuerdo sobre la industrialización. Algunos
grupos se comprometieron con ella, otros la objetaron con vehemencia, y no
fueron solamente los dirigentes y dueños del campo. En Brasil hasta el sector
agropecuario se adhirió al proyecto para desarrollar un mercado doméstico. En la
Argentina, la situación se torna altamente personalizada. Es un proyecto
capturado por un sector, en lugar de expandirse a todo el sistema.
-Está de moda decir que Frondizi fue un estadista que se anticipó a su
tiempo. El intentó popularizar la idea de la industrialización y el mercado
abierto. ¿Qué pasó?
-El momento, el tiempo elegido, es importante. En términos de acceso a
capitales y mercados algunas veces es más fácil impulsar proyectos cuando están
de moda. No se puede subestimar el apoyo de EE.UU. a Brasil a fines de los años
30, y nuevamente en los 50 y 60. Juscelino Kubitschek (1902-76) y Frondizi son
figuras casi contemporáneas, pero hay mucho mayor apoyo efectivo para el
desarrollo de Brasil. Brasil despierta mucho más interés en EE.UU. Frondizi no
gozaba de ese ambiente externo favorable, porque desde afuera se veía mucho más
desacuerdo dentro de la Argentina.
-Hay que recordar que John F. Kennedy ofreció un gran respaldo a Frondizi,
si bien éste lo desperdició con su voto sobre Cuba.
-Más que a la relación personal, yo me remitiría a la estructura
institucional. Hacia fines de los años 50 y comienzos de los 60 se transmitía la
sensación de que el proyecto ya debía estar montado, a pesar de las crisis
políticas. Aunque había empresas en ambos países que se esforzaban por avanzar,
siempre parecía que había más compromiso en Brasil que en la Argentina. En los
años sesenta hubo más oportunidades para la inversión en Brasil que en la
Argentina. La industria brasileña era menos avanzada que la Argentina, el sector
manufacturero era más pequeño, por lo tanto había más posibilidad de expansión y
había más acuerdo sobre el camino por seguir. La Ford fue a Brasil en los años
50 porque veía una continuidad de políticas. El escenario argentino para la
empresa extranjera que más se asemeja a la de Brasil, en términos de inversión,
ocurre en la segunda mitad de los años 60, durante la dictadura de Juan Carlos
Onganía. Luego vino una "política de cangrejo", que significa cambiar de rumbo a
cada rato sin preaviso. Lo que sucedió en la Argentina fue que Onganía avanzaba
sobre los cimientos del proyecto Frondizi, pero hubo dudas e inconsistencias
sobre cómo proseguir, cosa que revela que el proyecto no estaba enraizado y que
no había sido suficientemente apoyado por los actores nacionales de importancia.
-Es interesante observar las dictaduras de la Argentina y Brasil, que
fueron contemporáneas, y, con alguna diferencia, la de Chile. Los militares en
Brasil y Chile dejan una base económica sólida para el futuro civil, mientras
que los militares en la Argentina dejaron una economía quebrada.
-Los historiadores pueden reconocer que la calidad de administración
económica en Brasil fue bastante mejor que en la Argentina. Eso no habla de la
calidad de los administradores o de los ministros. Los individuos fueron
igualmente competentes en ambos países: la diferencia la produce el marco
institucional en el que operaban. No se puede dejar de tomar en cuenta la
brutalidad de un gobierno. Pero tampoco se puede dejar de mirar si había o no
consenso sobre el rumbo de la economía, bajo civiles o militares. En Brasil
aparece la administración institucional más eficiente.
-En la Argentina estamos en nuestro 21er. año de estabilidad
constitucional. Aunque más que una democracia parece una "privilegiocracia"
explotada por el elemento político más mediocre. ¿Cómo se ve este desarrollo?
-Es importante reconocerlo cuando se piensa en la magnitud de la crisis
política y económica que existió en los últimos dos años y medio. Hay que
recordar la crisis que determinó la partida adelantada de Raúl Alfonsín, la
hiperinflación, hasta llegar al colapso de un modelo económico en 2001 y 2002.
Debe de haber pocas sociedades que, relativamente, hayan salido tan bien de una
situación así. Mirando los hechos en el contexto del pasado reciente, pocos
hubieran pensado en un shock tan grande sin que se sufriera un golpe militar o
alguna otra forma de toma autoritaria del poder. Se han evitado las peores
prácticas del pasado. De alguna forma, si bien no está de moda decirlo, la
continuidad constitucional refleja la fuerza de la sociedad civil. Hay una
tendencia a ver a la sociedad argentina como atomizada, con muy poca cohesión,
pero la forma en que la sociedad reaccionó en defensa de Raúl Alfonsín durante
los motines militares, el reclamo público de una economía limpia, en los años
90, y el reclamo de transparencia política en las elecciones de 1999 son
evidencias de resistencia en la sociedad civil.
-¿Por qué no vemos eso en la política?
-Quizá se deba a que hubo muchas reformas en los últimos veinte años:
constitucional, económica, administrativa, fiscal. Pero la reforma importante
pendiente es la de la clase política.
-Alfonsín fue defendido, pero cayó. El reclamo "que se vayan todos" no
sacó a nadie. Pero usted dice que hay fuerza civil...
-Alfonsín sostuvo la recuperación democrática. Los argentinos algún día
pueden llegar a valorarlo. Y ese esfuerzo inicial en democracia alienta el
reclamo civil posterior. Para un historiador es fácil manifestar esto, aun sin
pruebas contundentes. Como usted, yo no usaría fácilmente el término democracia
para lo que hay en la Argentina. Gran parte del déficit democrático argentino se
debe a que algunas organizaciones políticas no han sabido practicar la
democracia interna. No hay mucha evidencia de que el Partido Justicialista se
vaya haciendo más democrático o institucionalizado. Ya que hemos nombrado a
algunos actores, hay que reconocer que una de las personas responsables de la
destrucción de lo que parecía en algún momento un proceso de democratización
interno del peronismo fue Carlos Menem. Uno de los puntos negativos del éxito
económico de los comienzos de la década del 90, que causó una enorme pérdida de
talento joven en la política, fue que el peronismo perdió la oportunidad de
democratizarse como partido. Algún estudioso, mejor equipado que yo para evaluar
las políticas del peronismo, dijo que una de las lecciones tristes de los 90 fue
la inhabilidad del peronismo para acceder a la democracia.
-Semejante observación, ¿influye en las políticas de la actualidad?
-La pregunta es si Néstor Kirchner es capaz, si está equipado para crear
algún tipo de democracia en el partido. Si lo lograra, ése sería su mayor
legado. El problema está en que no tiene raigambre peronista. Kirchner ha tenido
mucha suerte en lo económico. En realidad, toda la clase política ha tenido
suerte. La recuperación económica del último año ya estaba demorada. En general
las economías, cuando experimentan un par de años de recesión, suponen una
recuperación. ¿Por qué tardó tanto la recuperación en la Argentina? En mi
opinión se debe al fracaso de la reforma política.
-¿Por qué le atribuye suerte a Kirchner?
-Por la forma en que fue elegido, en primer lugar. Recibió el gobierno casi
como regalo. Y la economía tenía que recuperarse en algún momento, aun a pesar
de la acción de gobierno. En algún momento de toda crisis se toca fondo y luego
se comienza a subir de nuevo. Claramente, en todas las instancias hay una dosis
de suerte. Y Kirchner tuvo mucha, mucha suerte. La presidencia de Kirchner
comenzó en el momento más auspicioso. La economía había tocado fondo, el dólar
se ablandaba aun cuando el peso no se endurecía. Los precios de productos
primarios, como los de la soja, comenzaron a subir... Por lo tanto, el Gobierno
tuvo suerte. Casi no tenía que hacer nada para que la economía se recuperara. La
pregunta es: ¿qué ha hecho el Gobierno? Parece no tener una estrategia económica
clara más allá de vivir de un día para otro... Perdón, mejor reformulo esa
observación. Una iniciativa muy importante han sido los subsidios de "jefes de
familia", que Eduardo Duhalde inició y Kirchner extendió. Se le pueden hallar
muchos errores al plan jefes de familia, se puede decir que fue una regresión a
la vieja política, un plan peronista de manipulación. Pero, al final, también
hay que decir que se logró que una gran porción marginada de la población
argentina viviera con un grado mínimo de seguridad económica, que podía
reingresar al mercado. Mantenerlo está bien, pero no puede seguir para siempre y
no hay iniciativas concretas a la vista. Pero, además de esto, ¿hay una
estrategia concreta? ¿Dónde están las iniciativas para normalizar la política?
Andrew
Graham-Yooll
Fuente:
diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina; 1 de
setiembre de 2004.